Estamos en un tiempo en que el Gobierno debería hacer el mayor esfuerzo para llegar al cambio de mando con el país no solo ordenado, sino ya lanzado a una nueva etapa de desarrollo, donde la esperanza de un futuro mejor sea lo que nos movilice a todos los que aquí habitamos y nos lleve a poner nuestros bríos en este nuevo sueño.
Normalmente la economía es uno de los factores dirimentes en cuanto a las expectativas, ya sea potenciándolas o minándolas en caso de que esta sea recesiva.
Los últimos Gobiernos han tenido la virtud de poner al país en marcha y devolverle no solo razonables niveles de actividad y empleo, sino además de restablecer las bases fundamentales de sanidad en lo económico, como es el ratio de deuda en relación con el PBI o la normalidad de un sistema bancario donde no hay riesgos que atenten contra su estabilidad. Esto a pesar de no haber podido terminar con el problema que representa esa pequeña porción de deuda aún no reestructurada en manos de los holdouts, o la inflación superior a un dígito.
Como dijimos, las expectativas son fundamentales para todos los actores económicos. En este orden, aventar el temor a la pérdida de valor de los activos es fundamental, y se hace imprescindible aliviar las tensiones en el horizonte cambiario, dando certeza de la razonabilidad del valor de la moneda y evitando corridas de capitales que no solo se dolaricen, sino que además se fuguen del país. Continuar leyendo