La recesión aún no alcanzó su piso

Transcurrido el primer bimestre del año los indicadores de actividad no dan señales de un punto de inflexión. Sea por el lado de la venta de automotores, o el más amplio, como el informe de la recaudación de impuestos, se advierte una desaceleración de la tasa de contracción del consumo, la inversión y del comercio exterior, pero eso está lejos de marcar el fin del ciclo recesivo, porque disminuye la tasa de variación interanual, pero cada vez se está más abajo en cantidades y en valores reales, en el caso de las variables nominales.

Y si bien el movimiento turístico doméstico recuperó niveles de tiempos de bonanza, muy lejos estuvo de responder a la superación de la crisis, sino por el contrario, fue el más claro reflejo de la profundización de la pérdida de capacidad de compra de los salarios, en particular en el resto del mundo. Basta con pararse frente a la Aduana de Ezeiza y ver como los pasajeros regresan con las valijas flacas y sin demoras porque no hay nada que declarar, salvo algún juguete, alimento envasado, o complemento de un producto electrónico, que no llegan a superar los 300 dólares de franquicia, para comprobarlo.

Además, las estimaciones de mercado dan cuenta de que el aumento en cantidad del flujo del turismo fue inversamente proporcional a la variación del tiempo de permanencia en estado de disfrute de la población en los centros turísticos del país: “fue un año más gasolero que nunca”, destacan los expertos del rubro. Los optimistas de siempre atribuyen el fenómeno a la multiplicación de los “feriados puente”, porque ha llevado a modificar los hábitos de salidas durante el año: “más a menudo por menos tiempo”.

El récord de venta de dólares para ahorro a una minúscula porción de la población trabajadora, ya que alcanzó un ritmo cercano a u$s6.000 millones, que representa menos del 10% del total del ahorro nacional en un año, tiene su contrapartida en la mayor baja del consumo y también de la inversión productiva, más allá de que algunos lo utilicen para compensar la pérdida de poder adquisitivo de sus ingresos habituales con la venta de esos dólares en el mercado blue.

El cobro de IVA sobre el consumo de productos nacionales creció 32,7% en el bimestre, un par de puntos por debajo de la tasa de inflación, no obstante que, según dijo el administrador federal de ingresos públicos, contó con el impulso derivado de la sustitución de importaciones, fenómeno que explicó la pérdida de vitalidad de las compras externas, en parte por la discrecionalidad en las autorización de pagos a los proveedores del exterior, y en parte por la baja de los precios internacionales. De modo que el consumo agregado cayó en términos reales.

Mientras que lo ingresado entre enero y febrero por el denominado impuesto al cheque apenas aumentó 21%, más de diez puntos porcentuales menos de lo esperado por el curso de la inflación, descontado el receso de la actividad.

Parte de semejante caída en términos reales puede asociarse al retorno de cierta indisciplina fiscal, fomentada por la propia AFIP al mostrarse más flexible que otros meses en las autorizaciones de venta de cambio a ahorristas, porque sabe que gran parte de las divisas que se obtienen de las reservas a un precio de remate se vuelcan en el circuito informal para obtener una renta cercana al 30%. Con ello por un lado logran reforzar la debilitada capacidad de compra de bienes de los salarios y por otro contribuyen a deprimir el valor del dólar libre, al surgir una oferta inducida por la propia autoridad gubernamental.

Algunos economistas creen ver en la desaceleración del ritmo de crecimiento de la recaudación de impuestos el efecto de la disminución de la tasa de inflación, por la recesión doméstica. Pero, al parecer, han distraído su mirada sobre el efecto sobre el desequilibrio negativo de las finanzas públicas, pese a que por esa vía se ha acelerado la expansión monetaria para financiar el gasto del gobierno de menos de 20% en octubre de 2014 a más de 32% anual desde comienzos del año, la cual volverá a disparar la suba de los precios al consumidor en pocos meses.

Expresión de buenos deseos
De ahí que pese a ese escenario, no son pocas las consultoras privadas que comienzan a presupuestar un cambio de expectativas hacia el segundo semestre, a partir del agotamiento del actual ciclo de gobierno y el voto de confianza que suele otorgarse a todo nuevo presidente, y hasta arriesgan una tasa de crecimiento de 4% para el año próximo.

Sin embargo, aún no se conoce cuál será el punto de partida del paso de la recesión a la esperada reactivación de la economía, y menos aún si el desbarajuste que se observa en materia fiscal, tarifaria, cambiaria, monetaria, energética y también en los indicadores sociales, se corregirá con dolorosas políticas de shock que posibilitarían un rápido salto de calidad en todas las variables, como aconsejan muchos economistas independientes, no atados a objetivos y plataformas de los partidos políticos, o a través de recetas heterodoxas aparentemente menos costosas para la población, y por tanto más publicitadas en los discursos de campaña, aunque no aseguran una corrección sostenida y sustentable como se vio repetidamente en los fallidos “programas de ajuste” entre los 70 y parte de los noventa.

