Los ministros tienen una mirada parcial de las estadísticas

Axel Kicillof y Débora Giorgi, junto al recaudador, Ricardo Echegaray, parecen tener la misma escuela: analizan las estadísticas oficiales sin considerar el contexto, sea local o internacional. De ese modo, logran el objetivo buscado, mostrar a sus conciudadanos que se superan las metas, que se logran resultados superiores a los esperados y que quienes ven una realidad diferente están equivocados y por tanto deben replantearse un cambio en sus posturas.

El común denominador es el análisis nominal de las estadísticas, sea de precios, salarios, PBI, consumo, empleo y desempleo, fiscal, monetarias, y también del comercio exterior, sin pasar a la depuración en términos reales, y menos aún por el filtro del cotejo con el desempeño de esos indicadores en el resto del mundo y en particular en el vecindario que, con diferentes productos, se ha favorecido como la Argentina del auge de los precios de las materias primas y consecuentemente de la mejora de los términos del intercambio, esto es de precios de exportación que subieron más que los de importación, amén de perder de vista las relaciones intersectoriales. Continuar leyendo

Más controles y menos ideas

Día a día los indicadores de la economía real y financiera muestran un severo deterioro y paso a un estado de desbarajuste cuya reversión provocará mayores costos cuánto más lejos se asuma la necesidad de implementar un cambio drástico. Pero frente a esa realidad, cuya máxima expresión es la destrucción de empleos privados y generalización del recorte de la jornada laboral, con su consecuente efecto contractivo sobre los ingresos nominales de muchos trabajadores, las autoridades económicas se muestran ausentes y sólo aparecen para actos protocolares o almuerzos con algunos empresarios para hablar sobre las preocupaciones de las consecuencias del plan de gobierno, en lugar de aceptar planteos sobre las causas que explican el delicado cuadro actual.

Esa actitud explica que en las últimas semanas se haya decidido intensificar el cepo cambiario a las importaciones. Y en la presente, en invadir la city con mega operativos policíacos con ayuda de oficiales de la Comisión Nacional de Valores, del Banco Central, de la Unidad de Investigación Financiera y del INAE, en la seguridad de que no iban a encontrar nada que comprometiera a entidades financieras, casas de Bolsa y casas de cambio, porque el objetivo no era ese sino sólo atemorizar al público para que dejara de operar.

Por un momento esa estrategia posibilitó achicar el volumen de operaciones y con ello también el precio del nuevo índice de riesgo país: el dólar contado con liqui. Sin embargo, en la medida en que no se dé un giro rotundo en la política, ese curso de los precios será meramente transitorio, porque seguirán vivas las causas que los impulsan, como la agudización de la pérdida de capacidad de generación de divisas que el Indec dio cuenta en su informe sobre el Intercambio Comercial Argentino en septiembre.

Con una soja que en sólo cuatro meses pasó de 558 a 334 dólares la tonelada en el mercado internacional, aunque a los productores argentinos se les retiene compulsivamente el 35% de esos precios antes de cualquier impuesto o gasto, el equipo económico encontró el argumento fácil para explicar las dificultades que enfrenta para acumular reservas. Pero no alcanza para culpar por qué se acelera la inflación, se profundiza la recesión y que el saldo comercial fuera en septiembre el menor para ese mes en los últimos catorce años.

Estrategia incompleta
Y como de las causas de los problemas no se habla, Economía decidió trabajar contrarreloj en el armado de un nuevo festival de bonos en busca del financiamiento que necesita para llegar a fin de mandato sin las arcas vacías. Pero el objetivo no podrá ser alcanzado si, como se ve a diario en el Boletín Oficial, el Jefe de Gabinete sigue autorizando aumentos del gasto público y validando la incorporación de personal en los diferentes organismos del estado, a costa de ampliar a niveles ya insoportables del déficit fiscal, que llevan a fogonear la inflación y alimentar el atraso cambiario para comercio exterior.

La emisión de bonos ajustables por la paridad cambiaria oficial no generará divisas, pero sí quitará grados de libertad a la hora de tener que devaluar, salvo que se opte por una severa baja del gasto público que posibilite bajar retenciones, ajustar balances por inflación y elevar los mínimos no imponibles para los asalariados, o simplemente persiga el objetivo de limitar la acción del próximo gobierno, al cual ya le espera una tarea ardua para revertir el déficit fiscal, la escalada de la inflación, la destrucción de empleos y seducir a inversores en actividades productivas de largo plazo.

