Democracias liberales contra iliberales

La crisis griega es la expresión de un gravísimo problema planetario. Es verdad que la desataron los socialdemócratas y conservadores con su gasto público desbocado y su corrupción rampante, pero la han agravado los neocomunistas y sus primos neopopulistas, en el poder desde hace pocos meses.

¿Por qué es un asunto que concierne al planeta? Tres ejemplos. Syriza en Grecia, Podemos en España y el chavismo en Venezuela comparten varios elementos que los hermanan: son enemigos de la democracia liberal, partidarios irrestrictos del populismo, y sostienen unas proclamadas simpatías por el comunismo.

Sus dirigentes odian el mercado, la propiedad privada, el comercio internacional sin ataduras y los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo. Todas estas instituciones, con sus errores y sus aciertos, constituyen la savia de la economía en las naciones más desarrolladas de la Tierra. Continuar leyendo

Las tres tentaciones del chavismo

A fines de año Venezuela debe celebrar elecciones legislativas. El país experimenta el mayor desastre de América Latina y el gobierno debe perder los comicios de forma abrumadora si fueran realmente libres y transparentes.

Lo ha revelado la cuidadosa encuesta de DatinCorp. El 74% de los venezolanos opina que la situación es mala o pésima. El 45% se siente cerca de la oposición y sólo el 22 respalda al gobierno.

La mitad del país, el 49%, quiere emigrar. La mayor parte son jóvenes y adultos educados. Se afirma que sólo en España ya han entrado 350 000 venezolanos, muchos de ellos hijos y nietos de españoles o de otras nacionalidades europeas que les han otorgado pasaportes de la UE. Son tantos, que El Venezolano, una popular publicación de los exiliados, va a inaugurar un canal de televisión en Madrid.

Tenía que ocurrir. Es el resultado de una mezcla de catástrofes: el desabastecimiento creciente, la inflación (la mayor del planeta), el 18% de desempleo, la destrucción de miles de empresas, la inseguridad ciudadana que ya se ha cobrado más de 200 000 vidas, la corrupción rampante, las nauseabundas noticias de los narcogenerales y del Cártel de los Soles, la penosa imagen de Nicolás Maduro como un tonto de baba, la certeza terrible de que, con ese gobierno, mañana siempre será peor que hoy, y la resistencia patriótica de figuras como Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, tres de los líderes más prestigiosos de la oposición.

¿Cuál será la estrategia del chavismo para sortear esta tremenda crisis?

La primera tentación, la que le pide el cuerpo, será negar la evidencia, declarar que se trata de una fabricación de los escuálidos y de la CIA, celebrar unas fraudulentas elecciones, proclamar descaradamente la victoria, y continuar saqueando impunemente al país bajo la dirección de “los cubanos”, mientras aprietan cada vez más las tuercas totalitarias y se acentúa el desastre.

La segunda tentación es acercarse discretamente a la oposición, asegurarle que se respetarán los resultados electorales, y plantearle una salida pactada del gobierno a cambio de un referéndum que apruebe una amnistía contra todos los delitos de origen político cometidos durante el largo periodo chavista.

La vaga fórmula “origen político” engloba la inmensa corrupción, el narcotráfico, los crímenes de Estado y las supuestas conspiraciones que mantienen en la cárcel a un centenar de opositores. Se cambiaría democracia por impunidad, como se ha hecho en otros países de América Latina.

La tercera tentación es la más tortuosa: retomar por la fuerza el Esequibo, una región limítrofe de 160 000 kilómetros cuadrados, territorio reclamado desde el siglo XIX, perteneciente a la Capitanía General de Venezuela en tiempos de España, y del que se apoderaron los ingleses cuando le compraron a Holanda la colonia llamada Guayana.

Los chavistas saben que la causa del Esequibo es muy popular en toda la población, chavistas y antichavistas, especialmente ahora que Exxon-Mobil ha encontrado una notable cantidad de petróleo en la zona marítima que le corresponde al Esequibo.

Tampoco ignoran que Guyana carece de ejército (las Fuerzas de Defensa de ese país no tienen tanques, aviones ni barcos de guerra), y Caracas puede armar fácilmente una red diplomática de apoyo, no sólo con el respaldo de Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua, sino con Argentina a la cabeza, que vengará en Guyana los agravios ingleses sufridos en las Malvinas.

