Por: Nicolás Tereschuk
En los últimos días, la capacidad del oficialismo de ubicarse en el centro de la escena política nacional ha sido notable. Esta situación adquiere todavía más relieve si se tiene en cuenta que se desarrolla sin cuestionamientos abiertos al liderazgo que la presidenta Cristina Kirchner ejerce sobre el Frente para la Victoria (FPV), a pocos días de cumplirse doce años del inicio de la gestión de Néstor Kirchner y apenas un semestre antes de que finalice el actual mandato.
Repasemos algunos hechos que colocaron al oficialismo en un lugar importante de la agenda pública, como una fuerza que hace preparativos para volverse -una vez más- competitiva en términos electorales:
- Hace una semana, la presidenta Cristina Kirchner pidió “un baño de humildad” a los dirigentes del oficialismo. “Esto pasa en todas las fuerzas políticas, no sólo en la nuestra, sino en todas. Es bueno y legítimo querer ser presidente y gobernador. Y uno puede llegar a pensar también que uno es el más capacitado para esa función, pero no olviden que el resto de la sociedad tiene que creer que es el más capacitado. Es necesario que todos tengamos una mirada más amplia y colectiva, que abandonemos los egos personales y personalistas. Si creemos que esto es un proyecto colectivo, que la patria es el otro, tengamos esa actitud y contribuyamos todos con seriedad y responsabilidad”, dijo. Además, elogió la decisión de Jorge Capitanich de convertirse en precandidato a intendente de Resistencia, como una forma de fortalecer las posibilidades nacionales del FPV.
- Unos días después, el PJ se mostró unido en el Congreso de Parque Norte y cumplió con la formalidad de habilitar la realización de alianzas de cara a las primarias. En el acto, el presidente del Consejo Nacional partidario, el jujeño Eduardo Fellner, señaló: ‘Estamos reunidos porque queremos seguir siendo gobierno, porque queremos darle respuesta a los argentinos”.
- Luego, en consonancia con el planteo de Cristina, varios precandidatos a presidente declinaron sus aspiraciones. Lo hicieron Sergio Urribarri, Agustín Rossi y Jorge Taiana. Se sumaron así a Aníbal Fernández y Julián Domínguez, que ahora buscan postularse a la Gobernación bonaerense.
- También varios precandidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires decidieron finalmente no postularse: Diego Bossio, Carlos Castagneto, Fernando “Chino” Navarro y Juan Patricio Mussi, quien anunció que buscará su reelección como intendente de Berazategui.
- En ese contexto, el Gobierno transfirió la organización de las elecciones del Ministerio del Interior y Transporte, al de Justicia. Una forma de ratificar que Florencio Randazzo permanecerá en su cargo y que será precandidato a presidente para competir con Daniel Scioli.
Toda esta serie de hechos acapararon interés de la prensa y también de la oposición, que busca formas de contrarrestar el orden interno con el que se viene moviendo el oficialismo de cara a las primarias y los comicios de octubre.
Los gestos echan por tierra varias especulaciones que poblaron las páginas de diarios y llenaron minutos de radio y TV durante buena parte del año pasado. Una de ellas señalaba que a la presidenta Cristina Kirchner le resultaba indiferente quién vaya a ser su sucesor o, más aún, que prefería ponerle la banda presidencial al líder del PRO, Mauricio Macri.
Otra especulación señalaba que el gobernador Daniel Scioli es de tal modo el “candidato natural” del oficialismo, que sería el único precandidato oficialista en las primarias.
Del otro lado, también se llegó a indicar que al no ser ni Scioli ni Randazzo kirchneristas “puros” la Casa Rosada les haría zancadillas en su tránsito a las primarias, como podría ser imponerles algún otro postulante para competir contra ellos. Habrá que notar que varios de los candidatos que declinaron su postulación eran los que más hablaban de “continuidad” de las políticas actuales, casi sin matices para el “cambio” o -como dice la exitosa palabra clave esgrimida por el porteño Martín Lousteau- “evolución”.
Resulta entonces que el kirchnerismo, un movimiento político al que se ha tildado en algunos análisis de “izquierdista”, “populista” y “chavista”, en última instancia recurre a la búsqueda de un cierto centro político, esencial para imponerse en elecciones presidenciales en la Argentina. Al respecto, quienes quieran repasar los archivos notarán cómo 2007 y 2011 fueron dos de los años en los que se promovieron menos conflictos “políticos” y “económicos” desde la Casa Rosada y los discursos y las acciones apuntaron más a sumar aliados y dirigentes diversos que a generar divisiones.
Y todo esto para no contar otro pronóstico que no se ha dado por el momento: que, en la jerga a veces áspera de la política, Cristina Kirchner sería “un pato rengo”, que el peronismo “huele a calas”, que las opciones del oficialismo se reducirían a “nicho o tierra” y que inexorablemente comenzarían los “garrochazos” de dirigentes oficialistas hacia otras opciones electorales y un “despegue” del PJ de las principales políticas promovidas durante los años kirchneristas. La realidad ha desmentido estas afirmaciones y, es más, son las fuerzas políticas de la oposición las que sufren deserciones, indefiniciones en sus estrategias, fragmentación y falta de “baños de humildad”.
Si notamos que la presidenta Cristina Kirchner se ubica en ese lugar central de la política nacional cuando al mismo tiempo experimenta críticas y resistencias a su labor por parte de las principales entidades empresarias -allí están los comunicados de los últimos tres años de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), la Sociedad Rural Argentina (SRA) y varias más-, así como de parte de los mayores medios de comunicación, la capacidad del oficialismo de seguir siendo una fuerza política competitiva resulta, como decíamos, a esta altura del año 2015 digna de ser resaltada.