Por: Ricardo López Göttig
En esta atribulada zona del mundo nada es sencillo ni homogéneo, porque hay allí otras minorías religiosas que tienen un lejano parentesco con el judaísmo, el cristianismo y el Islam, además de haber recibido influencias del zoroastrismo, gnosticismo y maniqueísmo.
Una minoría perseguida por el creciente Estado Islámico es la yazidí, una religión considerada diabólica por muchos musulmanes. Esto se debe a que los yazidís –étnicamente kurdos- creen que hay un Dios que encomendó el gobierno del mundo a siete ángeles, y luego se desinteresó de su creación. El más importante de esos ángeles, Malik Taus, se simboliza con el pavo real y es identificado por musulmanes y cristianos como Satán, y de allí es que se les denomine “adoradores del diablo”. De acuerdo a sus relatos sagrados, Malik Taus se negó a postrarse ante Adán, desafiando a Dios, pero luego se arrepintió y sus lágrimas apagaron el fuego del infierno. Los yazidís rinden culto a estos siete ángeles que gobiernan el universo y no al Dios ocioso, y creen en la transmigración de las almas para expiar la transgresión de las leyes divinas, en un largo proceso de purificación. Pero más allá de la mala fama, los yazidís son sobrios, reservados y viven de la agricultura en las zonas montañosas del Kurdistán. No contraen matrimonio fuera de su grupo porque creen que, a diferencia del resto de la humanidad, sólo descienden de Adán. Tienen dos textos sagrados: el Libro de la Revelación y el Libro Negro. Los militantes del ISIS han tomado esclavos y asesinado a cientos de yazidís, de acuerdo a denuncias de funcionarios de la ONU, provocando la huida de miles hacia las montañas de Sinjar, al oeste de Mosul, para no ser exterminados.
Otra antiquísima minoría religiosa en peligro es la de los mandeos, cuyo profeta es una figura conocida en el cristianismo: Juan el Bautista. Con claras influencias judías, cristianas y gnósticas, los mandeos son monoteístas y extremadamente pacíficos en una región peligrosa, ya que por su doctrina religiosa no pueden portar armas y, por consiguiente, no tienen una milicia propia para enfrentar eventuales ataques del Estado Islámico. Su número es reducido, apenas diez mil en Irak, y mayormente se dedican a la platería o la construcción de botes, residiendo siempre cerca de ríos para realizar los bautismos y abluciones, como lo hizo Juan el Bautista a orillas del Jordán. La Unión de Asociaciones Mandeas solicitó a la comunidad internacional la intervención humanitaria para evitar su desaparición en Irak, ya que temen ser obligados a la conversión forzosa al Islam o bien ser masacrados.
La opinión pública en Occidente suele creer que en países como Siria e Irak sólo hay árabes musulmanes, pero el escenario es mucho más complejo, diverso, rico, policromo, con tradiciones antiquísimas que se remontan a los tiempos anteriores al cristianismo y el Islam. Estas expresiones religiosas que durante siglos coexistieron con imperios, califatos, colonialismo y dictaduras, hoy pueden ser rápidamente arrasadas por el islamismo, que no es lo mismo que el Islam. Están en peligro por la intolerancia religiosa, el autoritarismo y los conflictos bélicos. Medio Oriente es nuestro antepasado más lejano, porque Sumer y Egipto fueron las semillas de lo que hoy es la cultura occidental.