Cuando el divorcio es inminente

Vivimos en una sociedad matriarcal que ha estado acostumbrada por décadas al maltrato, a la vejación y a los sueños rotos. Nuestros barrios y urbanizaciones, gobierno tras gobierno, se han vestido de distintos colores, dejando su memoria al abandono, para conseguir el tan esperado rescate por parte del “Papá Estado”, que nunca termina de responsabilizarse por la educación, por ser un buen mayordomo de la gerencia pública, por ser un facilitador, más que un proveedor.

Y es que no hace falta escuchar, ver o leer a sabios analistas para entender que el maltrato recibido por generaciones ha dejado secuelas, las cuales hemos sentido con mucha más intensidad en estos últimos años, dada la descomposición social y crisis de valores, generando como consecuencia nuevos códigos de conducta, transgredidos por la propia necesidad de supervivencia, esa de la que tanto habló Freud y la que en nuestro caso se genera en vista de las alarmas que se prenden en los cuatro rincones de nuestra geografía nacional.

A ese “Papá Estado” irresponsable, dejado, desteñido, botarata y malhumorado no le hemos reclamado lo suficiente. No le hemos pedido que cumpla su rol como debe ser, sin excusas, sin terceros culpables. Un “Papá Estado” que nunca dio la talla y que empeora nuestra situación con el pasar del tiempo. Pero bueno, como en todo matrimonio ambas partes tienen algo de culpa. Allí entramos a la historia de la mamá que todo lo soporta: golpes, maltratos psicológicos, amenazas, violaciones, infidelidad, desatención y pare usted de contar. Esa mamá que tiene mucha culpa, aunque sea víctima a la vez. Una mujer hermosa, inteligente, pero con grandes complejos y baja autoestima. Ella no se ha dado cuenta que vale oro y que en sus propias ideas está la verdadera solución para su hogar y no en un nuevo marido de turno. Continuar leyendo

Vamos mal, pero podemos estar mejor

Haciéndole seguimiento a las noticias que se emiten desde Venezuela, he recordado un viejo libro, escrito en 1988 por Arturo Ochoa Benítez, el cual lleva por título “La Cultura Folclórica del Venezolano y de las Instituciones Públicas”. En él se expone una serie de argumentos sobre nuestro comportamiento, de cara a lo social y cultural, denotando un problema de base que se remonta a los tiempos de la colonia y de la propia independencia. Los mesianismos latinoamericanos, la cultura autoritaria de los uniformados, la corrupción como vía para alcanzar “más rápidamente” los bienes de fortuna y la crisis de valores, no son culpa exclusivamente ni de Chávez, ni de los adecos y copeyanos, refiriéndome a los principales partidos que dominaron la esfera política de la Venezuela contemporánea.

Bien podríamos decir, por mero reduccionismo, que todos los males son producto del actual sistema de valores y de aquellos que tienen como responsabilidad el control del poder central. Claro está, acoto, que con el gobierno de turno la crisis moral se ha evidenciado con un marcado acento en la deformación de las creencias y modos de ser, en el desmontaje de las estructuras que predominaron para crear un je ne sais quoi que nunca terminó de funcionar.

También es cierto que hubo mucha gente excluida, que según el propio Ochoa Benítez ha sido un presente continuo registrado desde que se tiene data. Gente que a inicios del gobierno de Chávez, por ejemplo, comenzó a sentir que su voz se escuchaba, que sus reclamos eran tomados en cuenta. Lamentablemente hoy es otra la realidad, la que dejó en evidencia una supuesta “inversión social” con el único propósito de permanecer en el poder el mayor tiempo posible, cosa que al parecer les funcionó.

Ese tipo de inversiones no fueron coherentes, entre la corrupción y la pésima gerencia oficialista. En poco más de 15 años el país se fue carcomiendo cual enfermo terminal, pese a haber contado con el mayor cúmulo de riquezas de toda su historia, tanto así que casi era literal la famosa frase “nadábamos en dólares”.

Hoy día, un altísimo porcentaje de todo ese gasto público queda reflejado en el mal sabor de boca de cientos de empresas expropiadas –y arruinadas– por el régimen, de construcciones que quedaron a medio camino en el mejor de los casos, de hospitales, escuelas y centros asistenciales inoperantes. Lo único que puede reflejar realmente la inversión de este gobierno son las grandes mansiones y propiedades ubicadas en las mejores zonas del país y que, por supuesto, están en manos de funcionarios públicos y testaferros. Pero tal como lo comentó en su momento Ochoa y lo suscribe el propio paso de la historia, esta tendencia ha pasado, tristemente, de generación en generación.

