De Rusia con amor

Durante la segunda mitad del siglo XX, en el contexto de la Guerra Fría, surgió una agrupación de Estados cuyo objetivo era adoptar y conservar una posición neutral frente a las dos grandes potencias (Estados Unidos y la Unión Soviética) que se disputaban el dominio del planeta; esta organización se conoció como Movimiento de Países No Alineados. La Argentina fue miembro pleno entre los años 1973 y 1991. Pocos saben que en la actualidad continúa vigente esta estructura aunque ha perdido el principal motivo de existencia. En el año 2006, y por decisión del entonces presidente Néstor Kichner, la Argentina participó como país invitado en la cumbre que se realizó en La Habana, y a partir del 2009, ya con Cristina Fernández al frente del Poder Ejecutivo, se incorporó en calidad de observador. Desde los inicios de su segunda presidencia, una serie de factores económicos restrictivos -auto infligidos en la mayoría de los casos- hicieron que la política exterior argentina esté guiada por una carencia de recursos que el gobierno intenta camuflar como estrategia política. Continuar leyendo

Hasta Tinelli y el Maipo no paran

Es una verdad histórica que quien ha ejercido el poder con determinación, firmeza y altas dosis de discrecionalidad no se resigna a soltarlo con facilidad por más que las instituciones y las leyes de una República así lo requieran. Ya desde los tiempos en que Néstor sostenía que iba a abrir un “café literario” luego de dejar la presidencia, nos preguntamos si la familia Kirchner podría vivir “en el llano”. La respuesta es que no -o al menos no están mansamente dispuestos a ello.

A pesar de lo que algunas encuestas muestran (o bien quieren mostrar), el capital político del gobernador Daniel Scioli está exhibiendo algunas flaquezas que le imponen un límite a su aspiración presidencial. Aquel que intentó proyectar un cambio con continuidad decidió quedarse solamente con la segunda parte del slogan. Temió seguramente terminar “sin el pan y sin la torta”, por lo que optó por arrojarse de lleno en los brazos de Cristina Kirchner. Y a diferencia de las permanentes tensiones que a lo largo de estos años caracterizaron a la relación, fue muy bien recibido por la Presidente.

Para trabajar el análisis sobre encuestas que se dan a conocer -las cuales en muchos casos forman parte de la estrategia de campaña del candidato que las solicita- hay que tomar la desmalezadora, leer entre líneas y comparar. Hecho este trabajo, hay un dato central que motoriza y explica los movimientos de las fuerzas políticas en pugna: más del 50% de los argentinos quiere un cambio de rumbo para el país. Dicho en términos electorales: ningún candidato identificado con Cristina Fernández de Kirchner puede superar un ballotage. Si no lo pensásemos en términos numéricos sino como resultado global resultaría una situación similar a la que sufrió Carlos Menem en las elecciones del 2003. Formidable aporte para aquellos que sostienen que la vida es circular.

Desde esta premisa, los juegos de la política hacen el resto. Mauricio Macri y Sergio Massa son los que pugnan por representar ese descontento y voluntad de cambio. Desde el otro lado, Daniel Scioli lucha con todo lo que está a su alcance para lograr un triunfo en primera vuelta, aprovechando la división en la oposición. Para ello cuenta con la inestimable ayuda de un sistema electoral que carece de explicación racional. El requerido 40% de los votos afirmativos válidamente emitidos con una diferencia igual o mayor a 10% sobre el segundo o bien el 45% de los votos (casi imposible en estas circunstancias) es lo que le permite soñar al oficialismo con conservar el poder. Ante este panorama y con la mandataria apoyando ahora al único candidato que le brinda alguna esperanza de lograr su cometido, Florencio Randazzo necesitaría al menos fletar una formación de trenes a la luna por semana para alinear los planetas a su favor.

