Reprobando al conductor

El karma de los pactos con Irán parece no solo repercutir en la Argentina. En Estados Unidos la negociación llevada a cabo por la administración del presidente Barack Obama para encuadrar el programa nuclear de Irán bajo patrones aceptables para Occidente y para su propio país ha levantado oleadas de opiniones y de críticas, en algunos casos muy severas y de elevado tono de preocupación.

En esa línea se inscribe el antiguo vicepresidente de George W. Bush, Dick Cheney (también fue secretario de Defensa de George Bush senior), que acaba de publicar un libro junto a su hija Liz en donde considera que debido a las políticas del presidente el país está más vulnerable a atentados terroristas hoy que antes del 11 de septiembre de 2001.

Con un nuevo aniversario de los atentados a las Torres Gemelas y al edificio del Pentágono en Washington avecinándose, el libro del los Cheney, Exceptional, es un alegato en favor de volver a una política dura en materia de presencia militar de los Estados Unidos. El relato trata de justificar por qué el mundo necesita de unos Estados Unidos poderosos.

Si bien el país ha conservado la tradición de que los Gobiernos salientes no critican a su inmediato sucesor, no ha sido el caso de Cheney, que no se ha privado de nada cuando le ha llegado el turno de hablar de Obama y de su presidencia.

El antiguo vicepresidente sostiene que el centro de la próxima elección debe concentrase en reconstruir la fortaleza militar norteamericana, algo que podría calificarse como políticamente incorrecto, pero que el funcionario no disimula para nada. Continuar leyendo

El eslabón final para destruir la independencia de los poderes

En los últimos días de la pasada semana el Gobierno dio muestras acabadas de lo que es capaz de hacer con la Justicia y los jueces cuando considera que se afectarán sus intereses, sus conveniencias o sus temores más importantes. En una jugada cuya extensión no duró más de 96 horas, tiró por la ventana al juez Luis María Cabral que, como subrogante, ocupaba la vicepresidencia de la sala 1 de la Cámara de Casación Penal.

Ese tribunal teóricamente iba a dar a conocer el lunes pasado su decisión de confirmar la inconstitucionalidad del pacto con Irán, tal como ya lo había afirmado la Cámara de Apelaciones. Sorpresivamente, y por un comunicado de su presidente, la jueza Ana María Figueroa, el mismo lunes se anunció que la lectura del fallo se posponía.

La Dra. Figueroa el día martes envío un escrito al Consejo de la Magistratura advirtiendo sobre el vencimiento del plazo de las subrogancias para el próximo 30 de junio. A las siguientes 36 horas, el Consejo de la Magistratura por mayoría simple (la mayoría automática del oficialismo) desplazó de su lugar al Dr. Cabral y nombró a Marcelo Vázquez, un abogado militante que había defendido en varios medios el llamado “proyecto de democratización de la justicia”.

La decisión de la sala 1 de la Cámara de Casación, cuya lectura se esperaba el lunes, iba a ser contraria a la constitucionalidad del pacto con Irán por los votos de los doctores Cabral y Geminiani. La Dra Figueroa iba a votar en disidencia respaldando el memorándum.

El oficialismo ignoró todas las previsiones legales y constitucionales para llevar adelante esta operación. Manejó el Consejo cono si fuera una agencia dependiente del poder ejecutivo: una secretaría de Estado aparece con más poder que esa institución independiente prevista en la Constitución. El Consejo acató las órdenes moviéndose a la velocidad del rayo. Se trata del mismo organismo que demoró tres años para estudiar el caso del dudoso juez Oyarbide para luego terminar respaldándolo.

Los jueces subrogantes, además, no pueden ser reemplazados por otros subrogantes: su lugar debe ser ocupado por un juez natural y definitivo. Nadie podía sacar a Cabral de ese lugar nombrando un nuevo suplente. Se debería haber puesto en marcha el mecanismo de selección y elección de los jueces que prevé la Constitución con intervención del Consejo de la Magistratura, la presidente y el Senado. Nada de eso ocurrió.

