Para generar nuevos escenarios siempre debemos partir de la realidad que queremos mejorar y desde allí producir todos los cambios necesarios para arribar a ese nuevo punto busado de evolución.
Hoy todos coinciden en que para generar mayor empleo y acrecer el PBI de manera tal que permita un mayor ingreso a los 42 millones de habitantes de nuestro país, debemos ingresar en una acelerada etapa de desarrollo. También hay coincidencias en que para lograr esto es necesario que las inversiones en la economía real superen el 25% del PBI. Además parece ser que hay coincidencias sobre la necesidad de que gran parte de esta inversión vaya a infraestructura para mejorar los costos internos y devolverle competitividad al país. Nadie parece discutir sobre la razonabilidad de mantener la dinámica de crecimiento del mercado interno de consumo de bienes. Tampoco parece que haya discrepancias en cuanto a la realidad actual en la que desde hace casi 4 años la economía en su conjunto ha dejado de crecer.
Los economistas coinciden en admitir que el país se halla desendeudado; ubican la deuda en el orden del 40% del PBI, y sólo el 8% es en moneda extranjera. Todos reconocen, a su vez, que la principal razón de la falta de crecimiento es la escasez de divisas para financiarlo.
Pero cuando se comienzan a analizar las soluciones para salir del estancamiento y entrar en una vigorosa etapa de desarrollo, comienzan las divergencias sobre las razones de la falta de divisas y financiamiento, así como los caminos a transitar para cambiar las cosas.
Si bien sería utópico e incluso ilógico esperar que no haya diferencias y que todos coincidan en los cambios que hay que efectuar, deberíamos al menos consensuar entre todos algunas prioridades; es en este punto donde vale la pena esbozar algunos conceptos.
Hoy el país está en marcha. Todo cambio que introduzcamos en la economía debería tender a acelerar la marcha y no a detenerla. Hemos visto en el pasado el error de no ver la actividad económica de un país como un flujo y pensar que nos hallamos únicamente ante una fotografía de números y estadísticas que muestran los desvíos que hay que corregir. Esta última visión lleva a aplicar soluciones técnicas para que esos parámetros vuelvan a la normalidad, sin medir las consecuencias sobre el volumen de actividad del conjunto, muchas veces produciendo —al desacelerar innecesariamente la actividad— daños a la riqueza del país y sus habitantes. A su vez, al achicarse el PBI, las correcciones en varias oportunidades no se logran o se demoran innecesariamente los efectos correctivos buscados.
Si decimos que aspiramos a un crecimiento del PBI superior al 5% anual y a mejorar la distribución de la riqueza, todas las medidas que tomemos deben privilegiar el quitar los cuellos de botella para potenciar el flujo de la economía.
La realidad económica de hoy permite tomar las medidas necesarias para corregir el rumbo sin procesos traumáticos. Sería bueno que los candidatos esclarezcan esto a todos los que habitamos y trabajamos en nuestro amado país.