Repasemos entonces las razones que llevaron a que la Presidente termine por aceptar a un Daniel Scioli al que desprecia. En primer lugar, sería el único que aún conserva la capacidad de traccionar un caudal de votos suficiente para conservar cierta influencia en el poder legislativo. En segundo lugar, es el único dentro del tridente de candidatos con chances ciertas que le daría algo de tranquilidad –o al menos tiempo- en un frente judicial que aparenta ser el más complicado para un ex presidente (y para funcionarios, amigos y hasta familiares) desde el regreso de la democracia. En tercer lugar, es obviamente el único candidato con el cual puede negociar tanto lugares en las listas como la preservación de una nutrida y sedimentada burocracia estatal bien alimentada de fondos públicos.

Por el lado del gobernador, existe una situación de necesidad que lo ubica –al menos hasta superar la primera vuelta- definitivamente del lado kirchnerista del mostrador. Él lo explica bien –aunque le de un sentido diferente- cuando señala que habiendo superado cierto tramo de una carrera lo que hay que hacer es seguir adelante y terminarla. Así es como el gobernador se encuentra en un punto de no retorno donde prefiere consolidar su lugar dentro de los precandidatos del oficialismo, ganar las PASO (lo hará con comodidad) y a partir de allí tratar de alcanzar los puntos que le faltan para obtener un triunfo en primera vuelta o, en última instancia, ir a un ballotage tratando de convencer al electorado de que no es “tan K” como parece.
Mauricio Macri, el opositor mejor posicionado para llegar al ballotage, debería brindarle un muy especial agradecimiento a Néstor Kirchner por haber propiciado e impulsado la ley de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que hoy le permite al electorado determinar cuál de los candidatos de la oposición estará mejor posicionado para enfrentar al kirchnerismo.

La desesperación en el gobierno es tal que, según información publicada por Jorge Asís y refrendada por Silvia Mercado, le han propuesto a través de Máximo Kirchner (en esa no disimulada reunión en la quinta de Olivos a comienzos del mes pasado) al más popular conductor de la TV -Marcelo Tinelli- ser el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Entienden –con sondeos en la mano- que el vicepresidente de San Lorenzo puede aportarles los votos que les faltan para retener el poder cuatro años más. Es probable que en ese difícil proceso de “ablande” sobre el productor haya trabajado el amigo/asesor/confidente del gobernador Scioli Lautaro Mauro en el reciente viaje que compartió con Marcelo Tinelli luego de su separación.

Tendremos que concluir entonces que las categorías políticas de amigo-enemigo de Carl Schmitt que tan bien le caían a este gobierno, hoy terminan desdibujándose al tener que recurrir a quien se habían enfrentado fuertemente en los últimos tiempos (por Fútbol para Todos entre otras cosas) en pos de una victoria electoral que les asegure impunidad, negocios, poder y perpetuidad para todos y todas.

El día después de mañana

Las elecciones generales de octubre, en las cuales tendremos la posibilidad de elegir un presidente por los próximos 4 años, presentan innumerable cantidad de imponderables por develar pero una certeza: ni Cristina Fernández ni Máximo Kirchner van a ocupar el sillón de Rivadavia luego del 10 de diciembre. Esta verdad de Perogrullo es la que más preocupa a la Presidente. Saber que después de 12 años nadie de su familia va a estar en el poder la inquieta. Su hijo ha logrado conformar y consolidar -con todos los medios disponibles a su favor, claro está- un conglomerado de poder económico (negocios familiares) y político (La Cámpora) de relevancia endogámica. Ese inmenso dominio no le ha dado -por motivos que no pretendo aquí analizar- la posibilidad de ser una opción electoral viable para su facción. La presidente sabe que hay varios frentes de tormenta que se avecinan y, emprendedora como es, va a tratar de ponerles coto. En el frente judicial, a diferencia de lo que ocurrió con el menemismo -donde los hechos de corrupción se debían investigar sobre situaciones pasadas y fortunas presentes- el kirchnerismo tiene sociedades que perduran en el tiempo y que pueden ser tanto su sostén como su derrumbe. Continuar leyendo