Sin duda alguna nuestro esquema mental ha sido expuesto a un modelo deformado, que no llega a tener nombre propio pero que ha hecho mucho daño a nuestros pueblos, dejándonos atrás y muy mal parados. Pareciera que ese sincretismo expuesto por Gabriel García Márquez en su artículo “Estas navidades siniestras” (1988), se puede aplicar perfectamente a lo que se expone en estas breves líneas. Y es que terminamos siendo algo que nunca quisimos ser, como una especie de “Frankenstein social”, y sin muchas ventanas visibles que demuestren cambios significativos.

Pero no todo está perdido. Como bien lo dijera Martin Luther King “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.” Un sujeto y un predicado. El cambio no puede venir de la mano de nuevos gobernantes. No. La evolución no puede caer del cielo. No. La responsabilidad del destino de nuestras sociedades, de nuestros pueblos, de nuestra descendencia y tradiciones está en nuestras manos y no en un funcionario de turno. Ya es momento de dejar a un lado esa proyección psicológica de la culpa para entender que los únicos responsables de todo lo bueno y malo que pasa en nuestros pueblos somos nosotros mismos. Cuando no respetamos el semáforo, cuando nos quedamos con algo que no es nuestro, cuando miramos al otro lado cuando se comete una injusticia, cuando simplemente pretendemos ignorar como esperando que eso o aquello no nos pase a nosotros. No, definitivamente no.

El sentido común y de pertenencia, debe estar de la mano, independientemente de la clase social y nivel educativo. Debemos exigirnos a nosotros mismos el mejorar todos los días. De allí hay muy buenos ejemplos, como el de la Calidad Total creado y promovido por los japoneses, donde el objetivo consistía en mejorar algo diariamente, por muy sencillo que fuera. Eventualmente, si todos creáramos este hábito tan sano y proactivo, comenzaríamos a notar la diferencia y a entender que con sacrificio, trabajo y dedicación, sumados la genuina voluntad de querer preservar lo propio y colectivo, las cosas mejorarán.

Venezuela: economía de fachada en plena implosión

Como dicen popularmente en Venezuela, “Maduro y su combo siguen estirando el chicle”. Y es que no dejan de sorprender con sus declaraciones desafortunadas, acompañadas de acciones que “despelucan” al más bravo.

El día a día del venezolano promedio se ha visto afectado a lo largo de estos últimos años por la creciente ola de violencia, decadentes servicios públicos, corrupción y desabastecimiento que acompañados de una verdadera “campaña mediática”, sí, esa que tanto denunció Chávez y que resultó ser montada por el mismo gobierno para manipular a la opinión pública, forman una especie de surrealismo que trastorna el normal desenvolvimiento de una sociedad que ya pasa los treinta millones de habitantes.

Si usted quiere comprobar lo que escribo, pues debe cumplir dos pasos: primero, trate de conectarse a la señal en vivo de algún canal del Estado como VTV, por ejemplo, y verá que el país de las maravillas, ese en donde todo es color de rosa, queda entre las cuatro paredes del estudio de televisión y las locaciones donde escogen grabar sus mensajes propagandísticos. Posteriormente, busque un número de teléfono al azar en las “páginas amarillas venezolanas” y pregúntele a la persona que le atienda si en esta semana tuvo oportunidad de comprar desodorante, leche, huevos, pollo o siquiera harina para hacer sus tradicionales arepas. Repita la operación un par de veces para verificar el caso de estudio. Finalmente escríbame para saber cómo le fue.

Y es que la situación se agrava con cada minuto que pasa. La contaminación de un modelo económico que se degeneró en este des-modelo, amenaza con arropar definitivamente a un país que gozó en este último lustro de la mayor bonanza petrolera de toda su historia, mientras que sus dirigentes se esmeran en procurar una “sensación” distinta a la que se vive. Con argumentos “enlatados”, como decimos en el lenguaje periodístico para referirnos a la importación de contenido comunicacional, se han encargado de hacer ver que otro es el culpable. Ese otro inmaterial, que se supone, que se cree, que parece ser pero nunca es.

A todo esto se le suma la actual crisis petrolera, que como suele suceder cuando obtienes grandes riquezas sin el mayor esfuerzo, ha tomado por sorpresa y sin previsiones a un gobierno que ha incrementado el gasto público de manera exponencial, pero que no ha sido responsable en invertirlo en proyectos que supongan la multiplicación de sus haberes, haciéndolo insostenible en el tiempo y con una profunda crisis social.

