Tensar la cuerda

Algunos de los que la conocen aseguran que Cristina Kirchner nunca va a patear el tablero. Incluso en ciertas declaraciones públicas donde arremete contra posiciones extremas de la izquierda política, en sus expresiones de fe capitalista o en su reconocimiento al necesario fin de lucro empresario, ciertamente daría la sensación de ser una presidente que pretende actuar dentro del sistema democrático liberal. Tal vez este sea el motivo por el cual los mercados le han dado al kirchnerismo más votos de confianza de lo habitual para un gobierno que en los hechos siempre ha buscado entorpecer el libre juego del mercado. Sin embargo, en todos estos años, la mayoría de los medianos y grandes empresarios han optado por hacer la vista gorda – ya sea por temor al castigo o para sacar provecho del maná estatal- al daño permanente y por goteo que el kirchnerismo causó en el sistema político y económico del país y que se ha acelerado en los últimos años.

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Un hombre de fútbol y de poder

Julio Humberto Grondona nació el 18 de septiembre de 1931 en Avellaneda y fue un hombre de fútbol y poder. A diferencia de otros dirigentes con influencia en el medio local y también en la FIFA, él sabía mucho del deporte que conducía y también sabía mucho acerca de los resortes del poder. Con esos dos elementos se manejó, como había anticipado, hasta el último día de su vida. Presidió la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) desde el 6 de abril de 1979 hasta ayer, cuando un aneurisma en la arteria aorta terminó con su vida. Era también miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA desde 1998, siendo su actual vicepresidente. Su vida estuvo ligada al fútbol, los negocios y el poder desde que fundó, en 1956, con tan sólo 25 años, Arsenal de Sarandí, club que presidió durante casi 20 años para luego ser titular de su otro gran amor futbolístico, el Club Atlético Independiente, con el que obtuvo dos títulos Nacionales (tal la denominación de la época).

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Votar al padre, echar al hijo

Al parecer, la miopía que trasunta cada discurso de Cristina Kirchner para negar, desconocer, falsear, embellecer o tergiversar la realidad no es de su exclusividad. En ocasiones, incluso ella misma es ese “objeto” que algunos receptores distorsionan. Víctor Ramos, hijo del legendario dirigente y escritor de la izquierda nacionalista Jorge Abelardo Ramos y hasta hace unos días titular del Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo, fue expulsado de su cargo por la ministra de Cultura, Teresa Parodi.

El propio Ramos fue quien dejó entrever –aunque luego se haya visto obligado a desdecirse- que la intempestiva intervención del museo estuvo relacionada con la reunión que había mantenido el día anterior con Daniel Scioli y con su decisión de acompañar al gobernador bonaerense en su proyecto político desde la Ciudad de Buenos Aires.

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El laberinto de la sucesión

En ocasiones, la salud de la presidente Cristina Kirchner, como la de cualquiera de nosotros, puede privarla de algunas de las funciones que más disfruta realizar. Así sucedió por ejemplo cuando tuvo que enviar a su vicepresidente a encabezar el acto por la independencia el pasado 9 de Julio. Los discursos ante un público de adeptos incondicionales es quizá una de las actividades donde más se la ve gozar. De lo que no se privó en aquel acto es de otra función esencial al cargo y que también parece saborear: hacer valer su autoridad. Así fue que decidió, pese a la oposición silenciosa de la mayoría de los ministros y gobernadores presentes en el acto, poner al frente a al procesado vicepresidente Amado Boudou. Por si a alguien, dentro y fuera del oficialismo, le quedaban todavía dudas, Cristina Kirchner decidió sostener a viento y marea a su vicepresidente, al menos por el momento.

Quienes escapan como pueden de la cercanía del cuestionadísimo vice son aquellos funcionarios o ministros con ambiciones de suceder a su jefa en el máximo cargo. Tal es el caso del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, quien le dedicó un frío saludo a Boudou y logró evitar el abrazo del oso que su enemigo en el gobierno le tenía preparado. El ministro no se privó de dejar a su paso una frase que sonó lapidaria; declaró a una radio de la provincia de Córdoba que saludó a Boudou porque su padre le enseñó que no se le niega el saludo a nadie. En una carrera alocada contra el tiempo, Randazzo tiene la difícil misión de mostrarse como un eficiente gestor a la vez que intenta ganar la confianza de mayorías que están desencantadas con la administración actual. Su lucha es contra la herencia que le deja su propio gobierno en un área donde ha concentrado la mayor parte de sus errores: los desaguisados cometidos por el ministro Julio De Vido -sostenido y apañado por Néstor y Cristina Kirchner- durante 10 años son su principal escollo.