Un Gobierno inmune a las demandas de la sociedad

El principal cambio que debería auspiciar el próximo gobierno -cualquiera sea el elegido- es lograr que aquellos que no comulguen con alguna o ninguna de sus políticas no se sientan extranjeros en su tierra. Si bien las palabras de la Presidente han sido fluctuantes en ese sentido, siempre quedó la sensación, avalada también por sus acciones, que se siente más cómoda en la confrontación que en la concordia. Es más, algunos slogans típicos lanzados por el kirchnerismo, tal como “el amor vence al odio”, siempre dejaron la sensación de no tener relación con los hechos y ser una mera burla para todos aquellos que fuimos puestos del otro lado de la grieta. Continuar leyendo

Poderes subyacentes y peligrosos

Doce años de kirchnerismo lograron que, incluso quienes siempre fuimos críticos, estemos anestesiados o, cuando menos, acostumbrados a intervenciones y situaciones propiciadas desde el Poder Ejecutivo Nacional que serían inimaginables para ciudadanos de otras democracias, incluso de América Latina. El caso Nisman desnudó muchos de los infortunios por los que atravesamos durante los últimos años y para los cuales es casi imposible llevar registro. Tuvo que suceder una tragedia humana, política e institucional de enorme envergadura para comprender que muchas cosas se hacen muy mal en la Argentina.

Uno de estos puntos, tal vez el más visible, es la falta de seriedad y profesionalismo en la comunicación presidencial. En la cadena nacional del pasado viernes, la Presidente se mostró sorprendida porque algunos integrantes del Poder Judicial (fiscales y abogados) solicitaron mayor mesura en sus dichos sobre la muerte de Alberto Nisman. Conjeturas, hipótesis cruzadas, rumores y demás habladurías estuvieron en boca de Cristina Kirchner desde que se conoció el hecho. Sin dudas que todas ellas van en contra del declarado principio de “dejar actuar a la justicia”. Ser la máxima autoridad en un país presidencialista es lo que aconseja no actuar como un ciudadano más. El cargo tiene una responsabilidad que no le impide expresarse libremente sino que le “pide” hacerlo con prudencia. Esa prudencia que el jefe de gabinete le reclama al senador republicano Marco Rubio.

Contrariamente a lo que Cristina Kirchner piensa, no es el grupo Clarín, y todos los medios “opositores”, quienes devalúan su palabra sino que ella misma es la que lo hace. La imperiosa necesidad del Gobierno de afianzar su propia hipótesis choca de frente con la independencia judicial. Más aún, esa insistencia en la supuesta “relación íntima” entre el experto en informática Diego Lagomarsino y el fiscal realmente devalúa fuertemente la palabra presidencial y deja en clara evidencia la intención de direccionar la investigación hacia un crimen pasional.

La segunda cuestión que suscita gravedad es que la Presidente se declare víctima de su propio servicio de inteligencia. Esta situación es curiosa en un Gobierno que lleva 12 años ininterrumpidos en el poder. Resulta bastante evidente que el haber conducido primero la SIDE y luego la SI por caminos alternativos al de la ley, no haber recurrido nunca al control parlamentario, y usar este servicio para beneficio de la propia facción, traía aparejado el riesgo de que finalmente escape a su control. Cuando se promueven carpetazos, es factible que en algún momento salgan en direcciones no queridas. Pedir que actúen conforme a derecho cuando se los venía utilizando de una forma sinuosa es una tarea difícil, más para aquellos gobiernos/regímenes que están en retirada. Los países de la ex Unión Soviética tienen innumerables y trágicos ejemplos de esta situación durante el período de transición. El misil de alto impacto extraviado hace algunos días por el Ejército Argentino –noticia opacada por el caso Nisman- podría ser también un alarmante ejemplo.

