Relato y realidad

Cada época o tiempo histórico tiene su relato. Esto es, un conjunto de ideas, valores y principios que explican y, de alguna manera, conducen el devenir.  Este relato es una construcción teórica realizada por filósofos, pensadores, intelectuales, economistas, poetas, escritores, músicos, entre algunos de los creativos, que consciente o inconscientemente reflexionan y racionalizan la realidad. Como la historia es un continuo, es natural que las ideas acompañen ese acontecer o lo promuevan según la corriente filosófica en la que uno se incluya: la que cree que la realidad material es la que evoluciona y las ideas acompañan, o aquella que sostiene que son las ideas las que modifican la realidad, existiendo entre estos dos extremos una amalgama de ambas. No será éste el tema del presente artículo.

Con la revolución americana, la institucionalización de su república y finalmente la revolución francesa, las ideas liberales abrazaron todo el siglo XIX, promoviendo el crecimiento exponencial del capitalismo. En el caso de la Argentina vienen a cuento aquellas palabras del general Perón: “Todos somos hijos del liberalismo creado por la Revolución Francesa.”  Citando nuevamente a Perón, ese ciclo virtuoso culminó con la Primera Guerra Mundial: “En 1914, para mí, comienza un nuevo ciclo histórico que llamaremos de la Revolución Rusa”

La naciente etapa requirió de un nuevo relato que la explicara y facilitara. Además, su arrollador avance trajo aparejado dos cuerpos de doctrina o ideologías que se disputaron el siglo: el nacionalismo y el marxismo, y finalmente una combinación entre los dos pensamientos. Este período vio crecer los movimientos de liberación nacional, la lucha contra las naciones imperiales, el nacionalismo industrial, cultural, el proteccionismo y la autarquía económica. El vivir con lo nuestro como paradigma de la nacionalidad enfrentado a las fuerzas “extranjerizantes” expresadas por aquellos sectores vinculados al mercado mundial, que la palabra oligarquía los describía acabada y despectivamente. Este esquema con sus más y con sus menos tuvo vigencia en buena parte del siglo XX y fue promovido por la revolución soviética y la crisis del 30.

La mayoría de los partidos políticos de la novedosa fase cayeron bajo la influencia del paradigma de su época . Conservadores, peronistas, radicales del programa de Avellaneda, desarrollistas, incluido algunos liberales aggiornados. Ahora bien, ese mundo nacido con la revolución rusa, corregido y aumentado por la Gran Depresión, ha desaparecido. La caída del Muro de Berlín, la implosión de la Unión Soviética, el fin de la Guerra Fría y el fenomenal boom tecnológico dieron por tierra con todo un siglo. Los tiempos que corren ameritan un nuevo relato y otra explicación a treinta años de la novedad que no puede dejar afuera valores y principios asociados a un novedoso liberalismo social.

Malvinas y los fondos buitre

La comparación y el peligro del que hablan políticos y periodistas, que encierra la igualación por parte del gobierno actual con el de Galtieri, no tiene asidero ni punto de comparación. Intrínsecamente, no es lo mismo defender o intentar recuperar lo robado que pagar deudas contraídas. Pero lo que fundamentalmente ha cambiado es el mundo en el que se dio el conflicto de Malvinas y el actual.

En 1982 aún se vivía bajo la pesada carga de la Guerra Fría, hacía cuatro años que el Frente Sandinista de Liberación había tomado el poder en Nicaragua y tres que el ayatollah Khomeini dirigía los destinos de Irán. Es decir, el capitalismo liberal no salía aún de la formidable derrota de Vietnam. El entusiasmo del nacionalismo y de la izquierda fue tan manifiesto que creyó posible el triunfo de Malvinas, pensando que la Unión Soviética velaba desde las sombras. En ese mundo bipolar, al decir de Hernández, siempre había “un palenque ande rascarse”.

