Cambio climático: una conversación distorsionada

Un estudio reciente de la revista Nature revela hasta qué punto el aumento de dióxido de carbono (CO₂) ha reverdecido a la Tierra durante las últimas tres décadas. Debido a que el CO₂ actúa como un fertilizante, alrededor de la mitad del total de las tierras con vegetación está persistentemente más verde en la actualidad. Esto debería ser un motivo de gran alegría. En cambio, la BBC se centró en advertir que no debemos dejar de preocuparnos por el calentamiento global y por amenazas tales como el derretimiento de glaciares y las tormentas tropicales más graves. Muchos otros medios de prensa importantes ni siquiera informaron sobre el estudio.

Nuestra conversación climática está ladeada. Existe un amplio margen para sugerir que el cambio climático ha causado tal o cual problema, pero cualquier mención a aspectos positivos es desaprobada. Hemos sabido durante décadas que el aumento de CO₂ y de precipitaciones haría que el mundo fuera mucho más verde —hacia finales de siglo—; es probable que la biomasa mundial haya aumentado en un 40 por ciento. Del mismo modo, sabemos que muchas más personas mueren de frío que de calor. El mayor estudio sobre las muertes causadas por el calor y el frío, publicado el año pasado en la revista The Lancet, evaluó más de 74 millones de muertes en todo el planeta, desde la fría Suecia hasta la caliente Tailandia. Los investigadores descubrieron que el calor causa casi 0,5% de todas las muertes, mientras que más de un 7% son causadas por el frío. Continuar leyendo

Objetivo de 1,5 grados: triunfo del simbolismo sobre la esencia

Fuera del centro de conferencias donde se desarrolla la Cumbre del Clima en París, los organizadores han erigido un árbol de viento (arbre à vent) que produce electricidad a partir de la potencia de la brisa. Al hacerlo, han resumido exactamente el enfoque equivocado de la conferencia.

El árbol sólo producirá 3.500 kWh por año y cuesta alrededor de 27 mil dólares (25 mil euros). Por lo tanto, a un precio de producción de alrededor de ocho centavos de dólar al año, tomará 89 años compensar sólo el costo de capital. Dicho de otra manera, el costo es 300% más caro que la energía eólica, incluso tradicional, que aún lucha sin subsidios.

Lomborg Blog 12 for Dec 11

La conferencia COP 21 se trata de simbolismos: gastar un montón de dinero para sentirse bien, pero hacer muy poco.

Esta semana el cinismo alcanzó nuevas alturas, cuando Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, firmó una declaración liderada por Filipinas y otros Gobiernos que indica que las temperaturas deben limitarse a un aumento de 1,5 grados, en lugar del objetivo de 2 ºC del que muchos habían estado hablando. Los anfitriones franceses apoyaron la idea. Los periodistas ambientales publicaron esta noticia con caras serias y los activistas declararon que mantener las temperaturas por debajo de 1,5 °C era de hecho lo moralmente correcto. Continuar leyendo

El calentamiento global todavía es una preocupación del mundo desarrollado

No hay un solo activista del clima a la vista aquí donde se desarrolla la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Le Bourget, a las afueras de París. Comprensiblemente, el área ha sido sellada, por lo que no hay mucha audiencia.

Mientras que las marchas planificadas han sido canceladas por razones de seguridad, hay todavía manifestantes que las están empujando con pasión hacia dentro de las negociaciones sobre el clima para presionar por un tratado más drástico.

Muchos de estos manifestantes afirman que hablan en nombre de los pobres del mundo. Dejan en claro a los participantes de la conferencia sobre el clima —negociadores climáticos, políticos, burócratas y los medios de comunicación del mundo— que la acción por el calentamiento global es la prioridad más urgente en el mundo ahora mismo.

Sin embargo, no lo es. Los activistas aquí son bien intencionados y genuinos. Pero sus pasiones y los intereses de los pueblos más desfavorecidos del mundo no son lo mismo. Continuar leyendo

¿Qué hace falta para que la Cumbre de París tenga éxito?