En una posición similar en algún sentido se encuentra Daniel Scioli, quien pretende mostrarse confiable dentro y fuera del kirchnerismo; una tarea que sólo una personalidad como la suya puede permitirse intentar. El gobernador va incansablemente en busca del apoyo de sus pares provinciales que hoy están con Cristina y tiene posibilidades de lograr su favor en caso de que lo intuyan con fuerza electoral como para competir con Sergio Massa. Cuanto más complicado vea el camino a la sucesión, más es lo que les va a prometer. Desde cargos en el futuro gabinete hasta la constitución de un poder prácticamente colegiado, el mandatario bonaerense no ahorrará esfuerzos para alzarse con la presidencia, lo cual puede también condicionarlo fuertemente en un futuro gobierno. Sin embargo, él sabe que el apoyo de estos líderes provinciales es absolutamente interesado y por eso su principal sostén lo tiene en sus colaboradores más cercanos y su círculo íntimo, el cual incluye a varios familiares directos como su esposa Karina Rabollini y sus hermanos José y Nicolás Scioli.

Otra de las apuestas del kirchnerismo para la sucesión, en este caso de su núcleo más duro, es el ministro de Economía Axel Kicillof. Apoyado en un firme intento de los medios amigos de convertirlo en una especie de hormiga atómica en su lucha contra el mal (los fondos buitres en este caso) y mediante una feroz carrera por sumar millas a su plan de viajero frecuente, el ministro desarrolla la doble tarea de negociar mientras critica, de teorizar mientras utiliza las armas de la pura práctica política, de apelar a la historia económica mientras se concentra en el más furioso presente.

Debajo de los ministros de Economía y del Interior, aparecen en lo que sería un tercer pelotón (teniendo en cuenta posibilidades electorales): el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. El primero trata de asentarse en su buena relación con miembros de la oposición y en su llegada a la Santa Sede. Urribarri trata de posicionarse desde el encolumnamiento más absoluto al liderazgo de Cristina Kirchner, reconociendo y fomentando incluso esa continuidad por encima de quien sea electo presidente, proponiendo así una devaluada reedición del viejo eslogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. También el ministro Agustín Rossi intenta combinar sus labores de gestión en la cartera de Defensa con sus recorridas de campaña.

Por lo visto, todas las opciones que tiene Cristina en su espacio político para sucederla tienen una cuota importante de contraindicaciones. Ante este panorama toma mayor fuerza la teoría de aquellos que sostienen que la presidente apuesta a que la suceda alguien por fuera del peronismo. Tal vez conservando su núcleo duro de incondicionales, manteniendo sus posiciones en la burocracia estatal y replegándose a la labor de oposición pueda en algún momento volver al centro de la escena. Con toda sinceridad, y a riesgo de desilusionar a los más fervorosos militantes, da la sensación que el kirchnerismo es un ciclo terminado.

Lecciones de Brasil 2014

Hoy finaliza, en el mítico Estadio Maracaná de Río de Janeiro, el XX Mundial de Fútbol que la FIFA organiza cada 4 años desde 1930 (con excepción de 1942 y 1946, cuando la Segunda Guerra Mundial y sus terribles consecuencias lo impidieron). Fue una competencia con sorpresas, donde a pesar del rigor físico y táctico con el que se jugó, pudimos disfrutar de muchos goles: 165 hasta el momento, faltando solo la final que jugarán Argentina y Alemania, a 6 goles del récord con el que cuenta el Mundial de Francia de 1998.

Organizada por Brasil, el máximo ganador de mundiales con 5 títulos, que nuevamente se quedó con las ganas de consagrarse de local y debió conformarse con un decepcionante cuarto lugar, con el agregado de recibir goleadas históricas en sus últimos dos encuentros (1-7 contra Alemania en semifinales y 0-3 contra Holanda en la disputa por el 3er puesto).

La selección argentina sorprendió más a ajenos que a propios al llegar a la final. Una parte importante de simpatizantes argentinos pronosticaba una pronta eliminación y un nuevo fracaso. Reconozco que tuve escaso éxito en transmitir mi optimismo en vísperas del Mundial. El temor por una defensa que antes de la competencia aparecía como endeble era el principal motivo sobre el que los pesimistas basaron sus críticas pero no el único. La siempre discutida lista de convocados, principalmente la ausencia del que muchos denominaron “el jugador del pueblo” (aunque para mi sea el jugador populista), y las dudas que incluso hasta hoy rodean al mejor jugador del mundo fueron también el combustible de ese escepticismo.

