El consumidor que se va y el que viene

Damián Di Pace

“Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. Si bien esta frase pertenece a Juan Carlos Pugliese, ministro de Economía en el gobierno de Raúl Alfonsín, y estaba referida a su fallido intento por frenar la corrida bancaria en el año 1989, en los próximos meses, el debate sobre las políticas económicas estará centrado en qué tipo de medidas se adoptan hacia un consumidor que ha tenido idas y vueltas respecto de su capacidad de consumo en el mercado interno.

La semana no termina de la mejor manera para la gestión que comienza, con subas de precios del 10 por ciento en promedio pero con máximos de hasta el 25 por ciento, como en el caso del pan, del pollo y de las carnes y verduras. Estos aumentos responden a comportamientos por parte de productores y empresarios que algunos denominan “especulativos” y otros “racionalidad de los agentes económicos”. Como el segundo término es más técnico, sencillamente lo que está expresando es que, ante las expectativas generadas por la nueva administración a nivel nacional de levantar el cepo ni bien asuma y eliminar retenciones, claramente el mercado responde hoy a un precio proyectado sobre la cotización de la divisa en las próximas semanas, una vez que exista un tipo de cambio libre. Como no hay precisión sino hipótesis sobre el nivel al que flotará el tipo de cambio futuro, también la remarcación de precios es en relación a una combinación de certezas e hipótesis: saben que se va a levantar el cepo (certeza) y fijan sus precios en base a su proyección de tipo de cambio (hipótesis). Los que no actúan de esta manera se comportan más racionalmente aun, como en el caso del sector químico, que entrega producto con un plazo de 40 días, pero si el tipo de cambio es mayor al proyectado internamente ajustarán factura al momento de pago. O los siderúrgicos, que entregan hoy pero facturan después del 10 de diciembre.

De acuerdo a la CAME, las ventas minoristas el año pasado tuvieron una caída del 6,5 % y a lo largo de los primeros 10 meses de 2015 un ascenso del 2,1 por ciento. Es decir, el bolsillo recuperado por paritarias en un promedio del 30 % le ganó a la inflación promedio del 25 % aunque no generó un enorme impacto sobre el arqueo de caja del comerciante minorista. En definitiva, este año se recuperó un tercio del volumen de ventas perdido el año anterior. A su vez, para movilizar stock el sector minorista debió aceptar una batería de acciones a las que el mercado los fue llevando. Entre ellas, podemos citar un incremento del 50 % en el financiamiento con tarjeta de crédito respecto del año anterior, más un 70 % de los consumidores argentinos que adquieren bienes cuando los mismos se encuentran bajo acciones de ofertas y descuentos. De continuar la aceleración de precios en diciembre y enero, se perderá el terreno ganado en el poder adquisitivo y el financiamiento, ofertas, promociones y descuentos serán aun más clave que hasta ahora para mover stock. Serán tan importantes que Francisco Cabrera, confirmado Ministro de la Producción de la Nación, ratificó la continuidad del Plan Ahora 12 y Precios Cuidados.

Este comportamiento por parte del consumidor argentino en los últimos años no será fácil de desarticular por parte de los oferentes minoristas en los mercados. Hoy observamos un alto nivel de expectativas para realizar compras cuando hay una oportunidad, una percepción de precios altos cuando no hay ofertas, compras diarias por reposición pero en volumen solo cuando están en promoción, búsqueda de financiamiento para oxigenar el bolsillo y alta exposición hacia la compra impulsiva en las grandes cadenas de supermercados, que intentan generar ventas cruzadas en las acciones promocionales al estilo Black Friday. Recordemos que los productos que son ofrecidos en promoción y descuento suelen ir generando sobre el consumidor en forma acumulativa una sensación más intensa de ahorro y un alto valor recibido respecto de los días de venta normales. De esta manera, el sector minorista ha ido oscilando entre estrategias de demandas de precios elásticas (ahorro hasta el 50 %) y demandas de precio objetivas (ahorro de 30 % descuento) en días específicos para mantener atento al consumidor e incrementar la visita al punto de venta por atracción, destinando una porción de sus ofertas al consumo con tarjeta de crédito que, con financiamiento, es menos sensible al precio incluso sin promoción.