El cálculo es que una operación militar para “recuperar” el Esequibo duraría una semana y despertaría el fervor nacionalista de los venezolanos, revitalizaría la maltrecha figura de Maduro, le devolvería el prestigio a las desacreditadas fuerzas armadas y crearía una atmósfera de “periodo de guerra” en la que se justificarían las carencias y el desastre económico. Todo sería ganancia. En esas circunstancias, Maduro convocaría a elecciones en unas condiciones favorables.

Los chavistas saben que el general argentino Leopoldo Galtieri nunca fue más popular que cuando se apoderó de las Malvinas en 1982. También saben que su prestigio cayó en picado cuando los ingleses las recuperaron, pero es posible que China y Rusia avalen las operaciones militares chavistas como forma de neutralizar a otros factores internacionales.

¿Cuál de las tentaciones acabará imponiéndose? Los chavistas las están sopesando. No se ponen de acuerdo.

Pablo Iglesias y el momento de tirar las piedras

Afirma el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de Madrid que el Partido Popular y el PSOE pierden un porcentaje grande de sus electores. Era predecible tras los escándalos de corrupción.  Pero, afortunadamente, parece que los neocomunistas de Podemos sólo alcanzarán en torno a un 15% de los votos en las elecciones del 24 de mayo próximo.

Pablo Iglesias, el líder de Podemos, lo barruntaba. Por eso, presuntamente, se sintió feliz cuando el ideólogo Juan Carlos Monedero, un chavista incorregible, se separó de la dirección del grupo. Era demasiado franco. Se le veía excesivamente la boina guevarista. Esos rasgos es mejor ocultarlos.

Podemos, en consecuencia, ha presentado un programa de gobierno mucho más moderado de lo que se anticipaba. El cambio de actitud no es porque Pablo Iglesias y sus compañeros han admitido que sus propuestas económicas eran una ruinosa imbecilidad que precipitaría a España en la catástrofe, algo que les trae sin cuidado, sino porque se acercan las elecciones y la franca mayoría de los españoles no respalda posiciones radicales antisistema.

Cuando se les pregunta a los electores en qué punto se sitúan en una escala de 0 a 10, donde 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, el 75% se coloca en el centro, entre 4 y 7. Es decir, en un abanico que va desde las posiciones tradicionales del centro izquierda a las de centro derecha, hasta ahora ocupado por el PSOE y el Partido Popular.

Eso significa que los votos están en esa zona del electorado, y Pablo Iglesias y Podemos van en busca de ellos disfrazándose de moderados. Naturalmente, creerlos sería un acto demencial. El verdadero Pablo Iglesias no es el que ahora se viste de otra cosa, sino el que envidia el manicomio venezolano y sugiere, a media lengua, como hizo en la televisión oficial caraqueña, que quisiera para España algo similar a lo que él y sus asociados contribuyeron a crear en ese desdichado país.

En América suelen decir que, “quien se quema con leche, llora cuando ve a la vaca”. Esa leche nos ha quemado antes. Fidel Castro aseguró que repudiaba el comunismo y que celebraría elecciones pluripartidista en 18 meses. De esto hace la friolera de 56 años. Más adelante aclaró la contradicción: aseguró que era marxista-leninista desde su juventud y que se moriría siéndolo. Lo escondió para poder hacerse con el gobierno.

Los comunistas admiten las elecciones libres, esa ordinariez liberal, cuando no les queda más remedio, pero tan pronto pueden las cancelan y se acogen al modelo de partido único y ausencia total de libertades. Ese sistema de palo, calabozo y paredón es el que prefieren. Así ha sido a lo largo de la historia.

Antes de las primeras elecciones, en 1988, un Chávez conmovedoramente humilde le dijo al periodista Jorge Ramos de Univisión que él era un demócrata a carta cabal y sólo estaría en el poder durante un periodo presidencial. Incluso, calificó al gobierno de los Castro como una dictadura.

Todo era una cortina de humo. Desde que llegó a la presidencia se dedicó febrilmente a crear una tiranía colectivista, utilizando para ello los recursos populistas del clientelismo sufragados por un río de petrodólares.