¿En qué creíamos entonces quienes sí confiamos en este proceso desde el principio? Fundamentalmente, en un grupo de jugadores que mostraban buen nivel en sus equipos, en la capacidad de quien es el mejor jugador del mundo casi sin discusión (al menos fuera de nuestro país) desde hace más de un lustro, y en un cuerpo técnico capacitado y trabajador, prudente y de bajo perfil, totalmente opuesto al que encabezó Diego Armando Maradona y que culminó en el Mundial de Sudáfrica 2010. Es cierto que la defensa fue endeble en algunos partidos previos, pero saber que Alejandro Sabella iba a tener más de un mes para trabajarla era una tranquilidad. Quien conoce algo de fútbol sabe que en términos muy generales podría decirse que la delantera requiere mayormente de inspiración y la defensa requiere principalmente de trabajo, y esto último es algo que no iba escasear en un cuerpo técnico encabezado por quien es un estudioso del fútbol. Vale como anécdota contar que cuando Sabella fue ayudante de campo de Daniel Pasarella, tanto en River como en la selección nacional, era el encargado de analizar al rival y que el gran capitán puede dar fe de lo detallados y precisos que eran esos informes.

Imagino lo doloroso que debe ser para un hombre como Lionel Messi escuchar que en su selección no juega como en su club por una cuestión monetaria. Todos quienes lo conocen saben perfectamente lo que esto le dolía y lo ansioso que lo ponía poder rendir aquí como en el Barcelona. Pudo finalmente llegar a este Mundial con un reconocimiento bastante generalizado, aunque siempre debe sufrir en la comparación con el gran ídolo del fútbol argentino que fue Diego Maradona. Aunque Leo no tiene nada que envidiarle en el aspecto físico y técnico, el ex astro surgido en Argentinos Juniors goza de una personalidad más acorde al gusto de muchos argentinos.

Circula por las redes sociales un conmovedor video denominado “Estamos en la final” donde se muestra la forma en que hinchas de todo el país vivieron los distintos acontecimientos de este Mundial. Es cierto que entre tantos festejantes debe haber muchos que denostaron a este cuerpo técnico y a muchos de los jugadores quienes, humildes y trabajadores, se prepararon a conciencia y soportaron críticas injustas de charlatanes, frustrados con lo que hacen pero siempre dispuestos a denostar a los mejores en su profesión.

Ya quedaron viejas las discusiones políticas acerca de esta selección, las propagandas de la TV Pública queriendo asociar el éxito del equipo con la gestión de la Presidente o los antojadizos informes de 678 para pegar los triunfos con el gobierno. Atrás quedaron los deseos de fracaso por parte de algunos antikirchneristas que les cuesta comprender que no tiene importancia que el oficialismo haya intentado transformar el anuncio de la lista de convocados en un acto político, o que a su regreso de Brasil vayan a ser recibidos en la Casa Rosada. Es bastante claro y evidente que cuando este Mundial deje de latir, la inflación va a seguir preocupando a los ciudadanos, los holdouts van a seguir siendo un problema para la llegada de capitales al país, la inseguridad va a seguir teniendo en vilo a la gente y Amado Boudou seguirá complicado en sus múltiples causas judiciales. Tal vez ahí se den cuenta que no haberlo disfrutado por este motivo fue un error que ya no podrán enmendar.

Conociendo el perfil de estos jugadores y del cuerpo técnico, seguramente ellos harán sentir a todos bienvenidos al festejo más allá de que haya muchos oportunistas que simplemente no quieren sentirse fuera. Ojalá esto sirva para tener con el otro la misma paciencia que tenemos con nosotros mismos. El espíritu crítico es siempre bienvenido, pero cuando aparece de la mano de la prudencia y la tolerancia es mucho más productivo.

Si me permiten, quiero usar este último párrafo para enviarle un mensaje al número 10 de la selección (¿recuerdan que alguna mente brillante pretendió alguna vez quitar ese número emblemático en homenaje a Diego Maradona?). Leo, me diste todo lo que un fanático del fútbol puede pedirle a un jugador, no hay idioma que pueda elogiar tu juego acabadamente, pero me atrevo a pedirte algo más: dales a los incrédulos una final de antología, quizás necesitan de eso para creer de una buena vez, aunque debo confesarte que para mi eso solo sería la frutilla del mejor postre.

Cómo esconder a un vice

Amado Boudou es hoy un paria político. Está aislado, sin referentes ni dentro ni fuera del Frente para la Victoria. Tanto es así que, en su cada vez más estrecho círculo de confianza, adjudican el comienzo de todos sus problemas a informaciones que salieron del propio seno del gobierno. El único motivo por el que sigue en funciones es porque la Presidente teme que luego de “colgar la cabeza” de su vice también vayan por la de ella. La punta del ovillo estaría en las causas que investigan al empresario K Lázaro Báez y allí se explicaría tanto énfasis en la destitución del fiscal José María Campagnoli.

