Decadencia y cinismo

Cristina Kirchner regresó finalmente hace unos días a Río Gallegos, luego de su maratónica visita por Buenos Aires. En su paso por la ciudad donde nunca se sintió cómoda y que en esta ocasión la citó para rendir cuentas ante la Justicia, la ex Presidente aprovechó para hacer su show. Un show que a esta altura aparece como decadente y que le permitió a Mauricio Macri abstraerse por un instante de las numerosas cuestiones que el kirchnerismo dejó pendientes de resolución para así elevarse por oposición. Más allá de las crudas diatribas lanzadas contra todo el Gobierno y contra el Presidente en particular, su aparición sirvió a quienes necesitaban refrescar por qué en las últimas elecciones le dieron la espalda al kirchnerismo. Esto no tiene que ver exclusivamente con ese 51% que permitió el triunfo de Cambiemos en el ballotage, sino también, y fundamentalmente, con el rechazo social que generó en el electorado cada (posible) candidato del riñón de la ex Presidente. Así fue que tuvo que aceptar a regañadientes a un candidato sinuoso para el paladar kirchnerista como Daniel Scioli, y así fue también como logró la impensada derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires, después de 28 años ininterrumpidos de gobierno y ante una joven candidata que era prácticamente desconocida meses antes de la elección.

La movilización que atrajo Cristina Kirchner en Comodoro Py suscitó fuertemente el interés de los medios y de la gente. Kirchneristas y antikirchneristas se batieron en un duelo de cálculos de concurrencia. Pero la pregunta que surge automáticamente es: ¿qué diferencia podría haber entre cinco mil o cincuenta mil personas si su imagen negativa es de más del sesenta por ciento? ¿Cuánto puede influir ese acompañamiento militante cuando gobernadores, legisladores e intendentes ya no reconocen su liderazgo, a pesar de que acuden a sus convites, en un gesto para no recibir el siempre lacerante mote de desleal? Continuar leyendo

Argentina como Castellfollit de la Roca

A principios de este año el presidente venezolano Nicolás Maduro redujo la jornada laboral de 40 a 36 horas semanales. Ahora decidió hacer largos los fines de semana para todos los empleados de la administración pública del país al incluir a los viernes en el combo. Tampoco se olvidó de pedirles a las mujeres que evitaran el uso del secador de pelo sugiriéndoles que luzcan al natural. Todo ello porque el fenómeno climático conocido como El Niño les ha traído sequías que impiden que el país genere la energía suficiente para su abastecimiento. El gobierno que se presenta como Socialismo del siglo XXI debe esperar la ayuda del clima para que se alivie la situación. Hay temor también de que embalses como Guri no se llenen, lo que podría provocar un apagón del 60% del país.

Lo que el ser humano se anota como un activo en su evolución económica y social es haberse hecho mucho menos dependiente de las condiciones climáticas y los designios de la naturaleza. Países como Japón son ejemplo de ello; pero en Venezuela, hay una suerte de retroceso al medioevo en muchos aspectos. Pese a estos problemas, los servicios públicos, entre ellos la energía eléctrica, están fuertemente subsidiados, y en muchos casos se abona una tarifa cuasi simbólica.

En la Argentina la tendencia avanzaba en la dirección de ese país. Además de la estrecha relación entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner con el chavismo, el fenómeno de la inflación (inexistente en el 99% de los países del mundo), la presión sobre los medios de comunicación, una política exterior beligerante hacia los países desarrollados, precios subsidiados en los servicios públicos y el transporte, una política de persecución sobre empresarios y generadores de riqueza, el cepo cambiario y una pobreza creciente  marcaron una impronta común a ambos gobiernos. Todo hacía prever un final parecido a lo que hoy se vive en el país caribeño. Sin embargo, el proceso electoral de 2015 y la elección de Mauricio Macri como presidente marcaron un cambio rotundo en la dirección del país, y la explosión social, económica y política que se observa en la tierra de Bolívar no llegó a materializarse en toda su dimensión.

