Ser peronista ya no es tan rebelde

Martín Yeza

En “Hablemos de langostas”, programa radial de culto que conduce Lisandro Varela, estuvo Silvia Mercado, periodista, quien recientemente publicó el libro Apold, el Goebbels de Perón.

Silvia Mercado, de histórica militancia y pertenencia peronista dijo que se hizo peronista en la dictadura, porque el peronismo era entre muchas cosas un movimiento de rebeldía, que ser peronista era ser rebelde. Durante unos segundos me acordé de Néstor Kirchner, quien antes de ser Presidente pensaba “el pejotismo es la antítesis del verdadero peronismo, el pejotismo es la claudicación, el aparato corrupto, la traición y la transformación de un movimiento revolucionario en una estructura conservadora”.

Por algún fenómeno extraño, posiblemente explicable, estar asociado a intendentes de municipalidades populosas o gobernadores de provincias de escasa calidad democrática se convirtió en una garantía de que se tiene cierta capacidad para gobernar el país. Municipalidades donde el progreso es una cosa que sucede en los cortes de Fútbol para todos y las propagandas de la Anses, donde te muestran almacenes con nombres lindos con una canción de Pappo de fondo.

Los números de un estudio de opinión reciente muestran que al ser consultadas por la palabra peronismo, las personas la asocian principalmente y de igual manera con las palabras “Gobernabilidad” y “Corrupción” –mientras que radicalismo era asociado con las palabras “Honestidad” e “Inútiles”-. Como definiera el Sr Turco Cayetano Asís, el peronismo logró, en el imaginario colectivo, convertirse en el partido del poder. O de los vivos.

Cuesta compartir la idea de Ricardo Forster, quien dice que hay funcionarios corruptos pero que el gobierno no es corrupto. Como si el gobierno y los funcionarios que lo componen fueran cuerpos escindibles.

Luego de las elecciones de 2009 me reuní con Rodrigo Zarazaga, cura jesuita quien hacía un doctorado en Harvard sobre el vínculo entre narcotráfico y política en Argentina. Me contó que en el conurbano bonaerense hubo un caso de dos candidatos peronistas, en el que uno bajó en un barrio con 1200 heladeras. El otro, como respuesta, le pagó a unos pibes para que a cada familia que recibió esas heladeras se le robara el DNI y no pudiera votar. Una creatividad increíble al servicio del mal que se supone producto del peronismo.

Es por cosas como estas que hay quienes directamente se hartaron del peronismo, y quizás un poco de razón tengan. Debe ser bastante molesto que un movimiento político pueda ser cualquier cosa y que si eso te incomoda encima te digan gorila. En su programa, Lisandro Varela dijo que en este país los únicos que pueden ser gorilas son los peronistas.

Y ¿qué es el peronismo? Si no me lo preguntan lo sé y si me lo preguntan, lo ignoro. Sí puedo juzgar al peronismo, como un movimiento que representó durante mucho tiempo la transformación para la inclusión y valentía para la conquista de los derechos sociales más fundamentales, hoy naturalizados. Mi corazón es peronista porque todavía hay mucho por hacer en pos de dirigirnos hacia una sociedad más justa e inclusiva. Sin embargo, me cuesta decir que soy peronista cuando rufianes, corruptos, mafiosos y gorilas están en el movimiento. Aquí hay algo sobre lo que trabajar y pensar desde el Movimiento.

Hay una generación de jóvenes que tiene una enorme expectativa y sueños sobre el país en el que viven y les gustaría vivir. Sienten que cada tanto hay que hacer pose autocrítica, para no quedar deslegitimados. En el ejercicio de la militancia uno olvida que no alcanza con ser apenas autocrítico como decir “Sí, que Echegaray le haya comprado un Audi a la hija está mal”. A veces hay que tirar todo, y mientras más naipes haya en el castillo más fuerte hay que soplar. Ningún castillo sostenido por naipes merece que se pelee por él.

No sé cómo nos encuentra el futuro, creo que con las buenas gestiones, quienes puedan, tienen la chance de conectar con la capacidad de solucionar problemas reales cotidianos. Pero creo que además de esto, también hace falta una propuesta humana que venga de las nobles entrañas de los sentimientos y sea a su vez representativa del momento que vivimos.

Que lo mejor que puede hacer hoy un peronista es ser un poco más rebelde y reflexivo.