Por: Myriam Bregman
El miércoles 22 de mayo, mientras el gobernador chaqueño Jorge Capitanich era recibido con honores por Jorge Bergoglio en el Vaticano, Florentín Díaz moría en un hospital de Castelli (Chaco), víctima de la represión dirigida por Juan Carlos Bacileff Ivanoff, el vice a cargo del Gobierno provincial por esas horas.
Florentín, qom de 37 años, había salido a cortar la ruta junto a cientos de pobladores, reclamando que el Estado vuelva a entregar a las comunidades indígenas los alimentos que les dejó de proveer hace un tiempo. El desalojo a sangre y fuego dejó el terrible saldo de un muerto, cincuenta y nueve heridos y más de cien detenidos.
A pesar del esfuerzo de los funcionarios por hacer pasar la muerte de Florentín como producto de un accidente de tránsito, la Policía volvió a atacar a amigos y familiares que esperaban novedades en las puertas del hospital.
Dos semanas antes, en Formosa, treinta matones habían atacado brutalmente a Abelardo, hijo del dirigente qom Félix Díaz, quien no se cansa de denunciar los intentos del Gobierno por acallar su reclamo territorial. En su caso, la infamia llega al extremo de que pesa sobre él una causa penal por usurpación, siendo que Félix nació en esas tierras, al igual que sus padres.
Las comunidades qom, wichí, pilagá y mapuche son atacadas cada vez con mayor frecuencia. En los últimos cinco años, al menos dieciocho indígenas fueron asesinados en Chaco, Formosa, Santiago del Estero, Tucumán y Río Negro. Crímenes sin esclarecimiento ni culpables. Los ataques provienen de las fuerzas represivas del Estado o bien de las “guardias blancas” de los terratenientes y empresarios sojeros. El objetivo siempre es el mismo: doblegar la resistencia originaria en pos de extender los negocios capitalistas. Hasta hace poco se decía que Chaco, Formosa y Santiago eran provincias “inviables”, pero los altos precios de la soja y la tecnología que permite cultivar en todo tipo de suelo transformaron a esos campos en una gran oportunidad. Eso sí, para que unos pocos se enriquezcan hay que arrasar con todo lo que estorbe.
Con el objetivo de sostener el negocio de la soja, Insfrán, Capitanich y otros gobernadores usan sus topadoras para arrasar a los dueños legítimos de esas tierras. Una represión acompañada del aislamiento de esas comunidades, negándoles el acceso a los recursos, al agua, a la salud y a la justicia.
Buscan poner de rodillas a esos pueblos, pero no están solos. Muchas organizaciones populares están apoyando a estas comunidades oprimidas por el Estado y por los capitalistas. Hace pocas semanas estuvieron en Buenos Aires haciendo estas denuncias Félix, Amanda y otros miembros de la comunidad qom. Los acompañamos junto al resto de las organizaciones sociales y de derechos humanos que apoyan su lucha y su resistencia. Y volveremos en pocos días a sus tierras a resistir junto a ellos una de las mayores persecuciones de su historia reciente.
A pesar del discurso oficial contra la Sociedad Rural y otros empresarios del campo (como Aranda de Clarín), el Gobierno de Cristina Fernández y sus gobernadores aliados les proveen todos los medios para que extiendan la frontera de la soja con toda la brutalidad capitalista.
El 25 de mayo la presidente festejó sus diez años de gobierno en Plaza de Mayo. En medio de su discurso, frente a miles de personas, destacó como una clave de su gobierno “no reprimir a un solo argentino porque corta una calle”. A sus espaldas, compartiendo con ella el escenario, aplaudían satisfechos Gildo Insfrán, Jorge Capitanich, Gerardo Zamora y otros gobernadores represores. Por esas horas en Castelli era sepultado Florentín Díaz, otro qom víctima del “modelo”.