La ceguera del equipo económico no le permite ver como cada medida que implementó en los últimos tres años tuvo el efecto opuesto al buscado, y por tanto no advierte que la solución está a la vuelta de la esquina: incentivar el ahorro, quitar el cepo a la exportación e importación y, abandonar la indisciplina fiscal, para poder liberar recursos al sector privado, que es el único que podrá revertir este ciclo que se encamina a una depresión más temprana que tarde.

No se trata de ser apocalíptico, sino simplemente de aceptar que el paso de una economía que crecía al 5% a otra que cae más de 4%, y más aún en el caso de la industria manufacturera, o que la inflación se desbocó de 25% a más de 40% y las reservas del Banco Central mantienen una tendencia fuertemente contractiva en un escenario de recesión interna y cepo creciente a las importaciones, dan claras muestras de que la economía hace meses que abandonó la etapa de la estanflación (estancamiento con inflación) para ingresar en un estadio de alta recesión.

Por ahora las estimaciones de las consultoras privadas y del Fondo Monetario indican que el receso es modesto para este año y algunos incluso arriesgan un punto de quiebre en 2015, pero las correcciones que ya se advierten en diversos estudios y los nuevos indicadores de comercio exterior del Indec anticipan que el último trimestre será peor de lo que esperaban. El cuadro sólo podrá cambiar si el equipo económico decide comenzar a revisar los desaciertos de política en lugar de seguir actuando infructuosamente contra las consecuencias.

Competencia por los malos récords

El Gobierno parece empeñado en romper todas las marcas históricas, no tanto en comparación con tiempos pasados, sino respecto del resto del mundo, porque aquello no sólo sería más que serio, como volver a la hiperinflación del 89-90, o la depresión del 2002, pasado por el singular desempleo que disparó la crisis del Tequila entre fines de 1994 y principios de 1995, sino principalmente porque la memoria colectiva lo tiene presente, sea porque se sufrió en carne propia, sea porque lo recuerdan los familiares maduros, y por tanto no lo toleraría.

Se sabe que la Argentina comparte el top ten de las naciones que conviven con la mayor tasa de inflación del planeta, sea tomando la medición de Indec que acumula más de 20% en los últimos doce meses, como más aún la denominada inflación Congreso que ya supera el 40% en prospectiva y los sondeos de opinión la ubican por arriba de ese rango para los próximos doce meses.

En cambio, poco se dice que mientras la mayoría de los países productores de alimentos en cantidades excedentes para satisfacer sus necesidades internas, como los de otras materias primas, acumulan reservas en divisas y deben hacer malabares para contener la apreciación de sus monedas, en la Argentina la posición de divisas del Banco Central se derrumba a ritmo de más de 7.000 millones de dólares al año.

Menos se repara en que los datos del intercambio comercial que difundió el Indec para agosto dieron cuenta de sendos desplomes de las exportaciones y de las importaciones, tanto en divisas como también en cantidades, fenómeno que cuesta encontrar muchos casos en el mundo de receso a tasas de dos dígitos anuales.

Lo mismo podría decirse del caso del desequilibrio de las cuentas públicas, más aún cuando se origina mayormente en gastos corrientes, subsidios a empresas públicas ineficientes, salvo para generar empleos remunerados que superan en más de tres a cuatro veces la media del mercado de trabajo, según se desprende de los datos del Indec sobre distribución del ingreso.

Y si bien en muchas economías se advierte que este año atraviesan por un ajuste, principalmente por desaceleración de la tasa de crecimiento y en pocos casos pasarán a tasas negativas, cuesta encontrar recesos de la magnitud que está mostrando la Argentina, principalmente en lo que respecta a los productores de bienes de consumo durable y de inversión.

Pese a este escenario, no se ve a los funcionarios preocupados por analizar los números de la realidad y su cotejo con lo que sucede en el resto del mundo, para al menos aspirar estar entre el promedio, con el objetivo de superación, y evitar seguir retrocediendo a los puestos más bajos. Sólo se detienen en casos puntuales, como las potenciales reservas de Vaca Muerta.