Hay un enorme foco puesto ahora en las políticas de la COP 21 que se celebra en París. ¿Los países pobres obtendrán la ayuda climática que quieren? ¿China acordará reducir su crecimiento, dejará a millones de personas más en la pobreza al comprometerse a reducciones de carbono de largo alcance? ¿Cuál será el tenor del tratado emergente?

Es fácil volverse cínico. En lugar de eso, demos un paso atrás y formulemos una pregunta mucho más interesante: ¿Qué haría falta para que París tenga éxito? Con esto no quiero decir que los delegados logren firmar algún tipo de tratado. Quiero decir: ¿Qué haría falta para que París tenga un verdadero impacto en el cambio climático?

La investigación sugiere que la iniciativa de política climática sobre la cual se basaría un tratado efectivo sería una de la que hemos escuchado muy poco acá en París: un masivo esfuerzo de investigación y desarrollo (I+D) para hacer la energía verde más barata.

Durante veinte años hemos insistido en tratar de resolver el cambio climático mediante el apoyo a la producción de energía, principalmente solar y eólica. El problema con este enfoque es que pone el carro delante del caballo. Las tecnologías verdes aún no están maduras y aún no son competitivas, pero insistimos en promoverlas al mundo. Continuar leyendo

Las inversiones medioambientales más inteligentes

En este momento, 193 Gobiernos del mundo se están preparando para seleccionar un conjunto de objetivos de desarrollo y medioambiente para los próximos 15 años. Estos objetivos sustituirán a los exitosos objetivos de desarrollo del milenio (ODM) que expiran este año e inciden en 2,5 billones de dólares en ayuda al desarrollo e incontables billones en los presupuestos nacionales.

Junto con los objetivos enfocados en la pobreza, la salud, el hambre y la educación, los objetivos ambientales están en primer plano. Estos van desde algunos relativamente de nicho (“diseñar e implementar políticas para promover el turismo sostenible”) hasta otros muy ambiciosos (“esforzarse por desvincular el crecimiento económico de la degradación ambiental”). Después de un proceso de toma y daca, la ONU tiene una lista de 169 objetivos -la friolera de 151 más que el conjunto de las 18 metas de los ODM que cambiaron el mundo.

Esto es un error. Tener 169 prioridades es como no tener prioridades en absoluto.

Desde el Copenhagen Consensus Center, pedimos a 60 equipos de los principales economistas, entre ellos varios premios nobel, que evalúen los costos y los beneficios económicos, sociales y ambientales de las metas propuestas. Su análisis destaca algunas de las mejores inversiones que podemos hacer por el planeta, guiando a los tomadores de decisiones políticos, los filántropos y las empresas con conciencia social hacia las inversiones que permitan lograr el máximo beneficio. Continuar leyendo

Lo más alarmante del alarmismo climático

Es un hecho indiscutible que las emisiones de carbono están aumentando, y más rápido de lo que la mayoría de los científicos predijeron. Pero muchos alarmistas del cambio climático parecen afirmar que todo el cambio climático es peor de lo esperado. Esto ignora que muchos de los datos son, en realidad, alentadores.

Hechos como éste son importantes debido a que enfocarse unilateralmente en las historias más desfavorables es un mal cimiento para establecer políticas acertadas. Sí, el hielo del mar Ártico se está derritiendo más rápido de lo que los modelos esperaban. Pero los modelos también predijeron que el hielo del mar Antártico disminuiría, sin embargo, va en aumento. Sí, los niveles del mar están subiendo, pero el aumento no se está acelerando, en todo caso, dos recientes trabajos han demostrado una pequeña disminución en la tasa de aumento del nivel del mar.

A menudo se nos dice que estamos viendo más y más sequías, pero un estudio publicado en la revista Nature en realidad muestra una disminución de la superficie del mundo que ha sido afectada por sequías desde 1982.

Los huracanes se utilizan del mismo modo. Si analizamos a los EEUU, donde tenemos las mejores estadísticas, los costos por los daños de los huracanes están aumentando, pero sólo porque hay más gente, con propiedades más costosas, que viven cerca de las costas. Si nos ajustamos a la población y a la riqueza, el daño por huracanes durante el período 1900-2013 se redujo ligeramente.