En la actualidad, el capitalismo ha triunfado en todos los frentes y la Argentina se halla, propiamente, en el centro geopolítico de los vencedores. Cavilar como en aquellos años es un disparate fenomenal en el que incurren sectores de izquierda y del kirchnerismo. No hay dudas que Cristina ha virado hacia posiciones amigables al capitalismo mundializado. Hace más de un año y en vísperas de una reunión en Naciones Unidas la Presidente aseguró que por su formación político-cultural, en la década del 60, miraba con desconfianza el proceso de globalización, pero después de diez años de gobierno lo observaba como una oportunidad. ¡Finalmente se asomó al mundo!
Estas palabras son ignoradas por la izquierda kirchnerista que ya no tiene dónde aferrarse. Patria sí, buitres no, vociferada en una raleada concentración espectral, suena tan añejo como Patria sí, colonia no, de los años 40.

El kirchnerismo, sobre su ocaso, le hace un gran favor al país al dejar a la deriva al infantilismo político.

El revisionismo reaccionario

El Diputado Carlos Kunkel (ex-montonero)  espada filosa del kirchnerismo duro,  que  en sus años mozos fuera un militante de la violencia; ahora,   en la tercera edad,  no pierde el estilo que genera, en ciertas corrientes ideológicas, el placer por la agresión y la brutalidad. Antes por las balas, ahora por los gestos y la palabra.

En una reciente nota que le hiciera el diario La Nación, y al solo efecto de  provocar desde el inicio al cronista, se sentó prácticamente envuelto en una bandera, prolijamente desplegada, donde se dejaba leer: ¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios!

De arranque no más y como un hematólogo rupestre buscó la sangre en el pasado argentino, para que las heridas no cierren, escarbando en la carroña de dos siglos.

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Fin de ciclo

La idea de fin de ciclo ya era escuchada, en sectores opositores al gobierno nacional, hace aproximadamente cinco años. La crisis con el campo parecía haber marcado los límites de un proyecto que se sustentaba en las inversiones de los 90’, la formidable devaluación del 2002, la pesificación asimétrica y el aumento del precio de los productos exportables argentinos.

Estas variables posibilitaron cinco años de expansión del gasto y del consumo que no se correspondieron con inversiones productivas, ni mayores puestos de trabajo que acompañaran el crecimiento vegetativo. Fueron recuperados, sí, a los niveles del 97’, pero los guarismos de la desocupación descendieron, merced a que el Estado creo un millón cuatrocientos mil nuevos empleos, y los planes sociales, que hicieron de un desocupado un “trabajador”.

Si han mentido con la inflación se imagina el lector como lo habrán hecho con los guarismos de los sin trabajo.

Cuando efectivamente se llegaba al final del modelo por déficit fiscal, y al fracasarle la resolución 125,  el gobierno manoteó las AFJP y se alzó con los dineros de los jubilados. Como esos depósitos ya no alcanzan, (se desconoce la situación real del sistema, en una palabra cuánto dinero vivo queda) se abalanzaron sobre la recaudación impositiva de las provincias y sobre las reservas del Banco Central, total “las hemos juntado nosotros”, afirman sin publicarlo, al mejor estilo de amos de hacienda y tienda.

 

La sustitución de importaciones

El intento fallido mercado internista  o de sustitución de importaciones con el que se llenaron la boca de alabanzas hoy revela que se ha quedado a mitad de camino, como no podía ser de otra manera en un mundo globalizado.

Nuestra industria demanda divisas normales para épocas normales, pero como los tiempos que corren en el país no son normales, se le restringen los dólares que necesita para seguir andando. Como el gobierno ha sido duro con el capital internacional, no consigue inversiones que sustituyan los dólares faltantes.

Aquí el déficit no se ha producido por demanda de industria de base, como fue característica de la argentina  industrial sustitutiva no exportadora, iniciada en el 30’.  Nuestra industria hoy es exportadora.