Cuando todas estas circunstancias parecen sacar al gobierno de su eje opta, con cierto éxito, por instalar nuevos temas en agenda. Así sucede con la propuesta de Roberto Carlés para reemplazar a Raúl Zafaroni como miembro de la Corte Suprema. Está claro que un abogado de 33 años, kirchnerista militante está destinado a levantar polvareda, pero el gobierno de Cristina sabe que es un revuelo harto preferible a las sospechas que sobrevuelan sobre su participación en la muerte del fiscal.

Si hay algo que debe reconocérsele al kirchnerismo es que hace honor al pregonado “nunca menos”. En momentos donde muchísimos sectores sociales, políticos y judiciales cuestionan severamente a la procuradora Alejandra Gils Carbó por su notoria sumisión a las órdenes de la Presidente –habría que tener en cuenta qué opositores (hoy indignados) votaron a favor de su designación- propone en la nueva ley de inteligencia dejar bajo responsabilidad de la Procuración las “escuchas legales” o “pinchaduras”. Pretende al mismo tiempo designar un director y un subdirector para la proyectada Agencia Federal de Inteligencia con acuerdo del Senado (donde tiene mayoría) y con una estabilidad de 4 años en el cargo.

El kircherismo, al menos en su versión pura y dura, ya no será gobierno a partir de diciembre de este año. No obstante ello queda bastante claro que todavía conserva en sus manos una alta capacidad de daño. Sería importante que los candidatos presidenciales con opciones de triunfo, con la apoyatura de los partidos que representan, y la coordinación de asociaciones (como el Club Político Argentino) puedan consolidar un entendimiento que impida transformar las instituciones en una tierra arrasada donde agentes públicos descarriados, estructuras paralelas al Estado hípercorruptas, lealtades cruzadas y “bombas” activadas por doquier, nos conminen a tener que soportar largos años más de decadencia.

Del relato al grotesco

La muerte del fiscal Alberto Nisman generó un sacudón fenomenal en la -ya no tan joven- democracia argentina. Dolor, tristeza y estupor causó incluso entre ciudadanos que no suelen interesarse por la cosa pública. No es para menos: el fiscal que había hecho durísimas acusaciones contra varios miembros del oficialismo, incluyendo a la propia Presidente, era hallado muerto un día antes de su declaración ante el Congreso de la Nación.

La mandataria, que en ocasiones utilizó la cadena nacional para anunciar obras cloacales en diversos municipios, optó por referirse al tema que tiene conmocionado al país y que tuvo amplia repercusión internacional, sólo a través de su cuenta de Facebook. Con una primera carta abonó la teoría del suicidio (luego ampliada y propalada en detalle por los “periodistas” militantes basándose en un supuesto miedo al fracaso al que se habría visto expuesto Nisman) sin que la fiscal haya terminado siquiera con las pericias más elementales, mientras que con la segunda cambiaría radicalmente su análisis para afirmar que se trató de un asesinato para perjudicar al Gobierno. Si, como bien dice su presentadora, se trata de “la Presidente de todos los argentinos”, debería comprender que el dolor y la desazón que habitan en la sociedad ameritan mayor prudencia.

Quien escribe, dicta o aprueba la primera carta es, teniendo presente sus antecedentes, una auténtica Cristina Fernández de Kirchner. Lo demuestra su intacta capacidad para relacionar el regreso al país del fiscal Nisman con la tapa de Clarín exhibiendo la marcha parisina en repudio a la masacre que tuvo lugar en la sede de la revista Charlie Hebdo.

En la segunda carta, la Presidente señala que la verdadera operación contra el Gobierno no eran las denuncias del fiscal (usado según ella para perjudicarla) sino su posterior muerte; léase que Cristina Kirchner utiliza eufemismos para no verbalizar lo que en privado diría: que le tiraron un muerto. En apenas un par de días la presidente pasó de ser Èmile Durkheim a una auténtica Agatha Christie.

