Cuba y las tres preguntas

Los Castro han cumplido 57 eneros en el poder. A estas alturas, la curiosidad general se limita a formular tres preguntas inquietantes: ¿Por qué han durado tanto? ¿Es un fracaso, como dicen sus adversarios, o un éxito, como aseguran los simpatizantes? ¿Qué sucederá después de este larguísimo Gobierno, el más prolongado de la historia de América?

El Gobierno de los Castro ha sido tan duradero porque es una dictadura que no busca el consentimiento de la sociedad, ni se dedica a obedecerla. Por el contrario, sus esfuerzos están permanentemente consagrados a dirigirla y controlarla.

El secreto de esa permanencia es convertir al pueblo en rebaño y estabularlo convenientemente. Para esos fines dispone de un formidable aparato de contrainteligencia cifrado en unas sesenta mil personas y un probado guión represivo. El 0,5% de la población, de acuerdo con la infalible fórmula aprendida de la Stasi alemana, madre y maestra de los servicios cubanos, junto al KGB.

El otro régimen parecido que existe en el planeta, Corea del Norte, es también una dinastía militar y tiene 68 años de vida continua. El padre de ese orquestado hormiguero de gimnastas rítmicos fue Kim Il-Sung. Comenzó en 1948 y murió, mandando, en 1994, no sin antes legar a los museos las sillas en las que había colocado sus egregias nalgas. Luego le han seguido su hijo Kim Jong-il y su nieto Kim Jong-un. Continuar leyendo

Gulliver contra doce mil enanos

Cuba 191, Estados Unidos 2. Eso se llama una paliza diplomática. Ciento noventa y un países votaron en la ONU a favor de una resolución presentada por Cuba contra las restricciones comerciales y financieras impuestas por Estados Unidos al Gobierno de los Castro desde 1961. Sólo dos naciones se opusieron: Estados Unidos e Israel.

Viene ocurriendo desde hace mucho tiempo. La novedad es que este año el Gobierno de Barack Obama lo celebra secretamente, aunque la ley y el sentido común obliguen a la diplomacia norteamericana a rechazar la resolución. El propio presidente había urgido al Congreso a que derogara la medida.

En todo caso, Estados Unidos, realmente, no se defendió. Al fin y al cabo, estas resoluciones de la ONU no son vinculantes. Es pura propaganda dentro de una organización tan desprestigiada que eligió a Venezuela y Ecuador para pertenecer al comité que vigila el cumplimiento de los derechos humanos, que es algo así como poner al zorro a cuidar el gallinero.

Lo interesante es cómo la dictadura de los Castro consigue desviar la atención sobre el verdadero corazón del asunto —la persistencia de una dictadura estalinista derivada del modelo soviético erradicado de Occidente hace un cuarto de siglo— y la coloca sobre una percepción fabricada: una pobre isla asediada por la mayor potencia del planeta. David contra Goliat. Continuar leyendo

Obama no entiende por qué Raúl le muerde la mano

Raúl Castro atacó al “bloqueo”, reclamó la base de Guantánamo y pidió el fin de las transmisiones de Radio Martí. Defendió a Nicolás Maduro y a Rafael Correa. Se colocó junto a la Siria de El Assad, a Irán, a Rusia, a la independencia de Puerto Rico. Criticó la economía de mercado y cerró con broche de plomo con una cita de su hermano Fidel, gesto obligatorio dentro de la untuosa liturgia revolucionaria cubana.

Poco después, se reunió con el presidente norteamericano. Según cuenta el Washington Post, Obama le mencionó, algo decepcionado, el ignorado asunto de los derechos humanos y la democracia. No hubo el menor atisbo de apertura política.

Obama no entiende que con los Castro no existe el quid pro quo o el “toma y daca”. Para los Castro el modelo socialista (lo repiten constantemente) es perfecto, su “democracia” es la mejor del planeta, y los disidentes y las “Damas de blanco” que piden libertades civiles son sólo asalariados de la embajada yanqui inventados por los medios de comunicación que merecen ser apaleados.