Lo que sucedió, en cambio, fue una veloz operación que pone en evidencia cómo el Gobierno piensa manejarse de ahora en más con la estructura que, a través de Justicia Legitima, el Consejo y Gils Carbó ha montado en la Justicia.

Desde la denuncia del fiscal Nisman, el oficialismo venía apuntándose varios “éxitos” en su derrotero de encubrir lo que ha ocurrido allí. En primer, lugar logró que la Justicia desestimara la denuncia del fiscal muerto en extrañas circunstancias. Luego de que Nisman apareciera con un tiro en la cabeza en el baño de su casa y de que el cadáver de una mujer apareciera incinerado a una cuadra de allí sin que hasta ahora nadie se haya presentado a reclamar por ella, los fiscales Pollicita y Moldes tomaron la causa y la mantuvieron viva hasta que los jueces de la Sala 2 de la Cámara Federal, Jorge Ballestero, Eduardo Farah y Eduardo Freiler, la mandaron a archivar sin siquiera tener el mínimo acto de curiosidad judicial de mandar a producir al menos algunas de las casi 50 medidas de prueba solicitada por los fiscales. El fiscal Moldes apeló a Casación pero sugestivamente ese pedido entró al tribunal a una hora en la que el fiscal de turno en Casación había cambiado. El expediente cayó en manos del ultrakirchnerista De Lucca que no respaldó la apelación de Moldes, con lo que la causa se archivó.

Respecto de la muerte de Nisman, el Gobierno logró crear un lodazal tan grande en la causa que ya casi nadie sabe dónde está parado. La escena del crimen se destruyó –con participación oficial- la misma noche del descubrimiento, la fiscal Fein no estuvo nunca a la altura de las circunstancias y el aparato de propaganda oficial desacreditó al fiscal, a su vida privada y a su familia para crear un barro del que hoy es muy difícil salir. No sería extraño que más pronto que tarde la jueza Palmaghini se incline por la tesis del suicidio y mande las actuaciones al archivo.

De todo este paquete, el cabo suelto que quedaba era la decisión sobre la intrínseca inconstitucionalidad del documento que dio origen a todo el entuerto. La Justicia estaba a punto de dar a conocer esa decisión en un fallo confirmatorio de Casación, pero el kirchnerismo apretó el acelerador, desplazó a quien tenía que desplazar y ahora, seguramente, dará a conocer por una de las tantas escribanías que fabricó durante su mandato (en este caso una de las salas de la Cámara de Casación Penal), la decisión de declarar constitucional el pacto con Irán.

Se trata de una situación de suma gravedad sobre la que no se sabe si existe suficiente conciencia en la sociedad. El Gobierno ha avanzado, justamente, sobre ese desdén. Dándole a la Justicia el valor que no le da quien más debería hacerlo -el ciudadano común, a la protección de cuyas libertades está dirigido en primer lugar el accionar de los jueces- el kirchnerismo entendió desde la primera hora que su proyecto de hegemonía y de absolutismo no sería posible con  una prensa y magistrados independientes. Por lo tanto dirigió sus cañones a terminar tanto con una como con la otra. Una incomprensible ceguera cívica hizo posible que avanzara enormemente en su ambición y en el logro de su objetivo.

La claudicacion de la Justicia

Resulta muy difícil mantener las expectativas institucionales en un nivel de esperanza alto cuando uno ve las cosas que ocurren en la Argentina, delante de las narices de todos.

Es cuestión de ver lo que sucede con causas que en otros países serían un escándalo de tal magnitud que hubieran puesto en apuros al más fuerte de los gobiernos. Nos referimos, claramente a la causa AMIA, a la del doble encubrimiento de los posibles autores del atentado, de la muerte violenta del fiscal especial de su investigación y a la firma del tratado que intentó llevar a la Argentina a negociar con los presuntos asesinos.

