Por: Miguel Braun
Cada día que pasa hay menos dudas del agotamiento del modelo económico kirchnerista, y mayor certeza del final del ciclo político de Cristina Fernández de Kirchner. La economía se estancó por el agotamiento del viento de cola, la pérdida de competitividad por la inflación y el pésimo clima de inversión, y no da señales de volver a las tasas chinas en los próximos 2-3 años. El estancamiento económico, sumado a la pérdida de popularidad de la presidente, y al compromiso firmado por más de un tercio de los senadores -cámara en la que el kirchnerismo perderá escaños este año- de oponerse a habilitar una reforma constitucional hacen de la re-reelección una utopía sólo fogoneada por los oficialistas más trasnochados o desesperados por perder sus cargos.
En lugar de aceptar el fin de ciclo, el kirchnerismo, como el mago de Oz, nos trata de convencer de su supuesto poder. Amenaza con carpetazos de AFIP a quien ose cuestionarla en público, como le sucedió a Ricardo Darín cuando preguntó por el origen de la fortuna de los Kirchner. Arma una celebración de corte bélico para recibir a la Fragata Libertad, no de regreso de una guerra, sino de un embargo en Ghana producto de la torpeza del propio gobierno. Estatiza YPF embanderado en un discurso nacionalista reivindicativo, pero el mercado energético no levanta y el precio de la nafta no para de subir. La presidente se escandaliza porque el gobierno porteño subirá la tarifa del subte para financiar inversiones y mejoras en la calidad de servicio cuando en diez años de gobierno nacional la desinversión en el sistema ferroviario logró que la gente viaje cada vez peor. La presidente sigue hablando de Clarín como monopolio, cuando el gobierno controla cuatro de los cinco canales de TV de aire, varias radios, diarios y revistas. Los controla con nuestra plata y nuestros impuestos.
En definitiva, el kirchnerismo finje ser poderoso y finje estar embarcado en una lucha épica de salvación nacional, cuando el poder se le escurre de las manos y su supuesta lucha es apenas una suma de anuncios que buscan ocultar el desmanejo económico, la ineficiencia estatal y la corrupción que han terminado de estancar la economía.
En el corto plazo habrá que armarse de paciencia, porque el kirchnerismo seguirá controlando el Poder Ejecutivo y el Legislativo, con lo cual la oposición, o más precisamente las oposiciones, no tienen poder institucional para implementar una agenda propositiva. Sin embargo, podemos frenar los mayores atropellos, como el intento de ir por la re-reelección, enmascarada detrás de una propuesta de reforma constitucional de corte populista.
Para frenar la re-reelección es clave la participación de la mayor cantidad de gente posible. Los que quieran frenar la re-reelección deberán votar este año por candidatos a diputado y senador nacional en sus distritos que declaren abiertamente esta postura, y que no hayan acompañado al gobierno en cada votación. También es importante expresar esta opinión en las redes sociales y en la calle. El gobierno controla cada vez más a los medios de comunicación, pero la manifestación del 8N mostró que millones de argentinos en todo el país no se dejan engañar.
En definitiva, mantener el sistema republicano de gobierno y la división de poderes, hoy puesto en riesgo por un gobierno que dice “vamos por todo”, requiere de la participación activa de opositores y ciudadanos.