En la conferencia climática de la ONU en Lima, Perú, en diciembre, se les dijo a los asistentes que sus países deberían reducir sus emisiones de carbono para evitar futuros daños por tormentas, como el tifón Hagupit que azotó Filipinas durante la conferencia, matando al menos a 21 personas y obligando a más de un millón a acudir a refugios. Sin embargo, la tendencia de los tifones que tocan tierra alrededor de las Filipinas en realidad ha disminuido desde 1950, según un estudio publicado en 2012 por el Journal of Climate de la Sociedad Americana de Meteorología. Una vez más, se nos dice que las cosas están peor que nunca, pero los hechos no respaldan esto.

Esto es importante porque si queremos ayudar a las personas pobres que están más amenazadas por los desastres naturales, tenemos que reconocer que no se trata tanto de reducir las emisiones de carbono, sino de sacarlos de la pobreza.

La mejor manera de evaluar esto es examinar las muertes en el mundo por desastres naturales a lo largo del tiempo. En la base de datos de la Universidad de Oxford sobre las tasas de mortalidad por inundaciones, temperaturas extremas, sequías y tormentas, el promedio en la primera parte del siglo pasado fue de más de 13 muertos al año por cada 100.000 personas. Desde entonces, las tasas de mortalidad han disminuido un 97% a un nuevo mínimo en la década de 2010 de 0,38 por cada 100.000 personas.

La dramática disminución se debe principalmente al desarrollo económico que ayuda a las naciones a resistir las catástrofes. Si eres rico como la Florida, un gran huracán podría causar mucho daño a los edificios caros, pero mata a pocas personas y causa una mella temporal en la producción económica. Si un huracán semejante golpea a un país pobre como Filipinas o Guatemala, mata a muchos más y puede devastar la economía.

En resumen, el cambio climático no es peor de lo que pensábamos. Algunos indicadores son peores, pero algunos son mejores. Eso no significa que el calentamiento global no es una realidad o no es un problema. Definitivamente lo es. Pero el cuento que el clima mundial está cambiando de mal a peor es alarmismo inútil, que nos impide centrarnos en soluciones inteligentes.

Un ambientalista bien intencionado podría argumentar que, puesto que el cambio climático es una realidad, por qué no reforzar la retórica y centrarse en las malas noticias para asegurarse de que el público entienda su importancia. Pero, ¿no es eso lo que se ha hecho durante los últimos 20 años? El público ha sido bombardeado con titulares dramáticos y fotos apocalípticas del cambio climático y sus consecuencias. Sin embargo, a pesar de interminables sucesiones de cumbres del clima, las emisiones de carbono continúan aumentando, sobre todo en países de rápido desarrollo como la India, China y muchos países africanos.

El alarmismo ha alentado la búsqueda de una política climática unilateral consistente en tratar de reducir las emisiones de carbono mediante la subvención de los parques eólicos y los paneles solares. Sin embargo, hoy en día, según la Agencia Internacional de Energía, sólo alrededor del 0,4% del consumo mundial de energía proviene de la energía solar fotovoltaica y las turbinas de viento. E incluso, con suposiciones excepcionalmente optimistas sobre el futuro despliegue de la energía eólica y solar, la AIE prevé que estas formas de energía proporcionarán un minúsculo 2,2% de la energía mundial en 2040.

En otras palabras, por lo menos durante las próximas dos décadas, la energía solar y la energía eólica son simplemente medidas costosas, para la tranquilidad de conciencia, que tendrán un impacto climático imperceptible. En su lugar, debemos centrarnos en la inversión en investigación y desarrollo de la energía verde, incluyendo la nueva tecnología de baterías para almacenar y descargar energía solar y eólica y reducir sus costos. También necesitamos invertir y promover el crecimiento en las naciones más pobres del mundo, que son las que más sufren por los desastres naturales.

A pesar de los agoreros del cambio climático, necesitamos urgentemente equilibrio si vamos a tomar decisiones sensatas y elegir la política climática adecuada que puede ayudar a la humanidad lenta e inevitablemente a adaptarse al cambio climático.