En este socialismo, el de Chávez y Fidel (bueno, ya no tanto de Fidel), vimos como las estructuras del Estado fueron cambiando bajo la promesa de la libertad económica y social. Pero el resultado fue otro, muy distinto a lo prometido hace dieciséis años. Un buen ejemplo es el deterioro de nuestra moneda, la nueva, la fuerte de Hugo, la creada en el 2008 con el fin de cumplir con la reconversión monetaria que hoy día da pena mencionar. De ese cambio adoptamos nuevos billetes con sus denominaciones de 5, 10, 20, 50 y 100. Con el de 10, en el mercado “paralelo” de divisas, podíamos comprar 1 dólar. Para la fecha, casi 7 años después, necesitamos todos los billetes, sí, leyó bien, todos los billetes para poder comprar 1 dólar en ese mismo mercado. 187 Bs., tenemos que pagar para obtener 1 solo verde de Estados Unidos. Entonces me pregunto ¿Son percepciones? ¿Es que entendemos mal la economía?

Mientras tanto los funcionarios del gobierno siguen endeudando al país, pero la factura, tarde o temprano, será cobrada por los mismos venezolanos, con quienes tiene la mayor deuda.

Estrategias del chavismo en contra de la libertad de expresión

Es difícil mirar hacia otro lado cuando día tras día se siguen cerrando puertas a la libertad de expresión y comunicación en nuestra América Latina. Como un germen que ha migrado de pueblo en pueblo, hemos sido víctimas de manos opresoras que en permanente estado de negación pretenden aplastar la voz disidente, aquella que no está de acuerdo y que no recibe un cheque por cada letra escrita o palabra hablada.

Se preguntarán por qué hago mención al estado de negación. Mi respuesta es sencilla. La evidencia histórica indica que aunque las tiranías pretendan alargar su existencia a través de diferentes jugadas, entre ellas la referida a la censura, siempre, como un axioma sin posibilidad de apelación, terminan de manera estrepitosa.

Hoy vemos el caso de Venezuela con mucha atención, por cuanto la necesidad de comunicación del propio pueblo ha sobrepasado el sostenido intento del autoritarismo de acabar con toda ventana que suponga un peligro para su “estabilidad”, dando por sentado que, “como ladrón que juzga por su condición”, todo lo que se dice o escribe será utilizado con fines desestabilizadores.

Son muchas las estrategias utilizadas para coartar nuestros derechos. Sobre todo aquellas que pretenden limitar la libertad de expresión. Para ilustrarles mejor el escenario las enumero a continuación:

  • Agresiones, extorsiones y amenazas a periodistas y colaboradores.
  • Expedientes administrativos y penales abiertos a periodistas y dueños de medios por expresar su opinión o sacar a la luz pública escándalos de altos funcionarios del gobierno.
  • Finalizar todo tipo de promoción publicitaria estatal, con el fin de estrangular financieramente al medio que se atreva a alzar la voz.
  • Suspender o no renovar las concesiones de las emisoras y canales de televisión que no se encaminen a obedecer los intereses de la cúpula política. Aquí recordamos el tan sonado caso de RCTV y las 34 emisoras cerradas, donde buena parte de los bienes fueron confiscados de manera ilegal y hoy día se mantienen en un “limbo” jurídico por la falta de separación de poderes.
  • Disminuir el flujo de importación de papel periódico, obligando el cierre de más de 15 medios impresos. Los que aún se mantienen abiertos, a parte de los que financia el propio gobierno, se han visto en la necesidad de reducir el número de ejemplares y páginas por publicación.
  • Negociaciones forzosas para adquirir los medios de mayor alcance y rating, so pena de cierre o expropiación.
  • Bloqueo de páginas web nacionales e internacionales, entre las que se encuentra Infobae, reconocido portal web argentino, plataforma desde donde interactuamos en este momento.
  • Negación de acreditaciones a la prensa, para asistir a ruedas de prensa de altos funcionarios gubernamentales.
  • Creación de medios de comunicación en manos de testaferros, que con la fachada de “independientes”, sirven como máquinas de propaganda política, que de manera grosera, pretenden pasar por encima de la inteligencia de la sociedad.
  • Como respuesta a todos los ataques, la sociedad ha buscado nuevas vías para comunicarse y estar al día. Las redes sociales se han convertido en ese espacio para llegar a la información y a la denuncia. Todos los días se incorporan cientos de personas, que con su propio accionar rompen el silencio impuesto por la censura y la autocensura. El peligro es que la era post-medios libres precede a esta nueva manera de reprimir, la cual consiste en criminalizar indiscriminadamente a los usuarios de las redes que manifiesten opinión o se atrevan a hacer la más mínima denuncia. Desde hace un par de semanas se encuentran detenidas 3 personas, por distintas razones relacionadas principalmente por el caso del diputado asesinado Robert Serra, las cuales vienen a sumar una lista que crece cada vez más rápido, mientras nos vamos quedando sin medios libres.

