Las inundaciones y la “campaña permanente”

María Julia Oliván

La campaña permanente no perdona nada: ni siquiera la tragedia. El concepto tiene su origen en un extenso escrito que el entonces asesor de campaña Pat Caddell le entregó al presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter luego de su triunfo electoral de 1977.

Allí, señalaba que las campañas ya no podían concluir con el resultado electoral sino que era necesario seguir seduciendo a los votantes durante el período de gobierno. Palabras claves de esta estrategia son permanencia, legitimidad, institucionalización, consenso, gobernabilidad, base de apoyo, continuidad y mito de gobierno (Javier Sánchez Galicia, 30 claves para entender la política, España, 2007).

La campaña permanente es ya una manera de comunicar las acciones de gobierno en el mundo. Pero en nuestro país, da la sensación de que muchas veces nos quedamos en la comunicación y dejamos relegada la propia acción de gobierno.

Durante esta semana, las inundaciones que provocaron 54 muertes en La Plata, 6 en la Ciudad de Buenos Aires y miles de damnificados en ambas jurisdicciones fueron una muestra clara de hasta qué punto la política se juega en todo. Y hasta qué punto todos están obsesionados con negar esa evidente utilización política del desastre o la tragedia.

Ustedes podrán razonar que hacer política está bien, y yo adhiero a ese concepto. Pero ¿no sería más útil para los ciudadanos que la política sea protagonista antes de lamentar muertos? ¿No es la política la herramienta para lograr que la gente viva mejor, amplíe sus derechos y respete un orden jurídico establecido en las leyes que nos rigen?

En la Argentina vigente hasta el 2 de abril último, la estrellita era el desencuentro político entre los gobiernos de Nación, Ciudad y Provincia de Buenos Aires. No había manera de que se reúnan para resolver ni uno de los temas importantes que los convocan.

Pero la tragedia consiguió lo que no pudo el sentido común. El 4 de abril estaban reunidos la presidenta Cristina Kirchner y el gobernador Daniel Scioli en la misma mesa. Si no se juntaban, todos iban a pagar el costo. Lo hicieron, en parte honestamente y, por momentos, sólo para cuando se encendían las cámaras. No hay sustento para sospechar que la tregua será duradera.

Todo comenzó con la carrera de 100 metros en Twitter por decir presente en la tragedia, mientras que a medida que pasaban los minutos los hashtags se acumulaban. Parte de esta carrera fueron la falsa foto del intendente de La Plata Pablo Bruera (en la que se lo veía recorriendo un centro de evacuados cuando en realidad estaba en Brasil) por la que pidió perdón en público ya dos veces y los hashtags fogoneados desde distintos sectores: ¿Dónde está Macri? ¿Dónde está Alicia Kirchner?¿Dónde está Mariotto? ¿De Vido? ¿No será mucho que el ministro de Infraestructura de la Ciudad Marcelo Chain siga de vacaciones en Miami una semana después de las inundaciones?

El primero en reaccionar fue el gobernador Daniel Scioli, ya experto en poner la cara en momentos críticos. Reunió a su gabinete e informó metódicamente día por día lo que estaba haciendo cada área de su gobierno.

Cristina Kirchner se subió a un helicóptero y fue sin red a Tolosa, una de las zonas más afectadas. Puso la cara y fue increpada. Pero estuvo ahí donde tenía que estar. Luego volvió pero a la Universidad de La Plata a pisar terreno seguro entre los militantes de Unidos y Organizados.

Al día siguiente de la inundación, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, logró regresar de París. Fue con Scioli a otro centro de inundados. La reacción de la gente fue lapidaria. “Estamos seguros que si Scioli no iba con Alicia, jamás le hubiesen gritado como lo hicieron. A él le reclamaban que haga algo, a Kirchner directamente la insultaban”, comentó un funcionario que estuvo en la recorrida.

Y estos últimos días asistimos al lamentable debate por el número de víctimas fatales que dejó la tragedia. Que eran cientos de cadáveres que se ocultaban fue el primer dato que se multiplicó rápidamente a través de redes sociales. Una de las más difundidas es una supuesta carta del padre Daniel Quintar, de la parroquia Santa Rosa de Lima, que el supuesto firmante de la misiva me negó terminantemente: “yo nunca escribí eso. Es todo mentira”, me dijo.

En cuanto a las ayuda, el gobierno nacional también fue rápido con sus respuestas. Los refuerzos a las pensiones no contributivas, jubilaciones, asignaciones universales y subsidios por desempleo fueron un ejemplo de eso.

En la Ciudad la pronta aprobación de la ley que amplia el monto de subsidios a los que pueden acceder los damnificados es una buena si logra instrumentarse con la celeridad que requiere el caso.

En Provincia el IPS redobló la ayuda a los jubilados. Además, están los créditos blandos con gran financiamiento y bajos intereses lanzados por los bancos Nación, Provincia, Hipotecario y Ciudad. Y la amplicación del Plan ProCreAr con más cuotas para las víctimas de la tragedia.

Pero con estar o dar respuestas después de los desastres o las tragedias no vasta.

En su libro Peddling Prosperity (1994), que podría ser traducido como “vendiendo prosperidad”, el economista Paul Krugman lo explica así: “La campaña permanente tiende al agotamiento, porque no se cumple con esas promesas de prosperidad y tarde o temprano lo que parecía jugar a favor termina jugando en contra”. “Si (los gobernantes) buscaran en el corto o mediano plazo un nuevo cargo de elección popular, les es imprescindible entregar buenos resultados, cumplir con las expectativas ciudadanas para que los logros de su gestión sean la mejor carta de presentación para su próxima postulación”, agrega.

Contener y actuar cuando la tragedia ocurrió es lo correcto, pero es insuficiente. Gobernar es anticiparse a las tragedias y reducir sus efectos. Espero, al menos, que esa lección se aprenda después de tanto dolor.