La primera de todas, la causa madre, hace 21 años que está bloqueada, sin avances, con acusados pero sin juicio, con enormes dudas sobre posibles conexiones locales y sin ningún horizonte de solución y de justicia para las víctimas.

Esa causa tiene, a su vez, dos sub-causas por encubrimiento. Una en donde Carlos Menem y Hugo Anzorreguy están imputados por encubrimiento y otra en donde la presidente Cristina Fernández y el canciller Héctor Timerman fueron acusados por el fiscal especial de la causa de montar una operación para salvar de la justicia a los acusados iraníes.

A su vez, para llevar adelante este último objetivo, esa fiscalía especial a cargo de Alberto Nisman supuso que se firmó un pacto inconstitucional con el gobierno de Ahmadinejah para saltear los tribunales argentinos y someter a los acusados a un “fallo” convenido con el presunto autor ideológico del crimen.

Cuatro días después de hacer pública semejante hipótesis y de plasmarla en una denuncia, Nisman apareció muerto con un tiro en la cabeza en el balo de su casa.

Esa causa fue un barrial desde el inicio y probablemente se haya echado tanta tierra y tanta agua en ese lodazal inicial que ya no se posible avanzar en ninguna luz aclaratoria. ¿Cómo es posible confiar o tener esperanzas en el funcionamiento institucional de la Argentina si las gravedades involucradas en estas causas pueden ser susceptibles de ser sometidas a una manipulación de tal porte como para que todo sea reducido a la nada?

Lo ocurrido con la apelación de la denuncia de Nisman en la Cámara Federal (Sala 1) es francamente inaudito. Tan inaudito como groseramente obvia la maniobra.

La apelación debía llegar al primer piso de Comodoro Py desde el segundo piso de ese edificio el miércoles antes de las 13:30 para que el impulso de la denuncia recayera en el fiscal Ricardo Weschler, un funcionario judicial de larga trayectoria, imparcial y no adicto a ninguna agrupación política.

Extrañamente, el escrito -que debía recorrer no más de 100 escalones- no llegó antes de las 13:30. A esa hora vencía el turno de Weschler  y comenzaba el de Javier De Luca, un fiscal de Justicia Legitima, cuya jefe política es la imputada en la denuncia.  A su vez la sala de Casación que debería tratar la causa -si es que De Luca recomienda abrirla (lo que en las presente circunstancias sería un milagro)- es la misma que decidirá la suerte de otro juez quien tiene en la mira a la presidente y a su familia por las actividades de Hotesur, el juez Claudio Bonadío.

También esa sala deberá decidir sobre la declaración de inconstitucionalidad del Memorandum con Irán, que antes había dictado la Sala 1 de la cámara Federal.

En medio de todas estas extravagancias, se tomó conocimiento oficioso sobre la existencia de canales de comunicación entre la presidencia y algunos jueces para sellar una especie de pacto de no agresión, por el cual se garantizara la no investigación del poder, como mínimo hasta las elecciones.

Resulta francamente increíble que quienes tienen supuestamente a su cargo la defensa última de los individuos frente al poder claudiquen ese alto cometido  en aras de arreglos cuyos beneficios solo ellos conocen.

Si alguien a esta altura tiene dudas de por qué la Argentina ha descendido a los infiernos del subdesarrollo luego de haber conocido las bondades de la civilización, de la abundancia y la afluencia del desarrollo, debería buscar la respuesta en estos meandros nauseabundos que han hundido la vigencia y el funcionamiento de las instituciones.

Si la justicia de los contratos, la seguridad jurídica de las inversiones y la previsibilidad de las normas se rigieran -como se rigen- por los mismos principios que en el país se han utilizado para manejar las causas que aquí comentamos, no es para nada extraño que aquí no venga nadie a poner un peso, como de hecho no vienen.

No hay casualidades en el mundo sino causalidades. Lo que le ocurre a la Argentina en materia económica -un notable languidecimiento de su performance y un diferencial inexplicable entre su realidad y su potencia- es consecuencia de la debilidad de las instituciones de limitación del poder del Estado, empezando, claro está, por la debilidad, la falta de jerarquía y la pusilanimidad de su Justicia.