Claramente, el cuadro está lejos de ser dramático, pese a que el dólar libre se haya disparado a una brecha de más de 80% con el oficial, sobre todo por el potencial de recursos naturales, humanos y de capital ociosos en el país, como pocos países pueden mostrar.

Pero, la resistencia a tomar los libros que guían a las naciones exitosas, está contribuyendo a generar un escenario cuya superación no podrá lograrse con políticas gradualistas y bajo costo social, en particular para quienes se han acostumbrado a vivir de la dependencia del estado sin trabajar, y no me refiero a la porción de la población con reconocidas amplias necesidades básicas insatisfechas.

¿Los salarios subieron o realmente bajaron?

La larga historia que tiene la Argentina en materia de inflación y sus grandes daños que ha provocado en los últimos setenta años, con algunas pocas excepciones, aún no llegó a calar hondo en gran parte de la dirigencia política, no sólo del pasado, sino también presente e incluso algunos de los que aspiran a gobernar, porque creen que se debe hacer una baja gradual del ritmo de aumento de los precios al consumidor.

Esta semana la Presidente destacó que “los sueldos después de las paritarias son bastante mejores, por lo que va a haber mayor capacidad” de ahorro de los trabajadores. “Va a ser la misma cuota que el año pasado, pero con una paritaria que no es la del año pasado”, enfatizó, al anunciar el Pro.Cre.Auto, destinado a “volver a una producción de 750 mil vehículos en los próximos 12 meses, a través del incentivo de la demanda con financiamiento blando”.

Claramente, Cristina Kirchner se refirió a que, en general, los salarios son “mayores” que los del año pasado por efecto de las paritarias, pero no necesariamente son mejores, porque pese al aumento promedio nominal de 28%, tanto para los trabajadores en relación de dependencia en la actividad privada, como en el sector público, su capacidad de compra disminuyó casi 8% en sólo un año, para quienes no vieron afectada la carga laboral horaria habitual.

La realidad de la Argentina de los últimos doce meses indica que no sólo ya se acumulan tres trimestres consecutivos de retracción del PBI en comparación con los tres meses en valores no afectados por la estacionalidad, sino también dos en el cotejo interanual, y en particular en muchos sectores ya no sólo no hay espacio para trabajar horas extras para reforzar el ingreso del trabajador, sino que peor aún sufren recorte de la jornada laboral semanal, como ocurre en la rama automotriz, la construcción, las inmobiliarias, y también en el comercio y la industria hotelera, entre otras.

Además, el aumento medio salarial de 28% se ha registrado en el empleo formal, pero éste representa apenas poco más de la mitad del total ocupados en el país, el resto se distribuye casi en partes iguales entre asalariados no registrados que perciben remuneraciones muy inferiores a la media nacional y trabajadores independientes, monotributistas y autónomos.

Menor capacidad de consumo

De ahí que si se considera la masa salarial y otras remuneraciones al trabajo, entendida por el producto de la cantidad de ocupados e ingreso de bolsillo, se llega a una disminución del poder de compra de la población superior a 10%, fenómeno que luce compatible con el notable receso que se observa en el consumo de bienes durables y también no durables, como diversos alimentos. Por tanto, si bien la dirigencia empresaria no pudo menos que respaldar la iniciativa del Gobierno de ampliar los créditos blandos para la compra de un auto 0Km, no cabe duda de que la efectividad de la medida quedará rápidamente demostrada que será mínima.

En primer término, porque suponer que una familia con un ingreso total 8.807 pesos puede comprar un auto pagando una cuota de 2.642 pesos, a los que deberá agregar como mínimo 200 pesos de seguro obligatorio contra terceros, otros 200 pesos para el pago de la patente y unos 400 pesos de combustibles, podrá vivir con un remanente de poco menos de 5.400 pesos al mes, es desconocer la carestía que afecta a la mayoría de los hogares argentinos.

El Indec acaba de informar que más de 40% de los jefe de hogar percibe un ingreso inferior a un salario mínimo vital y móvil de 3.600 pesos y que más de 60% de las familias obtiene por mes recursos monetarios mayores a los citados 8.807 pesos, incluyendo no sólo el fruto del trabajo, sino también el amplio set de planes sociales que instrumentó el Gobierno nacional.