El déficit se ha producido por otras razones: crisis energética, subsidios, corrupción, hostilidad al clima de negocios y a las inversiones, pagos de deuda que podrían haber sido refinanciados a bajas tasas de interés si se hubiera acomodado nuestra relación con el mundo financiero internacional en vez de denunciar al imperialismo y gritar como tarados patria sí, colonia no. La autarquía que el gobierno vincula a la independencia económica era un buen discurso en un mundo autárquico, no en esta época de globalización cuando los capitales se dirigen a cualquier punto del globo que los trate bien a desarrollar y promover industrias globalizadas.

Nadie invierte en el país. Ni argentinos ni extranjeros. El gobierno nacional con su discurso torpe de revolucionarismo kisch los espanta. Entonces ni chicha ni limonada. Ni revolución ni capitalismo amigable. ¡Así es el retroprogresismo!

Hoy ha llegado a las filas del kirchnerismo el clima de final de juego. Y en el kirchnerismo los caminos se bifurcan. Por un lado los que gobiernan; de manera vergonzante, devalúan, buscan dinero afuera, de las cerealeras, del campo, es decir de los poderes hegemónicos (Laclau dixit) y por el otro  los que afirman  “lo peligroso es una revolución incompleta”,  los que dicen  “Lo defendemos o retrocedemos”  o los que enojados escriben “si bien se han tomado medidas que no se querían tomar es necesario pensar de nuevo y creer una nueva actitud”. También están los que plantean la nacionalización  del comercio exterior o  la creación de un Instituto a cargo de las exportaciones y negociar ventas y compras de Estado a Estado como en el 30’. Ocurrido esto, que podría ser factible puesto que perduran culturalmente en el imaginario del peronismo añejo y del progresismo no gubernamental las ideas  estatistas de los 40’, el dinero de todos modos  se va a terminar. Quedarán entonces  los depósitos bancarios,  las riquezas personales,  la totalidad de la propiedad privada y tutti cuantti.  ¿En qué mundo viven?

 

El síndrome de la desilusión

Hay una enorme desilusión en el partido de gobierno. Buscan la revolución fuera de época. Por otro lado no han construido una cultura para la revolución. ¡Todo fue jarabe de pico!

No cuentan con un sujeto histórico que la impulse, una fuerza social real que se ponga al hombro la tarea. El movimiento obrero no va para ese lado.

Coquetearon con la delincuencia y los barras bravas, a ver si de Vatayón Militante salía algo capaz de impulsar los cambios revolucionarios. ¡Un disparate colosal!

Finalmente se esperanzaron en un grupúsculo de jóvenes ambiciosos, estatistas al decir de Jauretche, porque viven del Estado, y de otros, al frente de organizaciones sociales fantasmas. Últimamente apuestan al Ejército. De todos modos han tenido que colocar un Jefe que, para que sea aceptado por la tropa, tuvo que participar en la lucha contra el terrorismo como de hecho lo hizo Milani.

Sin sujetos para el cambio y sin votos. ¡A  taparse  la nariz y devaluar.  Con seguridad. Podremos estar peor.

Una nueva reinvención del peronismo

Tiene razón Darío Giustozzi, intendente de Almirante Brown y segundo en la lista encabezada por Sergio Massa, del Frente Renovador, cuando afirma “no hay fin de ciclo, hay fin de mandato”, lo que es todo una declaración  político-ideológica de su parte y una sabia mirada al conjunto de los políticos con posibilidades reales de poder. Pues nadie cuestiona los pilares fundantes del modelo.

Aunque también es cierto que al presentar, Massa y él, una lista distinta y recortada del Frente para la Victoria, el camino que inician estos ex kirchneristas consiste en apartarse  del tronco que les dio origen. Y las consecuencias políticas de esta fractura cobran una dinámica y una velocidad que sus autores no podrán manejar, al menos en su totalidad. El clima social será decisivo a la hora de precisar un discurso, un programa, el tono y los sonidos.

Por otro lado es un buen punto de partida la fractura con el Frente para la Victoria. Eso explica mucho más que cualquier análisis meduloso e intencionado.

