El fantasma de la salida anticipada del gobierno por parte de Cristina Kirchner sobrevuela las cabezas de los actores políticos. Desde el regreso de la democracia (de lo cual se celebraron 30 años hace menos de dos meses) hay dos antecedentes de incumplimiento del período constitucional. Primero fue Raúl Alfonsín quien tuvo que dejar la presidencia 6 meses antes de cumplir su mandato en manos de un Carlos Menem ya electo presidente; el segundo antecedente fue en 2001, cuando Fernando de la Rúa abandonó la Casa Rosada en helicóptero apenas dos años después de haber asumido. Ambas situaciones funcionan como memoria emotiva.
Paradójicamente, quienes más divulgan la posibilidad de una salida anticipada, aunque utilizando una retórica por la negativa, son miembros del oficialismo. Fue el gobernador de Misiones Maurice Closs quien primero “disparó” la posibilidad de que haya actores que jueguen para que Cristina se vaya del gobierno. Entre los ministros también hubo voces que se alzaron para negar la posibilidad de una salida anticipada. Confirmando la paradoja, no hubo casi ninguna mención de político opositor que haya esgrimido esa posibilidad; por el contrario, se han mostrado dispuestos a colaborar para que la Presidente termine su mandato y esto es porque nadie quiere recibir un gobierno bajo esas circunstancias. Quizás la explicación más descarnada de tales declaraciones en el oficialismo la haya dado el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo para quien “si tienen miedo de irse antes es porque se van a ir antes”. En cualquier caso, no se explica que dirigentes del Frente para la Victoria (FpV) pongan esa posibilidad sobre la mesa cuando saben que confianza y expectativas son dos fundamentales ingredientes de los cuales se nutre la sociedad.
Como si esto fuera poco y demostrando que la debilidad política no le otorga mayor prudencia, la Presidente decidió sumar a su habitual pelea con los grupos económicos, el campo, los medios de comunicación y gran parte de la clase media, al sector de los “trabajadores”. En su último discurso explicó que quienes están comprando dólares son “en su totalidad los asalariados”, aclarando que “los que menos compran son los de salarios más altos”. Además, dejó entrever la posibilidad de quitarles los subsidios de servicios públicos a aquellos que adquieran moneda extranjera, instándolos sutilmente a que eviten generarse un castigo posterior. Para completar la arremetida, decidió retar en vivo y en directo al jefe de la CGT oficialista Antonio Caló por decir que el sueldo no alcanzaba para comer.
Bajo estas circunstancias, nadie quiere cargar con el tan despreciable título de conspirador o destituyente y mucho menos desean ser puestos bajo ese mote los gobernadores y dirigentes de máximo peso dentro del PJ. Sin embargo, la situación los preocupa y mucho. Si bien es cierto que no harán ningún movimiento para que Cristina deje la conducción del Poder Ejecutivo, sí pretenden tener mayor ingerencia en las decisiones. Saben perfectamente que les será difícil presentarse como opción de gobierno en el 2015 sin cargar sobre sus espaldas con todos los desaguisados que está cometiendo la actual conducción. Su objetivo de máxima es forzar el desplazamiento de Cristina en el ejercicio del poder pero manteniéndola en el cargo para la cual fue elegida hasta diciembre de 2015.
Desde otro sector del oficialismo, el de los más identificados con el “modelo”, pretenden ganar tiempo echando culpas hacia afuera. Así fue que de la mano de los diputados Juliana Di Tullio y Julián Domínguez impulsaron una insólita declaración que atribuye a los empresarios la escalada inflacionaria (que hasta hace pocos meses negaban de manera rotunda), acusándolos de “realizar maniobras especulativas con el fin de colaborar con el terrorismo mediático y político que pretende debilitar (aún más) al gobierno”. Por si esto fuera poco y a modo de epílogo, instan a la sociedad a que demuestre su voluntad “de vivir y pensar en argentino”, como si esto pudiera ser impuesto desde “arriba”.
El modo particular en que los dirigentes tradicionales del Partido Justicialista (los cuales en poco tiempo seguramente intentarán separarse definitivamente del Frente para la Victoria) pretenden ayudar a que la presidente termine de la mejor manera posible su mandato choca de lleno con el ánimo y la voluntad presidencial. Tal vez ya se hayan dado cuenta de que Cristina Kirchner no negocia ni en momentos de debilidad.
El caso del Fútbol para Todos es el ejemplo más reciente de esta forma de ser y de ejercer el poder que tienen los Kirchner. Todo el intento del (todavía) jefe de gabinete Jorge Capitanich por hacer más amigables las transmisiones de fútbol haciendo para ello un convenio con Torneos y Competencias (aquella empresa que tuvo “secuestrados los goles”) y con la productora de Marcelo Tinelli (IDS Sports, hoy en manos del empresario kirchnerista Cristóbal López) quedaron truncados por iniciativa de La Cámpora, orden de Máximo Kichner y la voluntad de la presidente.
Por si los focos de conflicto fueran escasos, esta mañana la ciudad amaneció empapelada con afiches firmados por el frente Unidos y Organizados, agrupación que pretende coordinar las fuerzas de todos los grupos militantes que apoyan al gobierno de Cristina, denunciando a dueños y gerentes de supermercados y casas de electrodomésticos por los aumentos de precios. Vale recordar que todos estos actores denunciados son frecuentes interlocutores del gobierno y no suelen enfrentársele (salvo el caso de Juan José Aranguren, CEO de la petrolera Shell, quien viene resistiendo los embates del gobierno desde que Néstor Kirchner era presidente).
Al margen de lo que antecede, quizás el mayor conflicto del gobierno pase por querer manejar de manera arbitraria a los distintos sectores políticos, económicos y sociales como si estos fueran variables que se pueden manipular sin ninguna consecuencia. Con esto no ha logrado más que generar una crisis inédita para el contexto en el cual le toca gobernar. En términos automovilísticos podríamos decir que el gobierno aún no fundió el motor pero sí rompió la caja y no le entran ni los cambios del Fútbol para Todos.