Por: Mundo Asís
Por el miserable dolor de cabeza La Doctora interrumpe la epopeya de “duhaldizar” a Scioli y “delarruizar” a Macri.
escribe Oberdán Rocamora
Hasta que aceptó convertirse en otra paciente de la clínica de Favaloro, La Doctora movilizaba personalmente una epopeya tan explícita como memorable.
La receta audaz de “duhaldizar” a Daniel Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol I. A los efectos de encarar “la Gran Menem”.
El proyecto de hacer de Scioli -y de todo lo inquietante que representa en materia de diferenciación- una adaptación de la perversidad que se le atribuye a Carlos Menem.
Conste que se trata del Menem terminal del 99, cuando operaba a través de algún ministro bastante inteligente.
Aunque la historia sea, en el fondo, fantasiosa e inexacta. Pero quedó instalada de esa forma y casi se la oficializa como cierta.
“La gran Menem” consistió en recortar las ambiciones presidenciales de Eduardo Duhalde, el futuro Piloto de Tormentas (generadas). A través del impulso tácito de Fernando de la Rúa.
Si existió, la epopeya concluyó, de todos modos, en un fracaso.
Duhaldizar a Scioli
Para “duhaldizar” a Scioli, el hombre indicado no podía ser Julio Cobos, el No Positivo.
Un elemento -Cobos- eternamente despreciable para La Doctora. Signó su primer gobierno, con aquel voto que evitó el colapso, que nadie quiere reconocerle.
Y menos podía ser Hermes Binner, el John Wayne de El Hombre Quieto. Ya le ganó, en 2011.
Binner la corre a La Doctora por el “margen izquierdo” -al decir de Majul. Y el progresismo es la entelequia que pretende reservarse exclusivamente para ella.
Para “duhaldizar” a Scioli el elegido era -otra vez- Mauricio Macri, El Niño Cincuentón.
Es -Macri- quien representa la adversidad conveniente del “neo-liberalismo”. O sea, a la derecha. Alucinación o estampilla que los macri-caputistas no aceptan.
Prefieren creer la teoría lisérgica del joven Petrella, que los equipara ideológicamente “a la izquierda del Partido Demócrata de Estados Unidos”.
Para plantarlo a Macri, como una versión forzada de De la Rúa, bastaba con la inocencia programada de alguna entrevista televisiva. Del ciclo ideado, en medio del desconcierto, para brindar otra imagen de La Doctora, más comunicativa y cordial, y competir -al menos durante el fin de semana- por la iniciativa perdida.
El sueño del Macri propio
En su diálogo de entrecasa con Jorge Rial, La Doctora confió entonces que Macri merecía su respeto.
El Niño Cincuentón “decía lo que pensaba”. Optaba por un modelo antagónico al de ella. El neo-liberal. Pero sin especular con vaguedades. Como otros. ¿Acaso como Scioli?
O como Sergio Massa, La Rata del Tigre, Aire y Sol II, que tal vez piensa como Macri. Pero lo ocultaba.
El Duhalde personal de La Doctora era Scioli. El destinatario real. El sucesor clavado que justamente se le había hecho indispensable en la envoltura electoral del peronismo. Y lo tenía adentro. “Con fe y esperanzas y siempre para adelante”.
En cambio con Massa bastaba, apenas, consignarlo como otro opositor. Y si Massa no era un opositor ella “era la Mona Lisa”. Otro Cobos suelto. Casi equiparable a un traidor más.
De ningún modo Massa tenía la magnitud ideal de Macri. A quien Néstor Kirchner, El Furia extinto, siempre quiso también tener de contrincante. Sin suerte.
Tanto a El Furia, como a La Doctora, Macri les resultó tan difícil de doblegar como, en otro sentido, el propio Scioli.
El Furia no pudo convencerlo a Macri para que se subiera al escenario en 2007. Cuando le mandó decir, según nuestras fuentes, por determinado banquero, que hizo de Miguel Strogoff.
“Si vas vos, Mauricio, Kirchner dice que va por la reelección -dijo Strogoff, el mensajero del zar-. Te va a ganar pero te vas a instalar. Y como no tiene más reelección en 2011 la presidencia será para vos”.