El no haber alcanzado tales circunstancias le agregaron al  gobierno de Cambiemos una presión sobre resultados que no tuvo que soportar, por ejemplo, el gobierno de Eduardo Duhalde en el durísimo año 2002. Hagamos un poco de memoria: Duhalde, pese a no gozar de una buena reputación social sobre todo en las clases medias que aún lo recuerdan como un turbio caudillo del conurbano bonaerense, ha ganado cierta fama de buen piloto de tormentas. Sus colaboradores por aquellos años, principalmente Roberto Lavagna, gozan de un reconocimiento que aún les permite participar activamente de la política y los medios de comunicación. Recordemos sin embargo algunas medidas que tomaron y las consecuencias que tuvieron: pasó del corralito -impuesto por Domingo Cavallo y que impedía retirar más de $250 semanales de los depósitos bancarios- al corralón, que restringía la devolución de los plazos fijos y los reemplazaba por bonos y que también pesificaba a $1,40 por U$D las deudas y las acreencias–salvo con las entidades financieras a quienes debían devolvérsele 1 a 1-; la megadevaluación, que llevó el valor del dólar a casi un pico $4; y el crecimiento de la pobreza que pasó del 34% al 52% en menos de un año (dato que correctamente hizo notar el ex diputado Fernando Iglesias en la discusión televisiva que mantuvo esta semana con el ex presidente del Banco Central Aldo Pignanelli).

La situación que heredó el presidente Macri también fue muy grave pero el kirchnerismo amalgamó la realidad económica de tal forma que las “bombas” le explotasen al siguiente gobierno. En ese sentido, la ya  indisimulable inflación (pese a las mentiras del INDEC, los aprietes a los empresarios, los precios cuidados y los programas …para todos) trató de ser anclada por dos mecanismos claramente nocivos: el congelamiento de tarifas y transporte, que además de la distorsión de precios relativos generó un monumental déficit energético, y el cepo cambiario, que generó un tipo de cambio ficticio (y otro paralelo) e hizo que la economía argentina sufriera un proceso de estanflación en casi todo el segundo período de Cristina Kirchner.

Difícilmente una persona que cayó de un precipicio y tiene múltiples fracturas se queje por un dolor de muelas. El problema para Mauricio Macri es que el kirchnerismo condujo hasta el límite de ese precipicio pero esperó que el empujón lo diera el sucesor. En ese sentido, todo el esfuerzo del gobierno debe estar focalizado en comunicar los motivos de las medidas emprendidas, trabajar sobre mecanismos paliativos (que no se agotan en la implementación de las tarifas sociales y que pueden complementarse con, por ejemplo, un buen seguro de desempleo y capacitación) y, fundamentalmente, no permitir que las urgencias expuestas por muchos comunicadores sociales desvíen de un camino que pretende avanzar sobre políticas que den certidumbre y previsibilidad a una nación que necesita imperiosamente que los inversores pequeños, medianos y grandes, argentinos y extranjeros, vuelvan a confiar en un país que durante muchos años no respetó ni los más mínimos cánones de razonabilidad política, económica y judicial.

 

*Castellfollit de la Roca es un bello y pequeño pueblo sito en Cataluña (España) que está asentado sobre un risco de origen volcánico de 50 metros de altura

Los tres mosqueteros del populismo

Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luis Inácio Lula Da Silva fueron emergentes de una forma de hacer política y gestionar el Estado que marcó un período de tiempo en la región. En términos generales, y más allá de algunos matices y grados, se los englobó dentro de la categoría típicamente latinoamericana denominada populismo.

Tal vez haya sido Lula quien, pese a su origen izquierdista y combativo puso mayor distancia respecto a las acciones que más identificaron este fenómeno. Sin embargo, para los medios de prensa brasileños y los sectores críticos del fundador del PT, la analogía con los otros líderes mencionados es directa. Pese a haber sido pragmático y moderado en su política interna, con logros en crecimiento del PBI y reducción de la pobreza, camino iniciado por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, en política exterior trabajó para posicionar a su país como un actor fuerte y en muchas ocasiones contestatario de las políticas llevadas adelante por los países centrales. Fue así como Brasil, durante su gobierno, se acercó a causas y líderes que poco tenían que ver con los países más democráticos y desarrollados.

