Bailando por Tinelli

No es una novedad el poder de convocatoria que tiene Marcelo Tinelli como pope de la televisión argentina. Sus 30 puntos de rating sirven –o al menos eso creen quienes asisten con mayor o menor entusiasmo a sus invitaciones- para recuperar una carrera actoral estancada, darles un baño de popularidad a bailarines clásicos, promocionar deportistas en momentos cumbres o bajos de sus carreras, o bien mostrar otra faceta a periodistas, abogados o profesionales de diversa índole. Está claro que no escapan a estas ambiciones políticos que aspiran a llegar al más alto cargo y mucho menos lo hacen quienes, como Scioli, Macri y Massa (ese orden les dio el animador en la presentación), no forman parte de una “casta” política tradicional. Los dos primeros provienen del deporte y el ámbito empresario y si bien el ex intendente de Tigre se jacta de su militancia adolescente, también puso su pata en el deporte a través del club Tigre y siempre fue un fervoroso participante de la farándula. Continuar leyendo

Hasta Tinelli y el Maipo no paran

Es una verdad histórica que quien ha ejercido el poder con determinación, firmeza y altas dosis de discrecionalidad no se resigna a soltarlo con facilidad por más que las instituciones y las leyes de una República así lo requieran. Ya desde los tiempos en que Néstor sostenía que iba a abrir un “café literario” luego de dejar la presidencia, nos preguntamos si la familia Kirchner podría vivir “en el llano”. La respuesta es que no -o al menos no están mansamente dispuestos a ello.

A pesar de lo que algunas encuestas muestran (o bien quieren mostrar), el capital político del gobernador Daniel Scioli está exhibiendo algunas flaquezas que le imponen un límite a su aspiración presidencial. Aquel que intentó proyectar un cambio con continuidad decidió quedarse solamente con la segunda parte del slogan. Temió seguramente terminar “sin el pan y sin la torta”, por lo que optó por arrojarse de lleno en los brazos de Cristina Kirchner. Y a diferencia de las permanentes tensiones que a lo largo de estos años caracterizaron a la relación, fue muy bien recibido por la Presidente.

Para trabajar el análisis sobre encuestas que se dan a conocer -las cuales en muchos casos forman parte de la estrategia de campaña del candidato que las solicita- hay que tomar la desmalezadora, leer entre líneas y comparar. Hecho este trabajo, hay un dato central que motoriza y explica los movimientos de las fuerzas políticas en pugna: más del 50% de los argentinos quiere un cambio de rumbo para el país. Dicho en términos electorales: ningún candidato identificado con Cristina Fernández de Kirchner puede superar un ballotage. Si no lo pensásemos en términos numéricos sino como resultado global resultaría una situación similar a la que sufrió Carlos Menem en las elecciones del 2003. Formidable aporte para aquellos que sostienen que la vida es circular.

Desde esta premisa, los juegos de la política hacen el resto. Mauricio Macri y Sergio Massa son los que pugnan por representar ese descontento y voluntad de cambio. Desde el otro lado, Daniel Scioli lucha con todo lo que está a su alcance para lograr un triunfo en primera vuelta, aprovechando la división en la oposición. Para ello cuenta con la inestimable ayuda de un sistema electoral que carece de explicación racional. El requerido 40% de los votos afirmativos válidamente emitidos con una diferencia igual o mayor a 10% sobre el segundo o bien el 45% de los votos (casi imposible en estas circunstancias) es lo que le permite soñar al oficialismo con conservar el poder. Ante este panorama y con la mandataria apoyando ahora al único candidato que le brinda alguna esperanza de lograr su cometido, Florencio Randazzo necesitaría al menos fletar una formación de trenes a la luna por semana para alinear los planetas a su favor.

Repasemos entonces las razones que llevaron a que la Presidente termine por aceptar a un Daniel Scioli al que desprecia. En primer lugar, sería el único que aún conserva la capacidad de traccionar un caudal de votos suficiente para conservar cierta influencia en el poder legislativo. En segundo lugar, es el único dentro del tridente de candidatos con chances ciertas que le daría algo de tranquilidad –o al menos tiempo- en un frente judicial que aparenta ser el más complicado para un ex presidente (y para funcionarios, amigos y hasta familiares) desde el regreso de la democracia. En tercer lugar, es obviamente el único candidato con el cual puede negociar tanto lugares en las listas como la preservación de una nutrida y sedimentada burocracia estatal bien alimentada de fondos públicos.

