La planificada caída del kirchnerismo

Martín Yeza

Ningún líder cae mientras se le presta atención.

A Pieter Brueghel se le atribuye haber pintado “La caída de Ícaro”, donde retoma un poema de Ovidio sobre un joven al que su padre obsequia unas alas para volar. Estas alas estaban hechas de plumas, pegadas con cera -sobre la que su padre tenía una gran habilidad-. Acercándose al momento del vuelo Dédalo, su padre, advierte  a Ícaro diciéndole que por estar las plumas pegadas con cera no debe acercarse al sol. Orden que en la vorágine de la emoción Ícaro desconoce, derritiéndose las alas y cayendo al mar, donde muere ahogado.

Esta pintura es utilizada comúnmente para explicar el poder, o más puntual aún: cuando el poder abandona a la persona. Es utilizada porque en el cuadro de Brueghel se permite ver que Ícaro se está ahogando y el arado sigue arando, el pastor sigue prestando atención a las cabras, el pescador sigue pescando y los navegantes de los barcos siguen su viaje; de aquí el proverbio flamenco que dice “ningún arado se detiene porque un hombre muera”.  

En las últimas semanas el kirchnerismo ha intentado instalar la idea de las “balas de tinta” y del otro lado, ciertos sectores de la oposición en connivencia con algunos medios de comunicación, ya plantean el fin del kirchnerismo. Guardo para mí la siguiente posibilidad: quien controla su caída, también controla la forma en que se repone.

El kirchnerismo voló durante mucho tiempo dirigiéndose hacia el sol con sus alas de cera y tarde o temprano se iban a derretir. Es evidente que ahora no pueden evitar caer, pero ya han preparado la forma en que lo van a hacer. A diferencia de Ícaro, el kirchnerismo tiene, en su genética peronista, ciertas aptitudes para la supervivencia. Saben nadar cuando hay poder y cuando no lo hay, y el problema de Ícaro es que voló sin haber aprendido a nadar en caso que se derritieran sus alas.

Tienen diseñada una estrategia para desmantelar y poner presión sobre cualquier intento por equilibrar el poder en la Argentina, y en su visión bipolar del mundo -“ellos o nosotros”-, no hay lugar para esta posibilidad.

El mismo Gobierno que hasta no hace más de tres meses ante cualquier discusión nos decían “armá un partido y ganá las elecciones” o “ganamos con el 54%” y planteaban una Cristina Eterna, o “Kirchnerismo por 50 años más”, practicando una demagogia desesperada y amateur levantaron intrascendentemente el piso de ganancias y ahora ensayan de manera amenazante con proponer la baja en la edad de imputabilidad para delitos cometidos por chicos de 14 años.

El Gobierno nacional no ha escogido en vano el slogan “balas de tinta” para describir a todos los que no somos sus fanáticos acérrimos. Si ya hay policía del pensamiento en la Argentina no es descabellado pensar que esto pueda profundizarse. No les interesa demasiado la política, o más bien, no les interesa demasiado la discusión democrática que se debe cualquier país con tantas deudas como el nuestro.

El truco kirchnerista está en hacernos creer que están cayendo y que por caerse no se van a poder levantar.

Cuando recién empecé en política una gran persona me dijo “en política, el principal pecado es ser indiferente” y siento que ahí está el meollo de la cuestión. Después de intentos de todo tipo, lo que va a hacer caer al kirchnerismo como estructura de poder no van a ser la bronca, ni el resentimiento, ni los grandes megaplanes que cualquiera pueda armar en su contra. Lo que va a hacer caer al kirchnerismo son su patológica búsqueda permanente de poder y el letal paso del tiempo.

  “(…) y ese barco, tan espléndido y elegante,

Que ha de haber asistido a algo asombroso: un chico que volaba

Desplomándose del cielo; pero el barco tenía que llegar a algún lugar,

Y siguió navegando mansamente”

 Museé de Beaux Arts de Auden

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