Acuerdo Ryan-Murray: calma los ánimos pero no soluciona el problema de fondo

María Belén Chapur

Luego de largas semanas de deliberaciones e intensas negociaciones, republicanos y demócratas llegaron finalmente a un acuerdo sobre el presupuesto.

Patty Murray, demócrata, presidenta del Comité de Presupuesto del Senado, junto a su par republicano de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, fueron los artífices de esta victoria pírrica, que hoy disipa cualquier posibilidad de cierre de gobierno para los próximos dos años. Los políticos estadounidenses, tanto de un bando como del otro, fueron lo suficientemente inteligentes como para saber leer el descontento y malestar provocado en la población como resultado del cierre parcial de gobierno del pasado octubre. Decidieron así poner fin a esta discusión, dejando de lado las diferencias, con la finalidad de transmitir unidad y confianza a su pueblo. Aún quedará pendiente para principios de febrero el tema no menor de la suba del techo de la deuda. Seguramente jugarán con un default, como forma de presión, aunque nunca ocurrirá, al menos por unos cuantos años.

En la fría noche del jueves, en Washington DC, fue aprobado el acuerdo en la Cámara baja, por una amplia mayoría republicana y demócrata , 332 votos a favor y tan sólo 94 en contra, correspondientes a la frontal oposición de los republicanos más conservadores, con el Tea Party a la cabeza. Esta legislación, previamente respaldada por la Casa Blanca, pasará al Senado a principios de la semana que viene, donde, con certeza , será aprobada.

Con el acuerdo Ryan-Murray quedan cancelados, por los próximos dos años, parte de los recortes automáticos generalizados anuales, conocidos como “sequester“, establecidos por el Acta de Control del Presupuesto del 2011, que entrara en vigor en marzo pasado. Para entenderlo mejor, el “sequester” fue un triunfo, en su momento, de los republicanos sobre Obama. Su finalidad: lograr un ahorro de US$1.2 billones en los próximos 10 años para así comenzar a reducir el déficit.

Por su parte, este nuevo acuerdo autoriza un desembolso extra de US$63.000 millones, repartidos en dos años, tanto para gastos en defensa, promovidos desde el Pentágono y por el partido republicano; y programas sociales nacionales, avalados por los demócratas. Se mantienen la mayor parte de los duros recortes al gasto de las agencias federales con la promesa de reducir el déficit en 23.000 millones de dólares.

El presupuesto para 2014 queda establecido en US$ 1,012 billones y en US$ 1,014 billones para el 2015, garantizando así que la Administración federal tenga fondos para seguir operando a partir del 15 de enero.

Como observamos claramente, esto supone un aumento del gasto en comparación con el presupuesto del 2013, establecido en 967.000 millones de dólares.

¿Cómo se va a solventar esto sin incurrir en un mayor déficit y sin aumentar los impuestos? Aquí está el engaño, ya que para cubrir parte de estos gastos, por un lado, aumentarán las tarifas en los billetes de avión. También los empleados del gobierno se verán afectados ya que experimentarán un alza en los aportes de sus planes de jubilación y sufrirán un recorte en sus salarios.

Pongamos el nombre que más nos guste, pero todo aquel dinero que salga del bolsillo de un particular, ganado con esfuerzo y trabajo, para solventar gastos del gobierno, no es otra cosa que un impuesto. Estaba contemplado dentro del acuerdo cobrar una suerte de impuesto al cheque, pero finalmente no prosperó y quedo excluido. Los lobbistas banqueros corrieron mejor suerte que los de la industria aeronáutica.

Por otro lado, tan sólo diez minutos después de aprobado el acuerdo, se aprobó el Acta de Autorización de Defensa Nacional 2014, que eleva el nivel de gasto en defensa en US$31.000 millones más por encima de lo pactado en el acuerdo. ¿Dónde queda el compromiso de reducir el déficit ? ¿Se eleva el gasto en tiempo real con la promesa de reducir el déficit en un futuro imaginario?

A más gastos, más impuestos y/o más deuda, no hay fórmula mágica. Los riesgos de entrar en este juego son enormes. La consecuencia, un bajo crecimiento económico o estancamiento. Japón es un muy buen ejemplo de esto. Por otra parte , una vez que la gente se acostumbra a recibir la ayuda del gobierno, se hace sumamente difícil eliminarla. Los seguros de desempleo funcionan bien durante un tiempo limitado, pero extendidos en los años se transforman en un sueldo para no trabajar auspiciado por aquellos que sí trabajan y se sacrifican diariamente a través de los impuestos.

La historia nos ha demostrado que no sólo las empresas quiebran, los Estados también, y últimamente, con bastante frecuencia. Se debe administrar con responsabilidad, eficiencia y honestidad. Es hora de equilibrar la balanza antes de que sea demasiado tarde. No se puede gastar indefinidamente lo que no se tiene o imprimir billetes como si se tratara del juego del estanciero.