Las estrategias que adopta la oposición frente a la situación de Boudou son disímiles. Así como el Frente Amplio UNEN propugna por pedirle al vicepresidente que se tome una licencia, tanto el Peronismo Disidente como el Pro fueron por el juicio político a pesar de saber que, al menos en una primera instancia (sería diferente si se confirmara otro procesamiento), no tendría éxito ni siquiera para superar la Comisión de Juicio Político que preside la diputada kirchnerista Adela Segarra. Así las cosas, los ocho proyectos presentados para enjuiciar al vicepresidente fueron rechazados “in limine”.

Este rechazo inicial al juicio político en la Cámara de Diputados es para el vicepresidente una gota de agua en un desierto de arena. Además del procesamiento por estar acusado de quedarse con la empresa Ciccone Calcográfica, también es investigado por enriquecimiento ilícito, el uso de un helicóptero de Gendarmería Nacional para apoyar a un candidato local, la compra de vehículos sin licitación para el Ministerio de Economía mientras era su titular, y hasta por falsificar la documentación de un vehículo para evitar que entre en la división de bienes con su ex esposa Daniela Andriuolo.

En el aspecto político tampoco serán fáciles estos meses para el vicepresidente y, por ende, tampoco para su jefa política. En la Cámara Alta, ya fueron varios los senadores de la oposición, con Luis Juez y Norma Morandini a la cabeza, que anticiparon que no estarían presentes en una sesión que sea presidida por Boudou. El presidente de bloque de su propio partido en ese recinto, Miguel Ángel Pichetto, conocido por su amor incondicional pero finito a los líderes del peronismo (Menem, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina), también dejó muy en claro que no piensa inmolarse en la hoguera del descrédito total por culpa de Boudou. Por si a alguien le quedaban dudas acerca de su deseo de que el vicepresidente renuncie a su cargo, el senador por Río Negro sostuvo que Boudou “analizará el planteo (de licencia) y resolverá en función de sus íntimas convicciones”. Fue más lejos aún al elogiar a la oposición por haberse manejado con prudencia en este caso.

La Presidente tenía previsto viajar a Paraguay el pasado miércoles pero, de manera sorpresiva, canceló su vuelo aduciendo una “faringolaringitis aguda”. Esto impidió que sea la primera vez en la historia argentina que haya un vicepresidente procesado a cargo del Ejecutivo. Si ese es el plan del gobierno, mantener oculto a su vice, no parece algo fácil con la eternidad de tiempo que resta para diciembre de 2015.

Sin dudas que esta situación tiene a la mandataria en una encrucijada de difícil resolución. A medida que se vayan sumando evidencias en las distintas causas que afectan a Boudou, cada vez se le va a hacer más complicado seguir sosteniéndolo. Sin embargo, ella considera que también tiene mucho para perder si finalmente le suelta la mano. El recuerdo de su anterior y fallido vicepresidente, Julio Cobos, también la atormenta, aunque en este caso el peso de la elección recae enteramente en ella dado que se jugó por el ex ministro de Economía cuando muchos integrantes del gobierno y parte de su círculo íntimo no estaban felices por tenerlo en la campaña.

Tampoco habría que descartar el temor de la Presidente a una posible reacción de Boudou si se encuentra acorralado. Ya ha dado muestras de endeblez y fragilidad cuando está asediado en entrevistas con medios no amigos. La Constitución Nacional establece como las principales funciones del vicepresidente las de presidir las sesiones del Senado de la Nación, algo que difícilmente pueda volver a realizar, y la de reemplazar al presidente en caso de viaje o licencia, intentarán por diversas vías de que esto no suceda. Ante estas circunstancias queda claro que Amado Boudou ha perdido toda su razón de ser y estar en el cargo que ocupa, transformándose en una especie de exiliado interno.

La multiplicidad de causas que afectan al vice son una fuente de información que excede lo meramente judicial. Si tomamos la causa de la falsificación de papeles del auto, vemos allí un recurso de nivel muy bajo que nos hace sospechar que es difícil que Boudou sea el último eslabón de la causa Ciccone. Tal vez entonces restaría saber si apropiarse mediante The Old Fund de la “fábrica de billetes” fue un encargo del difunto ex presidente Néstor Kirchner y si su esposa y actual presidente estaba o no al tanto de esta operación. En este aspecto hay tal vez cierta indolencia de parte de la oposición para frenar su embate o su deseo de investigar en la figura del vicepresidente. Es probable también que teman que es un riesgo poner la lupa sobre la propia Cristina Kirchner.