Por el lado del gobernador, existe una situación de necesidad que lo ubica –al menos hasta superar la primera vuelta- definitivamente del lado kirchnerista del mostrador. Él lo explica bien –aunque le de un sentido diferente- cuando señala que habiendo superado cierto tramo de una carrera lo que hay que hacer es seguir adelante y terminarla. Así es como el gobernador se encuentra en un punto de no retorno donde prefiere consolidar su lugar dentro de los precandidatos del oficialismo, ganar las PASO (lo hará con comodidad) y a partir de allí tratar de alcanzar los puntos que le faltan para obtener un triunfo en primera vuelta o, en última instancia, ir a un ballotage tratando de convencer al electorado de que no es “tan K” como parece.
Mauricio Macri, el opositor mejor posicionado para llegar al ballotage, debería brindarle un muy especial agradecimiento a Néstor Kirchner por haber propiciado e impulsado la ley de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que hoy le permite al electorado determinar cuál de los candidatos de la oposición estará mejor posicionado para enfrentar al kirchnerismo.

La desesperación en el gobierno es tal que, según información publicada por Jorge Asís y refrendada por Silvia Mercado, le han propuesto a través de Máximo Kirchner (en esa no disimulada reunión en la quinta de Olivos a comienzos del mes pasado) al más popular conductor de la TV -Marcelo Tinelli- ser el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Entienden –con sondeos en la mano- que el vicepresidente de San Lorenzo puede aportarles los votos que les faltan para retener el poder cuatro años más. Es probable que en ese difícil proceso de “ablande” sobre el productor haya trabajado el amigo/asesor/confidente del gobernador Scioli Lautaro Mauro en el reciente viaje que compartió con Marcelo Tinelli luego de su separación.

Tendremos que concluir entonces que las categorías políticas de amigo-enemigo de Carl Schmitt que tan bien le caían a este gobierno, hoy terminan desdibujándose al tener que recurrir a quien se habían enfrentado fuertemente en los últimos tiempos (por Fútbol para Todos entre otras cosas) en pos de una victoria electoral que les asegure impunidad, negocios, poder y perpetuidad para todos y todas.

Retroceder nunca, ceder jamás

El fantasma de la salida anticipada del gobierno por parte de Cristina Kirchner sobrevuela las cabezas de los actores políticos. Desde el regreso de la democracia (de lo cual se celebraron 30 años hace menos de dos meses) hay dos antecedentes de incumplimiento del período constitucional. Primero fue Raúl Alfonsín quien tuvo que dejar la presidencia 6 meses antes de cumplir su mandato en manos de un Carlos Menem ya electo presidente; el segundo antecedente fue en 2001, cuando Fernando de la Rúa abandonó la Casa Rosada en helicóptero apenas dos años después de haber asumido. Ambas situaciones funcionan como memoria emotiva.

Paradójicamente, quienes más divulgan la posibilidad de una salida anticipada, aunque utilizando una retórica por la negativa, son miembros del oficialismo. Fue el gobernador de Misiones Maurice Closs quien primero “disparó” la posibilidad de que haya actores que jueguen para que Cristina se vaya del gobierno. Entre los ministros también hubo voces que se alzaron para negar la posibilidad de una salida anticipada. Confirmando la paradoja, no hubo casi ninguna mención de político opositor que haya esgrimido esa posibilidad; por el contrario, se han mostrado dispuestos a colaborar para que la Presidente termine su mandato y esto es porque nadie quiere recibir un gobierno bajo esas circunstancias. Quizás la explicación más descarnada de tales declaraciones en el oficialismo la haya dado el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo para quien “si tienen miedo de irse antes es porque se van a ir antes”. En cualquier caso, no se explica que dirigentes del Frente para la Victoria (FpV) pongan esa posibilidad sobre la mesa cuando saben que confianza y expectativas son dos fundamentales ingredientes de los cuales se nutre la sociedad.

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