Irán y la red terrorista en América del Sur

Roberto García Moritán

El fiscal Alberto Nisman, a cargo de la investigación del ataque terrorista de 1994 contra la sede de la AMIA en Buenos Aires, ha acusado a Irán de haber desarrollado una amplia red terrorista en América del Sur que incluye a los doce países. El fundamentado dictamen, de 500 páginas, insiste en responsabilizar a numerosas personalidades iraníes como autores intelectuales del criminal atentado entre los que se destacan a dos de los ocho candidatos a las elecciones presidenciales del próximo 14 de junio.

La acusación pondría en evidencia que la acción terrorista contra la AMIA fue parte de un plan orquestado a escala mundial por las máximas autoridades iraníes que incluye al líder religioso supremo, Ali Jamenei, que en la época de la decisión era el Presidente de Irán bajo la guía espiritual del ayatola Jomeini. Demuestra que no se trata exclusivamente de personas individuales sino de un régimen político dispuesto a ejecutar un proyecto de poder a escala internacional.

La denuncia de Nisman es creíble y concordante con acciones terroristas similares atribuidas a Irán en distintos países del mundo. Los datos suministrados indicarían que el criminal atentado a la AMIA en 1994 fue uno de una larga lista de actos terroristas perpetrados por Irán en Georgia, India, Tailandia, Kenia, Francia, Arabia SauditaBulgaria. Existen otros numerosos casos. Siria y Herzbolah han sido también acusados como brazos ejecutores de muchas de las actividades terroristas organizadas por la cúpula iraní. La relación entre los tres actores está hoy presente en Siria actuando militarmente de manera conjunta en apoyo del régimen del Presidente Bashar Al Assad. También con la intención de ampliar la confrontación contra Israel.

La razón central del despliegue operativo iraní en América Latina habría sido la de exportar la revolución islámica aprovechando la existencia de una amplia población de descendencia musulmana, predominantemente árabe. Según el Consejo Nacional de Resistencia de Irán se trata de una aspiración ya mencionada por el ayatola Jomeini aun en el exilio en Francia. Según el Consejo Nacional “desde principios de 1990, Teherán ha financiado operaciones terroristas por casi 300 millones de dólares. 150 millones habrían sido invertidos en América Latina. Las armas del terrorismo de Irán han llegado lejos. Desde Beirut a Buenos Aires y de París a Bangkok”. Asimismo, ha señalado que la Triple Frontera ha sido una fuente adicional de financiación del terrorismo iraní a través de Herzbolah.

El informe 2013 del Departamento de Estado al Congreso de Estados Unidos enfatiza que la actividad terrorista iraní ha aumentado en 2012. Asimismo, advierte sobre la expansión de la actividad subversiva iraní en México,Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. La situación de persecución que enfrenta la comunidad judía en esos países avala esa hipótesis.

El conjunto de acusaciones son graves. Permite, asimismo, una amplia variedad de especulaciones sobre el papel que ha ejercido Venezuela en la instrumentación de la estrategia regional iraní. El caso argentino puede ser un ejemplo. Sólo en el marco de la influencia venezolana sobre el gobierno argentino se puede entender que Buenos Aires y Teherán hayan concluido el polémico acuerdo sobre la supuesta cooperación respecto de las personas sospechadas de participar en el atentado contra la AMIA. Un objetivo a todas luces absurdo si de lo que se trata, en definitiva, es la acción terrorista promovida y aprobada por una estructura de liderazgo teocrático. En ese contexto, el Memorándum de Entendimiento con Irán solo es una puerta para legalizar la impunidad del régimen iraní.