Aunque parezcan cuestiones desconectadas, el que quiera explicar su pobreza y su falta de recursos, no debería mirar tanto a su billetera como a los sillones de sus jueces.

Una acumulación de intrigas sin resolución

La Dra .Sandra Arroyo Salgado volvió a elevar la temperatura del caso Nisman el día jueves, cuando desde San Isidro y flanqueada por eximios peritos forenses, presididos nada menos que por el Dr. Osvaldo Raffo, brindó una conferencia de prensa en la que taxativamente afirmó que a su ex esposo lo habían asesinado. “La teoría del suicidio y del accidente, están descartadas”, dijo.

Apoyada en precisos datos técnicos la jueza federal fundamentó la postura de la querella en que había pruebas forenses de que el cuerpo había sido movido, de que no presentaba un espasmo cadavérico como afirmaron los peritos oficiales y que la hora de su muerte había que situarla a unas 36 horas antes de la autopsia, entre las 20 y las 22 hs. del sábado 17 de enero.

Eso da casi un día completo de tiempo a quienes quisieron manipular la escena del crimen para moverse con impunidad. Es posible, incluso, que cuando el periodista del Buenos Aires Herald, Damián Pachter, tuitea por primera vez la noticia, no hubieran estado terminados los trabajos escenográficos que querían plantarse. De allí las amenazas que recibió y su consecuente salida del país.

La fiscal Viviana Fein llamó ahora a los peritos de parte para que la vean personalmente esta semana que viene. Pero no caben dudas que la autoridad con la que habló Arroyo Salgado, el nivel de los antecedentes de sus peritos -encabezados, repito, por quien es considerado por sus propios colegas como un prócer de la medicina forense- y hasta el formato ordenado, técnico y prolijo de su conferencia de prensa, han introducido un elemento nuevo de un enorme paso en el caso.

Llamó la atención, incluso, el contraste entre la impecable presentación de la ex esposa de Nisman y el nivel de chapucería que ha rodeado tanto a la investigación oficial como a las referencias que el Gobierno ha manejado hasta ahora.

Al fiscal Nisman se le ha dicho de todo desde que falleció: que era gay, que era un playboy bon vivant que no dejaba mujer en estado vertical, que era un borracho (Pagina/12 y el sitio del Ministerio de Justicia InfoJus dieron a conocer un supuesto informe oficial que decía que el fiscal tenía 1.73 gr de alcohol en sangre, cuando en realidad tenía 1.72 gr de alcohol en el estómago, propio de la metabolización química que hace el hígado de los azúcares que se ingieren) que era un “loquito” que tomaba pastillas, que lo había matado Lagomarsino fruto de una pelea pasional, en fin, una difamación tras otra en una lógica coherente con la tendencia del Gobierno a culpar al mensajero antes de ocuparse del mensaje.

Por lo demás, se siguen acumulando intrigas que no se aclaran. ¿Qué pasó con la mujer incinerada a solo pocos metros de la Torre Le Parc? Nadie se ha presentado a reclamar por ella; nadie ha notado su falta. Aparentemente no era hija, ni madre, ni hermana, ni sobrina, ni tía de nadie. Era alguien completamente desvinculado de toro otro ser humano vivo de este mundo (o de este país) que se interesara por su suerte, una vez que dejó de tener noticias de ella. No hay datos de filiación porque la carbonización no dejó rastros.

Algunos se preguntan si había alguien más con Nisman la noche de ese sábado en su departamento. Alguien puesto, que le abrió la puerta a sus asesinos y que también pagó con su muerte

Su complicidad en el caso. Alguien que luego fue quemado a pocos metros de allí.

El periodista Jorge Asis afirma saber que la fiscal Fein contó delante de un grupo de gente de su confianza que ella ocultó pruebas “porque esto sería un escándalo nacional si se conocieran”.