En el caso de Chávez, a poco de andar, mostró un perfil típicamente populista, con un fuerte culto a la personalidad y que el periodista Andrés Oppenheimer calificó astutamente como narcisismo-leninismo. Continuar leyendo

El problema está en los atajos

Suele decirse que los argentinos no nos interesamos por cuestiones institucionales salvo cuando la economía empieza a flaquear. Sin embargo, lo que sucede en Tucumán es diferente. Allí la gente se manifestó (y lo sigue haciendo) para reclamar contra un proceso electoral que fue, a todas luces, poco transparente. Tanto es así que el propio gobernador José Alperovich –de palabra suelta como su esposa Beatriz Rojkés- reconoció la entrega de bolsones de comida a cambio de votos. Esto no es diferente a lo que sucede en muchas de las provincias argentinas donde ese tipo de prácticas son conocidas y, lamentablemente, aceptadas por todos, pero la reacción de una parte importante de la ciudadanía sí lo fue y marcó un camino que no deberíamos abandonar.

Es muy valioso que los tucumanos hayan logrado poner sobre la mesa un fenómeno que, aunque antiguo y repetido, no deja de ser grave. Queda claro que hay prácticas que se van a reiterar en las elecciones nacionales de octubre dado que los tiempos impiden introducir modificaciones sustanciales, pero existen mecanismos con los que pueden mitigarse esos efectos. Uno de ellos es la Boleta Única Complementaria (BUC), propuesta por la oposición para subsanar el problema del continuo robo de boletas que se observa en cada elección y que ya fue rechazada por el Frente para la Victoria.

La Comisión Nacional Electoral ha hecho una convocatoria a distintas organizaciones especializadas en la temática para que eleven propuestas que ayuden a transparentar las elecciones que restan realizarse durante este año y es una iniciativa auspiciosa. Sin embargo, debería ponerse el foco a largo plazo, sobre todo en aquellos factores que hacen posible las diversas formas de defraudar la voluntad ciudadana. Más allá de las urnas “embarazadas”, autoridades de mesa que militan por un partido, amenazas durante el escrutinio, adulteración de telegramas, carga de datos excesivamente lenta y discrecional, robo de boletas, falta de control en el traslado de las urnas y demás irregularidades que ensucian un proceso que necesita ser transparente, son las causas remotas que permiten estos acontecimientos las que representan el mayor obstáculo para la solución de esta grave dificultad institucional y política que redunda en problemáticas sociales y económicas, aunque estas no aparezcan a primera vista.

La perpetuación de clanes familiares en los gobiernos provinciales, las reelecciones indefinidas, la cooptación de medios de comunicación que viven casi exclusivamente de la pauta oficial, el alto porcentaje de empleo público (con productividad baja o nula) y planes sociales que hacen al ciudadano dependiente de la dádiva estatal generan una relación desigual donde los individuos se sienten en deuda con el Estado o, peor aún, con quienes ejercen circunstancialmente -aunque por largo tiempo en muchos casos- el poder. Está claro que con la limitación de mandatos (una sola reelección por ejemplo) no se soluciona el problema puesto que en ocasiones hay un traslado de dominio hacia el sucesor, pero al menos genera un primer escollo. Debemos entender, sin embargo, que el camino más contundente para este tipo de reformas surge desde la participación ciudadana directa (caso Tucumán con las marchas) o a través de las organizaciones de la sociedad civil que pugnan por el correcto funcionamiento de las instituciones, tales como el Club Político Argentino, Cippec, Poder Ciudadano y la Red Ser Fiscal. Allí están los especialistas mejor preparados para sugerir reformas en pos de este objetivo pero son siempre los ciudadanos de a pie quienes deben impulsar y dar visibilidad a los reclamos. También está en manos de todos los electores castigar severamente a quienes se oponen a todos los cambios que van en dirección de transparentar los comicios. Para esos casos deberíamos invertir la presunción de inocencia y reflexionar acerca de qué los motiva al rechazo.