Kicillof ve un país y un mundo diferente al real

En la Argentina ya nos hemos acostumbrado a que los indicadores oficiales niegan una realidad que inquieta más a las familias y pequeñas empresas que a los principales dirigentes de la oposición y menos aún a los del oficialismo. Los primeros porque la sufren, los segundos porque su mirada está puesta más en 2016 que en resaltar la crisis y las medidas que deberían tomarse para superarla porque pareciera que temen ser catalogados como “la cadena del desánimo” y los últimos porque sienten la necesidad de sostener el relato y no admiten la posibilidad del fracaso de las nuevas, aunque reiteradamente probadas y fracasadas viejas recetas.

Primero fue con la inflación, aunque se amagó con corregir el desvío con las mediciones privadas a comienzos del año con la elaboración de un nuevo índice nacional que nunca se desagregó, porque pronto se volvió a la práctica desde 2007 de subestimarla en un cincuenta por ciento.

Luego, fue el cálculo del PBI, más alto para la óptica de los técnicos del Indec y más bajo, e incluso ahora negativo, en las diferentes estimaciones privadas que se hacen en Buenos Aires, Córdoba o expertos de la Universidad Nacional de Tucumán.

Más recientemente se agregaron los datos laborales, donde no sólo se publicitó que tímidamente subió el desempleo en términos relativos, sino que además el Indec comunicó un leve aumento del empleo en el agregado de los 31 aglomerados urbanos en cantidad de personas. Pero no sólo la proyección al total país permitió advertir un salto más grande de la tasa de desempleados que la anunciada, sino también una drástica destrucción de empleo y que bien medida la provincia del Chaco acusa una tasa de desocupación de dos dígitos porcentuales en contraste con pleno empleo relativo y absoluto que informó el organismo oficial de estadística.

Y en la 62 Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción el ministro de Economía, Axel Kicillof, sorprendió al anfitrión, Gustavo Weiss, al desestimar su preocupación por el receso que afecta al sector, como consecuencia de la parálisis del mercado inmobiliario y la destrucción de más de dos por ciento de la nómina, con la mención de que la actividad sigue batiendo récord de permisos de construcción, con un nivel que supera en un 40% el promedio de la convertibilidad, y el secretario de Obras Públicas al vaticinar que se espera cerrar el año con récord de despachos de cemento.

Sin embargo, pocos minutos después el Indec se ocupaba de informar que la caída de las exportaciones en octubre fue la más intensa desde la crisis de 2009, y también excedió a la baja de las importaciones. Además, por los desaciertos de la política económica del ministro desde que era viceministro, omitió hacer referencia que el comercio exterior argentina registra el peor desempeño en más de 20 años en su gravitación en el intercambio mundial de bienes.

Y ayer, el organismo oficial de estadística dio cuenta de que tanto las ventas en supermercados como en grandes centros de compras (shopping) mantienen una contracción en términos reales de más de 6%, la cual no se corresponde con la “capacidad de ahorro” de gran parte de los asalariados, como dijo en su reaparición pública de la Presidente, después de 25 días de convalecencia.

Pero no sólo eso, el ministro de Economía transmitió las preocupaciones de la mayoría de los 19 presidentes de los países del G-20 que representan junto a la Argentina un 85% del PBI mundial, la persistencia de la “segunda peor crisis de la historia económica mundial” y que recordó que “el FMI definió como la nueva mediocridad”, pese a que pocos minutos antes el Departamento de Comercio de los EEUU comunicó que el PBI registró con 4,2% el mayor crecimiento en los últimos once años.

De ahí que se podrá insistir con negar la realidad, pero la crisis se acentúa, la inflación supera el 40%, el déficit fiscal ya bordea el 7% del PBI, el consumo se derrumbó, la inversión ya no alcanza para reponer el envejecimiento del acervo productivo y el Banco Central agotó la capacidad de financiamiento al Tesoro con emisión y llevó a abandonar la política de desendeudamiento de la peor manera: con el retorno de los bonos ajustables, por ahora por el tipo de cambio oficial.

El Central no era el principal problema

En casi cinco años, Cristina Kirchner removió a tres presidentes del Banco Central: el primero fue Martín Redrado el 22 de enero de 2010 cuando se opuso al uso de las reservas en divisas para pagar vencimientos de la deuda pública; luego Mercedes Marcó del Pont el 18 de noviembre de 2013, por resistirse a someterse a la dependencia del nuevo ministro de Economía, aunque fue una de las responsables de quitar de la fachada interior de la entidad el rol que sostenía la institución: “Es misión primaria y fundamental de este Banco Central preservar el valor de la moneda”; y ahora Juan Carlos Fábrega que, como Redrado, contaba con mandato del Congreso por seis años. Continuar leyendo

Negar la recesión no la evita

Así como durante siete años el Gobierno nacional se empeñó en negar la inflación a ritmo de dos dígitos altos, ahora parece empeñarse en subestimar al extremo la generalizada retracción de la actividad productiva y comercial y su duro impacto sobre el empleo y la capacidad de gastos de la mayor parte de las familias argentinas, y también sobre el rojo de las cuentas públicas.