Como se ve, el caso va tomando unas proporciones de seriedad que no sabemos si el Gobierno meritúa como debe o si apuesta, como lo ha hecho otras veces -incluso con éxito- ante diferentes circunstancias, al olvido y a que otro maremoto de noticias tape lo viejo.

Pero a primera vista este caso es muy pesado para que ocurra eso. El viernes la Dra.Kamelmajer de Carlucci -una de las autoras de la reforma del Código Civil y Comercial- afirmó que tiene la certeza de que el fiscal fue asesinado por un conjunto de agentes iraníes de inteligencia que actúan en el país. Se trata de una versión más de una ensalada cada vez más densa, que no se sabe si ha sido provocada a propósito para que nada se sepa y nada se resuelva o si es un desquicio real por la impericia con que los investigadores judiciales se han manejado hasta ahora.

Lo cierto es que la Presidente debería tomar este caso con seriedad en su propio beneficio. Las tácticas de difamación y enchastre no solo no dan resultado sino que aparecen con una carga de deshumanización que seguramente no le estará haciendo ningún favor a su imagen.

Es mejor aceptar el problema y encararlo antes que apostar a una acarralada de cizañas de las que nunca sale nada bueno.

Un fallo acelerado que deja muchos interrogantes

Cuando me llamaron para avisarme que el juez Rafecas había desestimado la denuncia de Nisman/Pollicita lo primero que pensé fue: “¿Ya…? ¿Tan rápido..?”

Y no caben dudas de que de los muchos interrogantes que el fallo deja la celeridad con que fue dictado es la primera.

Una denuncia tan pesada, a la que se adjuntaba un resumen de 900 horas de grabaciones (el total de las escuchas alcanzaba a las casi 5000 horas) invitaba a presumir que el juez iba a invertir más tiempo en estudiarla. ¿Escuchó Rafecas cada uno de aquellos diálogos?, ¿se formó de ellos una idea de primera mano? No lo sabemos.

Sigue luego el razonamiento central del fallo: no hubo delito porque este no llegó a consumarse, dado que el Memorándum de Entendimiento no se convirtió nunca en operativo. Se trata de una conclusión ambigua. En primer lugar, los delitos tienen -y el juez Rafecas claramente lo sabe- una instancia de tentativa cuando, en efecto, no llegan a consumarse, aun cuando se hubieran puesto en movimiento todos los pasos necesarios para que así ocurriera. Si el asesinato de un francotirador no se consuma porque inesperadamente la víctima se agacha para atarse los cordones de los zapatos, no puede exculparse a quien jaló el gatillo: no será culpable de asesinato, pero sí de asesinato en grado de tentativa.

El encubrimiento es un delito susceptible de ser cometido en grado de tentativa. Así, si una persona dispone de todos los medios para esconder al autor de un crimen pero luego por razones ajenas al encubridor la maniobra falla, de todos modos el delito debe perseguirse en grado de tentativa.

Aquí son muchos los que coinciden en que el Memorándum no operó -y por lo tanto el encubrimiento no prosperó- porque el régimen iraní no ratificó el acuerdo. Pero para ese momento el Gobierno argentino ya había hecho todo lo necesario para que la cobertura fuera efectiva. Si luego no se consumó porque Irán no le dio rúbrica legislativa al tratado eso es algo ajeno a la responsabilidad del que había hecho todo por intentarlo.

La especulación política también se ha metido en el análisis de las últimas horas dada la proximidad del discurso de la Presidente para inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso. Muchos están convencidos de que si ese momento llegaba sin que la denuncia de Pollicita estuviera desestimada, la Sra. de Kirchner estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de embarrar de tal modo la situación que todo se transformara en un gigantesco aquelarre.

Hay quienes dicen que, ante esa posibilidad, el juez Rafecas decidió acelerar los tiempos y rechazar la posibilidad de investigar. De nuevo, nunca lo sabremos.