El gobierno cubano nada tiene que rectificar. Que rectifique Estados Unidos, poder imperial que atropella a los pueblos. Que rectifique el capitalismo, que siembra de miseria al mundo con su mercado libre, su asquerosa competencia, sus hirientes desigualdades y su falta de conmiseración.

Para los Castro, y para su tropa de aguerridos marxistas-leninistas, indiferentes a la realidad, la solución de los males está en el colectivismo manejado por militares, con su familia en la cúspide dirigiendo el tinglado.

Raúl y Fidel, y los que los rodean, están orgullosos de haber creado en los años sesenta el mayor foco subversivo de la historia, cuando fundaron la Tricontinental y alimentaron a todos los grupos terroristas del planeta que llamaban a sus puertas o que forjaban sus propios servicios de inteligencia.

Veneran la figura del Che, muerto como consecuencia de aquellos sangrientos trajines, y recuerdan con emoción las cien guerrillas que adiestraron o lanzaron contra medio planeta, incluidas las democracias de Venezuela, Argentina, Colombia, Perú o Uruguay.

Se emocionan cuando rememoran sus hazañas africanas, realizadas con el objetivo de crear satélites para gloria de la URSS y la causa sagrada del comunismo, como en Angola, cuando consiguieron dominar a las otras guerrillas anticoloniales, y luego a sangre y fuego vencieron a los somalíes en el desierto de Ogadén, sus amigos de la víspera de la guerra, ahora enfrentados a Etiopía, el nuevo aliado de La Habana.

No sienten el menor resquemor por haber fusilado adversarios y simpatizantes, perseguido homosexuales o creyentes, confiscado bienes honradamente adquiridos, separado familias, precipitado al éxodo a miles de personas que acabaron en el fondo del océano. ¿Qué importan estos pequeños dolores individuales, ante la gesta gloriosa de “tomar el cielo por asalto” y cambiar la historia de la humanidad?

¡Qué tiempos aquellos de la guerra no-tan-fría, cuando Cuba era la punta de lanza de la revolución planetaria contra Estados Unidos y sus títeres de Occidente! Época gloriosa traicionada por Gorbachov en la que parecía que pronto el ejército rojo acamparía triunfante en las plazas de Washington.

El error de Obama es haber pensado que los diez presidentes que lo antecedieron en la Casa Blanca se equivocaron cuando decidieron enfrentar a los Castro y a su revolución, señalándolos como enemigos de Estados Unidos y de las ideas que sostienen las instituciones de la democracia y la libertad.

Obama no entiende a los Castro, ni es capaz de calibrar lo que significan, porque él no era, como fueron Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, y Bush (padre), personas fogueadas en la defensa del país frente a la muy real amenaza soviética.

Incluso Clinton, ya en la era post-soviética, quien prefirió escapar antes que pelear en Vietnam, comprendió la naturaleza del gobierno cubano y aprobó la Ley Helms-Burton para combatirlo. Bush (hijo) heredó de su padre la convicción de que a 90 millas anidaba un enemigo y así lo trató durante sus dos mandatos.

Obama era distinto. Cuando llegó a la presidencia, hacía 18 años que el Muro de Berlín había sido derribado, y para él la Guerra Fría era un fenómeno remoto y ajeno. No percibía que había sitios, como Cuba o Corea del Norte, en los que sobrevivían los viejos paradigmas.

Él era un “community organizer” en los barrios afroamericanos de Chicago, preocupado por las dificultades y la falta de oportunidades de su gente. Su batalla era de carácter doméstico y se inspiraba en el relato de la lucha por los derechos civiles. Su leitmotiv era cambiar a América, no defenderla de enemigos externos.

Como muchos liberals y radicales norteamericanos, especialmente de su generación, pensaba que la pequeña Cuba había sido víctima de la arrogancia imperial de Estados Unidos, y podía reformarse y normalizarse tan pronto su país le tendiera la mano.

