Tintas OVI del Tío Philippe

Mundo Asís

escribe Bernardo Maldonado-Kohen
Temas Económicos, especial

Philippe Amon, el Tío Philippe, es un filántropo de reconocida generosidad espiritual. Gracias a sus tintas, Argentina no detiene ni durante un segundo la emisión inagotable de los billetes de 100 pesos. Hasta anteayer los hacía con el rostro divisorio de Roca, El Conquistador. Hoy -más “nac y pop”- se tiñen con el rostro de Evita.
Tío Philippe es el Presidente y Director del Consejo de SICPA. Se trata de la principal proveedora de tintas de seguridad. Con su empresa enclavada en la bella Lausanne, en Suiza, y con el fondo de la poética proximidad del Lago Leman. Tío Philippe se especializa en expender al universo las tintas más sofisticadas e inviolables. Como la OVI (la ópticamente variable). Ideal para imprimir en papel moneda, en patacones de Ruckauf, pasaportes o cheques.
Los kilos de la valiosa tinta OVI que se consumen son los que legitiman, según nuestras fuentes, la reticencia nacional para fabricar los billetes más convenientes de 200 pesos. O de 500. Por los que clama, antes que nadie, la realidad. Y luego hasta el diputado Roy Cortina, que se dejó arrastrar por la cordura socialista. Para proponer, en medio del vacío, la confección de billetes de 200 y de 500.

Chicos traviesos

Vale aclarar los prioritarios intereses del entrañable tío tintorero. Ya que comienzan a proliferar los sensatos que suponen -como el diputado Cortina- que si se producen los billetes de 200 o 500, se les desmorona más rápidamente el relato (ya está en el piso). Al reconocerse, en todo caso, la existencia de la inflación. Eso nunca.
Como la “herida de la vida”, la inflación es una palabra absurda. Alude a la circunstancia que perfectamente aún se puede negar, a través de la audaz obcecación de La Doctora.
Por lo que trasciende, La Doctora cree estar doblemente protegida. Primero por Francisco, que le brinda, con paciencia de siglos, el blindaje moral. Y sobre todo también está amparada por un genio. Axel Kicillof, El Gótico. El ministro de Economía le aporta consuelo intelectual.

Independientemente de la incuestionable genialidad del ministro, y del empecinamiento blindado de La Doctora, si se persiste en producir los billetes de 100 es, en realidad, para favorecer la cordialidad eterna del Tío Philippe. Y del bienaventurado representante local de SICPA, el noble señor Fernández Rey.
Es quien supo instrumentar los inolvidables tours culturales hacia Lausanne. Y los paseos sobre el Lago Leman, que fueron bien aprovechados por el prestigioso monotributista Alejandro Vandenbroele.
Es el ex titular de “El paraíso de The Old Fund”. Consagrado Fondo de Inversión que infortunadamente tuvo sus dos primeras facturas anuladas. Pero sólo porque estaban mal hechas.
Aunque la tercera factura fue la vencida. Los chicos traviesos aquí acertaron. Ocho millones en materia de consultoría, a los efectos de ayudar a la provincia de Formosa, para que clarifique sus cuentas con la nación. Abundan los maliciosos destituyentes que aún sospechan que bastaba, para resolver el asunto, con un llamado telefónico del gobernador Insfrán al único que maneja las finanzas. El señor Pesoa.
También viajó a Lausanne, acaso para sensibilizarse con los dulces paisajes, el fuerte empresario Nuñez Carmona, ex Nariga. Al que Nico Wiñaski suele llamar siempre “El millonario”.
Y hasta se anotó alguna vez la señora Katia Daura, que prefiere ser llamada Soledad. Es la titular de la Casa de la Moneda.
Es admirable porque Katia Soledad mantiene firme su lealtad hacia Amado Boudou, El Descuidista, que se encuentra aferrado hoy al cargo de vicepresidente. Sostenido apenas por la misericordia transitoria del juez Lijo, a quien, vaya a saberse por qué, lo llaman El Gordo.

Los Roca y Los Evita

La tinta calcográfica común cuesta irrisorios cincuenta dólares el kilo. En cambio la tinta OVI, la refinada del superior Tío Philippe, cuesta tres mil.
La OVI más cara es la tinta que aquí se utilizó para hacer “los Roca de 100”. Y trasciende ahora que para confeccionar “los Evita de 100” es necesario utilizar, incluso, más tinta.
Consta que en 2014 se fabrican comparativamente seis veces más billetes de 100 de los que se fabricaban en el 2000. Por entonces, en 2000, en tinta OVI se gastaban cinco millones de dólares por año.
Hoy, con el advenimiento del cristinismo, Argentina gasta 34 millones en la misma tinta. Entre dos millones y medio, o tres millones de dólares por mes.
Si se produjeran los billetes de 200, como pregona Cortina, se utilizarían considerablemente muchos menos kilos de tinta. Tal vez la mitad. En desmedro de la generosidad del Tío Philippe.
Y si se produjeran los billetes de 500 para el Tío Philippe -y sus sobrinos- la fiesta sería distinta. Y su generosidad menor. Sobre todo en materia retributiva.

La KBA

Pero los chicos traviesos iban hacia Lausanne no solamente para visitar al atento Tío Philippe de SICPA. Interesaba también la KBA. Es la empresa que fabrica las soñadas máquinas de imprimir billetes.
En un principio, cuando era ministro, El Descuidista se oponía abiertamente a la idea de comprarla. Por una cuestión de consciencia ideológica. Según su información, el representante en la Argentina de KBA, el honorable señor Mario Zilbergleit, no se postulaba para ser su tío. Lo estampillaba, para colmo, como un tío de Martín Redrado, que por entonces trajinaba al frente del Banco Central.
Para colmo, un referente católico del kirchnerismo estaba patrióticamente interesado en llevar adelante la compra de la KBA. Pero El Descuidista lo paró en seco.
“Es un negocio de Redrado, no jodas más”, le dijo.

Aparte, aquel Boudou no encontraba motivos valederos para instalar, en la Casa de la Moneda, una planta impresora con tecnología de KBA (SWISS Holding SA). Sobre todo cuando los billetes podían hacerse desde Ciccone, aunque, como todos saben, no conocía de vista siquiera a Vandenbroele. Y “el millonario” Núñez Carmona se resistía a presentárselo.
Una vez expulsado Redrado del gobierno que transformó la Argentina, la circunstancia cambiaba. Ya valía la pena implantar la planta con la tecnología de KBA. Apenas por 30 millones de dólares. A los efectos de confeccionar los miles de millones de billetes Evita de 100 que pronto podrán utilizarse para decoración. Con la tecnología de KBA del Tío Mario y la tinta OVI del tío Philippe. Para algarabía de los sobrinos que atraviesan, infortunadamente, un deplorable momento político. Y para desgracia de los cajeros automáticos que ya no dan abasto para expedir papelitos de colores. Sin hablar del pesar cotidiano de los “arbolitos” humanos que se plantan por Florida a los gritos de “cambio, cambio”. Arbolitos que disponen de fajos de billetes Evita, si deben desprenderse de 12 Evitas por un miserable billete de 100 dólares.