El proyecto BRAIN (cerebro)

Luis Rosales

La urgencia muchas veces tapa lo importante. Tantas crisis, guerras y violencia inundando los diarios y noticieros del mundo entero están haciendo pasar casi inadvertida información muy importante que viene de los EEUU. El presidente Obama le ha solicitado al Congreso la aprobación de una partida de U$ 100 millones para que sirvan de punto de partida para el financiamiento del proyecto BRAIN.

Así como hace unos años el dinero público fue crucial para culminar con los estudios vinculados al ADN y poder así desentrañar el genoma humano, con las consecuencias infinitas que esto tendrá para nuestra especie, la decisión de financiar estos estudios exhaustivos del funcionamiento de nuestra mente viene a llenar un vacío notable y que cuesta creer que todavía exista.

Sabemos muy poco o nada respecto de cómo funciona el comando central de nuestro organismo. La medicina de hoy entiende sobre este tema lo mismo que la ciencia de hace un par de siglos atrás entendía sobre el resto de nuestro organismo. En aquellos tiempos médicos y fisiólogos, más por experiencia y práctica que por teorías científicamente comprobadas, intuían algo sobre los distintos órganos y sistemas. Se diagnosticaba muy mal y peores eran las terapias para resolver los problemas respiratorios, circulatorios, hepáticos, cardíacos, óseos y poder mejorar la salud. Más cerca de los curanderos o de los brujos, recomendaban recetas increíbles para las distintas dolencias.

Algo parecido sucede en estos días con nuestro cerebro. Es muy poca la información que se tiene sobre las diferentes patologías que lo afectan. Tampoco se sabe a ciencia cierta cómo funcionan sus componentes, sus relaciones y conexiones y las reacciones químicas que se producen. Este proyecto BRAIN, coordinado por varias universidades y centros de estudio de altísimo nivel, pretende llenar este vacío a través del mapeo exhaustivo de todas las neuronas y de sus ramificaciones para tratar de entender al detalle su funcionamiento.

Hace ya tiempo que podríamos haber realizado este mapeo y sólo hacía falta esta decisión de unir esfuerzos y planificar una acción coordinada. La increíble evolución del diagnóstico por imágenes habilita la posibilidad de estudiar en detalle la composición de nuestro cerebro y su funcionamiento, frente a determinados estímulos.

Muchos sostienen, en una especie de romanticismo exagerado, que una vez que entendamos nuestra mente en profundidad y podamos resolver sus problemas y falencias, los enfermos tendrán una vida mejor pero tal vez la humanidad pierda genios y figuras. Beethoven, Picasso, Mozart, Van Gogh, tal vez no hubieran sido lo que fueron si algún estudio oportuno hubiera detectado algún problema que se hubiera resuelto a tiempo y seguramente nadie recordaría sus nombres ni mucho menos su obra, la que probablemente no existiría. Pero ellos como personas, hubieran vivido en una forma más normal y placentera.

También se especula que abriendo esta puerta se puede ingresar a un ámbito muy peligroso: la manipulación o control de las emociones. La píldora del amor, la receta para exasperar el nacionalismo o el odio racial, la incitación compulsiva y química a determinados consumos, hasta la elección de nuestros líderes se podría manipular fácilmente una vez que se conociera el proceso interno, las reacciones químicas y las conexiones neuronales que motivan nuestro accionar.

Pero estas opiniones contrarias se dan siempre que se avanza en el conocimiento humano. Mucho más si el paso es trascendente y surgen los miedos a sistematizar y entender lo que antes era magia. Ya lo hemos comprobado hasta el hartazgo, cuando nos dimos cuenta de que la tierra era redonda, que el sol no giraba a su alrededor, que el hombre podía volar y tantos otros avances. Como dijo Obama al solicitarle al Congreso estos fondos, no es concebible que podamos entender el funcionamiento del mundo subatómico o que sepamos sobre galaxias ubicadas en el otro extremo del universo y no entendamos nada de lo que sucede en ese kilo y medio de carne y materia que todos tenemos entre nuestras orejas y que nos ha permitido ser la especie dominante del planeta en que vivimos.