Pollicita a su vez va a apelar la decisión y la cuestión será derivada a la Camara para que esta se expida. El fallo también incluye una derivación de las escuchas para que se investigue en especial el papel del agente Bogado, que ya formaba parte de la denuncia original del Dr. Nisman.

Un punto oscuro del fallo en su parte resolutiva llamó la atención. En el punto 3, el juez Rafecas dispone, de ser necesario, la habilitación de la “feria judicial” para la notificación del fallo. ¿Feria judicial? ¿En febrero? El juez, en una llamativa entrevista que le concedió a C5N, atribuye la cuestión a un “error material” por un típico copy/paste preestablecido en la computadora del Juzgado. Pero muchos se preguntaron si el fallo no fue redactado ni bien murió Nisman, en pleno mes de enero.

Frente a una apelación del fiscal actuante, la Cámara tendrá un par de opciones. Podrá devolver el expediente a Rafecas para que, al menos, ejecute algunas de las 60 medidas de prueba pedidas por Pollicita antes de volver a desestimar el asunto, o considerar que el juez ya emitió su opinión sobre el fondo de la cuestión, por lo cual podría derivar la investigación a otro magistrado que designe. La Cámara tiene dos salas. Cuando Pollicita apele, sabremos cuál entenderá en el asunto.

Ahora resta saber qué impacto tendrá la decisión en el ánimo presidencial de hoy. El jueves, en el acto de jura de los nuevos ministros, la Casa de Gobierno tenía un ambiente festivo. Todo el mundo se reía como si realmente hubiera algo para festejar. El propio Capitanich, que dejaba su cargo en medio de un resonante fracaso, rayano casi en el ridículo y en el hazmereír de muchos, se reía a carcajadas. Hasta Boudou y Aníbal Fernández de reían desembozadamente. Más circunspecto aparecía Wado de Pedro, el convencido de que el Gobierno debe instaurar el perfil de país que tenían en mente los Montoneros y que ahora será el nuevo secretario general de la Presidencia.

No hay demasiados motivos para sospechar que el fallo actuará como un bálsamo para la Presidente y que ahora, liberada de aquella carga, estará dispuesta a transitar ocho meses de concordia antes del traspaso del mando. Nada. Ni un paso atrás. Será mejor dinamitar todo antes de ofrecer una mano de diálogo. Enfrente no están otros argentinos tan temporales como ella esperando para continuar la rutinaria tarea de administrar el Estado. No. Ni la presidente se considera una mera administradora temporal del Estado, ni los que están enfrente son otros argentinos tan bien intencionados como ella. La Sra. de Kirchner se considera a sí misma la protagonista de una epopeya; de una epopeya enfrente de la cual no hay otros argentinos, sino enemigos acérrimos.

Un reino personal

El “episodio Campagnoli” ha sido una especie de vergüenza nacional. Un fiscal a quien se quiere echar por su pretensión de investigar los chanchullos del poder en una maniobra organizada desde la mismísima Procuraduría General, a la vista de todo el mundo, con total inescrupulosidad y sin importarles nada el flagrante atropello a la limpieza de los procederes y la burdez evidente de un trámite que tenía por objeto permitir la impunidad.

¿Y cómo ha terminado el tema? En que los propios fusiladores, reclutados por quien se comprometió ante la presidente a encargarse de que el fusilamiento se lleve a cabo, no han podido fusilarlo. Era tan escandaloso todo que quienes se suponía que no tendrían ni si siquiera vergüenza del escándalo, tuvieron vergüenza.

Todo el episodio debería servir para medir a la procuradora Gils Carbó, que, por un mínimo de dignidad debería renunciar y dejar su cargo.

En otro hecho que repasa la realidad argentina de los últimos días, rusos y ucranianos discuten quién derribó de un misilazo el avión de Malasia Airlines MH17. La fotos de la presidente pavoneándose con Putin nos vuelven a poner en el lugar equivocado; en el lugar de la violencia y de la no-democracia.

