Ingresos transitorios apuntalaron la caja de la AFIP

El secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, y el administrador federal de ingresos públicos, Ricardo Echegaray, volvieron a pasar en abril el examen de la recaudación, porque lograron que se superara con creces la pauta mensual fijada en el Presupuesto, aunque más el segundo que el primero, porque la bonanza de los recursos tributarios se licúa con un gasto que parece no encontrar límite.

Sin embargo, un análisis desapasionado del desempeño de las cobranzas de la AFIP permite rápidamente advertir que el Gobierno nacional ha comprado tiempo para poder obtener más recursos que lo esperable por una coyuntura con generalizada retracción del consumo, la producción, la inversión y el comercio exterior, y para peor con suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral en varias industrias.

Comprar tiempo es la función que cumple el acuerdo celebrado con los productores sojeros y la cadena primaria de valor para que anticipen la liquidación de sus exportaciones en casi dos meses, el cual posibilitó que en abril aportaran 64% más recursos a la AFIP vía retenciones, más el efecto del salto del tipo de cambio en poco más de 55% en los pasados doce meses. No ocurrió lo mismo con los productores de cereales, ni con las refinerías de petróleo.

Pero también se agregó en el último mes el “efecto estadístico”, o del almanaque, porque con la multiplicación de los feriados nacionales se fue alterando el cronograma de vencimientos de impuestos que se pagan casi semanalmente, como es el caso del IVA. En abril de 2013 con alza de precios de 23,7% lo percibido por ese tributo sobre la venta de productos nacionales se había elevado 13,6% respecto de doce meses antes. Un año después, con aceleración de la inflación a poco más de 35%, registró un aumento de 51,9 por ciento.

En el caso del IVA importaciones, por el contrario, el efecto de “pisar” los pagos autorizados para cuidar las reservas en divisas del Banco Central, determinó que lo recaudado pasara de crecer 96% a 35,4 por ciento.

Se trata de un singular impulso del principal impuesto al consumo que no se puede explicar por una supuesta bonanza de la demanda interna, como sostuvieron los funcionarios, habida cuenta de que la facturación del conjunto de supermercados se elevó en casi veinte puntos porcentuales menos en términos agregados por el Indec, aunque con la ayuda de haber expandido el relevamiento de datos a más de 150 puntos de venta, 7,3% del total. Es decir la venta bajó más de siete por ciento en cantidades.

Tampoco se puede explicar por la suba nominal de la capacidad nominal de gasto de los trabajadores asalariados, porque el propio Indec informó que promedió 29 por ciento, unos seis puntos porcentuales por debajo de la tasa de inflación. Y, además, la economía dejó de generar empleos netos.

Indicadores contrastantes

Y si bien año tras año la AFIP registra progresos en la administración tributaria con operativos que han conducido a reducir la informalidad, no se han mostrado razones de peso que permitan justificar por esa vía un salto de 20 puntos porcentuales en la recaudación de IVA. Existen claras evidencias de que la economía en negro se mantiene por arriba del 34% entre los asalariados, y más de 50% entre las actividades independientes. En los últimos días ARBA detectó un grado de evasión plena de 45% en los comercios de La Salada y otro 40% con irregularidades relevantes. Sólo 15% tenía los papeles en regla.

Por el contrario, los primeros indicadores relevantes de actividad correspondiente a abril dieron cuenta de que el patentamiento de automotores declinó más de 35% interanual; el de motos se derrumbó 45%; la CAME midió una baja de 7,3% en las ventas minoristas; el transporte de cargas por las rutas nacionales mantiene varios meses con disminuciones del orden de 20% al año y el comercio exterior con el principal socio comercial se contrajo más de 24 por ciento.

De ahí que una vez agotado el “efecto anticipo” de exportadores del complejo oleaginoso y corregida la recaudación por el corrimiento de vencimientos de tributos claves como IVA, se observará que los recursos estuvieron lejos de reflejar un escenario de bonanza y singular eficiencia tributaria. Para ese momento, el resultado del examen de la recaudación proyecta un claro deterioro de la nota.