A su vez, la distorsión de los precios de referencia en los mercados minoristas con una inflación acumulada en órdenes superiores a los 2 dígitos ha corrido al consumidor hacia un escenario donde no puede administrar sus tickets promedios de compra sobre precios estables en góndola. De hecho, esta semana que termina regresó el temerario aumento de precios que venía dándose en forma sostenida pero hacia la baja en términos interanuales. El consumidor actual es en parte el que comentamos, con sus dudas, incertidumbres y comportamientos oscilatorios, pero el consumidor que se viene también priorizará el bolsillo frente a un hábito residual de una economía que expandió mucho más la demanda que la oferta en los últimos 4 años. El gobierno de Mauricio Macri encuentra un cuadro macroeconómico de 7 % de déficit fiscal, U$S 25833 millones de reservas, 25 % inflación, un crecimiento tibio del PBI del 0,5 %, un cepo importador diario de U$S 50000, tarifas retrasadas y una presión impositiva del 38 % del PBI por lo cual las medidas que adopte deberán ser de corrección cuidando afectar a la demanda lo menos posible para no caer en una recesión.

Algunas medidas a tomar por la nueva gestión angustiarán a la caja de gastos hogareños, como la eliminación de los subsidios al transporte público, la energía, el gas, entre otros. Tomemos como ejemplo el caso del gasto en transporte público de un trabajador que cobrará unos $ 6060 de sueldo mínimo a partir de enero de 2016 y que hoy, con el uso de dos medios de transporte -colectivo y tren- sobre 20 días hábiles, tiene una erogación de $ 260. Si se eliminen en forma íntegra estos subsidios, su gasto mensual sería de $ 1520. Es decir que mientras hoy el peso del transporte es el 4,33 % del salario mínimo vital y móvil, en este escenario sería del 25 por ciento de los ingresos aunque será difícil desactivar los precios contenidos en forma total porque además se deberá revisar tarifas a la energía y gas. En definitiva, la decisión gradual o de shock impactará sobre el consumo hacia las vísperas del debate sobre la recomposición paritaria 2016. Guillermo Dietrich, futuro Ministro de Transporte de la Nación, intentará que el impacto sobre el precio del transporte sea menor, bajo la lógica del sistema intermodal e interjurisdiccional por el cual uno podría viajar del conurbano bonaerense con la misma carga de SUBE en el término de 2 horas pasándose del Tren al Colectivo o del Colectivo al Subte

A su vez, el debate sobre el futuro del bolsillo del consumidor que se viene estará a expensas de la cotización del tipo de cambio. Una suba gradual del tipo de cambio al ritmo devaluatorio del hoy en el orden del 19 por ciento no se puede sostener frente al “efecto caipirinha”, con un real que se devaluó en más del 60 %, un rublo al 40 % entre otros socios y competidores comerciales de nuestro país ya que dejaría fuera de juego a las economías regionales y al sector industrial exportador local, sumado a un argentino medio que sigue aprovechando esta cotización del dólar para adquirir dólar ahorro, viajar al exterior, adquirir bonos públicos nominados en dólares frente a una expectativa devaluatoria. Un corrimiento de shock del tipo de cambio del 50 % ó 60 % independientemente de cuantas reservas ingresen a partir del 10 de diciembre haría que el salario en dólares de los argentinos pasen de U$S 600 al tipo de cambio oficial a los U$S 400 de un plumazo, lo cual con salarios fijos en pesos resentiría mucho el consumo interno. A su vez, ya quedó claro en enero de 2014 con la devaluación del 30 % en mercados oligopólicos como el nuestro, estas medidas van a precios frente a una expectativa racional de los agentes económicos de que ante una suba de la inflación se resguardan sobre los precios presentes anticipándola para preservar sus márgenes futuros. Sin devaluar, es lo que sucedió esta semana por lo cual con devaluación el efecto será mayor.

El riesgo percibido por el consumidor ya entró en juego y está basado sobre todo en la incertidumbre que afronta para prever las consecuencias en las opciones de compra que les deparará el futuro próximo hacia un nuevo escenario en el marco de las decisiones que se tomen en materia de política económica a partir del 10 de diciembre. El clima de cambio supera a la opción de Cambiemos y fue una postura claramente anti-kichnerista. Se quiere un cambio, pero no total, y en eso radica la división del voto. La sociedad requiere una amplia presencia del Estado en la toma de decisiones políticas. Está de acuerdo con el lineamiento político pero no con el modo ni la forma de gestionar hasta el momento. Cambiemos inicia su camino y deberá trabajar para que productores y empresarios recuperen los incentivos hacia la inversión pero sin descuidar el abastecimiento hacia el mercado interno porque si no el bolsillo del consumidor tendrá más penas que alegrías en los próximos meses…