El cambio módico

Mundo Asís

MAURICIO, SERGIO Y DANIEL (Capítulo final): Mauricio Macri, el Ganador.

escribe Carolina Mantegari

Con una ventaja que deja lugar al “margen de error” culmina la dilatada miniserie. Arrastra el año enteramente perdido.
El final reservó la cuota de suspenso. El tono inesperado del impacto.
Se asiste al gran éxito electoral de Mauricio, El Ángel Exterminador, sobre Daniel, el Líder de la Línea Aire y Sol. Bastante ajustado. Por menos de 3 puntos.
La sociedad admite la idea del cambio. Pero del cambio módico. Acordado.

Como en 2003, otra vez, el segundo pasa a ser el primero. La diferencia es que esta vez, el que fue primero, Daniel, distó de borrarse. Encaró hacia el sacrificio de la segunda vuelta. Como aquel general Quiroga del poema de Borges. “En coche al muere”, cliquear. Con las botas prestadas, que a Daniel le calzaban, en el fondo, mal.
Al ganar Mauricio, la interpretación selectiva indica que es el triunfo de la democracia y del “cambio” (aunque sea módico). Si Daniel se acercaba un poco más y ganaba, iba a ser la constatación del fraude. Menos mal que ganó Mauricio.

En la primera vuelta de la extenuante historia, Daniel y Mauricio, juntos, lo sacaron de la carrera a Sergio, El Renovador de la Permanencia.
Pero Sergio permaneció cerca de la Banelco de Mauricio. A tiro de tarjeta. Con la venta del producto más indispensable: la gobernabilidad.
De todos modos Sergio se resiste a abandonar el primer plano. La vida por los medios. Si modera su ansiedad protagónica, se le abre un panorama venturoso.

Ya en la primera vuelta, Mauricio, que iba de punto, lo sorprendió a Daniel, el favorito, con la sustancial victoria en La Provincia Inviable. Sobran las razones, útiles para constar en actas.
Brota, en adelante, la protagonista estelar para la próxima miniserie.
Es María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo.
Si en la primera vuelta Mauricio dejó de ser punto por Buenos Aires, casi puede asegurarse que Mauricio es banca en la segunda vuelta gracias a Córdoba.
Por el viento de cola de la algarabía, el ascenso de Mauricio era irresistible. Mientras tanto Daniel, que venía en caída libre, con botas prestadas, asiste al derrumbe del sueño presidencial. Primero por Buenos Aires y ahora por Córdoba, la provincia que deparó, gracias a La Doctora, el tal vez máximo error. Consistió en ponerle a Daniel la fiscalización permanente de Zannini, El Cenador, que fue más un plomo que “tobillera electrónica”.

Téngase en cuenta que Daniel comparte el cartel francés de la derrota con La Doctora. Para la ceremonia del adiós de la miniserie.
Ambos -La Doctora y Daniel- en adelante tendrán dificultades para encarar alguna otra superproducción.
En el peronismo suele abundar la crueldad con los derrotados. La Doctora -es cierto- no fue candidata. Pero fue peor. Diseñó la estrategia. Eligió mal.

Etnocentrismo para todos

Significa confirmar que Mauricio se queda al frente de una estructura de poder que no contuvo ningún antecesor.
Con el Artificio Autónomo de la Capital en el bolso, a través de Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol, el inadvertido que crece y sigilosamente ambiciona.
Con La Provincia Inviable en el mismo bolso, que le va a cuidar María Eugenia. Y con la caja abarcadora de la presidencia. Para él. Todo dentro del mismo bolso.
Cuesta creer que Mauricio, Jefe de Gobierno del Artificio, con María Eugenia, la Vice-jefa, y con Horacio, Jefe de Gabinete, se queden con la totalidad del poder.

Se impuso un modelo de etnocentrismo perfecto. Arrasaron con los prejuicios, hasta transformarlos en meras supersticiones. Superados lugares comunes de la política.
Etnocentrismo para todos. Los tres pertenecen a un solo distrito. Porteñitos blancos del Artificio Autónomo.
Aparte, otra hazaña. El macricaputismo utilizó para ganar la capital, en 2007, y la Nación, en 2015, la misma fórmula centrista. Mauricio con la señora Gabriela Michetti, La Novicia Rebelde. Repiten, como si se tratara de un recetario eficaz.
Y como si se tratara de otra broma de la geografía, Mauricio decide trasladar el etnocentrismo imbatible de los porteños hacia Jujuy. Para clausurar la epopeya entre el regionalismo folklórico de la Quebrada de Humahuaca. A los efectos de sostener, ante el marco más impresionante, las consagratorias vaguedades que Mauricio supo emitir en cualquier emisión televisiva.
Que “se puede cambiar”. Se puede. A través de la “nueva política” que va a instrumentar junto a los radicales eternos, románticos que vuelven a comer caliente. Radicales que vuelven. Acción y aventura para la Argentina.

Lo que acaba de conquistar Macri, a través de su partidito urbano, nunca lo logró Menem (que debió lidiar con Cafiero y con Duhalde en Buenos Aires). Ni Kirchner. Ni mucho menos La Doctora (que debió lidiar con el propio Macri, y hasta con Scioli, no precisamente su socio ideal).
Un desayuno de los tres dirigentes de PRO, de los tres camaradas macricaputistas, Mauricio, María Eugenia y Horacio, puede tratar la superación de los vínculos conflictivos de la Policía Bonaerense con la Policía Federal. Y entregar la Federal, a la ciudad, después de tantos reclamos, como si fuera una tostada.
Tanto poder sirve, ante todo, para resolver. Merece el voto de confianza. Para perforar el último mito. O superstición.
Indica que todo, en Argentina, termina mal.

Período de gracia

Parroquiales.
Para ponerle el punto final a la miniserie que parecía interminable, con la mejor fe se le desea, a Mauricio, éxito. En su flamante responsabilidad de Presidente.
El mismo éxito que tuvo en Boca. Y en el Artificio Autónomo.
Por si no bastara, por unanimidad, junto a Consultora Oximoron, el Portal decide concederle, al nuevo gobierno, un correspondiente período de gracia. 120 días. Cuatro meses. Con la yapa respectiva de la transición. La cuerda floja hasta el 10 de diciembre. Cuando rige el lenguaje de los nombramientos. Para el apasionamiento de los vibrantes Buscapinas de Medialuna Enarbolada.
Un plazo respetable para que Mauricio, ya pasado el furor del bailecito, acomode las líneas. A los efectos de enfrentar, con los escuderos que designe, sean gerenciales o radicales, los ajustes y rigores del tramo inicial. El más dificultoso para encarar un cambio. Aunque sea un cambio módico.