Mucho más allá del veto

El Presidente habló hoy en Cresta Roja para explicar su postura respecto de lo que allí llamó “ley antitrabajo”, anticipando la firma de su veto. Hay varios puntos de su discurso que fueron más allá del mero marco de la ley votada en el Congreso.

El Presidente dijo que los gobiernos que ha tenido la Argentina hasta ahora, -incluido y en primer lugar el que acaba de irse-, que creían que los argentinos no podemos vivir en libertad. Que para que tengamos una vida vivible, necesitamos que el Estado poco menos nos venga a lavar los dientes. Continuar leyendo

El inverosímil cambio de Daniel Scioli

No caben dudas de que Daniel Scioli ha operado un cambio sustancial dentro de su propia persona. Hasta su rictus aparece forzado, como emitiendo espasmos de sonrisas programadas que, en más de una ocasión, saltan al protagonismo en un momento inadecuado, como ligeramente desfasadas, para luego dar lugar al regreso de otras muecas de nerviosismo igualmente impostadas.

Debe ser que ni él cree lo que ha comenzado a decir. Dicen que cuando uno dice cosas en las que no cree, la química del organismo emite sustancias que transforman las expresiones de la cara. Pues algo parecido le debe estar sucediendo al gobernador, porque las imágenes que entrega su presencia son completamente inéditas. Son tan inéditas como el contenido de sus declaraciones, aun cuando esos mismos dichos sirvan para aclarar un poco más los tiempos que vienen.

Scioli se crió en una familia de comerciantes. Su padre, José, que empezó bien de abajo, se transformó en un gran empresario del retail, con muchas sucursales de su famosa casa de artículos para el hogar. Fue, junto con Héctor Pérez Pícaro, lo que hoy son Garbarino y Frávega.

Esa crianza le enseñó cuántos pares son tres botas. En otras palabras, quién es el que crea la riqueza de un país, de quién depende la creatividad y, fundamentalmente, quién es el principal generador de trabajo en una sociedad. Continuar leyendo

El secuestro del 25 de Mayo

En el día de hoy se celebra el 204 aniversario de la Revolución de Mayo, el día en que los habitantes de Buenos Aires se rebelaron contra el autoritarismo, contra la prepotencia real, contra la falta de libertad para comerciar, contra la censura, contra el puerto único, contra el miedo y el terror, contra el centralismo y la concentración del poder, contra una manera de concebir la política basada en el avasallamiento y la fuerza.

Y hoy también el gobierno se prepara para secuestrar lo que debería ser el festejo de todas esas nociones y cambiar la celebración de la idea de la libertad por una celebración partidaria que recuerde el 11 aniversario de la asunción de Néstor Kirchner, es decir la inauguración de un periodo nunca antes visto de concentración de poder, de unitarismo, de prepotencia, de gobierno por el miedo, de censura, de intimidación y coerción, de atropello, de restricción de los derechos civiles de la Constitución, de división y enfrentamiento.

Alguna vez la presidente tuvo la desafortunada idea de comparar el secuestro y la desaparición de personas con el secuestro de los goles, en las emisiones de fútbol por televisión. Fue una más de las cizañas que han sido sembradas en todos estos años.

Pero aquí estamos ante el secuestro partidario de una idea como posesiva de una sola parte de los argentinos; de aquellos que están con el gobierno. Y con la insalvable paradoja de encumbrar los contravalores de Mayo: el aislamiento, la restricción a las libertades fundamentales de los individuos, el reinado de las prohibiciones y de los permisos, el fiscalismo, el exprimir hasta dejar exhausto el bolsillo privado para alimentar un barril sin fondo encarnado por una Casa Real corrupta en aquellos días y por el Estado insaciable y también corrupto de hoy.

La Revolución de Mayo fue un hito de modernismo que pretendía acabar con la aldea y con la miseria, que apuntaba a las ideas de libertad que comenzaban a dividir al mundo entre la afluencia y la escasez. A eso apostaron aquellos hombres que, sin embargo, no tuvieron el coraje completo de emancipar definitivamente a la Nación de aquel sojuzgamiento y que la obligaron a mantenerse durante seis años en un limbo jurídico que, como un karma, nos persigue aun hasta nuestros días.

Porque incluso hoy, 204 años después, la Argentina no logra independizarse de la antigüedad, del paternalismo estatal, sigue con sus mejores energías atadas a regulaciones inútiles y a una casta enquistada en el Estado que ha venido a reemplazar el paquidermo Real del siglo XIX.

El 25 de mayo de 2003 es un hito en ese camino de retorno a la Colonia, al encierro, a los reglamentos, a la carga impositiva que exprime los bolsillos de los individuos, a la miseria -que de miseria aldeana pasó a convertirse en la miseria de las villas. Ese día comenzó una enorme involución hacia un régimen del que el país nunca pudo liberarse por completo.

Con el agravante de que en el día de hoy, el gobierno de la Sra. de Kirchner pretende reinvindicar esa contrarrevolución histórica desconociendo las verdaderas razones del pronunciamiento de hombres como Moreno, Paso, Saavedra, Castelli…

La palabra “revolución” ejerce un hipnotismo mágico sobre las cabezas del kirchenrismo. Creen que bajo la rebelión contra el orden establecido que regía en 1810 afloraba un justificativo a sus visiones de hoy. Parecen convencidos de que aquellos hombres querían reemplazar la dictadura de Madrid por la dictadura de Buenos Aires y consolidar un mero cambio de dueño en las vidas cotidianas de los hombres de la Argentina naciente. No. La Revolución de Mayo persiguió un corte con todo aquello; quería libertad donde había control, derechos donde había sumisión, respeto donde había terror, descentralización donde había concentración, riqueza donde había pobreza, abundancia donde había escasez, permisos donde había restricciones, apertura donde había aislamiento.

Probablemente no haya en toda la historía argentina dos fenómenos sociales más contrapuestos que el kirchnerismo y el Mayo de 1810. Su visión del mundo no podía ser más contradictoria, su concepción de la vida más enfrentada. Los unos pretendían romper las cadenas que mantenían sumergidas las mejores energías del país y los otros, al contrario, pretenden concentrar en un solo puño todo el poder y la facultad de decir qué se puede hacer y qué no.

Que en ese escenario la presidente pretenda apropiarse del festejo es una afrenta que se suma a las otras muchas que el país debió soportar a los largo de esos once años.

Hace poco, el ministro estrella de la presidente, Axel Kicillof, acusó en medio de una increíble conferencia de prensa (increíble porque en la Argentina no hay conferencias de prensa; esa vez no tuvieron más remedio porque el evento incluía a la presidente chilena) a una periodista de “antiargentina”. En efecto el kirchenrismo ha secuestrado la “argentinidad”. Se cree el resorvorio exclusivo de lo que es argentino y el juez supremo para decidir quién es argentino y quien “antiargentino”.

Si la “argentinidad” debiera definirse por los valores de Mayo, quizás Kicillof debería revisar sus ideas, porque a todas luces es él y el gobierno que integra el que más contradicciones tiene con las ideas que hace 204 años quisieron empezar a darle forma a un país muy diferente y que por obra de la mentalidad colonial que el gobierno actual representa como nadie, nunca terminó ni de formarse, ni de despegar, ni de independizarse de la concepción que lo ha mantenido bajo las formas del fracaso.