Excel versus el mercado

Nicolás Cachanosky

En una expresión que se ha vuelto famosa, el actual ministro de economía Axel Kicillof habría dado a entender que hoy día es posible regular centralizadamente la economía dado que ahora tenemos planillas de cálculo como el Excel de Microsoft. Esta actitud del gobierno de intentar manejar centralizadamente la economía bajo la (errónea) concepción de que los costos determinan los precios muestran serios problemas de interpretación sobre el proceso de mercado. Sin embargo, este tema no es nuevo. En lo que se conoce como el “debate del cálculo económico en el Socialismo”, el problema de la planificación económica fue intensamente debatido durante la primer mitad del siglo XX. Parece ser que este viejo debate tiene aún mucho para enseñar a las autoridades económicas Argentinas. El problema no es si disponemos o no de poderosas planillas de cálculo, el problema es la imposibilidad de poder crear un mercado centralizadamente.

A principios del siglo XX tres autores ofrecieron una crítica similar y de manera independiente al socialismo, entendido este como una sociedad donde si buen existe propiedad privada en los bienes de consumo no hay propiedad privada sobre los bienes de capital y medios de producción: Ludwig von Mises, Max Weber, y Boris Brutzkus. Fue la crítica del primero la que tuvo mayor impacto en el desarrollo de la ciencia económica. La crítica de estos autores, especialmente la de Mises, fue tan simple como aguda. A diferencia de pequeñas tribus o familias donde sí puede haber un orden social sin mercado, las grandes sociedades necesitan del sistema de precios para poder organizarse de manera eficiente.

Los socialistas, critica Mises, son rápidos para señalar fallas del mercado, pero callan al momento de explicar cómo es que se podrá organizar de manera racional una sociedad numerosa sin la existencia de precios. Marx, quien no ofrece una explicación de cómo funcionaría el socialismo una vez que termina la etapa capitalista, se refería como “utópicos” a quienes sí intentaban imaginar el mundo socialista (por ejemplo Saint-Simon y Fourier). Sin el cálculo económico que indique qué actividades son socialmente útiles (ganancias) y qué actividades no son socialmente útiles (pérdidas) no es posible la organización económica eficiente en las grandes sociedades donde los intercambios son anónimos sin el íntimo conocimiento que puede haber entre miembros de una familia o pequeñas tribus. Podrá argumentarse a favor de otros principios de organización social, pero sostener que la organización económica es posible sin precios es inconsistente.

La literatura socialista pasó de describir sociedades imaginarias pero irreales y de criticar al capitalismo (término marxista para referirse al libre mercado de los economistas clásicos) a intentar resolver el desafío de Mises. Okar Lange y Wassily Leontieff sean quizás los autores socialistas más conocidos que intentaron resolver este problema. Entre las respuestas ofrecidas por el socialismo se encuentra el supuesto de información perfecta, aún presente en los manuales de texto que se utilizan para enseñar a las nuevas generaciones de economistas. Es cierto, se responde, que sin precios no es posible tener un orden económico. Pero si asumimos que tenemos conocimiento perfecto entonces podemos asumir equilibrio. Por lo tanto, la crítica de Mises es inválida dado que suponiendo información completa el problema desaparece. Hayek es quien responde a estas reacciones usando otro enfoque del mismo argumento de Mises, Weber, y Brutzkus.

La réplica de Hayek puede resumirse en cuatro puntos: (1) La cantidad de información necesaria y las restricciones de capacidad de cálculo disponible son prohibitivas para este proyecto. Incluso aceptando el supuesto de información perfecta, sería imposible procesar toda la información. (2) El supuesto de información perfecta es inválido. El problema, como se adelanta Mises a sus críticos, no es asumir equilibrio, sino explicar la transición al equilibrio. Así como no se puede abrir una lata suponiendo el abrelatas, no se puede resolver el problema económico asumiendo que estamos en equilibrio. Esto no es otra cosa que asumir la solución del problema en lugar de ofrecer una solución en concreto. El supuesto de información perfecto no simplifica el problema a resolver, lo transforma en otro problema haciendo del mismo un escenario irrelevante para el debate. De allí el interés de los Austriacos en el problema de transición al equilibrio (proceso de mercado) en lugar del énfasis en las condiciones de equilibrio. (3) Hayek distingue (ciertamente con algo de confusión) entre información y conocimiento. Información es un concepto cuantitativo, como precios o cantidades. Es esto a lo que los socialistas se referían con el supuesto de información perfecta. Pero conocimiento es un concepto cualitativo, y como tal no puede ser completo (perfecto) ni incompleto (imperfecto.) El saber andar en bicicleta, así como el saber manejar una empresa de manera exitosa, no es un problema de información, es un problema de conocimiento que no es susceptible de ser puesto en una planilla Excel. Esta distinción es importante, dado que en el mercado son los empresarios (no los pseudo-empresarios que buscan el favor del gobierno a expensas de sus clientes) quienes deben interpretar correctamente los desequilibrios del mercado para descubrir oportunidades de ganancias que se traducen en crecimiento y desarrollo de largo plazo. En otras palabras, Excel no puede resolver el problema de mercado que deben resolver los empresarios dado que se requiere de interpretación y conocimiento, no de datos numéricos. De poco sirve que el equipo económico tenga toda la información si es incapaz de interpretarla correctamente. En otras palabras, la filosofía de la planilla Excel deja fuera del mercado al motor del crecimiento al no considerar el proceso de descubrimiento en que se encuentran inmersos los empresarios.(4) Esta información y conocimiento, agrega Hayek, no existe por fuera del mercado. Sin mercado esta información no existe dado que es el mismo proceso de mercado el que genera la información y conocimiento que los agentes económicos utilizan diariamente. Para Hayek el dilema no es planificar o no planificar la economía, sino si va a haber un solo planificador centralizado o muchos descentralizados.