Sólo el 20% de los hogares, que perciben un ingreso promedio mayor a 16.700 pesos, probablemente pueda acceder a los créditos blandos del Banco Nación para adquirir un auto económico de 94.000 pesos, siempre que del saldo de 12.300 pesos, no tenga que destinar 3.300 pesos para pagar un alquiler de un pequeño departamento y prescinda de gastos de viaje para ir al trabajo.

El Indec también comunicó el último martes que la brecha de ingresos entre el que más y menos gana se achicó de 14,2 a 13,8 veces en el caso de los hogares, y de 17,4 a 16,1 veces en el de los jefes de familia, en un contexto donde el organismo de estadística indicó que el conjunto de los trabajadores asalariados captó el 51,4% de la generación de riqueza de todo el país, 2,5 puntos porcentuales más que un año antes.

Ahora bien, en un contexto de alta inflación y consecuente tensión cambiaria que llevó a un fuerte aumento de la paridad entre el peso y el dólar en enero, ¿puede afirmarse que recibir una porción más grande de la generación del total de la riqueza en el país es condición suficiente para decir que se está mejor? La contundencia de las estadísticas oficiales mostraron claramente que no: en el primer trimestre de 2013 con un PBI equivalente anual de 585.667 millones de dólares el conjunto de los trabajadores asalariados obtuvo 283.362 millones de dólares, un año después el PBI en dólares bajó a 478.255 millones de dólares y los asalariados, considerados en forma agregada captaron 245.823 millones. De ahí surge una pérdida real en dólares de 14,2%, en sólo un año. El ejercicio al cambio libre determina un ingreso sustancialmente menor (164.668 millones de dólares para el último período), pero la pérdida en términos relativos fue similar, 12,1 por ciento.

Por tanto, si realmente hay voluntad política de querer reanimar la economía y mejorar la calidad de vida del conjunto de los trabajadores, con más salarios y mayores oportunidades laborales, es fundamental dejar de poner el carro delante de los caballos (incentivar el uso del crédito para consumo durable) y por el contrario comenzar a poner los caballos delante del carro: bajar la inflación con políticas tradiciones; impulsar el crédito para la inversión productiva; desarmar la maraña de fracasados programas de controles de precios: administrados, protegidos y cuidados; reducir la presión tributaria que pesa sobre los presupuestos de todos los trabajadores y de las empresas); encarar la disciplina fiscal en la ejecución del gasto; levantar el cepo cambiario, racionalizar los subsidios; eliminar las retenciones y ser más eficiente en el cobro de Ganancias a los sectores capaces de general altas rentas; junto con una salida consensuada del último capítulo del default por los canales institucionales, antes que por la vía de discursos, solicitadas y seudas conferencias de prensa del ministro de Economía.

Ingresos transitorios apuntalaron la caja de la AFIP

El secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, y el administrador federal de ingresos públicos, Ricardo Echegaray, volvieron a pasar en abril el examen de la recaudación, porque lograron que se superara con creces la pauta mensual fijada en el Presupuesto, aunque más el segundo que el primero, porque la bonanza de los recursos tributarios se licúa con un gasto que parece no encontrar límite.

Sin embargo, un análisis desapasionado del desempeño de las cobranzas de la AFIP permite rápidamente advertir que el Gobierno nacional ha comprado tiempo para poder obtener más recursos que lo esperable por una coyuntura con generalizada retracción del consumo, la producción, la inversión y el comercio exterior, y para peor con suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral en varias industrias.

Comprar tiempo es la función que cumple el acuerdo celebrado con los productores sojeros y la cadena primaria de valor para que anticipen la liquidación de sus exportaciones en casi dos meses, el cual posibilitó que en abril aportaran 64% más recursos a la AFIP vía retenciones, más el efecto del salto del tipo de cambio en poco más de 55% en los pasados doce meses. No ocurrió lo mismo con los productores de cereales, ni con las refinerías de petróleo.

Pero también se agregó en el último mes el “efecto estadístico”, o del almanaque, porque con la multiplicación de los feriados nacionales se fue alterando el cronograma de vencimientos de impuestos que se pagan casi semanalmente, como es el caso del IVA. En abril de 2013 con alza de precios de 23,7% lo percibido por ese tributo sobre la venta de productos nacionales se había elevado 13,6% respecto de doce meses antes. Un año después, con aceleración de la inflación a poco más de 35%, registró un aumento de 51,9 por ciento.

