Hacia una discusión política superadora

La muerte del relato es la muerte del contrarelato.

Alcanza con poner cualquier programa de televisión para ver a los políticos de cualquier partido que cuando se les pregunta por la inseguridad responden “más seguridad” y que frente a la inflación se dediquen a criticarla mucho y a discutir si es del 9% como dice el Indec o si es del 22,9% como dicen las consultoras privadas y a echarle la culpa a la emisión monetaria. El lenguaje político argentino resulta insuficiente a la hora de ofrecer una ventana que nos muestre cómo queremos que sea el 2016. Se ha institucionalizado un lenguaje de cassette tanto en oficialistas como opositores que oficia como una cortina de hierro a la hora de plantear alternativas que no oscilen en extremos previsibles.

Existe básicamente una agenda, producto de encuestas, en la que todos más o menos podemos coincidir que constituyen sensiblemente problemas para la ciudadanía. Hay dos inamovibles que son desde 2009 materia obligatoria para cualquier político y en donde no existe una posición que escape a la linealidad. Estos dos asuntos son la inseguridad y la inflación: la inseguridad es el primer problema que figura en las encuestas y frente a esto el kirchnerismo durante mucho tiempo dijo que constituía una sensación. La oposición propone, para combatir la inseguridad, “seguridad”. Seguridad que se traduce como más policías, penas más duras, penas para menores y más cámaras en la vía pública que filmen constantemente lo que hacemos. El segundo problema es la inflación: el kirchnerismo aduce que es propia del modelo de “matriz diversificada con inclusión social” -dixit- y el crecimiento económico. Aquí la oposición dice que el problema de la inflación es la emisión de billetes y que si no se emite más no habrá inflación.

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Ser peronista ya no es tan rebelde

En “Hablemos de langostas”, programa radial de culto que conduce Lisandro Varela, estuvo Silvia Mercado, periodista, quien recientemente publicó el libro Apold, el Goebbels de Perón.

Silvia Mercado, de histórica militancia y pertenencia peronista dijo que se hizo peronista en la dictadura, porque el peronismo era entre muchas cosas un movimiento de rebeldía, que ser peronista era ser rebelde. Durante unos segundos me acordé de Néstor Kirchner, quien antes de ser Presidente pensaba “el pejotismo es la antítesis del verdadero peronismo, el pejotismo es la claudicación, el aparato corrupto, la traición y la transformación de un movimiento revolucionario en una estructura conservadora”.

Por algún fenómeno extraño, posiblemente explicable, estar asociado a intendentes de municipalidades populosas o gobernadores de provincias de escasa calidad democrática se convirtió en una garantía de que se tiene cierta capacidad para gobernar el país. Municipalidades donde el progreso es una cosa que sucede en los cortes de Fútbol para todos y las propagandas de la Anses, donde te muestran almacenes con nombres lindos con una canción de Pappo de fondo.

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El kirchnerismo es un lamentable abuso de la estadística

Borges, hombre de hermosas adjetivaciones y maestría para tratar sencilla y universalmente cualquiera de los grandes temas de las ciencias humanas, definió alguna vez a la democracia como un lamentable abuso de la estadística, pero creo que acá la pifió. Creo que si hubiera dicho “el problema de la democracia es el abuso de la estadística” hubiera estado un poco más de acuerdo.

Es común ver en debates televisivos e incluso en columnas escritas cómo entre actores políticos se arrojan con números de un lado para otro sin un hilo conductor en el tiempo, que se evidencia claramente cuando uno se toma el trabajo de tomar cierta distancia y analiza la liviandad con que se tratan grandes temas de una semana a otra, sin filtro en el medio. Así la democracia se vuelve una ensalada rusa de supuestas convicciones, ancladas en descripciones de “la realidad” que deben ser inferidas a partir de la enumeración de cifras dichas con cara de enojo o sonriente.

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