Si antes de fin de mes se confirma el segundo procesamiento del vicepresidente en la causa por falsificación de documento público, se les hará muy difícil detener el llamado a juicio político. Seguramente Cristina Kirchner no tenga ninguna intención de brindarle a la oposición ese triunfo político y por lo tanto lo que se avecinan son reuniones de alto contenido de tensión entre la primera mandataria y su vice, donde Cristina tratará de imponerle una licencia y Boudou tratará de asegurarse que se prolongue la protección que hasta ahora viene teniendo.

Pro.Cre.Auto o cómo tapar errores

El pasado 23 de junio, la Presidente anunció el lanzamiento del Pro.Cre.Auto. La creatividad nunca es usada para la denominación de este tipo de planes pero esto es lo de menos cuando nos damos cuenta de que tanto éste como otros de similares características tienen un origen -errores del propio gobierno- y un destino -el fracaso- comunes. Efectivamente, este plan de financiamiento para la adquisición de algunos modelos de automóviles, lo anuncia el gobierno en un momento en que las automotrices calculan una baja en las ventas cercana al 40% respecto al año pasado. Hay 3 motivos principales para esta notable reducción: la caída de las exportaciones a Brasil, la devaluación de nuestra moneda y el impuesto extraordinario sobre los autos que, de acuerdo a los actuales valores de las unidades, no recae exclusivamente sobre los modelos y marcas denominadas “de alta gama”. Como mínimo, en dos de las tres causas principales, la responsabilidad es directamente del Gobierno nacional.

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La hora del kirchnerismo residual

Ya aparecieron las primeras encuestas acerca de los posibles candidatos a presidente y los resultados, aunque esperables, no dejan de ser una importante fuente de información para el análisis político y del comportamiento social. Con pocas variantes entre los encuestadores, la mayoría indica que el ex intendente de Tigre y actual diputado nacional Sergio Massa encabeza las encuestas, seguido por gobernador Daniel Scioli y para completar el podio ubican al jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. A partir del cuarto lugar aparecen los candidatos del espacio UNEN, con la lógica expectativa de que la suma de las preferencias individuales impliquen un buen porcentaje para el conjunto.

Como vemos, paradójicamente (o no tanto), los primeros lugares de la grilla están ocupados por dirigentes cercanos de una u otra forma al kirchnerismo. Quien encabeza las encuestas es un candidato que hasta pocos meses antes de las PASO aún especulaba con dar la pelea al interior del Frente para la Victoria. Más allá de la creación del Frente Renovador, fuertemente asentado sobre su imagen, hay que recordar que no había sido una figura decorativa dentro del gobierno kirchnerista. Con alto protagonismo como director ejecutivo de ANSES y luego como jefe de gabinete de Cristina Kirchner, supo ser un funcionario con ascendencia sobre la presidente a pesar de que siempre contó con la mirada desconfiada del fallecido ex presidente Néstor Kirchner. Quien ocupa el segundo lugar ha sido parte de este proyecto político desde sus inicios y es él quien se ocupa de recordarlo cada vez que es víctima de los aprietes de los más conspicuos kirchneristas.

Equivocado o no, el mensaje de la sociedad parece ser contrario a un rotundo cambio de rumbo. La refundación de la República, idea presente en todo gobierno de corte populista, parece no ser la opción que más agrada a los votantes en esta etapa. Está claro que se busca un cambio pero no parece haber muchos ciudadanos dispuestos a barrer con todo lo anterior. En este sentido no hay disposición a convalidar la exhortación que hace la Presidente al pedir que los candidatos expresen con claridad las diferencias que tienen con “su modelo” y que ella infiere, son profundas. Parece claro que quiere interpelar a su sucesor y lo hace creyendo que aún es dueña del 54% de la preferencia ciudadana, aunque el actual panorama sea totalmente diferente.

Esta no es una tendencia novedosa en la política argentina, incluso en aquellos casos donde se pretendió terminar con una era. Recordemos la campaña del entonces candidato de la Alianza Fernando De La Rúa quien proponía reemplazar al menemismo (y su forma de ejercer el poder) pero no se animaba a cuestionar su política más emblemática en materia económica (recordemos la propaganda donde De La Rúa repetía cual mantra: “para mi, un peso es un dólar”).

Mucho se ha hablado y escrito sobre la tendencia del justicialismo a sostener feroces peleas hacia afuera mientras cocinan acuerdos hacia adentro. Días pasados, el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, propuso incorporar a Sergio Massa dentro de la interna del peronismo. Esta propuesta no va a prosperar pero el principal obstáculo para ello es la decisión del líder del Frente Renovador. El kirchnerismo no sólo ha logrado erosionar el poder de los partidos de la oposición sino que ha vaciado al propio Partido Justicialista. El peronismo puede ser “cualquier cosa” y aunque esa parece ser su mayor virtud, también puede ser su mayor debilidad.

