Por: Damián Di Pace
En fútbol los clubes compiten por diferentes copas, en el campo de la política los equipos económicos de los candidatos se disputan en la retórica la Copa Inflación primavera-verano en ciernes de las próximas elecciones nacionales. De esta manera, se prepara la pluma con la que se escribirán los números de la economía que viene en las acciones de campaña.
De acuerdo con las mediciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), la inflación en el mes de agosto fue 1,2 % y la interanual 14,7 %, mientras que para la medición realizada por el Congreso, las cifras promedio fueron de 2,17 % y 26,6 %, respectivamente. Atrás quedaron los debates sobre las diferencias en las mediciones y ahora el fragor del debate comienza a depositarse en cómo disminuir no sólo la brecha, sino la inflación real que padecen todos los argentinos.
En la agenda de bolsillo de los votantes la inflación es un tema cándido que la semana pasada comenzó a mostrar sus primeras aristas de definición. En este contexto, carece de valor el presupuesto proyectado por la actual cartera de Economía presidida por Axel Kicillof, que prevé un crecimiento del PBI del 3 %, un dólar promedio de $ 10,60 y una inflación del 14,5 %. Es decir, el Gobierno saliente dice con total precisión “nominal” lo que a los pretendientes a ser la gestión entrante les cuesta definir y asegurar.
El equipo naranja, presidido por Daniel Scioli, plantea llevar la inflación a un dígito con una flotación administrada del tipo de cambio. La plantilla está integrada por Miguel Bein, Mario Blejer, Miguel Peirano, con el acompañamiento de Silvina Batakis, Gustavo Marangoni y Rafael Perelmiter. La apuesta está en captar inversiones por 30 mil millones de dólares anuales, incrementar la actividad local de los sectores agrícolas, ganaderos, industriales y servicios “garantizando” su rentabilidad, pero apostando a la distribución equitativa del ingreso y la mejora del poder adquisitivo de la población. Para realizar una lectura teórica, la mira estará puesta en una posición heterodoxa que enfatiza en el campo de la producción y la distribución de la renta. El marco para el crecimiento y el desarrollo de la actividad económica propuesta pasa del ahorro directamente a la inversión, ya que los incentivos estarán dirigidos a una mejora de la utilidad empresaria.
La camiseta amarilla de esta copa por la inflación está a cargo de Carlos Melconian, Miguel Ángel Broda y Federico Sturzenegger, que son algunos de los referentes económicos del macrismo. La búsqueda de bajar la inflación a un dígito es la misma que sus opositores, sin embargo acortan los tiempos a dos años al plantear una ventaja hacia el electorado respecto de sus competidores. La propuesta es diferencial, ya que busca un tipo de cambio flexible fijado por el mercado en relación con las variaciones de las diferentes monedas. Sus jugadores económicos aspiran a la idea de libre mercado, donde el Estado reduzca el intervencionismo en los mercados. A su vez, plantean una agenda fiscal vinculada a reducir el déficit, disminuir subsidios del cuadro tarifario y generar las condiciones para liberar el cepo cambiario. En todas las presentaciones se propone reducir la presión fiscal, pero eludiendo cualquier tipo de alocución referida a la palabra “ajuste”. Términos como “shock” y “gradualismo” ofician de sustitutos para apostar al regreso a los organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial y así incrementar reservas y mejorar el clima de negocios en el país.
Los colores rojo y amarillo sobre fondo negro del equipo económico de Sergio Massa flamean en las diferentes presentaciones de Roberto Lavagna, Nadín Argañaraz, Aldo Pignanelli, Ricardo Delgado, Martín Redrado, Guillermo Nielsen. La estrategia massista es recuperar lo mejor del equipo técnico de la época dorada del kirchnerismo, apostando a un arreglo de la situación fiscal, lograr un contexto de confianza sobre expectativas devaluatorias a través de una certidumbre cambiaria, reactivar la inversión con incentivos impositivos y financieros como desgravación de ganancias para pymes, amortización acelerada, devolución del IVA, eliminación de retenciones a las economías regionales, implementación de tasas subsidiadas para las pymes, entre otras. La intención es definir pautas de inflación semestrales claras para recuperar la credibilidad sobre las mediciones del Indec y la autonomía del Banco Central.
Las copas en el campo de fútbol se ganan con goles y no con promesas, como argumentan los hinchas tribales de los diferentes equipos locales. En política económica pasa algo similar: Un programa antiinflacionario requiere planes, gestión, monitoreo permanente, información sobre su evolución, explicaciones de contextos, pero lo más importante es que cuando algunos de estos equipos económicos salgan a la cancha, encuentren en sus líderes seguridad en lo que se hace y sobre todo que la promesa realizada en campaña se cumpla al minuto uno de iniciado el partido en el campo de juego el próximo 10 de diciembre.