En el caso del IVA importaciones, por el contrario, el efecto de “pisar” los pagos autorizados para cuidar las reservas en divisas del Banco Central, determinó que lo recaudado pasara de crecer 96% a 35,4 por ciento.

Se trata de un singular impulso del principal impuesto al consumo que no se puede explicar por una supuesta bonanza de la demanda interna, como sostuvieron los funcionarios, habida cuenta de que la facturación del conjunto de supermercados se elevó en casi veinte puntos porcentuales menos en términos agregados por el Indec, aunque con la ayuda de haber expandido el relevamiento de datos a más de 150 puntos de venta, 7,3% del total. Es decir la venta bajó más de siete por ciento en cantidades.

Tampoco se puede explicar por la suba nominal de la capacidad nominal de gasto de los trabajadores asalariados, porque el propio Indec informó que promedió 29 por ciento, unos seis puntos porcentuales por debajo de la tasa de inflación. Y, además, la economía dejó de generar empleos netos.

Indicadores contrastantes

Y si bien año tras año la AFIP registra progresos en la administración tributaria con operativos que han conducido a reducir la informalidad, no se han mostrado razones de peso que permitan justificar por esa vía un salto de 20 puntos porcentuales en la recaudación de IVA. Existen claras evidencias de que la economía en negro se mantiene por arriba del 34% entre los asalariados, y más de 50% entre las actividades independientes. En los últimos días ARBA detectó un grado de evasión plena de 45% en los comercios de La Salada y otro 40% con irregularidades relevantes. Sólo 15% tenía los papeles en regla.

Por el contrario, los primeros indicadores relevantes de actividad correspondiente a abril dieron cuenta de que el patentamiento de automotores declinó más de 35% interanual; el de motos se derrumbó 45%; la CAME midió una baja de 7,3% en las ventas minoristas; el transporte de cargas por las rutas nacionales mantiene varios meses con disminuciones del orden de 20% al año y el comercio exterior con el principal socio comercial se contrajo más de 24 por ciento.

De ahí que una vez agotado el “efecto anticipo” de exportadores del complejo oleaginoso y corregida la recaudación por el corrimiento de vencimientos de tributos claves como IVA, se observará que los recursos estuvieron lejos de reflejar un escenario de bonanza y singular eficiencia tributaria. Para ese momento, el resultado del examen de la recaudación proyecta un claro deterioro de la nota.

Más gasto público aleja la salida de la estanflación

Economistas del Gobierno y afines, junto a algunos dirigentes industriales, consideran aventurado hablar de un escenario de estancamiento con inflación y aumento del desempleo, pese a que esta semana diversas plantas automotrices anticiparon programas de suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral, por falta de demanda. Incluso, el propio Indec recogió expectativas moderadamente contractivas para este segundo trimestre, y en el comercio crece notablemente la tasa de vacancia en las principales calles de los centros urbanos del país.

Está claro que no es lícito, y por tanto conveniente, hacer proyecciones de cualquier indicador, sea inflación, actividad, como de reservas del Banco Central o incluso de la producción de un bien en particular, o del dólar, en función de lo ocurrido en apenas dos o tres meses. Ningún economista y consultor profesional en la materia hace eso. Pero tampoco es sensato cuestionar alegremente a los profesionales que no sólo predicen, sino que, más aún, ya ven un escenario de estanflación en la Argentina, a partir del análisis de series de tiempo de un conjunto de variables del sector real, financiero, monetario, cambiario y fiscal, porque es subestimarlos en defensa de una ideología o retórica interesada, como diría el economista John Galbraith.

Punto de giro inicial sin cambio de tendencia
La razón fundamental por la que se cayó en un estado de estancamiento con aceleración de la inflación y aumento del desempleo, fue el giro de la política económica, a favor del aumento del gasto público y su financiamiento con emisión monetaria, porque se agotó la capacidad de ampliar la presión tributaria, y se decidió extremar las regulaciones y controles a las empresas destinadas a impedir más que a reordenar y facilitar la producción, la exportación y la inversión productiva hacia un modelo inclusivo, como se anuncia y proclama en forma reiterada.

