Democraticemos los trenes

Nicolás Pechersky

Si yo fuera presidente mi primera acción sería mandar un proyecto de ley al Congreso para la creación de un programa autárquico, independiente del Poder Ejecutivo, encargado del manejo total y exclusivo de los trenes.

Este programa tendría un presupuesto independiente votado por el Congreso. Se encargaría de la ejecución, del control y del seguimiento de dichos fondos.

En la vida es importante entender nuestras propias limitaciones. Desde los noventa a la fecha se volvió irresistible caer en las fauces del poder de los camioneros. Apenas asumís recibís un llamado telefónico en el cual te aseguran 8 años de gobernabilidad y de tranquilidad social a cambio de no invertir un peso en trenes, de mantenerles el monopolio del transporte de productos en un país básicamente productor. Por eso el gobierno de los trenes tiene que ser ajeno al presidencial.

Cristina ayer fue clarísima. Dijo “Tengo bronca e impotencia”. ¿Cómo podemos tomar como algo normal que un presidente tenga impotencia? ¿Quién se encuentra por encima de ella con el poder de resolver un problema de gestión, si la número uno ante una tragedia advertida, repetida y evitable nos dice que siente impotencia?

Los trenes son el pasado, el presente y el futuro. En América la gran diferencia entre los países desarrollados y las republiquetas bananeras populistas se dio en gran medida por el desarrollo estructural de las redes ferroviarias durante la revolución industrial. Los trenes son el sistema de transporte más barato y ecológico. Gastan menos, transportan más y en países serios hay menos accidentes de trenes que de camiones.

Según el Indec comemos por $6 por día y sin embargo el gobierno entrega en subsidios $13 por día por pasajero de tren. ¿Cómo puede ser que con tanta plata viajemos tan mal? ¿Cómo puede ser una buena idea que el boleto de tren venga con un seguro de vida indexado?

Lo que sucedió ayer en Castelar no puede ser llamado ni tragedia ni accidente. Deja de ser tragedia cuando es la tercera que sucede en poco tiempo. Deja de ser accidente cuando la desinversión en materia de seguridad en transporte fue advertida por absolutamente todo el mundo. No podemos seguir tomando como normales cosas que no lo son.

Diez años de crecimiento sostenido de la economía, diez años de conquistas nacionales, diez años de una supuesta década ganada. No podemos permitir que se nos venda como una revolución del transporte a pintar de celeste los vagones que deberían haberse dejado de usar hace al menos 40 años.

Por esto tenemos que cortar por lo sano. Tenemos que aceptar que la presidencia no lo va a resolver y tenemos que democratizar el sistema de elección de los responsables.

Si somos capaces de votar desde los 16, si somos capaces de elegir a los jueces, si somos capaces de salir a militar en La Cámpora estando presos con condena efectiva, tenemos que poder votar a lo que debería ser una de las cosas más importantes de una gestión.

En un país con la extensión del nuestro, la gestión de la red ferroviaria tiene un impacto en la economía y en la vida cotidiana mayor al de casi cualquier gobernación provincial. Cada decisión, cada acción u omisión que afecten el normal funcionamiento de dicha red nos afecta a todos inmensamente.

La presidenta de todos los argentinos se declaró impotente y por ende incapaz de resolverlo. Es hora de elegir a alguien que sí lo haga.