No se puede sacar a la gente de las villas

Con muy buenas intenciones suele decirse que “hay que sacar a la gente de las villas”. Quienes lo dicen quizá pretenden que la gente que vive en las villas deje ese lugar y pueda insertarse por completo en la ciudad o en la parte de la ciudad que no es villa. Lo cierto es que esta frase encierra —más allá de la intención con la que se profiera— una serie de paradigmas y concepciones que pueden tornarse peligrosos para una sociedad.

La deconstrucción de esa idea, que incluso suele ser sostenida por figuras de la política, pone en evidencia la vieja contraposición entre civilización y barbarie que ha causado estragos en el mundo. Las potencias europeas adoptaron esta perspectiva cuando conquistaron sus colonias. Naciones civilizadas que se encontraban con pueblos “salvajes” que, para ingresar al mundo civilizado, necesitaban de la luz y la verdad de sus conquistadores. Con esto no quiero hacer un juicio histórico, porque no tendría demasiado sentido juzgar a alguien del 1800 a partir de nuestros criterios. Sin embargo, hoy en día muchas personas suelen ver a las villas así: como un lugar que debe ser “civilizado”.

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El problema de las villas no es la pobreza

En la primera clase suelo decirles a mis alumnos que antes de hacer cualquier cosa es necesario definir el problema correctamente: de lo contrario todas las acciones que se planifiquen no resolverán la situación que realmente nos preocupa.

¿Son las villas en la ciudad de Buenos Aires un problema? Yo creo que no, creo que son un hecho, una realidad y por lo tanto no se puede hablar de una solución para el problema de las villas. Sí, en cambio, se puede hablar de una solución para los problemas de la villa. Parece una cuestión meramente retórica pero aun así implica un cambio de paradigma en el pensamiento de quienes vivimos en la Ciudad de Buenos Aires y sobre todo de quienes ocupan puestos de gobierno.

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