La Doctora tampoco pudo tener el sueño del Macri propio, para vencerlo en 2011. Se le bajó.
El Niño Cincuentón está disponible sólo para 2015. Cuando La Doctora ya no podrá tenerlo como contrincante. Aunque podría servirle como sucesor. Para volver.
La Gran Menem podría tener un final mejor.
Clínicas
En apariencias, avanzar sobre Scioli trae mala suerte física. Aire y Sol I debe tener extrañas protecciones en el campo esotérico.
Conste que le pasó, sin ir más lejos, a El Furia. Cuando decidió gritarle en público: “¡Diga, Gobernador, quién le ata las manos!”.
Dos días después debió internarse -pobre Furia- en la Clínica Los Arcos.
Y precisamente le pasa también a La Doctora. Después de lanzar la epopeya oral de “duhaldizar” a Scioli y “delarruizar” a Macri.
Cuando por un miserable dolor de cabeza debió trasladarse hacia la Clínica de Favaloro. Durante el sábado con sol, que La Doctora podía identificarlo más allá de sus anteojos oscuros, por la avenida Belgrano.
Travesuras de la historia. Los ciclos anecdóticos suelen reiterarse, sin un carácter necesariamente grotesco.
Venía aventurada en la remake de final de siglo (“La Gran Menem”). Pero debió retroceder hacia el protagonismo triste de 1975.
Por la peripecia de la señora Isabel Martínez, viuda de Perón. Otra mujer que, aunque fue también presidente, la viuda de Kirchner nunca reconoce. Ni siquiera respeta.
En 1975 Isabel debió ser trasladada, por un mes, hacia el remanso de Ascochinga, en Córdoba, los pagos de Teodorito. Dejaba a cargo del negocio a don Italo Luder.
Por el miserable dolor de cabeza, La Doctora debe hacer, en adelante -y también por treinta días- su propia Ascochinga, pero en Olivos. Y dejar formalmente, a cargo del negocio, a Amado Boudou, El Descuidista. Su primera gran equivocación. El inicio de la peripecia en la caída, que no se logra evitar.
Historia emocional del peronismo
Después de la expresiva derrota de agosto, y en la antesala de la derrota anunciada de octubre, La Doctora reconquista la iniciativa. Aunque de manera indeseable.
Se coloca, en simultáneo, fuera del juego. Recupera la centralidad, a través del aspecto más vulnerable.
La salud quebrantada implica, ante todo, una forma perceptible de la fragilidad.
De todos modos, con su Ascochinga personal, La Doctora le incorpora una superior dosis de dramatismo al inexorable final del ciclo, que no debiera anticiparse.
Corresponde a las páginas más melodramáticas de la historia emocional del peronismo.
Significa confirmar que la década kirchner-cristinista contuvo también -como el menemismo- su dinámica de miniserie.
Con la exhibición de hegemonías y altibajos, recuperaciones y caídas, alguna muerte conmovedora e internaciones espectaculares.
Por su parte El Descuidista, pese a las reticencias generalizadas, podría aprovechar la instancia de Ascochinga en Olivos. La ausencia relativa de La Doctora.
El Descuidista se encuentra situado en el subsuelo del desprestigio. Deambula por el mundo, pero sólo porque es portador local de oprobios múltiples.
Hostigado por la Justicia, por sus descuidismos existenciales.
Nadie espera nada bueno de Boudou. Es una gran ventaja. Por lo tanto se encuentra en condiciones de sorprender. Dejar de mostrarse como el pícaro del suburbio, que llegó sin graves escrúpulos, inspirado en el desparpajo para la música y la bragueta rápidamente eficaz.
Puede utilizar la oportunidad institucional para ofrecer algún rasgo rescatable de su formación. Algún atributo. De los que suele rescatar cierto publicista respetado de Mar del Plata. Que nos opera.
Pero que nadie crea -confirma la Garganta- que será posible contener a La Doctora, en Ascochinga de Olivos.
“En cuanto se duerma cuatro siestas, vaya bien al baño, se le acaben los mareos y se le aplaque el dolor de cabeza, mantenerla quieta, a esta mina, va a ser una imposibilidad”.
Oberdán Rocamora