Lo llamativo del panorama electoral que se avecina es que hay una suerte de hastío hacia el gobierno actual mientras que al mismo tiempo se buscan alternativas que no estén en las antípodas de su pensamiento. A lo mencionado de Scioli y Massa hay que agregar al Frente Amplio Progresista que suele hacer malabares discursivos para explicar que ahora se opone a los proyectos del kirchnerismo no porque sean incorrectos sino porque son buenas herramientas en malas manos. El propio Mauricio Macri, quien puede arrogarse ser un genuino y constante opositor de proyectos y políticas concretas del gobierno, ha entablado últimamente un canal de diálogo con el oficialismo. Tal vez, más allá del apoyo que necesita para acelerar la concreción de obras en su gestión, sus asesores hayan tomado nota de esta inclinación mayoritaria de los electores por terminar con el kirchnerismo pero con un suave aterrizaje.

Seguramente el proceso de “deskirchnerización” de la política argentina se va a producir lentamente en el período subsecuente a las elecciones del 2015. El gobierno que resulte electo, con acompañamiento social, va a tratar de limpiar del Estado los resabios de kirchnerismo, sobre todo de aquellos sectores de la administración pública que han sido permeados por La Cámpora. Como aliado va a tener también seguramente a la justicia, que intentará recomponer su imagen luego de tantos años a merced del poder político. No le quedará otra opción que avanzar a paso firme sobre las causas que involucran a funcionarios y empresarios kirchneristas para lo que cuentan con innumerable cantidad de pruebas.

A quince años de la finalización del gobierno de Carlos Menem, es difícil encontrar quien se considere a sí mismo menemista. Recién ahora algunos políticos, otrora muy amigos del riojano, reconocen públicamente conservar afecto personal por el ex presidente; hasta ese reconocimiento le habían quitado. Todos sabemos que más allá de la innumerable cantidad de errores que se gestaron durante la década del 90`, el kirchnerismo tiene mucho que ver en la demonización de aquel período. Será duro para Cristina Kirchner y los dirigentes más íntimamente emparentados con su gobierno ser próximamente víctimas de lo que ellos impulsaron como verdugos. En resumen, la política argentina parece encaminarse hacia gobernantes que no hayan estado tan cerca del calor del kirchnerismo como para quemarse ni tan lejos de este como para haberse congelado.

De todos modos, y para relativizar cualquier análisis que se haga del tema, deberíamos tener en cuenta lo que se conoce como “paradoja del votante”, teoría formulada por Anthony Downs, para quien el costo por informarse concienzudamente para emitir un voto racional es siempre superior a la influencia que aquel sufragio reporta para la elección del próximo gobernante.

 

Linchamiento a la razón

Mucho se ha hablado y escrito en estos días sobre los linchamientos, seguidos o no de muerte, que se produjeron en varios lugares del país. Rosario, Río Negro, La Rioja y la Ciudad de Buenos Aires fueron algunos de los hechos registrados que tomaron notoriedad por estos días. Estos lamentables acontecimientos destaparon a su vez una serie de temas subyacentes que podrían haber impulsado un interesante debate público y privado que ciertamente necesita de algunas condiciones, que por ahora no tiene, para que sea edificante.

La discusión en los medios de comunicación mostró la incapacidad o falta de voluntad de los responsables para acercar personas capaces de aportar una mirada cuando menos informada sobre el tema y han optado, por el contrario, por convocar una multitud de interesados y advenedizos inmersos en una lucha por evitar que la situación perjudique sus intereses o posiciones ideológicas tomadas de antemano. Si a esto le sumamos que la mayoría de los actores políticos pusieron por encima de la búsqueda de la solución o la explicación del fenómeno sus propios beneficios y trataron de aparecer ante la opinión pública como los más cercanos a sus necesidades o bien como aquellos domadores bien pensantes necesarios para encausar una moral colectiva desvariada, la comprensión del tema resulta prácticamente una quimera. Justicia por mano propia, miedo generalizado a ser víctima de un delito, desconfianza en la actuación de la policía y la justicia, legítima defensa, discurso político, federalismo (¿a quién le corresponde brindar seguridad?) fueron discusiones que se dispararon a partir de estos acontecimientos hasta formar un combo quizás más virulento e incomprensible que los propios linchamientos.