Esos factores no sólo siguen presentes, sino que incluso se han ido potenciando esta semana, más allá de que transitoriamente el efecto de la astringencia monetaria y consecuente suba de las tasas de interés, junto a factores estacionales, posibilitaron desacelerar la tasa de inflación. Mayo comienza con aumentos de tarifas del servicio público de trenes y también de los combustibles, mientras crecen los costos en dólares porque a acuerdan ajustes de salarios, mientras el tipo de cambio oficial lleva tres meses de congelamiento en torno a 8 pesos, pese a que desde el 23 de enero se acumuló una tasa de inflación de más de 12 por ciento.

Por un lado, en un mega encuentro de toda la cúpula industrial con todo el equipo económico, los empresarios se encontraron que fueron invitados para que brinden su “apoyo a la continuidad de un modelo, para no perder todo lo hecho”, les habría dicho Axel Kicillof en una exposición de más de una hora, más que para exponer sus preocupaciones y buscar puntos de coincidencia para reactivar la producción, elevar la competitividad, sin agregar costos a la sociedad, a través de la inflación, y la suba de tarifas, cómo se está haciendo.

Luego fue la propia Presidente de la Nación, cuando a través del uso de la cadena nacional, desestimó hacer cambios impositivos que alivien las cargas para el sector privado, al justificar la permanencia de las retenciones a las exportaciones agropecuarias con un análisis forzado de la experiencia del trigo entre el tiempo de siembra, cambio de las alícuotas y cosecha en los últimos 40 años, pese a que la producción se redujo a valores que apenas garantizan el consumo interno, y amplió el crédito productivo con la creación por decreto del Fondear por $10.000 millones, menos de medio punto del PBI: “Yo escucho a menudo a mucha gente prometiendo que van a bajar las retenciones, que van a eliminar todas las retenciones, que al mismo tiempo van a subir el 82 por ciento móvil, que le dicen a los empresarios que les van a dar el ajuste por inflación y amortización anticipada, que al mismo tiempo van…Bueno, miren, yo le estoy haciendo hacer a Axel, el ministro de Economía, que me haga un calculito para ver cómo dan los números porque todas esas cosas juntas, así a vuelo de pájaro, sin ponerme muy detallista no me dan para nada. Me dan a cosa, realmente, bueno, de cosa rara”, dijo Cristina Kirchner, en lugar de dar instrucciones para analizar el impacto y posibilidades de esas medidas.

Claramente, en el entorno al Gobierno nacional no se acepta que el gasto público ofrece varios frentes donde se puede reducir sin afectar al empleo de la planta histórica de la administración, y menos aún reducir los salarios y jubilaciones, más allá del que se provoca con el desfase entre los ajustes salariales de forma puntual y la inflación contínua.

Pero no sólo eso, por el contrario, al día siguiente, el martes de esta semana, la Presidente firmó el decreto 601 que dispuso aumento del 50% respecto de diciembre de 2011 en los viáticos de los funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo Nacional, el cual reconoce una inflación promedio mensual acumulativo de 1,46% en los pasados 28 meses. El ajuste supera en 13 puntos la inflación del Indec en ese período, aunque mantiene un rezago de 35 puntos porcentuales respecto de la Inflación Congreso. Y ayer, a través del decreto 614 aprobó incrementos en los haberes de las fuerzas militares entre 30 y 45 por ciento.

Más rojo fiscal sin contabilidad creativa
Los datos de la Administración Central mostraron al cierre de abril que los recursos fiscales globales atenuaron el ritmo de aumento de 40% en los primeros meses del año a 34% en el promedio del cuatrimestre, pese a que las transferencias de rentas del Banco Central y de la Anses se elevaron en más de 70%, en comparación con similar período de 2013, mientras que el gasto total apenas desaceleró de una tasa de 45 a 42 por ciento.

Sólo cuando se repare en la necesidad de reordenar las finanzas públicas, como parcialmente se hizo en el frente monetario, y se avance en dirección a desatar los nudos que se le fueron agregando a la actividad productiva y comercial y consecuente a la inversión, podrá pensarse en que se transita hacia un nuevo punto de giro del ciclo económico que posibilite volver a crecer y bajar la inflación de modo sustentable y por tanto sostenido.