Estamos en un tiempo en que el Gobierno debería hacer el mayor esfuerzo para llegar al cambio de mando con el país no solo ordenado, sino ya lanzado a una nueva etapa de desarrollo, donde la esperanza de un futuro mejor sea lo que nos movilice a todos los que aquí habitamos y nos lleve a poner nuestros bríos en este nuevo sueño.
Normalmente la economía es uno de los factores dirimentes en cuanto a las expectativas, ya sea potenciándolas o minándolas en caso de que esta sea recesiva.
Los últimos Gobiernos han tenido la virtud de poner al país en marcha y devolverle no solo razonables niveles de actividad y empleo, sino además de restablecer las bases fundamentales de sanidad en lo económico, como es el ratio de deuda en relación con el PBI o la normalidad de un sistema bancario donde no hay riesgos que atenten contra su estabilidad. Esto a pesar de no haber podido terminar con el problema que representa esa pequeña porción de deuda aún no reestructurada en manos de los holdouts, o la inflación superior a un dígito.
Como dijimos, las expectativas son fundamentales para todos los actores económicos. En este orden, aventar el temor a la pérdida de valor de los activos es fundamental, y se hace imprescindible aliviar las tensiones en el horizonte cambiario, dando certeza de la razonabilidad del valor de la moneda y evitando corridas de capitales que no solo se dolaricen, sino que además se fuguen del país.
Es obvio que quitar hoy el llamado cepo, es decir, las barreras administrativas en el régimen cambiario, no es una opción. Pero tampoco es acertado permitir el incremento de la brecha entre el dólar oficial y el blue (o dólar paralelo), ya que niveles de más del 50 % de distancia entre ambos afectan las expectativas de inflación y precios, y aumentan la incertidumbre. Hoy no solo se debe consolidar el proceso de baja de la inflación que se está gestando desde el año pasado, sino que además se debe agilizar el flujo de divisas para mantener expectativas crecientes de actividad industrial y comercial.
En ese orden, las políticas de endurecer la aplicación de la ley para condicionar los mercados financieros parecen estar en un límite que no puede o no debe ser sobrepasado.
Deberíamos evitar el dualismo de quitarle más libertad al mercado o aumentársela y desde la situación actual, que es de donde partimos, deberíamos generar alternativas útiles a la política del Estado de incrementar el nivel de actividad y administrar el tipo de cambio y disminuir la inflación. En ese sentido, para disminuir las tensiones debemos generar un sistema de vasos comunicantes que aporte a este objetivo y disminuya las tensiones actuales del mercado cambiario.
La barrera que quieren imponer los fondos buitre o holdouts a la soberanía e independencia nacional en la administración de los recursos nacionales no solo es inaceptable, sino además inviable y todos los que habitamos este país deberíamos aunarnos en defender este concepto. Esto debería ser reflejado activamente a través de todos los poderes del Estado y de todas las organizaciones con representatividad en la comunidad. No puede aceptarse que ningún poder extranjero condicione o prohíba la emisión de deuda en moneda extranjera en el país y con ley argentina. La sociedad toda debería proclamarlo y sostenerlo.
Hoy es un hecho innegable que los que vivimos en territorio argentino contamos con ahorros en dólares fuera del sistema por una cifra cercana a los U$S 400 mil millones, si se suma lo que está en los hogares, en cajas de seguridad y en el extranjero. Conjugar los intereses y la seguridad de estos ahorristas con las necesidades de la economía de nuestro país es imperativo. El Gobierno es el principal responsable de llevar a cabo este acto de seducción, pero todos los actores económicos deberíamos tratar de hallar el punto donde nuestros intereses y seguridades y el bien común se encuentren.
Para esto, no debe mantenerse ni promoverse el concepto de que los argentinos deben ahorrar en pesos y no en moneda extranjera. Sí se debe, con los instrumentos y el comportamiento adecuado, lograr que la inversión en pesos sea suficientemente atractiva para captar a todos los ahorristas que no tengan una necesidad específica de ahorrar en dólares u otra moneda extranjera.
Hace ya más de diez años que el Gobierno reestructuró la deuda y viene honrando prolijamente sus obligaciones de pago. Debe ser una política pública apoyada por todos el transmitir a toda la población la fortaleza que hoy tiene Argentina para garantizar el pago de dicha deuda. Debe convertirse el ahorro en títulos de deuda del Estado o el Banco Central en un mecanismo accesible y seguro para encauzar las inversiones de toda la población.
Si estos conceptos se vuelven realidad para todos, el Estado contará con una mecánica adecuada para canalizar los ahorros en moneda extranjera dentro del circuito productivo, financiando así la inversión en infraestructura y desarrollo. Crecer la economía para generar superávit fiscal y comercial es la única forma de ingresar en un proceso de desarrollo con eficiencia y competitividad.
Hoy mismo debería comenzar la acción. Todos dicen que sobran pesos y faltan dólares para equilibrar esa oferta de pesos con las reservas del Banco Central y el flujo de divisas de la economía. Afirman, a su vez, los economistas que muchos ahorristas quieren pasar sus inversiones a moneda extranjera por miedo a una devaluación. El Gobierno, en su plan de reactivar la economía, precisa que se cuente con todos los pesos necesarios para el crecimiento y el sostenimiento de la demanda. Pero también necesita que los que deciden ahorrar lo hagan dentro del sistema, ya sea que quieran ahorrar en pesos o dólares. El Gobierno cuenta hoy con las herramientas para iniciar este proceso y alejar los temores.