No hay razón en la muerte del fiscal Nisman que pueda exculpar al Gobierno. Dejando de lado la hipótesis más temeraria –que fue asesinado por el propio poder a raíz de su investigación y sus acusaciones-, todas las otras líneas de investigación también dejan mal parado al Ejecutivo nacional. Tanto el suicido como el suicidio inducido se enmarcan en la investigación que el fiscal llevaba adelante. No existe ningún argumento serio que pueda encontrar razones desconexas del caso por el cual había recibido numerosas amenazas de muerte y por el que también había sido objeto de una feroz campaña de desprestigio por parte de los siempre bien predispuestos medios afines al gobierno. En palabras del propio fiscal, “yo puedo salir muerto de esto”, y eso sucedió.

Las declaraciones de circunstancia tampoco ayudaron a la tranquilidad de la población. Uno de los principales acusados, el canciller Héctor Timerman, atinó a exteriorizar un “lo lamento mucho” y “espero que se siga adelante con su trabajo” que, en este caso, consistía en demostrar que el canciller, de origen judío (como aclaró innecesariamente en su primera carta la presidente), fue el encargado de encubrir la responsabilidad iraní en el atentado a la AMIA.

Si, como sugiere en su última misiva la Presidente, se trató de un asesinato perpetrado para perjudicarla a ella: ¿qué debería suceder con los encargados de la seguridad asignada al fiscal (la Policía Federal Argentina, dependiente del gobierno nacional)?; ¿no hay nada que reprocharle al secretario de Seguridad Sergio Berni (quien suele hacer gala de su conexión directa con la Presidente) que en su alocada tarea para minimizar daños para su Jefa no siguió, siquiera mínimamente, los protocolos que hay para casos como este?; ¿nada hay para decir de por qué el ahora enemigo Antonio Horacio Stiles –más conocido como Jaime Stiusso, denunciado hace ya más de una década por el ex ministro Gustavo Béliz- haya permanecido como director de operaciones de la SI (ex SIDE) hasta hace tan solo unas semanas?.

Seguramente tendremos que esperar bastante tiempo para acceder a la verdad en la muerte del fiscal Alberto Nisman, y tal vez nunca llegue, pero mientras tanto, la República sufrirá esta herida en su institucionalidad, su familia tendrá ese inmenso dolor del ser querido para el que no hay justicia, y todos tendremos la sensación de que en momentos críticos para el país, la máxima responsable política de la Argentina optó por un mensaje rocambolesco y guiado por miedos, fantasías (y encuestas) que no ayudaron en nada a la tranquilidad que la nación necesita en tiempos como este.

Cristina nos salvó

El camino hacia las elecciones presidenciales del año próximo le presenta al kirchnerismo distintas opciones de ruta. Llevar un candidato que responda a sus más puros lineamientos políticos (un títere sin poder propio como el gobernador entrerriano Sergio Urribarri), optar por el único funcionario del Gobierno que conserva algo de imagen positiva, pero que difícilmente se imponga en la interna del Frente para la Victoria y que, en última instancia, tampoco inspiraría confianza su disposición a sumirse al papel de delegado de Cristina (léase Florencio Randazzo), o ir por un acompañamiento condicionado, negociado y maniatado para el gobernador Daniel Scioli.

Todas estas opciones pueden ir acompañadas, o no, por la candidatura de la propia Presidente para algún cargo electivo. En el primero de los casos, las chances de obtener un resultado favorable son nulas por lo cual arriesgar capital político en un candidato que no superaría los 10 puntos porcentuales no parece una decisión inteligente; la segunda opción permitiría, con una campaña fuerte y mucho dinero puesto a su servicio, que el ministro del Interior y Transporte –previo triunfo en las elecciones PASO- pueda tener una buena performance en la primera vuelta que le permita entrar al ballotage donde se toparía con un mayoritario rechazo a la continuidad de un modelo que socialmente es visto como agotado; y la tercera opción -la más factible- tiene el lógico inconveniente de que todos los corralitos (permítaseme el término enojoso para el inconsciente colectivo) no sean suficientes para que una vez obtenida la primera magistratura se produzca la tantas veces pronosticada ruptura entre sciolismo y kirchnerismo.