Los países en (eterno) desarrollo solemos caer en la tentación de los atajos que son, paradójicamente, los que perpetúan la situación. ¿Cómo puede explicar si no el gobierno que ahora conduce Cristina Kirchner que después de 10 años de crecimiento tengamos niveles de pobreza del 30%? ¿Cómo puede justificar que el desempleo en el país, descontados los planes sociales, supera el 15%? No hay medidas que puedan mencionarse en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner que hayan ido en la dirección de “empoderar al ciudadano”  –frase repetida hasta el cansancio por la propia Presidente-  sino, por el contrario, todo ha sido pensado en pos de ponerlo cada vez más bajo la órbita y el “cuidado” del Estado. Desarrollar las instituciones para que sean creíbles e independientes en el funcionamiento de sus integrantes circunstanciales es visto por muchos argentinos como una sofisticación propia de países del primer mundo cuando, en realidad, es la única forma de salir del subdesarrollo.

En la medida en que reproduzcamos un sistema que nos hace dependientes de la ayuda del estatal y, peor aún, de las personas que ocupan sus cargos, nos alejamos de la oportunidad de crear un país con posibilidades de instalarse en una senda de crecimiento y desarrollo sostenido. No está mal que el Estado ayude a quien lo necesita pero es claramente innecesario, nocivo y a todas luces falso que, para cumplir ese objetivo, deba poner el pie encima de todos, ciudadanos e instituciones de la democracia.

Scioli para armar

Los gurúes del marketing político suelen disfrutar enumerando las miles de recetas con las que cuentan para construir un candidato y que este, además, sea ganador. En este armado tratan de resaltar las virtudes y disimular los vicios, potenciar las fortalezas y minimizar sus debilidades. La construcción que hacen sus asesores del ahora único candidato del Frente para la Victoria debe contemplar los múltiples matices de su habitual indefinición. Cuentan para ello como aliada una personalidad especial y una historia política que lo tuvo acompañando a todos y cada uno de los sectores del Partido Justicialista (Menem-Duhalde-Kirchner) desde que fuera tentado a participar en política por el ex presidente riojano. Su fidelidad estuvo siempre firme junto al jefe político de turno pero lo que lo hace diferente es no haber cortado lazos con el jefe de anterior. No tiró por la borda a Menem por Duhalde ni a Duhalde por Kirchner, aunque sí los puso en la vitrina de los viejos trofeos.

Con una capacidad asombrosa para repetir hasta el hartazgo las consignas que la estrategia electoral y la táctica del momento requieren (aún no entendiéndolas del todo), Daniel Scioli puede ser el candidato que el interesado desea ver. Por una razón de calendario electoral y necesidad del momento está más cerca que nunca de la presidente y su círculo político más duro pero todos sabemos que esto irá variando a medida que pasen las semanas.

Resignados ante la elección que, encuestas mediante, la presidente tomó respecto a poner a su colaborador de mayor confianza en la fórmula presidencial y de esta forma consagrar una única opción dentro del oficialismo, el programa 678 (o quien sea efectivamente que decida allí su política de admisiones) decidió levantar el veto que pesaba sobre Scioli y lo convocó para responder el examen de kirchnerismo que sus panelistas tenían preparado para él. Contó, hay que decirlo, con la inestimable ayuda de la producción que –en contraposición a algunas preguntas incómodas que le formularon para salvar la honra individual- apoyó al candidato oficialista con generosos informes que daban cuenta de una histórica fidelidad sciolista para con el proyecto y sus políticas. Ante este panorama y repitiendo, como un mantra, tres o cuatro conceptos bien aprendidos, Scioli salió airoso de la contienda.

Donde está más complicado ahora el Gobernador es con aquellos miembros del periodismo y la farándula que siempre navegaron las lides de la crítica feroz al kirchnerismo y al tiempo que mantuvieron una explícita simpatía por el ex motonauta. Resulta que para muchos de ellos, el vacío con buenos modales que Scioli encarna los puso en la difícil misión de tener que elegir entre quien acompañó de manera vegetativa pero constante el proyecto desde sus inicios o el que siempre mantuvo una posición amistosa con el periodismo y la farándula, el mundo en el que más cómodo se siente. Fue icónica en este sentido la desazón expresada a viva voz por la señora Mirtha Legrand en su clásico programa de almuerzos por TV por la imposición de Zannini en la fórmula presidencial. ¿Cómo un hombre amable, respetuoso, cordial y, por sobre todas las cosas, afín pudo aceptar al monje negro del kirchnerismo a su lado? Scioli es lo que es, no lo que algunos quieren que sea.