    Momentos oscuros se viven en la Venezuela petrolera. Esos que nunca imaginamos pasar. Muchos dejaron de opinar, de escribir, de expresar su desacuerdo por el simple hecho de no perder su trabajo o su pensión del gobierno. Otros, que considero se encuentran en el estado más peligroso, dejaron de opinar por resignación, por cansancio, por miedo. En fin, queda mucha tela que cortar y mucha historia por escribir.

    Sigo y seguiré apoyando a la prensa libre, a la libertad de expresión en todas sus formas, a la libre asociación, y sobre todo, a la posibilidad que tiene cada quien, según su criterio y espíritu, de elegir lo que mejor le parezca. ¡No a la censura!

    ¿Una fecha para celebrar?

    Hoy 27 de junio de 2014, con motivo de celebrarse otro año más de nuestro Día Nacional del Periodista, momento en el que honramos esta digna profesión que implica ética, valor, dedicación y pasión, quiero dirigirme a la opinión pública para manifestar mi parecer sobre diversas situaciones que se han presentado particularmente en Venezuela, afectando de manera sentida nuestras libertades individuales y profesionales en el ejercicio de nuestro rol dentro de la sociedad.

    Lo primero que debo hacer es agradecer el apoyo y respeto que hemos recibido por gran parte de la sociedad venezolana, valorando nuestro ejercicio, a través del respaldo expreso por distintas vías y formas.

    De igual manera, es imperante el reconocimiento a todos aquellos entes de seguridad del Estado y funcionarios de la administración pública, quienes dando fiel cumplimiento a lo expresado en nuestra Constitución, han sido parte fundamental de nuestro ejercicio, facilitando información que debe ser del dominio público y parte del libre acceso al que tanto hacemos referencia. Lamentablemente también debo decir que estos individuos son la inmensa minoría, producto del constante ataque, despidos y amedrentamiento por parte de los que hoy ocupan puestos de poder, quienes se han encargado de poner todas las trabas para nuestro quehacer, incluyendo las relativas a la “Justicia” como herramienta para atemorizar con pena de cárcel jurada a todo aquel que disienta, y por consecuencia, sea considerado un traidor, entre otros calificativos.

    Por esta razón, considero que hoy no es un día para celebrar, por cuanto existen múltiples razones para preocuparnos por el futuro de nuestro ejercicio, dando como ejemplo el registro del Instituto de Prensa y Sociedad, que en su último informe se refiere a 1.392 violaciones a la libertad de prensa y 7 colegas asesinados desde el 2005, con un preocupante incremento para este 2014, el cual propasó toda estimación realizada por este tipo de instituciones.

    Ataques, vejaciones, amenazas, asesinatos, secuestros e intimidaciones se han convertido en el plato principal de nuestro ejercicio. Independientemente del lugar y rol en el que nos desempeñemos, bien sea en los medios, en el ejercicio corporativo o académico, he notado y he sido víctima del miedo como factor común, atenuando tristemente la denuncia en el rigor periodístico.

    Es por ello que hoy, siendo un día tan importante para los trabajadores de la prensa, reporteros gráficos, periodistas que están en el diarismo, que desempeñan roles como reporteros de radio y televisión, como jefes de información, como periodistas institucionales y académicos, y tantos otros roles que se me escapan del tintero, quiero reivindicar el uso de la palabra oral y escrita; del derecho a opinar; del derecho a escuchar y ser escuchado; del derecho a decidir qué quiero saber, cuándo, dónde y cómo; del derecho a medios libres, independientes, con aspiraciones de crecimiento; del derecho a la vida y, sobre todo, a ejercer lo que nos apasione sin temor a represalias y con la verdad como única arma que construye día a día nuestro máximo capital, el cual no es otra cosa que nuestro nombre y apellido.