Como se puede apreciar, una parte importante del socialismo se quedó únicamente con el primer punto de Hayek (que es más ilustrativo que un argumento de fondo.) Si reconocemos los otros puntos como problemas serios a tener en cuenta, entonces nos encontramos que con su planilla Excel y el programa de precios cuidados el gobierno intenta construir un auto sin motor (empresarios) sin que siquiera haya caminos (mercado) que nos indiquen el camino correcto a seguir. No es casualidad que el auto tenga un pobre desempeño y no esté claro a dónde nos quiere llevar el chofer de turno. Es una confusión conceptual confundir precios regulados o cuidados con precios de mercado. Los precios que proveen información útiles son los que surgen de intercambios voluntarios en el mercado, no los impuestos por el gobierno. Utilizar la misma palabra “precio” para describir dos fenómenos distintos puede confundir a quien se arroga el derecho de manejar el destino económico de miles de habitantes. Es una ilusión sin fundamento creer que la información que surge de precios de mercado puede ser reemplazada por precios ficticios sin perder la fuente de la información misma. Lo que el equipo económico inserta en sus planillas Excel no son precios, son expresiones de deseo alejadas de la realidad económica.

Si bien la tecnología ha avanzado y hoy tenemos planilla de cálculo como Excel, las ideas han evolucionado. Hoy día el término socialismo ya no se asocia con una sociedad sin propiedad privada sobre los factores de producción, sino con un sistema de mercado donde el gobierno redistribuye lo que el sector privado produce. Este no es un retroceso menor en la postura socialista. Cuatro nombres fuertemente asociados al liberalismo, como Adam Smith, von Mises, Hayek y Milton Friedman no se oponían a la presencia de ciertos programas sociales que no invadan al mercado y la esfera privada. Smith, por ejemplo, estaba a favor de la educación (primaria) pública, aunque no necesariamente por motivos redistributivos. Mises estaba a favor de subsidiar ciertas actividades artísticas como la ópera -de la cual era asiduo consumidor. Hayek, en su The Constitution of Liberty, ofrece numerosos ejemplos de programas sociales compatibles con los principios del liberalismo clásico. Finalmente, Friedman es conocido por proponer un sistema de subsidio a la educación basado en vouchers. Sistema que dado el frío paro educativo de este año, debería ser seriamente considerado por políticos y sindicatos si son honestos en sus manifestaciones a favor de la calidad educativa de este país.

Ciertamente los programas socialistas piden por intervenciones más severas que las aceptadas por estos autores, pero es un olvido tan oportuno como injusto por parte de los socialistas ignorar estos aspectos del liberalismo clásico. No es, entonces, que el liberalismo se haya acercado al socialismo, es que el socialismo se ha acercado al liberalismo. Suecia o Noruega, países utilizados en numerosas ocasiones como ejemplo por los socialistas contemporáneos, se encuentran entre los países más libres en términos económicos del mundo. Ante la imposibilidad de ofrecer respuestas al desafío económico del planeamiento centralizado, el socialismo ha adoptado un discurso de superioridad moral que le evita tener que argumentar en términos económicos y persistir en los daños de sus propias políticas económicas. Las políticas públicas y los planes económicos, sin embargo, no se evalúan por sus intenciones, se evalúan por sus resultados. El problema de la planilla Excel no son sus intenciones, el problema es que no es una herramienta que genere buenos resultados económicos.

Los inocultables problemas económicos de Argentina tienen su origen en un problema mucho más profundo que los datos a poner en una planilla Excel. El problema de fondo es una confundida lectura de cómo funcionan los mercados al servicio de financiar déficits fiscales insostenibles del clientelismo político.