Siguiendo con la lógica de la posmodernidad, descripta por Gilles Lipovetsky, entre otras cosas, por sus religiones a la carta, el fenómeno Scioli permite que cada interlocutor tome de él la faceta que más se acerca a sus sentimientos y creencias y les permita sentirlo como propio. Este extraño fenómeno permite que dos de sus otrora enemigos acérrimos dentro del “movimiento nacional y popular”, Martín Sabatella y Luis D´Elía, hagan todo tipo de malabares para elegir la faceta de Scioli que más se adapte a sus intereses. También hay empresarios que hacen lo propio, viendo su cercanía con Miguel Bein pero sin atender a sus elogios hacia Axel Kicillof, entre otras cosas.

Es probable que la campaña electoral dé luz para el gran público a quien siempre se sintió más cómodo en las sombras. Lo que llama la atención es que tantos comunicadores vean con asombro y desilusión esta imposición absoluta de Cristina Kirchner con la elección de Carlos Zannini para la fórmula presidencial y también la preeminencia total de su lapicera para la conformación de las listas legislativas. Para todos ellos no queda más que decirles “bienvenidos al kirchnerismo, bienvenidos a Scioli”.

De Puerta de Hierro a El Calafate

A la quinta donde se alojó durante su exilio de 13 años en Madrid Juan Domingo Perón la llamó 17 de Octubre. Ubicada en el señorial barrio de Puerta de Hierro, donde el derrocado General planificó su regreso triunfal al país y a la presidencia de la nación, fue símbolo de la resistencia peronista. También fue el lugar desde donde el líder popular siguió influyendo sobre la política nacional a pesar de estar proscripto. Sin un lugar físico impuesto por un exilio forzado y con la posibilidad concreta de poner, al menos en los papeles, un sucesor de su propia fuerza política que le responda, la presidente Cristina Kirchner mueve sus fichas con un único objetivo: seguir dominando la escena política nacional. El café literario con el que su esposo ejemplificaba un retiro que buscaba mostrar que el ejercicio del poder iba a estar en manos de la presidente electa, no es siquiera esbozado en esta ocasión. Continuar leyendo

El poder de la lapicera

El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey lo dijo sin tapujos: “La realidad práctica es que el que tiene la lapicera conduce”. No le debe haber caído en gracia esta afirmación a la Presidente y sus discípulos, pero el joven gobernador ya piensa en el futuro. Dijo también que apuesta por un triunfo del peronismo, pero no se muestra distante del jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. Quiere ser partícipe de la construcción de poder en el país que viene a partir de diciembre y no lo oculta. No está dispuesto a tolerar un mando tan centralizado como el que ejercieron Néstor y Cristina en estos doce años de gobierno y no es el único de los gobernadores del peronismo que piensa así. Continuar leyendo

La pirámide de Néstor

Finalmente la “arquitecta egipcia” –recordemos que la Presidente especuló con ser la reencarnación de un gran arquitecto egipcio allá por agosto del 2012 al anunciar un polo audiovisual en la Isla de Marchi- logró terminar su “pirámide”, o por lo menos ya la inauguró. A diferencia de las que subsisten en el país de Oriente Próximo, sobre el Centro Cultural Néstor Kirchner no habrá teorías fantasiosas acerca de su construcción ni subyacerán tragedias y maleficios sobre quienes ingresen a la misma, pero sí habrá dudas y especulaciones sobre el costo de su realización. De los 926 millones de pesos presupuestados cuando comenzó la remodelación del ex Palacio de Correos y Telégrafos a los 2469 millones actuales se hablará durante un tiempo. Pero tal vez lo que más debería alarmarnos por su valor simbólico es la inconveniencia de llamar con el nombre de su fallecido esposo a una obra que pagamos todos los argentinos con nuestros impuestos.

