“Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. Si bien esta frase pertenece a Juan Carlos Pugliese, ministro de Economía en el gobierno de Raúl Alfonsín, y estaba referida a su fallido intento por frenar la corrida bancaria en el año 1989, en los próximos meses, el debate sobre las políticas económicas estará centrado en qué tipo de medidas se adoptan hacia un consumidor que ha tenido idas y vueltas respecto de su capacidad de consumo en el mercado interno.
La semana no termina de la mejor manera para la gestión que comienza, con subas de precios del 10 por ciento en promedio pero con máximos de hasta el 25 por ciento, como en el caso del pan, del pollo y de las carnes y verduras. Estos aumentos responden a comportamientos por parte de productores y empresarios que algunos denominan “especulativos” y otros “racionalidad de los agentes económicos”. Como el segundo término es más técnico, sencillamente lo que está expresando es que, ante las expectativas generadas por la nueva administración a nivel nacional de levantar el cepo ni bien asuma y eliminar retenciones, claramente el mercado responde hoy a un precio proyectado sobre la cotización de la divisa en las próximas semanas, una vez que exista un tipo de cambio libre. Como no hay precisión sino hipótesis sobre el nivel al que flotará el tipo de cambio futuro, también la remarcación de precios es en relación a una combinación de certezas e hipótesis: saben que se va a levantar el cepo (certeza) y fijan sus precios en base a su proyección de tipo de cambio (hipótesis). Los que no actúan de esta manera se comportan más racionalmente aun, como en el caso del sector químico, que entrega producto con un plazo de 40 días, pero si el tipo de cambio es mayor al proyectado internamente ajustarán factura al momento de pago. O los siderúrgicos, que entregan hoy pero facturan después del 10 de diciembre. Continuar leyendo