En la columna de la semana anterior se daba cuenta de la imagen que presentó Cristina Fernández al país en el acto del 25 de mayo: rodeada de gobernadores de provincias como Salta, Entre Ríos, Formosa, La Pampa y Neuquén, y con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, ubicado más lejos. Resultaba llamativa en esta foto el lugar predominante entregado a Juan Manuel Urtubey, gobernador de Salta, joven y, que sin estar hasta ahora abiertamente enfrentado a Cristina Fernández de Kirchner, tiene juego propio. (En un momento inclusive desde sectores cercanos a Alberto Fernández se intentó lanzar a Urtubey como un referente de una suerte de “peronismo sub-45”, que no llegó a cuajar del todo.)
En esa columna se presentaba el interrogante de si esta foto respondería a la presentación en sociedad de una alianza entre el kirchnerismo nacional y los gobernadores de las provincias peronistas con menor población, a fines de limitar o esmerilar las posibilidades políticas del gobernador de Buenos Aires, una provincia que es más un país en sí misma que una provincia, y es por lo tanto recelada por las demás desde antes inclusive que la creación de la nación argentina.
Esta lectura se ha visto refrendada por el principal hecho político de la semana que está culminando. Nos referimos al acto en Lomas de Zamora, en el cual, sin mencionarlo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lanzó durísimas frases contra Daniel Scioli, sin dudas, las más duras en sus años de relación. Un dato a resaltar: el anfitrión en este acto fue Martín Insaurralde, el joven intendente kirchnerista de Lomas, a quienes algunos mencionan como posible candidato a diputado.
En los días siguientes, pudieron leerse en la red social Twitter algunos sugestivos tweets del bonaerense Julián Domínguez, a la sazón presidente de la Cámara de Diputados. En estos, Domínguez saludaba a Juan Manuel Urtubey, a Julio de Vido y a los intendentes del NOA, mencionaba a Julio Pereyra, intendente de Florencio Varela y presidente de la Federación de Municipios, y a los intendentes del NOA, y afirmaba que “la municipalización de la obra pública es el verdadero corazón de la década ganada”.
La pregunta, entonces, es si estas señales apuntan a una posible “operación de pinzas” en la cual a una eventual “cooperativa de gobernadores” se le sume una liga de intendentes de la provincia de Buenos Aires, como manera de frenar a Daniel Scioli por los costados y por abajo, por así decirlo.
Una de las características notables de la política bonaerense es que los intendentes de las grandes ciudades de la provincia, sobre todo las del Conurbano, tienen relación directa con Nación, reciben inversión para infraestructura directamente del Ministerio de Planificación, tienen fuertes bases políticas territoriales propias y, por lo tanto, no se sienten subordinados del gobernador provincial; antes bien, gustan de tener un gobernador que les permita juego propio. Además, hay que recordar que Daniel Scioli no es considerado un bonaerense “puro” por muchos líderes territoriales ya que, de hecho, nació a la política en la Capital, y no tiene la pertenencia y los fluidos contactos en los municipios con los que contaba Eduardo Duhalde en su momento.
Si esto fuera así (y éstas son, por supuesto, especulaciones, construidas con evidencias más que minúsculas), la gran incógnita es cómo entra (o no entra) en este esquema el intendente estrella de este momento, Sergio Massa. Por supuesto, el problema de imaginar una entente gobernadores-intendentes es que Juan Manuel Urtubey y Sergio Massa serían, en tal caso, competidores directos, de perfil similar. ¿Se sumaría Massa a una liga de intendentes y gobernadores? ¿Intentará Massa cerrar algún acuerdo con Scioli? ¿Apostará a una tercera posición? En todo caso, podremos responder a estas preguntas en escasos doce días más.