Como podía preverse, con esa política Chávez demolió cruelmente al país durante 15 años y, si no sigue en Miraflores, es porque se le ocurrió la estupidez de tratar de curarse un cáncer en Cuba, en lugar de ir a Estados Unidos, a Brasil o a la propia España.

Sin embargo, cuando llegó a la presidencia, una de las primeras barbaridades que hizo aquel falso demócrata preelectoral, fue escribirle una reveladora carta al asesino Iván Ilich Ramírez, el Chacal, terrorista venezolano adiestrado en Cuba, preso en Francia por sus múltiples crímenes. La carta muestra el oportunismo de los chavistas desde el primer párrafo, bastante ridículo, por cierto. Dice textualmente:

“Nadando en las profundidades de su carta solidaria pude auscultar un poco los pensamientos y los sentimiento, es que todo tiene su tiempo: de amontonar las piedras, o de lanzarlas… de dar calor a la revolución o de ignorarla; de avanzar dialécticamente uniendo lo que deba unirse entre las clases en pugna o propiciando el enfrentamiento entre las mismas, según la tesis de Iván Ilich Ulianov. Tiempo de poder luchar por ideales y tiempo de no poder sino valorar la propia lucha… Tiempo de oportunidad, del fino olfato y del instinto al acecho para alcanzar el momento psicológico propicio en que Ariadna, investida de leyes, teja el hilo que permita salir del laberinto…”.

El señor Pablo Iglesias, un chavista confeso, está en la etapa de almacenar las piedras. Más adelante, si engañara a los españoles y ganara las elecciones, encontrará el momento de lanzarlas.

Esperemos que eso no suceda nunca.

La corrupción y sus tres enormes daños

México y corrupción son dos palabras que siempre van “de pipí cogido”, como dicen con picardía los colombianos.

La corrupción en Venezuela es mayor, y la de Argentina no anda muy lejos, según Transparencia Internacional, pero, a juzgar por lo que acontece en Chile, Brasil y Cuba, parece un mal endémico hispanoamericano. El continente, con pocas excepciones, es una pocilga.

En todo caso, el gobierno mexicano quiere acabar con la corrupción. Ya era hora. ¿Es eso posible? ¿Cuándo comenzó? Te lo dicen, riendo, tan pronto pones un pie en el país.

Los conquistadores españoles torturaban a Cuauhtémoc, el cacique azteca, para que revelara dónde escondía el oro:

-Dime, maldito indio, dónde está el oro –gritaba el torturador, por medio del intérprete, mientras le quemaba las manos y los pies al aguerrido príncipe.

-He dicho cuarenta veces que está enterrado a 50 pasos de la pirámide, debajo de la palmera –gritaba Cuauhtémoc retorciéndose de dolor.

-Dice que no sabe, y que si lo supiera no lo diría nunca –tradujo el intérprete afilándose secretamente los dientes.

Allí empezó todo. Muy al principio. La confusión entre lo público y lo privado está en el ADN de América Latina y en el de las tres cuartas partes del planeta. A Hernán Cortés le dieron los tributos de 20,000 indios como recompensa por la conquista de México. Luego se los quitaron y el fiero capitán acabó en Europa, pobre y malhumorado, sin poder olvidar el olor a chamusquina de la carne quemada.

Algunos cínicos o pragmáticos –a veces es lo mismo– sostienen que la corrupción es una forma lateral de distribución de la riqueza y aumento de los ingresos, encaminada a estabilizar la sociedad por medio de una trama de intereses y complicidades.

No lo creo. Los daños que provoca la corrupción sin castigo suelen ser devastadores. Anotemos tres dentro de una lista infinitamente mayor.

Primero, pudre la premisa esencial del Estado de Derecho desmintiendo el principio de que todos están sujetos a la autoridad de la ley. Si el político o el funcionario roban impunemente, o reciben coimas por otorgar favores, ¿por qué el ciudadano común va a pagar impuestos? ¿Qué le impide mentir o hacer trampas?