La reacción del gobierno no se ha hecho esperar y los ataques han comenzado, pues Mazza, Giustozzi y otros intendentes, antiguos  amigos del gobierno nacional, vienen a confirmar el viejo dicho popular de que no hay “peor astilla que la del mismo palo”.

Una oposición novedosa

La novedad política del Frente Renovador, lo que le da potestad y fuerza, es el carácter territorial de la feliz experiencia. Esta creación política bonaerense reviste  una impronta y un sesgo que ningún opositor al gobierno ha logrado en la provincia. Esto es, una fuerza con base territorial en las intendencias, similar a la que tiene el Frente para la Victoria.  No se trata de  políticos que, con una inmensa fortuna, compran, alquilan, publicitan y “desde afuera” procuran captar voluntades y luego “si te he visto no me acuerdo”. Ellos se quedarán y serán dueños de su triunfo o su derrota.

Es una fuerza que  gobierna municipios, que se opone a otra, que también gobierna municipios, la provincia y la nación. Es un choque en el mismo andarivel.

Por lo tanto la discusión seguramente se dará sobre políticas concretas y no sobre ideas abstractas. Seguridad, educación, salud, servicios y la manera de gestionar más eficientemente en cada uno de estos tópicos. Allí va a estar, supongo, el núcleo del debate.

La permanencia  de Daniel Scioli al lado del gobierno nacional lo facilita, pues si se hubiera aliado a Massa la discusión política tendería a ser sólo con la presidente, cosa que le haría perder energía controversial a algunos intendentes más cercanos al kirchnerismo. Ahora, los alcaldes del Frente Renovador, al quedar liberados de la alianza con Scioli, podrán enfocar sus críticas, sin complejos, a la gobernación. Que es el objetivo central del Frente Renovador.

Gente enojada

Con la irrupción del Frente Renovador hay mucha gente molesta. Políticos, opinólogos y periodistas, entre otros. Cada uno tendrá sus razones, seguramente atendibles. Pero voy, en este caso, a abordar el enojo de aquellos que observan maliciosamente el carácter camaleónico del peronismo. Que se reinventa, sin remordimientos, ni autocrítica. Que le da lo mismo los 90’ que los 2000.

Como primera aproximación diría que luego de la caída del Muro de Berlín y el ocaso del comunismo se acabó la Guerra Fría y con ella la etapa de las ideologías fuertes. Se acabó también la “revolución”. El debate moderno es conducir la evolución. Y eso se hace en el marco de instituciones respetadas por todos y de horizontes previsibles al conjunto.

Antes de estos acontecimientos  había sucumbido otro cuerpo doctrinario fuerte como fue el nacionalismo. En el bunker de Berlín y en Hiroshima le dijeron adiós a la historia, al menos hasta nuevo aviso.

Desaparecido del horizonte político dos cuerpos doctrinarios fuertes, la realidad convoca a otras sustancias. Estamos en esos tiempos.

Por otro lado no se le puede exigir a los políticos lo que sí le debiera pedir a los intelectuales y filósofos y aún no han encontrado.

Si el peronismo ha sido capaz de dar diferentes respuestas en distintos tiempos, a lo mejor lo que pasa es que no existe más el peronismo. Al menos como históricamente se lo ha conocido. Sin embargo lo que perdura del justicialismo histórico, lo que se conserva en su horizonte cultural, es su vocación por los humildes y su opción preferencial  por el movimiento obrero y sus dirigentes.

Cuando Roberto Lavagna sonaba como candidato peronista para acompañar a Mauricio Macri, estaba todo bien si iba solo. Cuando se sacó la foto en Córdoba y allí estaba Hugo Moyano,  las cosas cambiaron. Del radicalismo conocemos su escasa voluntad de mezclarse con la dirigencia gremial. El denominado peronismo disidente que por multitud de razones enfrentó al kirchnerismo jamás lo hizo con el movimiento obrero que acompañaba al gobierno. Quizás esto sea lo que aun perdura del peronismo. ¡Y no es poca cosa!