Los reflectores del teatro político argentino volvieron a correrse. En medio del “mes de Macri” fruto básicamente de su triunfo en la Ciudad de Buenos Aires, en el primer round que fueron las PASO, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner intervino públicamente en la interna del Frente para la Victoria. Su pedido de “baño de humildad” provocó una catarata de defecciones: la llamada depuración de los candidatos a presidente de la Nación y a gobernador por la Provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria.
Muchos analistas explican que las PASO de la Ciudad de Buenos Aires dejaron una enseñanza. La dispersión entre múltiples candidatos podría dañar la legitimidad de quien lograra sacar la mayor cantidad de votos. Si esto fuera así, las primarias estarían funcionando como la antigua Ley de Lemas que se aplicaban en algunas provincias. La multiplicidad de boletas podría hacer inflar artificialmente la sumatoria de los votos de un determinado partido o frente, y al final del día resultar electo alguien que no hubiera ganado en la elección entre los votantes por candidato individual. Esa resultado podría sobrellevarse en una elección municipal, pero no en una elección nacional. Esta es una verdad relativa, ya que existen dos siguientes instancias superiores de legitimación: las elecciones generales y el ballotage. Continuar leyendo