Hoy es incapaz de entender por qué Raúl se la muerde en lugar de estrecharla. No sabe que los viejos estalinistas matan y mueren con los colmillos siempre afilados y dispuestos. Es parte de la naturaleza revolucionaria.

El nuevo panorama cubano

Este 26 de julio es diferente. La dictadura de Raúl Castro estrena una nueva relación con Estados Unidos. La Habana ha derrotado totalmente a Washington. Barack Obama ha levantado los brazos y lo ha entregado todo sin pedir nada a cambio.

Como repiten los personeros del castrismo una y otra vez, el pequeño David ha liquidado, finalmente, al gigante Goliat, sin hacer una sola concesión.

Las cárceles siguen llenas de disidentes, continúan aporreando a las Damas de Blanco, no hay el menor espacio para expresarse públicamente contra ese estado de cosas y mucho menos para formar partidos diferentes al comunista. Lo dijo Fidel Castro y lo cumplió: “Primero la isla se hundirá en el mar antes que abandonar el marxismo-leninismo”.

No obstante, ¿ha cambiado algo? Por supuesto. Raúl y toda la dirigencia comunista, incluso Fidel, que es el más terco de todos, saben que el sistema no funciona en el terreno de la creación de riquezas. Es totalmente improductivo.

Con los años, han comprendido que los incentivos materiales son indispensables y que la propiedad privada es clave para lograr el desarrollo, pero no se atreven a sustituir ese desastre por una economía abierta regida por el mercado, porque temen perder el poder. Continuar leyendo

Libertad o prosperidad: el falso dilema

Nos dicen que hay que sacrificar la libertad para alcanzar la prosperidad. Mentira. Ese es un falso dilema, generalmente planteado por los autoritarios. La prosperidad es muy conveniente para nuestro bienestar material, pero la libertad es absolutamente necesaria para nuestro bienestar emocional. No hay que elegir.

La libertad tiene que ver con el dolor de vivir enmascarado. Bruce Jenner -por ejemplo-fue un gran deportista y se convirtió en señora. Ahora es feliz. Al menos más feliz que antes. Se despojó de la máscara. En Irán la hubieran ahorcado del extremo de una grúa para que el crimen sirviera de escarmiento, sin tener en cuenta que su único delito era buscar la coherencia interna.

Otro caso: el funcionario equis, para que no le hicieran daño, aplaudía consignas y personajes en los que no creía. Le parecían ridículos, pero tenía que sobrevivir. Hasta que el día en que controló su vejiga, venció sus miedos, se atrevió a decir que no y se transformó en un disidente. Fue muy duro, porque la dictadura era severa, pero por primera vez en su vida se sintió en paz consigo mismo.

Hay mil ejemplos posibles. La libertad es eso: poder tomar decisiones congruentes con nuestras creencias y valores. Elegir las ideas que nos parecen correctas, seleccionar sin imposiciones externas nuestros amigos, nuestros libros, nuestros afectos, nuestros proyectos de vida, nuestras carreras, nuestras preferencias sexuales; creer en ciertos dioses o en ningún dios. También, claro, poder escoger a nuestros gobernantes y oponernos vehementemente a los que nos resultan nefastos. Continuar leyendo

Democracias liberales contra iliberales

La crisis griega es la expresión de un gravísimo problema planetario. Es verdad que la desataron los socialdemócratas y conservadores con su gasto público desbocado y su corrupción rampante, pero la han agravado los neocomunistas y sus primos neopopulistas, en el poder desde hace pocos meses.

¿Por qué es un asunto que concierne al planeta? Tres ejemplos. Syriza en Grecia, Podemos en España y el chavismo en Venezuela comparten varios elementos que los hermanan: son enemigos de la democracia liberal, partidarios irrestrictos del populismo, y sostienen unas proclamadas simpatías por el comunismo.

Sus dirigentes odian el mercado, la propiedad privada, el comercio internacional sin ataduras y los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo. Todas estas instituciones, con sus errores y sus aciertos, constituyen la savia de la economía en las naciones más desarrolladas de la Tierra. Continuar leyendo