Sea que el misil fuera dirigido para matar a Putin o disparado por Putin, la Argentina anda eligiendo este tipo de aliados por el mundo, del mismo modo que antes había escogido suscribir un tratado con Irán, el sospechoso número 1 de ser el autor intelectual de la voladura de la AMIA cuyo vigésimo aniversario se recordó el viernes.

Parece mentira, pero uno llega cada vez con más convicción a la conclusión de que las decisiones de política internacional (y muchas de política doméstica) son simplemente elegidas para irritar a los EEUU, para despechar a quien creemos no nos atiende como merecemos. ¿Qué tenemos que hacer nosotros con Rusia? ¿ O con Iran? ¿Qué tienen que ver nuestras tradiciones y nuestras instituciones (si es que queda algo de ellas) con todo eso? ¿Cuáles son los puntos de contacto de la filosofía de nuestra Constitución con esa mezcla de autoritarismo, falta de democracia, yugo, imperialismo y ezquizofrenia religiosa? Evidentemente, con tal de mojarle la oreja a Washington preferimos salir en la foto con derribadores de aviones civiles o con terroristas que vuelan edificios y matan argentinos.

En otra salida incomprensible de falta de consideración y de un desoír completo de las opiniones de la calle, la presidente acaba de crear un cargo de “coordinación” dentro del ministerio de Salud para que se ocupe de cuestiones entre la Nación y la ciudad de Río Gallegos y no tuvo mejor idea que designar allí a su nuera, Rocío García, con un sueldo de $ 30.8000 mensuales. Se trata de una dependencia nueva (“Coordinadora de Articulación Local de Políticas Sanitarias”), creada ad hoc, que no existía hasta el momento y cuya misión aparece envuelta en una nube de sanata parecida a la que dio forma a otro “coordinador”, el del “Pensamiento Nacional”, Ricardo Forster.

Los tres temas comentados parecen no tener un hilo conductor y, al contrario, estar completamente desconectados. Sin embargo, hay en ellos un denominador común. Se trata del “no me importa nada”. ¿Campagnoli es un fiscal probó que hace su trabajo? No me importa nada; me molesta y lo echo.

¿Putin e Irán irritan por lo que implican a muchos argentinos? No me importa nada; me alío con ellos así enfurezco a Obama. ¿La gente está cansada del nepotismo y que los sueldos públicos sean una fuente de fortuna para familiares y “acomodados”? No me importa nada, nombro a mi nuera porque quiero ir construyendo poder para el futuro de mi familia…

En este mar de desconsideraciones se debate la administración del país. Mientras la inseguridad, la inflación, el deterioro, el aumento de las villas miseria, la pobreza, siguen su camino por detrás del relato que asegura que hemos ganado la década.

“Relatos” y “farsas”

Algún día el país deberá definir qué relación quiere mantener con la mentira. Hasta ahora el lenguaje de la prosa periodística ha llamado “relato” a un conjunto de afirmaciones que no son otra cosa que falsedades. El repiqueteo oficial sobre ellas ha transformado a esa construcción en una verdad repetida como loros, sin análisis, sin comparación y sin memoria.

En sus constantes apariciones, la presidente hace afirmaciones audaces que nadie retruca porque, de hacerlo, el país viviría en una corrección permanente. Prácticamente todos los datos que conforman la realidad oficial son falsos.

El índice de precios al consumidor que confecciona el Indec está completamente desvirtuado y cada mes comunica números que son, más que una farsa, una cargada.

Moreno, quien maneja el instituto, sigue sosteniendo que se puede comer con $ 6. Es posible que ese sea, efectivamente, el perfil de país que el secretario tenga en su cabeza: un conjunto de zombis alimentándose por seis pesos.

Como consecuencia de esas mediciones el gobierno sostiene que el país tiene una tasa de pobreza que no tiene nada que ver con la realidad. Cada vez hay más villas miseria, mientras la señora de Kirchner sostiene que el modelo no deja de incluir gente.

