Por: Daniel Muchnik
Bienvenido el diálogo propuesto por la Presidente de la Nación este 25 de Mayo. Pero concretarlo arroja algunas dudas. Entre tantas: ¿será verdad o es un sueño? ¿Forma parte de una nueva estrategia política? ¿Está sacando el gobierno bandera blanca o quiere pasar a la historia como una propagadora de la paz en una instancia histórica de crisis e imprevisibilidad? ¿ Ha seguido los consejos del Papa o actúa por su cuenta? ¿ Cómo se implementará en el día a día ese diálogo? ¿Llamará a los mejores especialistas, sin tener en cuenta sus adhesiones políticas, para ver como salimos del tremendo enredo de la inflación, la recesión y el desencanto de la población? ¿O habló porque sí, como colofón colorido de la fiesta patria?
Desde hace once años que venimos presenciando un corte profundo en las conversaciones de los argentinos. Hay familias tajantemente divididas entre los que respaldan al gobierno y entre los que lo observan con ojos que no son concesivos. Hay amigos de toda la vida que dejaron de serlo por agresivas discusiones de café o almuerzo. El verbo, la instancia en que se usó ese verbo, el uso de la tarima presidencial para denostar al prójimo y especialmente al adversario han quedado en la memoria colectiva. Se vulneraron los principios elementales del republicanismo, del respeto a los resortes del Estado y de la división de los poderes. El maltrato y el seguimiento al periodismo impidió, por momentos, trabajar con objetividad y produjo resquemores que aun perduran.
Estaban los periodistas “buenos”, los “militantes”, los que aplaudían olvidando los errores oficiales. Y del otro lado, los periodistas “opositores, mentirosos, vinculados a intereses privados”. Es decir los malos, los que osaban criticar. Se denostó el oficio. Algo muy difícil de olvidar. Ese tipo de lenguaje alentó, desde arriba del poder, una seguidilla de estados de violencia. Para no perder el ritmo, vociferaron violencia gobernadores, ministros, intendentes. Hasta el último aliento se respaldó a un secretario de Comercio que vulneraba todo criterio de entendimiento, un hombre envuelto en la violencia, practicando con gusto y decisión la violencia. Haciendo maldades. Que las meditaba muy bien. El cepo publicitario a los medios críticos fue una de las últimas medallas con las que se condecoró y con ello castigó económicamente a las empresas periodísticas. El cepo importador, sin registrar antes las necesidades productivas del país, posibilitando según su criterio y sus caprichos el ingreso de los containers, elevó la incertidumbre en las líneas empresarias.
El gobierno actuó con decidida injusticia. Extralimitándose, autoritariamente. El ex presidente Kirchner llamó “grupos de tareas” -recordando a los represores durante la Dictadura Militar- a los dirigentes del agro que planteaban en 2008 sus necesidades. No tuvo límites en otros casos. La presidente Cristina Fernandez, cuando quiso y cuantas veces quiso, peroró y pontificó todo lo que quiso acerca de quién se le plantaba en el camino y no aceptaba sus dictámenes. Fue la Casa Rosada la que dividió a los “buenos” de los “malos” y lo hizo según los vaivenes de los acontecimientos.
En estos once años de la administración kirchnerista-cristinista se ha multiplicado la violencia cotidiana en una sociedad que venía ya cargada de frustración y agresión. Lo hizo en pequeños y en grandes detalles. Como aquella referencia de la Presidente a los barrabravas que se acuchillan en las canchas: “es una forma de expansión, de diversión”. Por suerte, el documento de la Iglesia, al respecto desnuda esa terrible problemática.
No sólo estamos viviendo tiempos políticos, donde se crean las plataformas que se enfrentarán en las elecciones de 2015. También asistimos al espectáculo de seguidores de La Cámpora que toman posesión de ministerios y organismos menores en cargos clave, dispuestos a quedarse para siempre, marginando a mejores especialistas y a empleados históricos. Y además está la realidad económica que el gobierno insiste en desconocer. Porque más allá de las negaciones del INDEC, la pobreza llega al 27 por ciento de la población, la perspectiva inflacionaria corre el peligro de arañar el 40 por ciento anual, en el mundo de las reservas y el dólar hay tironeos y desconciertos y se esperan nuevos retoques cambiarios, la recesión con inflación duele y acorrala a los exponentes de la producción, el déficit fiscal se multiplica y sólo lo intentan frenar con más emisión que finalmente termina elevando la tasa de inflación.
El país acepta gustoso el llamado al diálogo. ¿Pero cómo y quien lo gerenciará? ¿Cuándo? ¿De qué manera? Esperamos las respuestas con expectativas.