¿Cuál es la herencia que va a recibir el próximo presidente?

Mariano Carpineti

A pocas horas de las próximas elecciones a presidente, todos los interrogantes parecen estar atados a quién es, de qué partido y qué tendencia tendrá el próximo presidente. Si bien son muchas las cuestiones que aquejan a la sociedad en su conjunto, y se han transformado en el centro de la campaña política, no todos tienen un plan para combatir estos flagelos. Inflación, competitividad, trabajo, tipo de cambio, seguridad, narcotráfico e institucionalidad son temas relevantes que la sociedad tiene en mente a la hora de elegir el nuevo presidente.

Aunque los candidatos empezaron a presentar sus equipos económicos y sus gabinetes con la intención de generar certeza en materia económica, nadie dio lineamientos claros sobre cuáles serán los ejes económicos de su Gobierno. Son más las dudas que las certezas acerca del futuro económico del país.

En consecuencia, ¿cuál es la herencia que va a recibir el próximo presidente?

 

Política fiscal, monetaria e institucionalidad

En primer lugar, urge la reducción del déficit fiscal. El año 2014 se cerró con un gasto público del 45%, con ingresos que se expandieron 10 puntos por debajo del gasto. Durante el 2015 la tendencia siguió y hasta se acrecentó. Según los últimos datos brindados por el Banco Central, actualizados al pasado 1.º de octubre, la base monetaria alcanzó un monto récord de $550.024 millones, con un aumento de 19% desde el cierre de 2014, cuando llegó a 462.564 millones de pesos.

Si bien el recorte del gasto público es antipopular, no se puede gastar toda la vida más de lo que ingresa. Por eso, el desafío para el próximo presidente es el de ajustar el gasto público con la finalidad de reducir el déficit fiscal que se registra en la actualidad.

Por lo tanto, la pregunta que surge es: ¿Qué parte del gasto público recortar?

Se ha hablado mucho y se ha asustado mucho a los votantes acerca de si se comenzaba por cortar los planes sociales, especialmente la asignación universal por hijo (AUH). La respuesta unánime de los candidatos ha sido obvia. La reducción del déficit fiscal comenzará por un readecuamiento de las tarifas de servicios públicos, no por la reducción o la eliminación de la AUH.

Además de reducir el déficit fiscal, vía una disminución de los subsidios y, con ello, la emisión monetaria, es necesario que el Banco Central recupere su autonomía, como una de las medidas iniciales en pos de incentivar el fortalecimiento no sólo institucional, sino también de la moneda doméstica. Únicamente de esta forma se podrá comenzar a reducir la tasa de inflación, hasta converger a un dígito en el mediano plazo.

 

¿Y la demanda agregada?

El consumo privado viene en caída desde hace tiempo y este año cerrará por primera vez en rojo desde la salida de la convertibilidad. Los trabajadores no sólo enfrentan la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios por la inflación, sino también por la fuerte incidencia del impuesto a las ganancias. Y lo que es peor, muchos comienzan a perder sus puestos de trabajo debido a la contracción económica.

En este sentido, varios candidatos han expresado públicamente la necesidad no sólo de combatir la inflación, sino también de llevar adelante una reforma integral del impuesto a las ganancias, en pos de hacerlo más progresivo.

Asimismo, la creación de empleo también figura en la agenda. Sin embargo, el desafío estará en generar puestos de trabajo de mayor calidad, ya que la informalidad y el empleo público siguen siendo elevados.

 

Competitividad, tipo de cambio, cepo y reservas

Durante 2003 y 2008 el campo permitió el incremento sostenido de las reservas internacionales y al mismo tiempo un incremento de la recaudación vía el aporte de las retenciones. Esto se dio en parte debido a un excelente nivel de competitividad que tenía la economía.

Pero el fortalecimiento del dólar desplomó paulatinamente el precio de los commodities y, al mismo tiempo, el proceso inflacionario que sufre nuestro país desde los últimos años ha generado una fuerte pérdida de competitividad, no sólo para el sector agropecuario, sino también para el resto de la economía.

Esto llevó a la economía al problema de restricción externa que hoy la acucia: sin dólares del campo no se puede importar, y sin importaciones no hay producción que no se resienta. Durante el 2015 se registró un atraso en el pago de las importaciones por unos nueve mil millones de dólares aproximadamente dada la escasez.

A este panorama se le suma la creciente desestabilidad de la economía de Brasil con la devaluación de su tipo de cambio y la inestabilidad mostrada por la economía china, que suma un condimento más a sortear.

En consecuencia, es de esperar que el próximo presidente reciba un duro hueso de roer. Es imposible no pensar que enfrentará una fuerte presión sobre el tipo de cambio, aun mayor que la que existe en la actualidad, debido principalmente a los puntos enumerados anteriormente.

Como conclusión, resulta imposible imaginar un futuro económico sin que se modifique el tipo de cambio. De hecho, los mercados, los comerciantes, el ciudadano común ya espera esto y ha buscado todo este año cubrirse ante este evento.

El problema para el próximo presidente no será si devaluar o no. El problema será cómo devaluar y cuánto devaluar sin que el proceso inflacionario se expanda rápidamente detrás del tipo de cambio. La devaluación generaría una corrección rápida de algunos de los problemas enumerados anteriormente, pero tendría que ir atada a un plan coherente que permita bajar la inflación y que esta no se coma rápidamente la competitividad ganada.

La dificultad no pasa por cortar el cable rojo o el cable azul, como si se desactivara una bomba; pasa por realizar la secuencia perfecta en la desactivación. Si se devalúa la moneda, ya sea gradual o mediante un shock, sin un plan inflacionario y una reducción del déficit fiscal, el resultado va a ser que la readecuación del tipo de cambio quedará en la nada como hace unos meses atrás.

Pero si el proceso es paulatino, en una secuencia estudiada, se puede lograr salir del atolladero rápidamente, sin grandes costos sociales. Será decisión política torcer el rumbo. Esperemos que el próximo presidente esté a la altura de las circunstancias.