Todos estos escenarios tienen su origen en la imposibilidad que tiene Cristina Kirchner de presentarse a una nueva elección presidencial. Retrocediendo en el tiempo, vemos que la razón última de esta imposibilidad reside en que la Presidente no pudo repetir la fenomenal elección que realizó en el 2011 (se impuso con el 54% de los votos) y cayó en el 2013 los veinte puntos porcentuales que le imposibilitaron sumar los legisladores necesarios para ir por una reforma constitucional. Con ésta, no sólo podría haberse habilitado a una re-reelección sino que también podría haber modificado el amplio conjunto de normas de orden constitucional, legislativo y reglamentario que regulan la competencia electoral nacional. ¿Quién asegura, por ejemplo, que junto con la mencionada habilitación para una reelección indefinida, no se podría haber eliminado el mecanismo de segunda vuelta (ballotage) para que la primera minoría pueda alzarse con la presidencia sin necesitar más que un voto por encima de su inmediato perseguidor? ¿Alguien podría aseverar que si hubiera sido necesario para una “Cristina Eterna” volver a una elección indirecta, con modificación distrital incluida, ello no hubiera sido abordado? Con un núcleo duro consolidado en alrededor de 30 puntos, una oposición con muchas dificultades para acordar, y un Gobierno que ha hecho hasta lo imposible por dinamitar el sistema de partidos, esto le hubiera dado grandes chances para el 2015.

Estando a un paso ya de transformar estas líneas en un contra fáctico sin demasiado sentido, el punto importante es que la Presidente ha abortado sus propias posibilidades de eternizarse en el poder por varias razones surgidas de su propia voluntad y convencimiento, entre las que podemos mencionar sus trabas ideológicas, las cuales le impidieron continuar con políticas necesarias para -por ejemplo- evitar la restricción cambiaria; un excesivo voluntarismo, que le hizo desoír voces del propio oficialismo que advertían de groseros errores en materia de política fiscal y monetaria; un enfrentamiento con actores a los cuales había tenido durante largo tiempo a su lado; y una burocracia estatal que sumó militancia al tiempo que restó capacidad y así puso en evidencia a un Estado grande e ineficiente que no pudo cumplir con muchas de las promesas de obra pública y gestión de empresas estatales sobre las cuales había generado altas expectativas, al menos en buena parte de la población. Esta durísima herencia con la cual tendrá que cargar el próximo gobierno (y todos nosotros también por supuesto) es la que le generó al propio kirchnerismo una merma electoral tan contundente.

¿Qué hubiera sucedido si la jefa de Estado optaba por una opción a la boliviana? Evo Morales supo combinar su discurso anticapitalista con un moderado pragmatismo económico. Usó el fenomenal incremento de producción y precio del gas para poner a uno de los países más pobres de la región en la senda de un crecimiento vigoroso que, en palabras del ex ministro de Hidrocarburos Álvaro Ríos, hoy le permite decir que Bolivia “respira gas”. Morales, mediante una interpretación forzada del texto de su Carta Magna y el apoyo de un Tribunal Constitucional dócil a su poder, pudo presentarse en la última elección y sacar un 60% de votos que seguramente le permita reformar nuevamente la Constitución y consolidar así un régimen hegemónico que a esta altura parece no tener freno. Paradójicamente, el crecimiento económico de ese postergado y necesitado país vecino resulta nocivo para la idea republicana de la democracia y la alternancia en el poder, pero seguramente las heridas se verán recién al final del recorrido.