Como si no fueran suficientes las calles, clubes, parques, aeropuertos y demás lugares públicos que ya cuentan con su nombre, se decidió ponerle Néstor Kirchner a esta monumental obra. Enraizado en la tradición del primer peronismo pero con ejemplos también en los totalitarismos del siglo XX, no es una práctica demasiado conducente para una democracia moderna como tampoco es demasiado alentadora la manera en que terminaron tanto esas experiencias como los monumentos que las veneraban. Sin embargo, es evidente que para algunos gobernantes lo más estimulante de conocer la historia es la ambición de poder modificar el resultado de un proceso que es el mismo. La elección del nombre de Kirchner por parte de dirigentes locales que quieren congraciarse con el gobierno central tiene un valor negativo pero cuando es realizado por la propia esposa y sucesora en el cargo es aún peor; es tal vez la mayor y mejor muestra de que el kirchnerismo considera al Estado como patrimonio propio.

La necesidad de que la Argentina cuente con un edificio de semejante envergadura y cuya finalización (aún está en obra más allá de que la Presidente, como usualmente hace, lo haya inaugurado el pasado jueves) y puesta en funcionamiento pleno demandará mucho más de lo hasta ahora gastado es una discusión que no se agotará con algunas pocas intervenciones pero al menos parece que, en un contexto de alta inflación, economía estancada y 30% de pobreza, resulta difícil ver este centro cultural como algo prioritario.

Con una programación aún acotada, lo que sí funciona desde el primer día es la denominada Experiencia Néstor Kirchner. Esta muestra permanente, situada en el segundo piso, está pensada como un homenaje (otro más) al ex presidente. Según Rodolfo Pagliere, uno de los diseñadores del proyecto, el espíritu que acompaña la muestra invita a “ver la idea de Néstor que cada uno trae… y que uno dialogue con la idea de Néstor, atravesada a la vez por el texto en la pared”. Así es como se podrá escuchar la vida de Kirchner relatada por quienes lo conocieron y a través de imágenes de su vida.

Por si alguna duda quedaba acerca de la partidización del centro cultural. el ministro de Planificación Julio de Vido sostuvo en la conferencia de prensa que brindó en el lugar que “la música clásica estaba destinada a la élite a la que pertenecen los columnistas de los diarios opositores”. Lo hizo para presentar a la estrella de la obra, el auditorio denominado Ballena Azul (por su formato y color), una de las salas sinfónicas más grandes del mundo y que será la nueva sede de la Orquesta Sinfónica Nacional. Con esta explicación pretendió generar un contrapunto con el porteño Teatro Colón. Por si teníamos poco con las divisiones y enfrentamientos que nos cruzan actualmente, desde el fútbol a la política, el ministro decidió aportarle la cuota cultural; porque la cuerda –para el kirchnerismo- nunca está lo suficientemente tensa.

Bailando por Tinelli

No es una novedad el poder de convocatoria que tiene Marcelo Tinelli como pope de la televisión argentina. Sus 30 puntos de rating sirven –o al menos eso creen quienes asisten con mayor o menor entusiasmo a sus invitaciones- para recuperar una carrera actoral estancada, darles un baño de popularidad a bailarines clásicos, promocionar deportistas en momentos cumbres o bajos de sus carreras, o bien mostrar otra faceta a periodistas, abogados o profesionales de diversa índole. Está claro que no escapan a estas ambiciones políticos que aspiran a llegar al más alto cargo y mucho menos lo hacen quienes, como Scioli, Macri y Massa (ese orden les dio el animador en la presentación), no forman parte de una “casta” política tradicional. Los dos primeros provienen del deporte y el ámbito empresario y si bien el ex intendente de Tigre se jacta de su militancia adolescente, también puso su pata en el deporte a través del club Tigre y siempre fue un fervoroso participante de la farándula. Continuar leyendo

Cristina, la soja y vos

No siendo el ecologismo un movimiento al que suscriba, es importante reconocer sus logros al ayudar a extender la mirada más allá del presente y -más loable aún- al poner en consideración un tiempo posterior al de nuestras propias vidas y la de nuestros sucesores. La mayoría de sus vaticinios y pronósticos tienen que ver con lapsos que exceden largamente la existencia de un ser humano y sin embargo han logrado que muchos les presten especial atención y consideren apropiados sus reclamos. Algunas de sus premisas recomiendan -lo admitan o no- poner en riesgo la calidad de vida actual en pos de garantizar la vida varios miles de años a futuro. En política doméstica, el kirchnerismo es la mirada opuesta. Continuar leyendo