La ley establece que es delito vender cocaína y también apoderarse de los bienes públicos. ¿Por qué no vender cocaína si otros desfalcan impunemente el tesoro nacional? ¿Por qué no asaltar un banco? ¿Qué diferencia moral hay entre robarles a todos o robarle a una empresa o a una persona específicamente?

Segundo, adultera y encarece todo el proceso económico. La economía de mercado está basada en la libre competencia. Se presume que los bienes y servicios compiten en precio y calidad. Es el consumidor final el que decide cuál empresa pierde o gana. Cuando un político o un funcionario favorecen a una empresa a cambio de una comisión, esta operación non sancta fuerza al consumidor a seleccionar una opción peor y más cara, dado que el costo de la corrupción se agrega a los precios. Por otra parte, la corrupción elimina los incentivos para innovar y mejorar la calidad de lo ofertado, mientras reduce notablemente la productividad, que es la base del crecimiento. ¿Para qué ser más productivos y bajar los costos si tenemos a una clientela cautiva? ¿Para qué diseñar un auto nuevo y mejor si el cliente está obligado a comprar el de siempre? A veces son las propias empresas las que distorsionan el mercado pactando entre ellas para aumentar los precios. Esa es otra forma grave de corrupción.

Tercero, destroza la estructura ideal de la meritocracia a que debe aspirar toda sociedad sana. Debilita la pasión por estudiar y frena el impulso de los emprendedores. En las sociedades corruptas prevalecen las conexiones personales. “El que tiene padrinos se bautiza”. Ésa es la consigna general. Los vínculos son más importante que el esfuerzo por competir en un mercado abierto y libre. ¿Qué sentido tiene quemarse las pestañas estudiando cuando, para enriquecerse, basta pasarle un sobre bajo la mesa a un funcionario corrupto? ¿Para qué sudar y penar en el esfuerzo por crear una empresa exitosa, si para lograr el triunfo económico basta una combinación entre las relaciones personales y la falta de escrúpulos?

No hay duda: la corrupción acaba con el sistema político, el económico y con los valores morales. Pregúntenles a los españoles que hoy transitan por ese calle oscura e incierta. Por supuesto que la corrupción es una tendencia presente en nuestra especie. Eso se sabe, pero no es una buena excusa. O la combatimos y la derrotamos o nos devora. Así de simple.

El gurú de Obama y un mundo sin cabeza

Me equivoqué. Escribí que, por primera vez en su historia, la diplomacia norteamericana carecía de un marco de referencia. Me lo indicaban, falsamente, las concesiones gratuitas a la dictadura cubana, el pésimo preacuerdo con Irán, la condescendencia con la dictadura birmana, la tolerancia con los desmanes de Chávez y Maduro, y la manera contradictoria con que habían manejado, por ejemplo, las crisis de Ucrania, Honduras o Egipto.

Craso error. Me lo señaló el historiador Diego Trinidad. Existe un marco de referencia, por ahora vagamente utilizado. Se titula How Enemies Become Friends: The Sources of Stable Peace (Cómo los enemigos se convierten en amigos: la fuente de una paz estable), escrito por Charles A. Kupchan, profesor de Georgetown University y miembro del Consejo Nacional de Seguridad que sirve directamente a la Casa Blanca. Continuar leyendo

Obama vs Maduro: historia secreta de un conflicto inevitable

Barack Obama dijo que el régimen de Venezuela era un peligro para la seguridad norteamericana. ¿Por qué? Violaba los derechos humanos de la oposición democrática. En consecuencia, decretó algunas sanciones contra militares y funcionarios chavistas.

Extraño movimiento. Lo ha hecho pocas semanas después de haber iniciado la cancelación de las sanciones a la dictadura cubana, que desde hace más de medio siglo maltrata a los disidentes con la misma o mayor saña de lo que lo hace el gobierno de Nicolás Maduro con su magullada oposición.

Existe, además, una cuestión de filiación. Cuba es la madre del cordero. Venezuela se comporta de esa manera porque los asesores cubanos que mandan en el país así lo aconsejan. Esa es el expertise que Cuba le vende a Venezuela: inteligencia, control social y gobernabilidad de mano dura. Son los grandes constructores de jaulas del planeta. Aprendieron la técnica de los soviéticos y los han superado. Continuar leyendo