Previo a la discusión de un fenómeno es importante al menos precisar los términos. El concepto de justicia por mano propia (usado hasta el hartazgo) no tiene ninguna entidad puesto que acarrea una intrínseca contradicción. Es obvio que una sociedad civilizada no puede apostar por la venganza como forma de hacer justicia. Otra cuestión es la legítima defensa ante un hecho del que se es víctima, lo cual está tipificado en nuestro código penal. También vale recordar que es lícito, y deseable siempre y cuando no corra riesgo la propia vida, detener in fraganti a quien comete un delito aunque esto implique aplicar algo de violencia para ello (tal como hicieron de acuerdo a las crónicas disponibles el encargado de edificio, Gerardo Romano y el policía en los hechos producidos en la C.A.B.A.). Bajo esas circunstancias, cualquier ciudadano está amparado para convertirse en un agente estatal con licencia para evitar la comisión de un delito.

Otro de los conceptos que debería tenerse en cuenta tiene que ver con la diferencia que existe entre tratar de entender un fenómeno social y justificar ese fenómeno. En la mayoría de los debates acerca del tema que nos ocupa, los interlocutores no pudieron o no quisieron comprender esto por lo cual se establecieron diálogos absolutamente ilógicos y absurdos. En este mismo sentido, es valioso intentar conocer los mecanismos que pueden llevar a una persona o a un grupo de ellas a comportarse de una manera que no les es habitual. Decir esto no es justificar un delito (como efectivamente es un linchamiento) sino que es tratar de buscar las causas que lo provocan. Por eso, ha sido carente de valor la chicana usada por comunicadores y políticos para acusarse mutuamente de favorecer una (pro linchamientos) u otra (pro delincuentes) postura. Hay que comprender que las reacciones de estos vecinos en los barrios donde se produjeron estos hechos encierran una serie de factores desencadenantes que podríamos resumir en miedo a transitar libremente por las calles sin ser víctimas de algún de delito, bronca por observar la constante repetición de estos acontecimientos y desazón por comprobar que aquellos que cometen los delitos son siempre los mismos y que, o bien la policía no hace nada por detenerlos o bien esa detención implica para quien delinque un mero trámite burocrático que los retiene un par de horas en la comisaría de la zona (tal como pasó con los dos casos porteños.). Hay también allí algunos aspectos que los especialistas de la sociología, la psicología y la psiquiatría pueden aportar para entender qué es lo que sucede con un individuo cuando forma parte de una horda, pero para eso deberíamos estar dispuestos a escucharlos.

Bajo este esquema de confusiones cruzadas, lo menos que se le puede pedir a la máxima autoridad del país es que aporte claridad y sincera mesura. En un contexto de alta conflictividad social, proponer el análisis de la situación bajo una mirada clasista (impropia incluso dentro de la matriz política-ideológica con la cual la presidente siempre se ha identificado) no sirve más que para avivar el desconcierto y el resentimiento mutuo. Si efectivamente esa es la explicación que los gobernantes encuentran para estos hechos de violencia, debemos colegir que los mismos no tienen posibilidad de ser solucionados. No es aceptable tampoco que luego de once años de gobierno, la presidente se haya convertido en analista y comentarista de una realidad en la cual tiene central responsabilidad.

Es evidente que tanto la justicia como los códigos que la regulan requieren una inmediata reforma y para eso es necesario abrir la discusión. Como ejemplo de lo imprescindible que es introducir un cuerpo sensato y estudiado de modificaciones en el código penal y de procedimientos vale apuntar que, en la jerga, los propios delincuentes llaman irónicamente a sus abogados como laboralistas en lugar de reconocerlos como penalistas. Ellos han encontrado y naturalizado en el delito un modo de vida tan habitual que les permite considerarlo una actividad similar a la de cualquier trabajador. En este contexto está claro que el incentivo para delinquir es mucho mayor que el riesgo de un castigo. Habría que entender que aquellos estamentos del Estado que deben ocuparse del fenómeno de la violencia y la inseguridad han caído en un proceso de impotencia que nos sugiere colocar nuestras esperanzas en el freno moral que una persona puede tener para no cometer delitos, lo cual es a todas luces insuficiente.

El Papa no hace milagros

Cristina profesa hacia Francisco el fervor de los conversos. Si bien es cierto que era Néstor Kirchner el ateo militante y anticlerical, también es cierto que la relación de la presidente con el cardenal Bergoglio fue siempre tirante. La intromisión, prudente pero también honesta y punzante, del entonces cardenal en asuntos terrenales nunca fue del agrado de la pareja presidencial, convencidos de que asimilar críticas o sugerencias es un signo de debilidad. Sin embargo, la condición de católica tímidamente practicante y su firme posición antiabortista le dieron ahora a Cristina Fernández un resquicio por donde asentar la relación con el Pontífice.

