¿Es ecologista Fidel Castro?

Martín Guevara

¿Se puede denominar ecologista a un náufrago que se haya visto obligado a vivir durante unos años en una isla deshabitada? Sí, claro que sí, lo que no se puede asegurar es que le quepa mérito por ello.

Fidel experimentó una transformación desde la caída de la Unión Soviética y fin de las aventuras bélicas para apoyar revueltas en el resto del Tercer Mundo, por un sentido peculiar del internacionalismo que incluía un nada nimio cobro en especies allí donde abundaba el diamante, allí donde abundaba el petróleo, o de sometimiento más apoyo incondicional allí donde ni el pasto diese algún beneficio. Primero, se convirtió en pacifista de repente, de la noche a la mañana, luego recuperó su fe, y al final parece ser que quiere darnos a entender que es un paladín de la ecología, que es algo que le quita el sueño. Es un maestro, en los combates cuerpo a cuerpo no tiene rival porque, cuando menos se lo espera el contrincante, él aparece por detrás por el costado o por debajo; no es que no pierda, está plagado de derrotas, pero las disfraza de tal manera que las convierte en éxitos nacidos en la voluntad.

Cuando Cuba debió importar un millón de bicicletas de China a causa de una extrema crisis causada por el desmoronamiento de la URSS y la espantada de toda Europa al mal llamado comunismo, sumado a la ineptitud criolla para manejar la economía, Fidel expresó en la Plaza de la Revolución que Cuba había dado un paso en su desarrollo, que contaminaría menos el medio ambiente, y con un giro de muñeca impresionante terminó el discurso comparando la conciencia del cubano con la del holandés. Por lo de las bicis. Fidel el católico, el pacifista y el ecológico tiene pensado permanecer en su humilde vida por todo el tiempo que lo permitan los dispendios de gastos en su salud y la tecnología. Ahora sí que todos nos creemos que dejó de fumar sus lanceros de Cohiba.

Desde el  descubrimiento  del tabaco y del hábito de fumarlos, los puros habanos fueron un signo de distinción ya en las colonias o en la Metrópolis, y de ahí en más una seña de identidad  de las personas más acaudaladas y poderosas del planeta, caso las caricaturas de Tío Sam, o el prototipo del millonario.

Si  la Revolución Socialista había estigmatizado a toda la burguesía, por contravenir los fines del nuevo Estado, y se les había conminado a abandonar el territorio nacional con lo puesto, ¿por qué los apellidos  Partagás & H. Upmann, o las casas Regalier el cuño y Romeo y Julieta, pasaban a ser símbolos identitarios de la Revolución, fetiches comunistas del Caribe? la caracterización del enemigo capitalista norteamericano que más se usaba en la URSS siempre iba acompañada de un puro tabaco, cosa que a partir del triunfo de la Revolución cubana sufrió algunos retoques, ya que en la URSS era muy conocida la imagen de Fidel con el tabaco en la boca.

Los rusos besaban en la boca a sus visitantes. En las calles de La Habana se comentaba que cuando Fidel se encontraba de manera oficial o extraoficialmente con Leonid Ilich Brezhniev, iba con un puro largo y grueso encendido y entre los labios, para obligar al premier ruso a dar por bueno un sonoro abrazo de carácter latino, y evitar un innecesario intercambio de babas internacionalistas.

Un tabaco bien torcido, de la misma zona de Vuelta Abajo de Pinar del Río, el mismo que había simbolizado todo lo reprobable para un buen revolucionario, de un día a otro pasó a ser incluso símbolo de rebeldía anti imperialista, tanto para los turistas mientras paseaban por La Habana de brazos de alguna novísima amiga cercana, como para los dirigentes del gobierno, con un gorro verde olivo y un Montecristo entre dientes, y con dos amigas íntimas, una en cada brazo.

Los hombres del pueblo trabajador podían disfrutar también del humo de ciertos sucedáneos, unos cigarrillos y brevas mucho más humildes en calidad y confección, que al poco de haber sido encendidos se abrían en la punta como un plumero, apagándose súbitamente,  acompañados del cariño revolucionario de su miliciana esposa, la compañera del bigotico.

La diferencia entre la caricatura del millonario con el bombín en la cabeza y el habano en la boca, y la efigie de un jefe revolucionario con el mismo puro y una gorra verde, era sólo una cuestión de gustos en sombreros.

Aunque había alguna más: el ritmo de la amiga cubana bailando salsa es incomparable.