El domingo 22 el ingeniero Mauricio Macri quedó consagrado en el ballotage como presidente de la Argentina a partir del 10 de diciembre de 2015. Su perfil augura cambios profundos en muchas áreas. Se ha comprometido a terminar con la corrupción, combatir realmente al narcotráfico, eliminar la inflación de dos dígitos y a dotar al país no sólo de infraestructura, sino de todas las condiciones necesarias para volverlo competitivo, en simultáneo con la eliminación de la pobreza estructural.
Si bien el compromiso es absolutamente racional y seguramente se enmarca en los ideales de todos los argentinos, el desafío parece mayúsculo.
Es cierto que el país está en marcha, pero también es cierto que los desvíos con respecto a esos objetivos son inmensos. Actualmente nos hallamos enfrascados en una estrategia defensiva que ya lleva casi cuatro años y que no nos permite crecer, lo que hace que se agraven los problemas y los desvíos mencionados. Su compromiso es pasar a la ofensiva haciendo incursionar al país en un genuino proceso de desarrollo que permita, mediante el crecimiento, contar con los recursos para lograr los objetivos mencionados. Esta es su decisión estratégica, por lo tanto, innegociable.
Ello nos lleva a preguntarnos cuáles serán los medios que piensa utilizar para pasar de la realidad actual a la realidad deseada. Vemos aquí otra convicción que ha mostrado durante los largos meses de campaña: el principal activo que tenemos es la gente. Nos encontramos así con una lógica que despierta los mejores sentimientos en la población, el compromiso de poner el Estado al servicio de la población para facilitarle alcanzar sus deseos de realización y progreso. Es decir, generar las condiciones para que con su esfuerzo personal todos puedan progresar.
La Argentina cuenta hoy, para complementar lo enunciado y hacerlo posible, con ingentes recursos no sólo en lo humano, sino además en lo material, a través de sus recursos naturales. Incluso posee el capital necesario: más de cuatrocientos mil millones de dólares en manos de argentinos que los han sacado del circuito productivo por miedos, falta de oportunidades seguras de ahorro e inversión, u otras razones. O sea, que si Macri logra movilizar a los argentinos, lo que él ansía para el país dejaría de ser una quimera para convertirse en una realidad.
Su experiencia en el gerenciamiento de empresas en el sector privado y de una gran institución deportiva lo ha llevado a la convicción de que para crecer y ganar en entornos competitivos se necesita contar con los mejores en su especialidad. No hay duda de que cree que es con ellos que se deben integrar sus equipos. Aún no conocemos y probablemente no conoceremos hasta su asunción su plan de Gobierno, pero sí hemos visto, con los nombramientos que ya son públicos, como el de Susana Malcorra, que está obsesionado con poner los jugadores más capaces en su equipo. El caso mencionado muestra que buscó aunar la capacidad de acción junto con el conocimiento, la experiencia y el reconocimiento internacional para designar al canciller que deberá potenciar a la Argentina en el mundo.
Los desafíos, como dijimos, son muy importantes, pero el hecho de pretender contar con el mejor equipo disponible para salir a la cancha es un signo que potencia nuestra esperanza de entrar en un proceso de desarrollo para el país y sus habitantes.
Si todos los nombramientos son como el mencionado y acierta en las medidas iniciales para superar los problemas de la actual coyuntura económica, probablemente entraremos en un apasionante proceso de desarrollo.