Las consecuencias tienen más prensa que las causas

En esta semana se ha observado con singular nitidez cómo el hematoma subdural crónico que afectó a la presidente Cristina Kirchner y su posterior internación e intervención superaron con creces en todos los medios al análisis de las causas que provocaron ese cuadro.

En la economía hace tiempo que se advierte ese fenómeno, al punto de que tanto en los análisis, como más aún en las recomendaciones de política que hacen los principales consultores de empresas y referentes en materia económica, se pone más la lupa en el día a día del dato de reservas en divisas en el Banco Central que en la evolución del gasto público. Es decir, el análisis se centra más en los síntomas que en las causas de la hemorragia que afecta al paciente, la Argentina.

Dicho de otro modo, comienzan abundar las recomendaciones de política para detener la demanda de dólares que se origina en un boom inducido del turismo al exterior a un cambio 20% más caro que el oficial pero 30% más barato que el cambio libre o blue.

Está claro que la mayoría de las actividades productivas, comerciales y de servicios reclaman un cambio de política, o al menos ajuste, en particular la que se agregó a fines de 2011, como el cepo cambiario, las trabas a las importaciones, la profundización de los subsidios, pese a que esa medida favorece a muchas personas con altos ingresos, y el aumento de la presión tributaria. Pero revertir todo eso caerá en saco roto si no se actúa sobre las causas que dieron origen a esa vuelta de rosca adicional de la heterodoxia económica.

Finanzas públicas al rojo vivo
El nudo gordiano que hay que comenzar a desarmar, más temprano que tarde, es el creciente gasto público por sobre la cota que posibilitan los recursos tributarios y el financiamiento voluntario de los agentes económicos al Tesoro Nacional.

La semana próxima pasada el secretario de Hacienda dio a conocer el resultado base caja hasta agosto, con recursos que aumentaron 24,4% y gastos totales 34,4%, los cuales provocaron un salto del deficit fiscal final a $750 millones, en contraste con un superávit de $17,4 millones de un año antes.

Más allá de que las reales necesidades de financiamiento, antes del pago de intereses, se elevaron más de doce veces en el mes y más de una vez en el acumulado de los ocho meses, en comparación con un año antes, las cuales sólo pudieron ser cubiertas con emisión del Banco Central y de la Anses, el punto inquietante es que sin contabilidad creativa el rojo fiscal conocido ya superó $32.000 millones y es equivalente a casi 2% del PBI.

Si a eso se suman las necesidades de fondos para pagar vencimiento de la deuda pública en moneda extranjera con la única asistencia del Banco Central, se explica por qué las reservas van camino a agotarse en poco tiempo, como ocurrieron con las energéticas.

No se trata de prohibir el uso de más de una lámpara de luz, o de no encender más que una hornalla y/o de restringir el uso del automóvil para preservar los escasos recursos energéticos, o elevar el cargo sobre los gastos con tarjeta fuera del país o poner cupo, para cuidar las pocas divisas reales que hoy tiene el Banco Central.

Tal vez sea necesario imponer algunas limitaciones por un tiempo, sin llegar al extremo de esos ejemplos utilizados para visualizar la gravedad del problema, pero para que el resultado sea el buscado, sanear al paciente, hay que ir directo al análisis y tomar las medidas que combatan las causas que provocaron el actual cuadro crítico, sobre todo en perspectiva, para que después de salir del quirófano no se corra el riesgo de volver a ingresar en un estado más crítico.

Ni desendeudamiento, ni superávit gemelos

Por cuarto año consecutivo las finanzas públicas estuvieron en 2012 otra vez más lejos de honrar el relato de la solvencia fiscal, y consecuentemente de reflejar una disminución de la deuda en valores absolutos.

Por el contrario, pese a que desde 2010, para no ir más atrás, el Banco Central a cargo de Mercedes Marcó del Pont aprobó el destino de poco más de u$s30.000 millones para pagar deuda pública, provocando una sangría no despreciable de reservas, la deuda pública consolidada se elevó hasta fines de 2012 en poco más de u$s50.000 millones.

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