Por: Muriel Balbi
Ya se encuentra en Siria la comisión de la ONU que tiene como tarea revelar la cantidad y tipo de armas químicas con las que cuenta el régimen de Bashar Al Assad. Se trata de un grupo de unas veinte personas entre las que se encuentran químicos, ingenieros químicos, médicos y expertos en seguridad. Es el inicio de una tarea que continuará con su destrucción en un plazo estipulado para mediados de 2014. Todo supervisado por la OPAQ (Organismo para la prohibición del uso de armas químicas). Esta medida fue posible gracias al acuerdo que se logró el viernes en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, con el voto unánime de todos sus miembros y que vino a dar marco legal al acuerdo ya conseguido hace 15 días por los ministros de relaciones exteriores de EEUU y Rusia, John Kerry y Serguéi Lavrov, para eliminar el arsenal químico de Siria.
Pero que esta resolución se haya conseguido y votado por unanimidad no garantiza que pueda llevarse a cabo con éxito. Los expertos coinciden en señalar lo dificultoso que puede ser desplegar este tipo de misiones en un contexto de conflictos, especialmente de guerra civil. Porque las misiones necesitan contar con un mínimo de garantías de seguridad o no pueden operar hasta que estén dadas las condiciones. Dado el panorama, pueden surgir resistencias tanto del ala más dura del propio ejército sirio -en contra de lo que considera una “intromisión” de la comunidad internacional- como de los rebeldes a quienes esta resolución no los beneficia. Recordemos que a esta guerra la iniciaron no porque el régimen tenga armas químicas, sino para sacar a Bashar Al Assad del poder.
Pero entonces, ¿quiénes son los que ganan con esta resolución del Consejo de Seguridad de la ONU? En primer lugar, Rusia. El aliado de Al Assad es quien había amenazado con vetar cualquier acción militar contra el régimen. En el marco actual, aparece, en cambio, como el gran “garante” del acuerdo. Esto marca un nuevo escenario internacional. EEUU no puede hacer la guerra y Rusia lo sabe. Este papel le da un rol crucial en Oriente Próximo que es de gran importancia política y estratégica para los rusos y que redefine el tablero internacional.
También Bashar Al Assad es un ganador indiscutible. Mostrarse dispuesto a deshacerse de su arsenal químico le dio mayor poder y legitimidad internacional. Cede algo muy pequeño para él, a cambio sale indemne e impune, sin siquiera recibir sanciones pese a que hace dos años y medio que viene masacrando a su propio pueblo. Ganan también con esto las Naciones Unidas. El organismo está fuertemente cuestionado desde hace varios años por sus propios miembros que lo acusan de no estar aggiornadas a los tiempos que corren en este mundo multipolar. Hasta ahora se habían mostrado totalmente impotentes frente a la crisis en Siria, pero, con esta resolución bajo el brazo, muestran que pueden generarse consensos en su seno y derivar de allí acciones concretas.
También EEUU es un ganador: más que por lo que hace, por lo que deja de hacer y eso es, la guerra. Una vez que Siria cruzó la llamada “línea roja” que era el uso de armas químicas, EEUU se vio “obligado” a actuar de algún modo para no perder credibilidad internacional como gran potencia y comisario del mundo. Ahora, esta resolución le permite mostrar reacción sin ir a una guerra que no está en condiciones de hacer. ¿Los perdedores? Lamentablemente, de alguna manera lo es el pueblo sirio. Estas acciones desvían el foco de lo que está ocurriendo allí. De las más de 110.000 personas muertas, sólo 1500 fueron decesos por químicos. Hoy, mañana y pasado seguirán muriendo sirios por armas convencionales o tendrán que escaparse del país en lo que es una de las mayores crisis de refugiados que conoció la historia de la humanidad.
Por último, los grandes perdedores: los rebeldes. Estos esperaban que la participación de la comunidad internacional fuera a su favor, ayudándolos a sacar a Al Assad del poder. Y este punto es bien importante porque distancia y enemista a los rebeldes con Occidente. Al principio estos eran grupos de ciudadanos que protestaban contra un gobierno autoritario, como ocurrió en otras partes con la “Primavera Árabe”. Sin embargo, con el correr de los meses, comenzaron a radicalizarse cada vez y a recibir a mercenarios extranjeros y yihadistas en sus filas. Hace un par de días se conoció la noticia de que 11 grupos rebeldes se fracturaron para volverse más radicales. Esta suerte de “revés” que le viene a dar la comunidad internacional, puede volverlos más antioccidentales y por ende, más susceptibles a buscar amparo bajo el ala de Al Qaeda.