El maestro armado

Sabina Covo

¡Atención mamás, papás y abuelos! Imaginen tener que enviar a sus hijos o nietos a la escuela sabiendo que su maestro porta un arma. ¿Se sentiría cómodo? Aunque suene raro, este hecho podría convertirse en ley en la Florida ya que un panel de legisladores lo ha aprobado en Tallahassee. Claro que antes de entrar en vigor, la medida tendría que ser aprobada por ambas cámaras de mayoría conservadora. Se abren muchos interrogantes, pero el principal es: ¿a dónde hemos llegado si nuestros gobernantes proponen este tipo de solución a los problemas de nuestras comunidades?

En el mundo ideal y según el representante Greg Steube, R-Sarasota, y su iniciativa HB 1097, el maestro armado daría clase con su pistola escondida y estaría siempre alerta a cualquier movimiento sospechoso que pueda acechar a sus niños. ¿De veras? Es impensable para mí como madre que me pueda sentir cómoda con maestros de escuelas armados, sobre todo cuando en este país existe un problema gravísimo, no solamente con el control al porte de armas, sino además con el sistema de salud mental al que poca gente tiene acceso por los altos costos médicos y la falta de un adecuado manejo de la gigantesca inversión del sector público.

De acuerdo con estadísticas de la Oficina del Trabajo del 2011, aunque la mayoría de los norteamericanos poseería algún tipo de cobertura, existen limitaciones significativas en el acceso al sistema de salud pública mental, lo que dejaría fuera a muchos que lo necesitan. Además, un estudio publicado en el Diario de Servicios Psiquiátricos asegura que la actitud de las personas con respecto a la búsqueda de ayuda para tratar problemas psicológicos o mentales, continúa muy atrasada.

¿Qué me garantiza que el maestro que porte un arma está estable psicológicamente? Definitivamente, no me lo garantiza el Departamento de Educación. Aunque los maestros se someten a muchas pruebas de aptitud, habilidades y certificaciones, no son sometidos a pruebas psicológicas que, aunque son efectivas, costarían mucho para el sistema de educación y pudiesen traspasar el límite de la privacidad.

Uno de los argumentos del grupo de legisladores republicanos que apoya la medida es que los maestros estarían plenamente entrenados en el porte y uso del arma. Pero ¿de verdad creen que si entra a una escuela un Adam Lanza (el hombre que asesinó a una veintena de niños y seis adultos en la escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut) esos profesores armados podrían librar de la tragedia a los niños de la escuela? Puede que haya suerte y el profesor neutralice al agresor, pero puede que no. ¿Y si es más de uno?

¿Qué tipo de armas tendría que usar el maestro? Porque, por ejemplo, en el caso de Adam Lanza, este desequilibrado poseía un arsenal en su casa. El maestro además tendría que estar entrenado en identificar las posibles amenazas. Mejor dicho, tendría que ser un experto en seguridad. ¿Por qué mejor no poner guardias de seguridad, o policías escolares? Si de todas maneras, los costos caerían sobre el sector de la educación pública.

Pero volviendo a la pregunta inicial, ¿qué tipo de legisladores pueden apoyar una medida tan arriesgada e inoficiosa? Podrían ser los que esperan que las millonarias compañías de armas les sigan donando o donen a sus campañas de reelección. O los que quieren recibir dinero de los cabilderos de la industria de las armas, que es una de las más ricas. O de repente los que quieren vivir en paz con la Asociación Nacional del Rifle. No olvidemos que fue el presidente de esta asociación, quien después del tiroteo en Newton, mencionó una idea similar y aseguró que a un hombre armado solo lo frena otro hombre armado. O peor aún, serán los que de verdad creen que esta propuesta tonta solucionará el problema. Seriamente pienso que en ese caso estamos siendo gobernados por tontos.