Al menos eso es lo que trasunta cada mañana el Jefe de Gabinete de ministros cuando los periodistas acreditados en Casa de Gobierno lo indagan sobre la persistente abultada caída de patentamientos de automotores, las suspensiones de personal en las terminales automotrices y la rama autopartista, así como sobre los índices de vacancia en el comercio o la caída de la tasa de empleo de la economía en su conjunto.

Claramente, siempre se van a encontrar empresas o sectores que le va mejor que el promedio nacional, sea fabricante de automotores, aceitunas, pinturas, o proveedor de servicios de turismo o un gastronómico. Pero lo importante es el resultado global, y en particular la secuencia del proceso, habida cuenta de que se generalizan los casos en los que la retracción del último mes es más marcada que la del mes previo.

Sostener que no hay recesión porque se creció cómo nunca en la última década, hasta 2011, desestimando que el país prácticamente dejó de crecer en 2012, se estancó en 2013 y ahora los principales sectores de actividad ingresaron en la senda negativa, en proporciones variables, sólo contribuirá a profundizar el receso, antes que a frenarlo primero y luego revertirlo, porque no se atina a replantear la política económica, si es que existe una como tal.

Inercia contractiva creciente

Un repaso de un conjunto de indicadores oficiales resume con claridad ese proceso: el Estimador Mensual Industrial del Indec pasó de estar estancado en el primer cuatrimestre de 2013 a caer 3,5% un año después, con un abril que midió una contracción de 4,2% y que FIEL estimó en 6% de baja.

La facturación de los supermercados ajustadas por la inflación real y el efecto de haber ampliado la muestra de consulta en más de siete por ciento mantuvo sendas caídas del orden de 7% en el primer trimestre, con un marzo que arrojó receso de 9,5 por ciento.

El transporte de carga, medido por el Indec, pasó de crecer 1,8% entre enero y marzo del año pasado a contraerse 25,6% un año después y 19,6% en el caso puntual de marzo último.
También el Indicador Sintético de la Construcción acentuó el receso de 1,3% en los primeros tres meses de 2013 a 2,6% en el corriente año y 4,2% al cierre del período.

Mientras que el comercio exterior se deterioró en los dos frentes, pese a la devaluación de enero: las exportaciones pasaron de caer en cantidad de producto uno por ciento en el primer cuatrimestre de 2013 a disminuir 8% un año después y 13%, en el caso particular de abril, en tanto las importaciones revirtieron la suba de 9% y cayeron 5% en dicho período, y 13% en el cuarto mes del año, también en volumen de operaciones.

Como resultado de ese cuadro, el saldo de las cuentas públicas del primer trimestre fue deficitario en 15.180 millones de pesos en las cuentas de Hacienda, aunque si se resta el efecto del auxilio financiero del Banco Central, la Anses y el PAMI se amplió a más de 33 mil millones de pesos, equivalente a 4,6% del PBI, en contraste con 2,7% del producto de un año antes. Y antes del pago de intereses de la deuda el rojo fue de 19.100 millones de pesos, más que duplicando el saldo negativo de un año antes.

Y más grave que eso fue que tanto las tasas de participación de la población en el mercado de trabajo, como la proporción de ocupados, en blanco y también en negro, fueron

Con este escenario y una inflación que parece desacelerarse respecto a los picos del primer trimestre pero que se sostiene bien por arriba de la observada un año antes, sea en la medición de las consultoras privadas, como más aún del Indec, el ministro Kicillof confía cerrar el capítulo del default con los acreedores del Club de París. Sin duda, una empresa difícil y con riesgo de convertirse en una victoria a lo Pirro. Esto es que las grandes potencias acepten cobrar en bonos de la deuda pública a plazos de 10 años y más, pero como hizo Repsol, se desprendan rápidamente de esos papeles, porque buscarían con eso dejar asentado que hoy no confían en la política económica que sigue la Argentina y por tanto no alentarían créditos al sector público y privado en corto plazo, pese a que el largo luce claramente venturoso.

La economía que viene

Pasadas las primeras 72 horas de la gran encuesta nacional sobre las tendencias del electorado para renovar parcialmente las cámaras legislativas del Congreso Nacional, junto a la que tendrán lugar en varios distritos provinciales, no se advierten signos del Gobierno de los pasos a seguir. Todo lo contrario.

Es posible que se tome estos pocos más de dos meses que restan para las elecciones nacionales decisivas para definir ajustes, o continuar con más de lo mismo, si es que banqueros, gremialistas e industriales aceptan el debate que propuso Cristina Kirchner en Tecnópolis y no logran justificar las debilidades que ven en el modelo.

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