El dólar de equilibrio

Raúl Cuello

A partir de octubre de 2011 se tomaron, por parte del gobierno nacional, una serie de disposiciones tendientes a limitar la demanda de dólares, que fueron bautizadas por el público como “cepo cambiario” y que no fueron otra cosa que la respuesta equivocada al proceso que se inicia en 2007 tendiente a ocultar la inflación que se exterioriza a partir de entonces.

Junto con el cepo cambiario, que tuvo la “virtud” de paralizar actividades fundamentales en la economía, como por ejemplo la de la construcción como reflejo de la disminución de la compra y venta en el mercado inmobiliario, ya sea urbano o rural, y las prohibiciones de girar divisas al exterior y regular las importaciones, aparecieron apelaciones de los principales funcionarios del gobierno para tratar de forzar la pesificación en un intento vano de cambiar la cultura de los argentinos.

No solo no lo lograron, sino que con los cien pesos argentinos, que son los mismos de hoy, en 2007 se compraban u$s 32,78 y hoy cinco años después se compran u$s 11,83 (a las cotizaciones de $ 3,05 y $ 8,45 por dólar en cada caso). Sin embargo, lejos de reconocer el error, buscan culpables en factores monopólicos y penalizan con sobre tasas a quienes viajan al exterior. No han advertido que hay un serio problema de competitividad y esta no es consecuencia de un fuerte desequilibrio macroeconómico que imposibilita el funcionamiento de la economía y cada vez más hasta que el sistema implosione.

A su regreso de Roma, la presidente CFK reunió en Olivos a los principales miembros de su equipo de gobierno en un  intento de buscar con ellos la respuesta a un proceso que es más que incómodo de frente a las elecciones de medio término que se realizarán en octubre. Y esa respuesta hasta ahora se ha plasmado en un anuncio referido a la liberación de ciertas importaciones para aumentar la competencia en los comercios. Será un vano intento, porque en muy pocos días, sino ya ahora, quienes vendan a productores o consumidores finales, lo harán pensando en un dólar de reposición que descuentan superior a los $ 5,11 oficiales por dólar.

Si se tomaran el trabajo de establecer el valor del dólar de equilibrio apelando a la simple ecuación de Base Monetaria/Reservas verían que es de $ 7,05 por dólar. Y esto señala una importante pérdida de competitividad a cualquier sector de nuestra economía, la que se ha puesto cara para quienes llegan a ella y estimula el gasto de los residentes en viajes al exterior. Por lo demás, las proyecciones que se hacen en mercados internacionales como es el de Wall Street, pronostican para marzo del año que viene un dólar oficial de $ 7,70.

Ahora bien, quienes llevaron la economía a semejante grado de desorden y costos geopolíticos como es la decisión de una empresa de la magnitud de VALE de dejar su proyecto como consecuencia de distintos factores, entre ellos, producir y recibir un precio por el dólar que no se compara con el que tiene que pagar por sus insumos y mano de obra, además de la presión impositiva que se acrecienta por el lado de la Nación, las Provincias y los Municipios. Repito quienes han producido estos resultados, no pueden dar la solución a los problemas generados.

Y como se trata de cambiar el rumbo, ya que es imposible emitir al 40% anual y pretender que la gente siga demandando un peso que vale cada vez menos, lo primero que debiera hacer la presidente es pedir la renuncia de todo su gabinete, cosa absolutamente normal en cualquier régimen de gobierno y constituye una muestra de poder político y vocación por el reencauzamiento de lo que se ha desviado. La lealtad de un primer magistrado es con su pueblo que la eligió para “ganar un campeonato” y “no para ir al descenso“.

Es obvio que quienes se equivocaron argumentarán respecto de la situación absolviéndose de culpa y cargo y poniendo las responsabilidades en otros, los chivos emisarios de siempre. Una situación como la que atravesamos requiere una muy alta carga de idoneidad, experiencia y objetividad. No me cuesta mucho aceptar, que si esto lo hace al corto plazo, las chances para que su partido pueda ganar las elecciones han de aumentar, lo que no quiere decir que gane. Pero vale la pena intentarlo, porque de todos modos a la presidente todavía le quedan dos años y medio de ejercicio del poder.