Las elecciones generales de octubre, en las cuales tendremos la posibilidad de elegir un presidente por los próximos 4 años, presentan innumerable cantidad de imponderables por develar pero una certeza: ni Cristina Fernández ni Máximo Kirchner van a ocupar el sillón de Rivadavia luego del 10 de diciembre. Esta verdad de Perogrullo es la que más preocupa a la Presidente. Saber que después de 12 años nadie de su familia va a estar en el poder la inquieta. Su hijo ha logrado conformar y consolidar -con todos los medios disponibles a su favor, claro está- un conglomerado de poder económico (negocios familiares) y político (La Cámpora) de relevancia endogámica. Ese inmenso dominio no le ha dado -por motivos que no pretendo aquí analizar- la posibilidad de ser una opción electoral viable para su facción. La presidente sabe que hay varios frentes de tormenta que se avecinan y, emprendedora como es, va a tratar de ponerles coto. En el frente judicial, a diferencia de lo que ocurrió con el menemismo -donde los hechos de corrupción se debían investigar sobre situaciones pasadas y fortunas presentes- el kirchnerismo tiene sociedades que perduran en el tiempo y que pueden ser tanto su sostén como su derrumbe.
Sería duro para Cristina tener que soportar que, después de tanto esfuerzo propagandístico, la “década ganada” sea denostada en el futuro tanto como los 90`. Sabe que, así como ellos usaron al menemismo como contracara útil para forjar su propia identidad, quien la suceda puede optar por el mismo camino y focalizar sus excusas en la herencia recibida. ¿Cómo podría confiar en un Daniel Scioli que defendió con la misma vehemencia las privatizaciones, la apertura económica y la “modernización” del país en manos de Carlos Menem como la “recuperación” de las empresas privatizadas y el proteccionismo económico de los Kirchner? ¿Cómo puede quedarse tranquila estando en manos de un ex ultra menemista como Miguel Angel Pichetto? ¿Cómo podría fiarse incluso de una Diana Conti que en los últimos días ha recorrido varios canales de TV sin ocultar su nueva simpatía por Daniel Scioli? Sabe la presidente que no va a ser fácil defender el valor simbólico de su gobierno y por eso prepara estrategias en varios frentes.
Entre sus apuestas está la de cosechar -ya fuera del poder- el dispendio de tantos dineros públicos destinados a medios amigos creados ad hoc. Si bien fueron útiles a su proyecto durante todos estos años, ella espera que lo sean mucho más cuando venga la mala. La Presidente comprende que la memoria histórica de la mayoría es corta y cambiante y que el proceso de denostación (sin matices ni análisis profundo) que propició para la década de los ’90 puede repetirse con su gobierno. El expansivo desarrollo de alugnos medios de comunicación privados “amigos” es el primer refugio que aparece en su horizonte. Ya no podrá contar con la propaganda del Fútbol para Todos y con el conglomerado de medios estatales que estuvieron plenamente a su arbitraria disposición.
Hay interrogantes que deberemos esperar para que sean develados: ¿Podrán los canales de cable afines absorber la caterva de periodistas y productoras militantes que van a quedar desamparados ante la ausencia de los cuantiosos recursos que brindó el Estado durante el kirchnerismo? Las negociaciones están en curso. El productor Diego Gvirtz, con sus naves insignias 678, Duro de Domar y Televisión Registrada, ya busca nuevos canales. Lo que no se termina de entender es cómo hará para solventar sus programas de bajo rating sin ayuda oficial; ¿estará pensando en volver a sus orígenes de distanciamiento respecto del poder político y así recuperar audiencia para poder solventarse como cualquier programa de televisión?; ¿podrá recuperar el prestigio de aquel talentoso productor que hacía buen uso del archivo más importante de Argentina?; ¿querrá cambiar de padrino acompañando los nuevos tiempos políticos? Esta última sería la opción menos viable porque cualquiera sea el ganador no tiene margen para continuar con un sistema de propaganda paraoficial que ya causó hartazgo en la mayor parte de los argentinos.
El ámbito legislativo es la segunda gran apuesta de Cristina por conservar su influencia. Planea para ello encabezar la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires. Esto le daría también, claro está, los fueros que le permitan afrontar con mayor tranquilidad y tiempo todas las denuncias que la aquejan. Sin embargo, es probable que con esto sólo gane algo de oxígeno en el declive natural de una pareja de políticos que han polarizado a la sociedad. Podrá también conservar durante un tiempo a quienes aún le sirvan desde los medios, el problema para ella es que nunca puede asegurarse lectores, televidentes y oyentes fieles o -peor aún- convencerlos de que es verdad lo que les cuentan.