El aluvión de emigrados, camino al norte de Europa, ha despertado los viejos prejuicios europeos. Los de los nacionalistas neofascistas que argumentan la presencia de los que escapan como una plaga peligrosa. Basta ver las fotos de las acciones policiales y civiles en distintos puntos de la ruta hacia el norte. Hay varias imágenes de los “custodios del orden” frenando a detenidos en una zona especial y apaleándolos frente a la menor protesta.
Hay civiles mezclados entre los uniformados que patean a los que quieren proseguir. Una sola foto de lo que sucede impacta, con la misma repercusión de otras imágenes dolorosas. La policía apresa sobre los rieles de un tren a un extranjero a quien acompaña su esposa y una hija. El hombre llora con desesperación y se ha orinado en los pantalones.
Los prejuicios contra este aluvión humano también han circulado por las redes sociales. “Su destino es el interior del África”, escribió uno. “Pueden ser combatientes del Califato disfrazados”, dicen otros. Y uno, que impacta: “Hay que mandarlos a los países musulmanes en el Asia rusa”. En la búsqueda del norte, hacia el paraíso, Hungría se ha portado con maldad. No así los países balcánicos y Austria, tras la odisea de cruzar el mar. Continuar leyendo