Los persas y el empobrecimiento del uranio

Mundo Asís

Acuerdo de seis potencias con Irán, que abandona el Eje Del Mal

escribe Osiris Alonso D’  Amomio

 

Con la reticencia lógica de Arabia Saudita e Israel, y con el desaire asumido de Egipto, debe celebrarse positivamente el acuerdo nuclear, alcanzado entre las seis grandes potencias e Irán.

También debe aclararse, de paso, que el acontecimiento nada tiene que ver con el acuerdo -casi insólito- que la Argentina trata de enhebrar con Irán. Por el violento atentado a la AMIA, que los persas enfáticamente niegan haber provocado. Ampliaremos.

Los cinco grandes y Alemania

En efecto, los cinco grandes países -miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña)-, con el agregado cultural de Alemania, acaban de comprometer, al renovado Irán, a suspender, durante seis meses, sus avances nucleares, que fueron inquietantemente significativos.
El compromiso provisorio admite el margen de negociación que puede derivar, con marcado optimismo, en un entendimiento definitivo.
Perspectiva que atenúa el temor en la región, y sobre todo favorece la vida en Irán. Signada por el padecimiento, las libertades contenidas y la angustia.
El acuerdo fue sobriamente conducido por Catherine Ashton -alta representante para la política exterior europea-, por parte de occidente. Y por el canciller Zarif, de la República Islámica de Irán.
Ashton supo complementar la ofensiva diplomática decidida por el presidente Barack Obama, e instrumentada por el secretario de estado John Kerry.
El logro torna un tanto más creíble al desgastado gobierno de Estados Unidos. Después del par de retrocesos políticos que laceraron su influencia en Medio Oriente. Y banalizaron, impiadosamente, su prestigio. Al extremo del menoscabo. O la burla.
Las vacilaciones diplomáticas de los (norte)americanos le permitieron ganar un amplio terreno a Vladimir Putin.
En especial cuando Putin se interpuso, con superior astucia, como escudo –junto con China-, a los efectos de evitar la intervención militar en Siria.
Y para facilitarle, a Estados Unidos, una salida más o menos honorable, de su propia encerrona.
Hoy Putin emerge, aparte, como otro privilegiado coautor del acuerdo del deshielo con Irán. (Conste que el persa es el principal aliado de Siria en la región).
  
Israel, Arabia Saudita, Egipto
En realidad, el descontento de Israel estaba presupuestado. Formaba parte, previsiblemente, de los riesgos, entendidos como gastos de representación.
Benjamin Netanhyau debía oponerse a cualquier acuerdo por cuestiones básicas de principios. Y por la dinámica de su propia interna.
Aunque, desde el pragmatismo más elemental, debería descontarse que el Estado de Israel hoy se encuentra aún más seguro que la semana anterior.
O que cuando amagaba con atacar a Irán, y con someter al mundo hacia otro desastre inexorable.
Aparte, las potencias protagónicas que firmaron el acuerdo le garantizan -a Israel- la contención del persa. Al que califican como el enemigo principal.
Como si Israel necesitara creer, con fundamentos forzados, que con el actual presidente Rohani, Irán se mantiene, en el fondo, en El Eje del Mal. En la misma ética de aniquilación que solía caracterizar la verborragia encendida del ex presidente Mahmud Ajmadinejad.
Explicación casi similar puede intentarse con los rigoristas hegemónicos de la Arabia Saudita.

De ningún modo los sauditas admiten que las potencias “amigas” fortalezcan al gran enemigo histórico. El eterno animador del “eje del Mal”. Que para colmo también vende petróleo. Y que se dispuso, con el inicial ayatollah Khomeiny, a llegar hasta La Meca.

Para evitarlo, las confrontaciones produjeron decenas de miles de muertos, pero iraquíes. Los que se inmolaron, enviados al frente por Sadam Hussein. Cuando Sadam aún era valorado por los occidentales que lo pertrechaban.
El caso de Egipto es, en cambio, más sutil. Dista de transformarse en una situación límite. El acuerdo con Irán, sin su peso (perdido) ni su presencia (indiferente), marca la desoladora magnitud del desconsuelo.
La severa pérdida de influencia real de Egipto.
Derivaciones de la primavera tergiversada. Que concluyó con el invierno democráticamente fundamentalista de Morsi. Una mera escala para otro golpe militar. Y popular.
 
Uranio y sanciones
 
Según John Kerry, Irán hace, para el acuerdo, considerables concesiones. 
Es el ostensible trueque por cierto alivio existencial. La parcial eliminación de las sanciones compulsivas que paralizaron la administración.
Resulta llamativa -aquí- la relación entre las sanciones y el enriquecimiento del uranio.
Se levantan las sanciones a medida que se baja el caudal de enriquecimiento del uranio.
Es decir, empobrecimiento del uranio por la capacidad para comerciar.
Para el persa Irán el acuerdo es inteligentemente beneficioso. Se abandonan las trabas económicas que derivaron en el boicot que les destruyó la vida cotidiana. Para convertirla en un calvario de carencias.
Irán cuenta, en la actualidad, con doscientos kilos de uranio enriquecido al 20 por ciento. Y los persas se comprometen, por el acuerdo, a dejarlos en cero, en medio año.
En adelante, sólo podrá desarrollarse el uranio hasta el 5 por ciento. A los efectos de adaptarse a la categoría incierta de los “fines pacíficos”.

A cambio, Irán podrá hacerse de unos cuantos miles de millones de dólares, que se encuentran bloqueados en los bancos extranjeros.

El capitalismo llama y tienta y Rohanni, por supuesto, atiende.

Argentina y la estampita
Por su parte, Argentina pretende anotarse para salir en la estampita. Y relacionar, de algún modo, el acuerdo nuclear de las potencias con el propio acuerdo marginal con Irán. Por la cuestión del atentado.
Sin embargo el esclarecimiento necesario del atentado, según nuestras fuentes, no figura, al menos en sitial de privilegio, en las agendas de las reivindicaciones y exigencias que plantearon los negociadores.
Y no porque sean, precisamente, unos insensibles.
Como si el tema “muertos de AMIA”, directamente, no existiera. Acaso por portación de imprevisibilidad. De falta de credibilidad. Carencia –alarmante- de seriedad.
El acuerdo marginal que la Argentina le propone a Irán fue solicitado por el extinto Chávez. Cómo negarse. Y fue para facilitar los desplazamientos de los dirigentes del “aliado estratégico”.
Los iraníes acusados por Argentina tenían la interdicción de Interpol para circular.
A los efectos de complacer a Chávez, Argentina giró inexplicablemente en 180 grados su política internacional. Y hasta planteó una guerra alucinante a sus propios servicios de inteligencia, que impulsaban, con sus instrucciones, otra línea, para colmo antagónica.

La cuestión que Argentina se lanzó a negociar, antes de tiempo, con el gobierno declinante de Mahmud Ahmadinejad, que era el verdadero amigo de Chávez. Y de su alucinación bolivariana.
Un aliado indeseable, ya sin legitimidad. Del que Rohani, el renovador, el reformista, decide simplemente distanciarse.
Para entenderse -quién iba a decirlo- con el diablo imperialista. Y sin la menor necesidad de rociar -con azufre- los ámbitos venerables de la diplomacia.

Osiris Alonso D’ Amomio