Vale la pena ejemplificar cómo el Gobierno, emitiendo un título en dólares con ley argentina en esta plaza, podría cumplir con varios de los múltiples objetivos aquí planteados.
Hoy la deuda pública en moneda extranjera en poder de privados llega solo al 12,5 % del PBI. Si asumimos que el PBI argentino hoy está en el orden de 500 mil millones de dólares, emitir deuda en dicha moneda por U$S 20 mil millones solo incrementaría este porcentaje de deuda en cuatro puntos, es decir, que la llevaría al 16,5 %. Imaginemos que este título se emitiera con una tasa del 8 % anual en dólares sobre su valor nominal, con pago semestral de interés, a un plazo de 10 años para amortizar su capital. Imaginemos que la mitad de la emisión se coloca en pesos y la mitad se coloca en dólares y que se han realizado todas las acciones de difusión para que se coloque el total de la emisión.
¿Cuál sería el posible efecto si esto se lograra? Con los 10 mil millones de dólares colocados en pesos probablemente el mercado, teniendo en cuenta las cotizaciones de los títulos en moneda extranjera de la última semana, acepte pagar a un ratio de $ 14 por dólar de valor nominal, es decir, que se absorberían 140 mil millones de pesos que deberían pasar de letras del Banco Central (Lebac) y plazos fijos a estos títulos, quedando estos pesos en poder del Banco Central. Se reduciría así la base monetaria amplia al orden de los 360 mil millones de pesos (partiendo de una base monetaria amplia de 500 mil pesos a junio de 2015).
Teniendo en cuenta que las reservas están en el orden de los U$S 33.800 millones, el valor implícito del tipo de cambio o valor convertibilidad estaría en el orden de los $ 10,65 por dólar.
Es evidente que esta simple operación, al darle dólares a los ahorristas, bajaría las tensiones en el mercado cambiario y a su vez reduciría las expectativas inflacionarias resultantes del concepto “Sobran pesos y faltan dólares”, ya que este dólar convertibilidad estaría casi alineado con el tipo de cambio oficial, con una brecha menor al 15 %.
Esto, a su vez, tendería a disminuir la presión en el mercado informal, que seguramente, a raíz de la inyección resultante de la venta del dólar ahorro, se debería acercar a este valor de menos de $ 11 por dólar. Es obvio que el miedo devaluatorio con una brecha de menos del 20 % sería casi inexistente.
Pero si la acción de difusión fuera exitosa, seguramente habría cantidad suficiente de ahorristas poseedores de dólares billete fuera del sistema que entenderían lo interesante de recibir por sus dólares una tasa anual del 8 %, superior en por lo menos 6 puntos a la inflación estadounidense, asegurando así una renta más que interesante, aún en el caso de subir el gobierno de Estados Unidos la tasa de interés de sus bonos.
Asumiendo que esta colocación en dólares billetes fuera exitosa, el Banco Central se juntaría con U$S 10 mil millones, lo que, aún teniendo en cuenta que netearan los fondos resultantes del canje de monedas con China, daría un tipo de cambio de convertibilidad muy inferior al tipo de cambio oficial, y las reservas crecerían desde cualquier ángulo que se las mire.
Se puede alegar que es posible que el valor en pesos de los títulos se reduzca en algún momento de la colocación, si bien el emisor podría limitar la oferta cuando esto ocurra. Esto indicaría que ha cesado el interés por la moneda extranjera que daba dicho valor en pesos al título.
Se puede alegar, desde el punto de vista del flujo, que si se permite más allá del ahorro utilizar los títulos para el contado “con liqui” respetando las regulaciones del Banco Central, esto sería pernicioso. Sin embargo, si se fomentara este contado “con liqui” para aquellos que entienden que las transferencias del Banco Central son insuficientes para, por ejemplo, enviar utilidades al exterior, se estaría ayudando a mantener el valor de cotización del título en pesos. Esta brecha, que en un inicio manifiesta hoy un ratio cercano al 60 % con respecto al tipo de cambio oficial, seguramente alentaría a quienes están hoy esperando el cambio de Gobierno para hacer sus inversiones a acelerarlas a través del contado “con liqui” para beneficiarse de esta brecha cambiaria que seguramente se volverá exigua o inexistente en el futuro.
De más está decir que la absorción monetaria de más de 50 mil millones de pesos que se generará por la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el valor del título en pesos disminuirá el déficit fiscal. A su vez, la certeza de la viabilidad de la economía y su desarrollo a pesar de las restricciones externas que surgen del conflicto pendiente con los holdouts debilitará la posición de estos y facilitará un acuerdo beneficioso para Argentina.
La unificación del tipo de cambio surgirá naturalmente, lo que facilitará la eliminación de una serie de restricciones.
La motivación de los argentinos para involucrarse con sus inversiones en el desarrollo del país habilitará el camino para que esa gran masa de recursos de los cuales hoy no goza nuestra economía se vuelquen a ella en infraestructura, lo que llevaría a la nación, con las políticas adecuadas, a una suficiente eficiencia y competitividad para entrar en una fase de desarrollo sin los ajustes sistemáticos de tipo de cambio.
Estamos a pasos de ingresar en una etapa de desarrollo y de poder regir nuestros destinos. Solo falta que nosotros y nuestros gobernantes tomemos con firmeza el camino correcto.