La presidente debería agradecer que Francisco haya puesto la otra mejilla para recibir, en esta ocasión, una caricia. Ahora sí tiene en el Papa argentino un oyente receptivo que le brinda un trato casi familiar. Fue así que el pasado lunes la recibió en su residencia de Santa Marta para compartir un prolongado almuerzo. La calidez y confianza que ahora entablaron en la relación supera sin dudas la evidente búsqueda de conveniencia y necesidad de Cristina.

Atrás quedó el lobby impulsado por ciertos sectores del gobierno, que incluía al embajador argentino ante el Vaticano Juan Pablo Cafiero, para evitar que el cardenal Jorge Bergoglio sea elegido para reemplazar al renunciante Joseph Ratzinger. La orden que baja ahora, por el contrario, es callar a los críticos y darles vuelo a los dirigentes más cercanos a la Iglesia, como por ejemplo al presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez. No vaya a ser cosa que los acechantes rivales políticos se queden con los beneficios de la atención de un Papa inmensamente popular en Argentina (93% de imagen positiva) y en el mundo (el hombre más influyente según la revista Fortune) que además ha producido una verdadera revolución en el Vaticano.

Francisco perdonó al kirchnerismo por todas las operaciones en contra y Cristina intenta pararse en aquellos aspectos que la acercan a las posturas del Papa, como son su origen peronista y el antiliberalismo expresado en la Doctrina Social de la Iglesia, al cual obviamente Francisco adscribe. La presidente además aprovecha el genuino interés que tiene el Santo Padre por el destino del país y, más que nada, por evitar el conflicto social. Lo que sucede en Venezuela preocupa en el Vaticano y sería inaceptable para él que algo similar ocurra en el país que lo vio nacer.

Las charlas con Francisco son un verdadero bálsamo para Cristina. Este tercer encuentro fue acordado de manera directa por los mismos protagonistas. Estas amables reuniones ahora también incluyen charlas sobre situaciones personales de la primera mandataria. Es casi un confesor para una persona poco afecta a pedir perdón. Coinciden en el interés por las cuestiones internacionales. A la presidente los temas domésticos la aburren y la irritan a la vez. En algún punto considera injusto tener que afrontar zozobras económicas después de la “década ganada”. En Francisco encuentra la posibilidad de mejorar su imagen internacional a través de él y sabe que está también frente a una persona con cabal conocimiento de lo que sucede en el país sin que esto represente ahora una amenaza. Considera que puede usar algo del prestigio ganado en el corto período de papado de Francisco para tener mejor receptividad en los actores internacionales a quienes ha maltratado frecuentemente desde el atril y desde la caja.

A pesar de todo, deberíamos recordar que nada puede hacer Francisco para mejorarle a la Argentina las condiciones de pago hacia el Club de París. Tampoco puede influir sobre el tribunal norteamericano que trabaja sobre el conflicto con los holdouts. La simpatía que manifiesta el presidente Barack Obama (con quien Francisco se reunirá en los próximos días) por el Pontífice no derrama sobre los círculos de poder y los ciudadanos estadounidenses. Esa simpatía tampoco podrá borrar la imagen del canciller Héctor Timerman, alicate en mano, incautando material que trajo un avión militar estadounidense al país para una capacitación a miembros de la Policía Federal, por más que el tiempo haya hecho más difusas algunas heridas. Son los riesgos de una política exterior errante.

Está claro que también otros argentinos recibieron un cálido trato del Papa. Muchos de ellos, sobre todo los políticos, vuelven con el mismo mensaje de Francisco: cuiden a Cristina. Todos ellos se quedan pensando si se les pide que la cuiden de ella misma, de su entorno o de los riesgos externos. En cualquier caso, el mensaje no pasa inadvertido.

Las conclusiones de los encuentros son el momento esperado por la Presidente. Este tipo de reuniones donde la otra parte es discreta le permiten a Cristina ejercer la profesión que parece amar (aparte de la arquitectura): la de editora periodística. No solamente puede relatar la cordialidad del encuentro, que ciertamente fue así, sino que se anima a una libre interpretación del mensaje recibido. Es capaz de relacionarlo con su propio discurso como también pedir que lean a Francisco para entenderlo mejor. Es una suerte de agente de prensa informal, pero con intereses creados.

El Papa no hace milagros y sus tareas son muy variadas e importantes como para ocuparse de los vaivenes de la economía y la política argentinas. Es bastante lo que hace de por sí pero el gobierno debería tener en cuenta que la constancia y la coherencia son elementos fundamentales para recrear la confianza tanto dentro como fuera del país. Después de todo, sería un abuso pedirle a Francisco que también se ocupe de controlar los precios en las góndolas.