La presidente ha dicho públicamente que antes de llegar a la función pública había sido “una abogada exitosa de uno de los estudios más importantes” del país, cuando, en realidad, no se le conoce ninguna actividad legista, ni su “estudio” (si alguna vez lo tuvo) fue importante o conocido.

El ministro De Vido ha dicho que los argentinos pagan la energía más barata de América Latina, olvidando que para sostener ese chiste hay que pagar una factura de 15 mil millones de dolares anuales de importaciones de gas y fuel oil.

Por supuesto, es sabido el constante regodeo acerca del éxito económico de la gestión y se habla de la “década ganada”. Pero, en los hechos, el país no es capaz de atraer un solo peso, es un expulsor neto de capitales y ni siquiera consigue la confianza de quienes han hecho sus dólares eludiendo la ley.

Internacionalmente la Argentina es un país aislado y sinónimo de lo que no hay que hacer. Sus socios más relevantes son países vergonzantes como Venezuela e Irán.

Ni siquiera datos evitables -como la referencia presidencial a la situación de Aerolíneas Argentinas- supera la prueba de la verdad. Días atrás, en su cadena nacional la señora de Kirchner dijo que Aerolíneas tenía “la flota más moderna y más importante de Latinoamérica”. Otra mentira: el promedio de edad de las aeronaves de la empresa es de más de 8 años, bien por detrás de Azul, Copa, Lan, Avianca, Tam y Gol. Tampoco en cantidad de aviones la afirmación presidencial coincide con la realidad: Aerolíneas está última en ese ránking.

¿Con qué objeto se miente descaradamente de este modo? Sólo hay una respuesta: el repiqueteo de la mentira siempre deja algo en el fondo de los oídos de las masas. Con repetir una farsa una y otra vez, parte del cometido ya se logró. Aunque algunos se den cuenta, la apuesta está dirigida a que un buen número lo crea.

Es indudable que un gobierno de esta naturaleza no puede despertar la confianza de las personas informadas. La señora de Kirchner podrá conquistar los oídos de la gente que está menos en contacto con la realidad. Pero aquellos que por su trabajo deben operar con verdades crudas todos los días saben que la presidente es capaz de mentir y de hacerlo delante de todo el mundo, con la mejor cara de “feliz cumpleaños”.

Esa gente, paradójicamente, es la que tiene en sus manos la posibilidad de decidir inversiones, porque es natural que la gente mejor informada sea también la que está en mejor posición para tomar decisiones sobre su stock de capital. ¿Cómo va a confiarle esa gente su dinero a un mentiroso serial; a alguien que en su propia cara falsea la verdad, les dice una cosa por otra, sin que se le mueva un pelo?

Por eso es urgente que el país se replantee esta cuestión del relato y del valor de la mentira. Hasta la condescendencia semántica de llamar “relato” a lo que no es más que una farsa debería desaparecer. Quizás un buen primer paso para empezar a relacionarnos con la verdad de otra manera sería llamar a las cosas por su nombre.

Durante estos 10 años, a la sombra de avalanchas de dinero que una situación particular del mundo hizo posible, se construyó una enorme escenografía de cartón piedra. El dinero se consumió en derroches, actos de corrupción y despilfarros políticos que ayudaron a construir una máquina de poder, en lugar de utilizar esos recursos para mejorar la infraestructura y multiplicar el capital.

Eso fue posible por la amplia tolerancia de los argentinos con la mentira. A tal grado llega ese umbral de convivencia que hasta se inventó un término suave y simpático para denominar lo que no eran otra cosa que mentiras en la cara. A todo ese cúmulo de falsedades se las llamó “relato”; una especie de “cuento” que una enorme porción de la sociedad decidió creer. Es una enfermedad con la que hay que terminar. Los argentinos creímos en la “Argentina Potencia”, en “un peso = un dolar”, y, ahora, “la década ganada”.

Es hora de ser adultos y hablarnos con la verdad. Empecemos a reemplazar la palabra “relato” por “farsa” y no estemos dispuestos a dejar pasar una sola mentira más.