Como quien estuvo al borde de caer en un abismo que finalmente parece haber evitado, deberíamos estar atentos para aprender las lecciones. Los empresarios, que ahora en el coloquio de IDEA, se animan a vociferar sus críticas al modelo on the record tienen la cuota de responsabilidad que les cabe a quienes sabían que el rumbo no era el correcto -o bien que se estaban cometiendo graves errores en materia de política económica- pero optaron, por temor o para no perder prebendas y privilegios, por un acompañamiento que permitió que el gobierno se consolide en sus desaciertos y mentiras.

En un relato que aparece como circular, vale la pena retomar el primer párrafo para sentirse aliviado al observar que el movimiento político que va a gobernar el país por doce años tiene ahora objetivos mucho más modestos, que el “vamos por todo” tuvo que tomar atajos que no tienen la misma capacidad de daño que una nueva presidencia podría haber desatado sobre las instituciones del país y que, aunque cueste decirlo y -aún más- reconocerlo, la recesión económica, la restricción de divisas, la inflación, y una creciente inseguridad, entre otros flagelos, nos “salvaron” de la consolidación de un régimen político hegemónico que hubiera sido aún peor para la salud de la República.

Mercosur ya no se escribe con K

Hace tiempo que el Mercado Común del Sur no es una fuente de buenas noticias para los países que lo conforman. Tanto en Paraguay como en Uruguay, la mayoría de los dirigentes plantean severas críticas a las decisiones que se toman en el bloque mientras que miran con interés los movimientos de la Alianza del Pacífico. Peleas, trabas, compensaciones, desavenencias, restricciones y negociaciones que no llegan a buen puerto son una constante en este Mercosur que no le hace honor al Tratado de Asunción que le dio inicio aquel 26 de marzo de 1991, al menos en el párrafo que establece “la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre países”. Un sector industrial brasileño fuerte y subvencionado que se resiste a abandonar privilegios y un gobierno argentino que profesa vagas y desordenadas ideas proteccionistas no son elementos auspiciosos para un bloque que debe reformularse o caerá indefectiblemente en el estante de los cascarones vacíos. Continuar leyendo

El Gobierno se muerde la cola

El populismo padece una inconsistencia en su origen que se ha repetido a lo largo del siglo XX en numerosas oportunidades. Las dos experiencias actuales más emparentadas con esta corriente política parecen estar representadas por los gobiernos de Venezuela y Argentina. Podemos exceptuar de esta calificación a países como Ecuador y Bolivia porque a pesar de tener gobiernos con tinte autoritario y discurso populista han tomado algunas medidas inteligentes para no ponerse en la situación extrema en la que tanto el régimen de Maduro como el de Cristina Fernández de Krichner se encuentran. De hecho, los gobiernos de Rafael Correa y de Evo Morales tienen pleno acceso a parte del abundante crédito que hay disponible en los mercados internacionales (los que Argentina tiene vedados) y a tasas bajísimas. También dejamos de lado a la isla de Cuba en la cual los hermanos Castro han dedicado sus vidas a desarrollar un régimen totalitario con incontable cantidad de problemas barridos bajo la alfombra de la represión y el exilio al que somete a su propio pueblo. Continuar leyendo

¿En qué se parecen Cristina y Maradona?

La larga historia del kirchnerismo, y de la presidente en particular, con sus enemigos suma nuevos capítulos. La última y más reciente adquisición de sus críticas diatribas está en la industria automotriz. El otrora mimado, elogiado y ponderado sector es ahora el que “encanuta” los autos para, entre otras cosas, desestabilizar al gobierno y forzar una devaluación. Es difícil encontrar otra rama de la industria, al menos entre los que tienen relevancia para el PBI, que haya tenido empresarios más amigables con el gobierno. Salvo honrosas excepciones -Cristiano Ratazzi de la FIAT podría ser una de ellas- todas las empresas y directivos del sector han tenido fraternal relación con los gobiernos de Néstor y Cristina. Continuar leyendo