Celebrar la oscuridad envía el mensaje equivocado

A las 8:30 pm del 29 de marzo, la gente y los espacios públicos a lo largo y ancho del planeta apagarán sus luces durante una hora para generar conciencia acerca del impacto del uso de la energía sobre el cambio climático. La Hora del Planeta se anuncia como una campaña fundamental para permitir que los autoproclamados ciudadanos del mundo demuestren su compromiso con las cuestiones ecológicas. Más de mil millones de personas participan y están, sin duda, genuinamente preocupadas y comprometidas.

Desafortunadamente, La Hora del Planeta no es más que un ineficaz evento que sólo nos hace sentir bien con nosotros mismos. Nos hace pensar que estamos haciendo algo por el clima, al tiempo que nos distrae de los problemas y las soluciones reales. Si todas las luces apagadas fueran convertidas en reducción de emisiones, no sumarían demasiado. Probablemente equivaldría a la interrupción de las emisiones de CO2 de China durante menos de cuatro minutos.

Pero esto no es realista, ya que en el mundo real las plantas generadoras de energía siguen funcionando para adaptarse al consumo de energía de todos los otros usos y al posible pico de tensión después de finalizada la hora de apagón. El sector eléctrico piensa que la reducción neta es cercana a cero. Y esto sin considerar que, a cambio, casi todos los participantes encienden velas. Pero las velas son casi 100 veces menos eficientes que las bombillas incandescentes, y más de 300 veces menos eficientes que las luces fluorescentes. Encienda una vela, y emitirá tanto CO2 como el que estaba ahorrando, pero apagando sus lámparas. Encienda un montón de velas y habrá emitido mucho más CO2. Así que La Hora del Planeta en realidad podría aumentar las emisiones de CO2.

Pero hay algo mucho más inquietante sobre esta celebración de apagar las luces. Mientras que más de mil millones de personas en todo el mundo durante una hora al año displicentemente apagan las luces (sin apagar los calefactores o sus teléfonos), otros 1,3 miles de millones de personas en todo el mundo en desarrollo seguirán viviendo sin electricidad como lo hacen todas las noches del año. Y tres mil millones de personas todavía queman estiércol, ramas y otros combustibles tradicionales en el interior para cocinar y mantenerse calientes. Estos combustibles emiten humos nocivos que matan estimativamente a 3,5 millones de personas al año, en su mayoría mujeres y niños.

Fue el advenimiento de la energía eléctrica extendida lo que nos liberó de estas prácticas nocivas que aún afectan a grandes partes del mundo en desarrollo. Estufas y calentadores eléctricos han puesto fin a la plaga de la contaminación del aire interior. La electricidad ha traído lámparas de lectura y refrigeradores que evitan que los alimentos se echen a perder. Y ha proporcionado energía a la agricultura y a la industria, proporcionando puestos de trabajo y progreso económico. La energía eléctrica realmente trajo innumerables beneficios a la humanidad. Sin embargo, la celebración de la oscuridad significa darle la espalda a un futuro cada vez más brillante. Esto no es sólo metafórico, ya que las políticas climáticas hacen que la producción de electricidad sea más cara. Esto afecta especialmente a los pobres.

En el mundo en desarrollo, los gobiernos occidentales bien intencionados se están oponiendo activamente a la financiación de nuevas plantas eléctricas de carbón que podrían evitar apagones fluctuantes en países como Pakistán. En cambio, estamos sumando más desempleo y desesperanza económica. Y la oscuridad golpea más duramente a los 1,3 miles de millones de personas sin electricidad. Ahora insistimos cada vez más en que sólo se les debería permitir la electricidad si es renovable. Sin embargo, un nuevo análisis del Centro para el Desarrollo Global estima que la inversión en energías renovables, podría sacar de la pobreza a una persona por alrededor de $500. El uso de la electrificación a gas sería más de cuatro veces más eficiente. Al insistir en las energías renovables, deliberadamente decidimos dejar más de tres de cada cuatro personas en la oscuridad y la pobreza. Esto parece sumamente hipócrita, ya que el mundo rico obtiene sólo el 1,2% de su energía a partir de la tecnología solar y eólica enormemente costosas.

Casi todos los participantes celebran la Hora del Planeta con la mejor de las intenciones. Pero, en lugar de apagar la luz para todos, centrémonos en hallar soluciones brillantes que realmente puedan marcar una diferencia para ambos, el clima y los pobres.